Este artículo busca ofrecer un resumen y una evaluación de las teorías principales que se han desarrollado durante los últimos 30 o 40 años respecto a la interpretación de este pasaje.
Introducción
1 Corintios 14:43-35 es otro texto que ha sido foco de intenso estudio durante los últimos 30 o 40 años en relación al debate sobre el rol que la mujer debe tener en la iglesia. En estos dos versículos, parece que se les manda estar calladas, que no es apropiado que hablen, y que si tienen cualquier pregunta deberían derivarla a sus maridos en casa. Pero entonces ¿cuál sería la relación con 1 Corintios 11:5, donde Pablo lo da por sentado que las mujeres pueden orar y profetizar? Este artículo busca ofrecer un resumen y una evaluación de las teorías principales que se han desarrollado durante los últimos 30 o 40 años respecto a la interpretación de este pasaje. He dividido las diversas teorías en cuatro grupos principales, basándome en la aplicabilidad de los vv. 34-35 a los lectores contemporáneos.
Interpretaciones que dicen que los vv. 34-35 no se aplicaban a las mujeres en aquel tiempo y tampoco se aplican a ellas actualmente
Hay dos teorías distintas, por lo menos, que entienden que las prohibiciones en contra de las mujeres en los versículos 34-35 no se aplicaban a la iglesia de Corinto en el momento en que Pablo escribió 1 Corintios y que, por lo tanto, tampoco deberían de aplicarse en el día de hoy.1
La teoría de la interpolación.Se originó a finales del siglo XIX en Alemania pero, si partimos del reconocimiento más amplio que tuvo posteriormente a mediados del siglo XX, un número creciente de académicos comenzó a argumentar que vv. 34-35 no pertenecían al texto original de Pablo en 1 Corintios, sino que fueron añadidos por un escriba cercano en el tiempo a la carta.2Sus argumentos se centran en torno a cuatro puntos.3En primer lugar, el problema sería textual, porque algunos manuscritos incluyen los vv. 34-35 después del v. 40, lo cual daría a entender que los vv. 34-35 no eran parte del texto original, sino una nota al margen añadida por un escriba temprano respecto de la carta; y que habría sido malinterpretada por escribas posteriores a él al considerarlos como parte del texto original; de estos, unos lo habrían incluido después del v. 33, mientras que otros lo habrían hecho después del v. 40. En segundo lugar, otra dificultad sería literario-contextual, porque si uno extirpara estos versículos del texto,4el pasaje quedaría fluido. En tercer lugar, el problema sería teológico, puesto que los vv. 34-35 parece prohibir a la mujer hablar en las reuniones cristianas, mientas que 1 Corintios 11:5 parece contradecir esto al permitirles que oren y que profeticen. En cuarto lugar, el conflicto sería lingüístico, pues parte del lenguaje usado en los vv. 34-35 sería un tanto singular si lo comparamos con el uso de un lenguaje similar que Pablo hace en otras partes (p. ej., ὁ νόμος, ἐπιτρέπω).
Muchos eruditos han respondido a esta teoría, tanto igualitarios como complementarios.5He organizado las respuestas para que se ajusten a los cuatro argumentos mencionados anteriormente. Para empezar, las dificultades textuales quedarían considerablemente atenuadas por cuatro razones: en primer lugar, la variante tiene que ver con el posicionamiento de los vv. 34-35, y no con su omisión o inclusión—todos los manuscritos incluyen estos dos versículos en alguna parte—, por lo que cualquier teoría de interpolación sería difícil de mantener; en segundo lugar, sólo unos cuantos manuscritos y autores tempranos colocan los vv. 34-35 después del versículo 40 (D, F, G, casi todos los antiguos manuscritos italianos, algunos manuscritos de la Vulgata, de Ambrosiasto y de Sedolio-Escoto), mientras que la mayor parte de los otros manuscritos los colocan después del v. 33; en tercer lugar, todos los textos que defienden que los vv. 34-35 deben ir colocados después del v. 40 son textos occidentales, convirtiéndolo en un fenómeno regional, fácil de explicar en términos crítico-textuales; en cuarto lugar, a finales del siglo I, 1 Corintios era ya conocida desde Roma (1 Clemente) hasta Antioquía (Ignacio), lo cual habría dejado poquísimo tiempo a cualquier escriba (¡atrevido!) para insertar la supuesta interpolación.6
En segundo lugar, las dificultades contextuales podrían responderse si notamos que muchas palabras claves como ὑποτάσσω, λαλέω, σιγάω, ἐν ἐκκλησίᾳy μανθάνω se usan tanto en los vv. 26-33 como en los vv. 34-35. Es decir, que los vv. 34-35 están relacionados semánticamente con el desarrollo del argumento de Pablo en esta sección, plenamente ajustado al contexto.
