El texto de Ximeno dice: “En Flandes defendió animosamente la religión católica y por esta causa fue perseguido de los Herejes”. Según Ximeno en contraposición a lo que dice Janssens, en Cosme Palma estaría la causa de que Felipe II cerrase estas universidades a los estudiantes españoles pues era uno de los que visitaban la tertulia de aquellos “heterodoxos” y conocía de primera mano sus actividades. Janssens, sin embargo, pone al fraile y doctor en Teología, Lorenzo de Villavicencio, y no a Cosme Palma, entre los delatores e informante de Felipe II sobre los estudiantes en el extranjero.
La enciclopedia catalana Nadal lo citará como un personaje “antihumanista” y Mayans lo citará en relación con la traducción del griego al latín de San Atanasio y Teodoreto. No desestimamos toda la información de Ximeno, quien nos dice que Cosme Palma de Fontes
era natural de la Villa de Mateo en la diócesis de Tortosa, siendo doctor en Teología y gran predicador, conocedor del griego, hebreo y latín y uno de los teólogos enviados al Concilio de Trento, predicando allí a los padres apostólicos en 1563 un miércoles de ceniza. Ascendería a canónigo de Orihuela en 1564, puesto otorgado por el mismo monarca, el cual lo volvió a llamar a la Corte con el objeto de descifrar unos originales griegos de San Atanasio que estaban muy deteriorados.
Sin embargo, sabemos por Tellechea (Tellechea Idígoras 2000, 133) que el rector de la Universidad de Lovaina llegó a alarmarse ante la sistemática oposición del grupo de Pedro Jiménez quienes por las mañanas escuchaban a los profesores y por las tardes debatían y contradecían sus postulados. Parece que el rector, ante Cosme de Palma, les había advertido: “Basta, que se sabe que hay en esta Universidad una cierta junta a donde quieren saber más que los doctores, y que dos veces ellos han determinado contra la decisión de los concilios, diciendo que el Concilio puede errar.” Esta frase, por si sola, ya es significativa. Tellechea había enfocado la tendencia de este grupo hacia el bayanismo, pero está claro, que la autoridad del magisterio pasaba a la Palabra de Dios, pues podía errar el Concilio y
por tanto estaríamos ante un luteranismo más innegable, donde frases como “papistas” y otros calificativos expresaban a las claras su disidencia. El fraile Baltasar Pérez dirá que este grupo criticaba constantemente a los obispos y sus rentas, a los religiosos y la Inquisición, a la que llamaban “carnicería”, siendo los inquisidores “verdugos” y los religiosos “sayones”. Es el mismo Tellechea que nos trasmite la dinámica de aquellas reuniones en las que Pedro Jiménez leía algunos textos significativos en la Sagrada Escritura y traía razones de Lutero y de Calvino.
Por otra parte
Tellechea afirma que Palma tuvo relación con este grupo, aunque parece no se integró, asustado por el compromiso que suponía romper con la iglesia romana. Un hombre erudito en ciencias sagradas, no parecía estar abierto a novedades y menos aún contrarias a la tradición romana. Jiménez lo enfrentó a decidir por la iglesia verdadera, hecho este que tenía sus dificultades: “No está la dificultad en eso, sino en cual es la Iglesia a la que hemos de oír, si la de Roma o la de Witemberga”.
Cosme Palma parece haber tomado partido por la de Roma, aunque el nicodemismo y el disimulo recorrió muchas conciencias de espíritus nobles que se vieron atados por múltiples cadenas. Será el mismo Pedro Jiménez, tan osado reformador, con fama de hombre docto y recogido, quien se presentaría a la cátedra de Decreto recién fundada por Felipe II. Cierto es, dirá Tellechea que no llegó a ocupar la plaza, al haberle puesto una extraña condición, y no era otra, que no podría asistir a las reuniones generales de la Universidad donde se examinaran y condenaran obras impías.
1) Cita Antonio Fernández Luzón, a Vicente Ximeno en “Escritores del Reyno de Valencia 1747 pag. 140
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