Si añadimos que la imprenta en el siglo XVI desarrolla una labor ingente para trasmitir ese pensamiento humanístico y científico, secular y religioso, podremos hacernos una idea de aquella España bulliciosa.
De entre tantas consideraciones sobre ese siglo, una de ellas sostiene que España estuvo prácticamente ausente de la “revolución científica” por el débil desarrollo y peculiar evolución del Humanismo español.”Según Jesús L. Paradinas Fuentes “el desarrollo del movimiento humanístico, al incorporar a su campo de trabajo la lengua y la cultura griega, promovió la recuperación de las tradiciones filosóficas y científicas de dicha cultura, lo que hizo evolucionar el Humanismo renacentista hasta el punto de convertirlo en un movimiento de renovación no sólo literario y educativo, sino también filosófico y científico. Esta evolución se produjo sobre todo en Italia, mientras que en España, por las razones que después indicaremos, el Humanismo, al interesarse principalmente por la recuperación de las tradiciones religiosas de la cultura judeocristiana, evolucionó en otra dirección, configurándose, sobre todo, como un movimiento de renovación religiosa”
[i].
Para este autor no existió continuidad entre el pensamiento científico de los siglos XIII y XIV con el siglo XVII, siendo el siglo XVI un siglo en el que se interrumpe el desarrollo de la ciencia por el Humanismo, el cual sería el
responsable de la decadencia. “Creemos, por el contrario – dirá Paradinas-, que existió una verdadera ruptura entre ambos pensamientos científicos y que la ciencia moderna no es el resultado de la evolución de la medieval, sino de una verdadera “revolución”.
Esta tesis sobre humanismo y ciencia moderna, queremos que nos sirva para poder entender el hecho de que la “renovación religiosa” es la verdadera revolución del siglo XVI en España, mientras en otros lugares es una continuidad del Medievo. Creemos que esta recuperación de la cultura judeocristiana proveniente del mundo judeoconverso español, fue real, llegando a constituirse en el gran movimiento de reforma y no solo prorreforma.Al comparar el humanismo italiano con el español, indicará Paradinas, que mientras los españoles tuvieron poco aprecio por el latín y el griego, en Italia había una tradición cultural que desarrolló el Humanismo de raíz grecolatina. No hubo en España una importante labor de traducción y comentario de las obras filosóficas griegas como en Italia, llegando a ser peligroso, en el siglo XVI, el conocimiento de la lengua griega, hasta el punto que muchos de sus cultivadores fueron perseguidos por la Inquisición como sospechosos de favorecer la “herejía protestante”.
[ii]
“Lo que sí existía en España era una importante tradición cultural interesada por la lengua y la cultura hebrea. En efecto, en España, a diferencia de lo que ocurrió en otras partes de Europa, debido a la presencia de una importante comunidad judía, nunca se abandonó el estudio del Antiguo Testamento en su lengua original. Durante la Edad Media los judíos estudiosos de la Biblia que vivieron en España emplearon los avances de la filología para analizar el texto hebreo del Antiguo Testamento. En el siglo X el célebre Hasday ibn Saprut, cuya familia era originaria de Jaén, estudió lingüísticamente la Biblia, algo que también hicieron, en el siglo XI, Ibn Chiquitilla y Yonah ibn Yanih, naturales de Córdoba. En los siglos siguientes, podemos citar a Abraham ibn Ezra (1092-1167), nacido en Tudela (Navarra), comentador de la Biblia, defensor de la primacía del sentido literal y del estudio filológico del texto hebreo, a quien se considera el fundador de la exégesis crítica e histórica del Antiguo Testamento, y a David Quimhi (1160-1232), nacido en Narbona, pero de origen andaluz, famoso intérprete del Antiguo Testamento de acuerdo con el método filológico.”