En tercer lugar, la supuesta contradicción sólo sería válida si Pablo estuviera hablando de la misma situación en los dos textos. Si estuviera hablando de cosas diferentes (como creo que es el caso; léase más abajo), entonces no habría ninguna contradicción entre las dos secciones. Otra cosa a considerar es: ¿por qué un interpolador habría de añadir un texto para crear contradicción con 11.5, en vez de simplemente borrar este último versículo? Desde luego, la mayoría de las glosas de tamaño considerable (cf. Jn 5:4; Hch 8:37; 1 Jn 5:7b-8) pretenden clarificar el texto, en vez de ofuscarlo.
En cuarto lugar, la objeción lingüística sólo es una objeción aparente, puesto que tiene sentido en cuanto al contexto (p. ej., el uso que hace Pablo de ὁ νόμος7en el 14:21) y en cualquier caso es difícil de probar basándose sólo en dos versículos. En resumen, parece no haber razones convincentes para aceptar la teoría de que los vv. 34-35 son un añadido posterior.8
La teoría del dicho corintio. En varias partes de la segunda mitad de 1 Corintios, parece que Pablo está citando la carta que los corintios le habían enviado. Un ejemplo generalmente aceptado se encuentra en el 7:1, donde Pablo escribe: “Bueno es para el hombre no tocar mujer” (LBLA). Pablo corrige la teología expresada en esta frase en los vv. 2ss, argumentando que sí que es bueno que un hombre tenga relaciones sexuales con una mujer. Con esto en mente, algunos han tratado de argumentar que hay un fenómeno similar en los vv. 34-38, donde Pablo está citando la mala teología que los corintios expresan en los vv. 34-35, y que estaría corrigiéndolos en los vv. 36-38.9Se le da mucha importancia a la partícula ἤ(“o”) en el v. 36, como si marcara una división entre los vv. 34-35 y los vv. 36-38. La implicación de esto, tal y como dice David Odell-Scott, es bastante grande: 1 Corintios 14:34-35 “es una de las declaraciones más enfáticas de todo el Nuevo Testamento a favor dela participación de las mujeres en la adoración de la iglesia.”10
Sin embargo, esta teoría también presenta serios problemas.11En primer lugar, esta es una manera totalmente nueva de leer el texto—las primeras articulaciones de esta perspectiva serían sólo de hace unas décadas. Uno podría pensar que semejante lectura sería obvia, por lo menos algunos de los comentaristas patrísticos—algunos de ellos bastante doctos en la crítica literaria y retórica—lo habrían notado. En segundo lugar, en contraste con las otras citas, generalmente aceptadas, de los corintios, los vv. 34-35 no constituyen un proverbio ni tampoco son concisos, y Pablo no los rechaza como hace con las otras citas. En tercer lugar, la supuesta disyuntiva del ἤ(“o”) en el v. 36 en realidad contradice la teoría del dicho corintio. D.A. Carson, tras un estudio del uso de la ἤen el Nuevo Testamento, dice, “El hecho contundente es el siguiente: en todos los casos del Nuevo Testamento en que la partícula disyuntiva en cuestión se utiliza en una construcción análoga al pasaje que estamos considerando, el efecto es el de reforzar la verdad de la oración o del versículo que le precede.”12En conclusión, no parece haber razones convincentes para aceptar la teoría de que los vv. 34-35 constituyen un dicho corintio.
Interpretaciones que hacen los vv. 34-35 sólo aplicables al contexto corintio
Un número creciente de autores igualitarios argumenta que aunque los vv. 34-35 son auténticos, se escribieron en un contexto particular y que por lo tanto podrían o no podrían aplicarse a las mujeres de nuestros días.13Hay muchas variantes de esta teoría, aunque la premisa básica de todas ellas es la de que había algunas mujeres en Corinto que estaban molestando en las reuniones cuando se profetizaba. Las teorías específicas sobre cómo las mujeres perturbaban las reuniones van desde que hablaban durante la reunión, que eran egoístas, que hacían preguntas ignorantes o que intentaban imitar a las profetisas griegas hablando en éxtasis y diciendo cosas ininteligibles y/o hablando con acertijos, pero todas estas teorías tienen en común la idea de molestar en la asamblea. El argumento usado es que Pablo tenía esto en mente, total o parcialmente, cuando les dijo a las mujeres que se mantuvieran en silencio en los vv. 34-35; pero que si estas mujeres dejaran de hacer estas cosas, entonces todas las prohibiciones se levantarían.14La implicación es que dado que muchas mujeres no se comportan de esta manera en la iglesia de nuestros días, entonces estas prohibiciones no se aplican a ellas.
Esta teoría, sin embargo, tiene al menos tres problemas grandes.15En primer lugar, igual que con las teorías mencionadas anteriormente, se trataría de una interpretación moderna sin ningún precedente en la Iglesia primitiva. Los comentaristas tempranos eran sensibles a los factores sociales e históricos que dieron forma a este texto, pero ninguno de ellos apunta, siquiera, a la idea de que Pablo pudiera estar refiriéndose a mujeres molestando en las reuniones.16En segundo lugar, según esta teoría el remedio de Pablo al supuesto problema va demasiado lejos: si algunas de las mujeres estaban molestando en las reuniones, ¿por qué silenciar a todas las mujeres? Desde luego, en otras partes de 1 Corintios donde hay también problemas con un grupo o individuo concreto, los identifica Pablo de manera específica (cf. 1:11; 4:18-19; 5:1-2). ¿Por qué tendríamos que esperar, pues, que censurase a todas las mujeres por culpa de unas pocas? ¿No estaría castigando a algunas mujeres que no molestaban en la reunión? Y si fuesen las mujeres junto con los hombres los que estuviesen perturbando la asamblea, ¿por qué sólo silencia a las mujeres? Desde luego, está claro que al menos algunos de los hombres estaban molestando con lo que decían en Corinto (cf. 1:10-12). Esto nos hace asumir que todas las mujeres y sólolas mujeres estaban molestando y que por lo tanto Pablo las censura a todas. ¿Pero podemos creer que este era el caso? Debemos recordar que Priscila—una mujer educada y respetada por Pablo (Hch 18:26; Rom 16:3-5)—pasaba bastante tiempo en Corinto. ¿Tuvo un impacto tan pequeño entre las mujeres que, cuando Aquila y ella se marcharon (cf. 16:19), todaslas mujeres y sólo las mujeres empezaron a molestar durante las reuniones, de tal manera que Pablo tuvo que amonestarlas? De hecho, si el asunto tuviera que ver con mujeres ignorantes (una teoría popular entre los igualitarios actualmente), Pablo podría haberse referido a ellas con la palabra ἰδιῶται(“ignorante,” “no cualificadas”), la misma palabra que ya había utilizado en el mismo capítulo en los vv. 16, 23-24. En conclusión, esta interpretación tampoco es convincente.
Interpretaciones que restringen los vv. 34-35 a ciertas mujeres
Algunos intérpretes entienden que los vv. 34-35 se aplican a las iglesias de todos los tiempos, pero sólo a un cierto grupo de mujeres, a saber, a las casadas.17El ímpetu de esta interpretación viene del v. 35, donde dice que las mujeres deberían preguntar “a sus propios maridos”.18Según algunos defensores de esta teoría, algunas mujeres hacían preguntas sobre las profecías de sus maridos, de tal manera que ponían en duda su sumisión como mujeres (p. ej., Ef 5:22-24). Por tanto, en el contexto de este problema específico donde el igualitarismo eclesiástico choca con el complementarismo marital, la solución de Pablo es mandarle a las casadas que se abstengan de hablar en público y que pregunten a sus maridos en privado. Este mandamiento sigue vigente en aquellas culturas y contextos en los que las preguntas que una mujer pudiera hacer en público a su marido puedan perjudicar su imagen de mujer sumisa; y no permanece donde este no es el caso.