“Los cristianos, por su parte, mantuvieron frecuentes contactos con la comunidad judía. Recordemos, por ejemplo, las célebres disputas entre judíos y cristianos, celebradas en Barcelona en 1263 y en Tortosa en 1413, en las que estaba en juego la interpretación del Antiguo Testamento a partir de la versión hebrea del mismo. Así se explica que las traducciones al castellano del Antiguo Testamento tienen siempre en cuenta los textos hebreos originales, más incluso que el texto de la Vulgata, incorporando en ellas, ya desde la época medieval, los avances de la filología rabínica. No hay que olvidar que fue en Castilla, más de doscientos cincuenta años antes de que lo hiciera Lutero al alemán, donde se realizaron las primeras traducciones de los textos bíblicos al Romance. En efecto, ya en el siglo XIII se tradujo del latín al castellano gran parte del Antiguo Testamento y casi todo el Nuevo Testamento. Una de estas traducciones es la llamada Biblia de Alfonso el Sabio, que se recoge en la
Grandey General Storia (c. 1270). En el siglo XIV se realizan ya traducciones directamente del hebreo al castellano, aunque siguen siendo parciales. En 1422, el gran Maestre de la Orden Militar de Calatrava, Luis de Guzmán, encargó al rabino Mosé Arragel de Guadalajara una traducción de todo el Antiguo Testamento del hebreo al castellano, que estuvo concluida en 1433. Esta traducción, conocida hoy como Biblia de Alba, contiene glosas judías y cristianas que aclararan los pasajes oscuros. También a finales de este siglo, el Maestre de la Orden de Alcántara, Juan de Zúñiga, que vivía en Zalamea, se rodeó de sabios judíos y cristianos, de los que se convirtió en mecenas, con el fin de avanzar en el estudio de la Biblia. Entre ellos estaba el más importante de nuestros humanistas: Nebrija.”
Concluye esta tesis, afirmando que “la mayor parte de los humanistas españoles, tal vez incluso podíamos decir los mejores, dedicaron sus esfuerzos a la recuperación y estudio de la tradición religiosa judeocristiana. Por lo tanto, sabemos que lo más cultivado en España fue la teología, tanto la especulativa o escolástica como la positiva o bíblica. Pero incluso el desarrollo del Humanismo bíblico se vio frenado en España por la intervención de la Inquisición.
Los humanistas españoles sintieron pronto los peligros de dedicarse al estudio filológico de la Biblia, por lo que muchos de ellos decidieron, finalmente, abandonar el estudio del hebreo y de la Sagrada Escritura. En consecuencia, Baltasar de Céspedes, al publicar en el año 1600 su conocida obra
Discurso de las letras humanas, excluye del campo de los estudios de humanidad tanto a laBiblia como a la lengua hebrea. Ambas cosas quedan reservadas para los teólogos. Más decisiva aún fue la intervención de la Inquisición para acabar con el débil desarrollo del Humanismo científico en España. Al llegar el siglo XVII la Inquisición, que hasta entonces había condenado sólo a algunos científicos y por razones religiosas, lo hizo ahora de forma masiva y por razones científicas. En efecto, el Índice de Bernardo de Sandoval (1612) y, sobre todo el Nuevo Índice de Antonio Zapata (1632), incluyen entre los autores condenados, de una u otra forma, a la mayoría de los científicos importantes del momento y lo hacen en cuanto tales.”
[iii]
[i] El humanismo renacentista y la ciencia moderna. Jesús L. Paradinas Fuentes.
[ii] Desarrollo y evolución del Humanismo en España. Jesús L. Paradinas Fuentes.
[iii] A partir de 1560 aparecerán una infinidad de libros de contenido teológico y bíblico que contradicen, en parte, la tesis de este autor. Fray Luis de León o Malón de Chaide conocen bien los originales y hacen constantemente un análisis filológico además del teológico. Aparecerán también los exégetas bíblicos contrarreformistas entre los jesuitas, que aun estando prohibida la Biblia se atreven a comentarla. El Índice de Sandoval parece ser el comienzo del declive de las ciencias bíblicas.
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