De las teorías vistas hasta aquí, esta última es la que más tiene para ofrecer, y es por la cuidadosa atención que le presta al texto. No obstante, tiene al menos dos inconvenientes. Primero, si el problema que Pablo está tratando se relacionase con mujeres casadas, ¿por qué silenciar a todaslas mujeres? Segundo, si el asunto fuera el de hacer preguntas, ¿por qué prohíbe Pablo la categoría general de “discurso” (λαλέω)en v. 34, en vez de la categoría específica de “hacer preguntas” (ἐπερωτάω)como hace en v. 35? Supongo que los defensores de esta teoría (sobre todo, Ben Witherington III) sientan que tienen respuestas adecuadas a estas objeciones, pero no lograrán persuadirme a mí, especialmente a la luz de la superioridad que presentan las opciones que expondré a continuación.
Interpretaciones que consideran los vv. 34-35 como aplicables a todas las mujeres de entonces y de ahora
Esta última teoría defiende que las palabras de Pablo en vv. 34-35 van dirigidas a todas las mujeres de todos los tiempos (aunque hay debate respecto a ciertos aspectos de cómo interpretarlo, como cuál es el significado de “silencio” y de “hablar”). Una de las grandes virtudes de esta teoría es que ha sido la interpretación estándar de la Iglesia, al menos desde finales del s. II o comienzos del s. III. A continuación, expondré tres variantes de esta teoría.
Reuniones privadas vs. públicas.Durante los últimos 150 años o más, algunos autores han argumentado que 1 Corintios 11.5 habla del derecho de las mujeres a hablar en privado, en reuniones no oficiales (como reuniones de oración o conversaciones privadas), y que 1 Corintios 14.34-35 habla de la prohibición a ellas para hablar en público o reuniones oficiales.19La referencia a “toda la iglesia” (ἡ ἐκκλησία ὅλη) en 14.35 podría estar implicando que toda la iglesia se reunía en otras ocasiones no oficiales, y sería durante ese tiempo cuando las mujeres tendrían más libertad para hablar. Una aplicación moderna de esta teoría sería permitirles libertad para hablar públicamente fuera del culto del domingo (como en los llamados “grupos células” o “grupos pequeños”), pero prohibirles hablar durante este culto (la extensión de las limitaciones es muy debatida).
Una de las grandes virtudes de esta interpretación es que está defendida por intérpretes tempranos como Orígenes, Juan Crisóstomo y Gregorio Nacianceno, que decían que las mujeres sí enseñaban y profetizaban, pero sólo en contextos privados y nunca cuando la iglesia estaba reunida junta para adorar.20No obstante, hay al menos dos defectos en esta interpretación. Primero, en el mundo grecorromano a las mujeres nunca se les requirió que cubrieran sus cabezas en reuniones privadas, lo cual hace difícil concluir que 11.5 está hablando de un contexto privado diferente del público de 14.34-35.21Segundo, los primeros cristianos se reunían en casas para sus cultos oficiales, distorsionando así la clara distinción entre las reuniones privadas y públicas. ¿Habría sido la iglesia capaz de distinguir entre una mujer que oraba y profetizaba en una reunión privada en una casa, y una mujer que oraba y profetizaba en una reunión pública hecha en la misma casa? Estas objeciones no son las mejores, pero sí dignas de consideración.
Autoridad de permiso masculino.Hace poco Armin Baum ha ofrecido una nueva teoría en relación a la aplicabilidad permanente de los vv. 34-35.22Basando su estudio en una evaluación exhaustiva de comentarios judíos y grecorromanos relativos al rol de las mujeres en atmósferas públicas, concluye que, en la antigüedad, a las mujeres se les permitía hablar siempre en la esfera privada, pero sólo se les permitía hablar en la pública si la autoridad masculina y la castidad femenina estaban preservadas (sólo había unas pocas voces conservadoras que defendían su silencio en la esfera pública sin excepciones). Con este contexto en mente, Baum defiende haber encontrado el principio común y básico que está detrás de tanto la libertad de las mujeres para orar y profetizar en 11.5 como la prohibición de hablar en 14.34-35, a saber, que eran inaceptables los discursos públicos femeninos hechos sin consentimiento masculino (14.34-35) mientras que sí se permitían cuando sí tenían ese consentimiento (11.5).
El punto fuerte de esta teoría es que es sensible al contexto histórico y social en el que fue escrito 1 Corintios; y esta es, con seguridad, entre las vías más seguras y fructíferas para hacer exégesis. Su debilidad está en entender cómo Pablo podría dar, en la misma carta, dos órdenes tan distintas para dos asuntos tan similares. Baum sugiere que quizás había varias iglesias en casas en Corinto y que en algunas los hombres no permitían a sus mujeres hablar mientras que en otras sí lo permitían. Una hipótesis tal necesita, sin embargo, un escrutinio más profundo. En general, sin embargo, Armin Baum ha presentado un caso fuerte arraigado en una exégesis sólida.
Profetizar vs. evaluación de la profecía.La interpretación más común entre los que defienden la relevancia permanente de vv. 34-35 es la que dice que el texto prohíbe a las mujeres evaluar las profecías, algo reservado sólo a los ancianos de la iglesia. El argumento es el siguiente: como todas las posiciones reconocen, en 1 Corintios 12-14 Pablo está mostrando cómo los corintios pueden usar sus dones espirituales (cap. 12) con amor (cap. 13) para la edificación de otros (cap. 14). En la segunda mitad del capítulo 14 (vv. 26-40), Pablo trata el asunto de cómo el uso caótico y sin orden que los corintios hacían de los dones espirituales prohibía la edificación de los demás. En los vv. 27-28 trata del uso ordenado de las lenguas y su interpretación y en vv. 29-36 trata del us ordenado de la profecía y su evaluación. En vv. 27-28 trata tres asuntos relacionados con hablar en lenguas, a saber, cómo hablar en lenguas de una manera ordenada, su interpretación y cuándo está prohibida (permanecer en silencio). Luego, en los vv. 29-36 Pablo trata de los mismos tres puntos en relación a la profecía. El v. 29 funciona a modo de introducción, una afirmación en dos partes que Pablo desarrollará más después en los vv. 30-36. El v. 29a introduce el tema de cómo profetizar de manera ordenada, y se desarrolla en los vv. 31-33 (donde se trata el tema de estar en silencio), mientras que v.29b introduce el tema de cómo interpretar la profecía, y se desarrolla en los vv. 34-36 (de nuevo, el tema vuelve a ser: permanecer en silencio).23Según esta interpretación, pues, los comentarios en relación a las mujeres no hablando en la iglesia caen bajo la rúbrica de la evaluación de la profecía, y se aplican en consecuencia sólo a esta situación específica. Por tanto, la supuesta contradicción entre este pasaje y 11.5 queda resuelta porque se refieren a dos contextos diferentes.
La pregunta que hay que hacer es: ¿por qué Pablo prohibiría a las mujeres evaluar las profecías? La respuesta es que la evaluación de la profecías es más elevada y de más autoridad que la profecía misma; y que la evaluación usa, en parte, la enseñanza autoritativa de las Escrituras como la base para evaluar y discernir la rectitud de cualquier profecía que se diese. Según Ben Witherington III, aunque hay diferencia entre enseñanza y profecía, la distinción clave entre ambas es que la enseñanza está conectada con proclamar el mensaje apostólico de Cristo (es decir, el kerygma), mientras que la profecía es lo que el Espíritu tiene que decir mediante gente en situaciones específicas para culpar, alabar, advertir, consolar, llamar al arrepentimiento, dar promesas, etc.24Se debe notar, además, que mientras que los cristianos son llamados a evaluar las profecías (1 Cor 14.29; 1 Tes 5.20-21), nunca son llamados a evaluar la enseñanza.25Como la enseñanza está reservada a los hombres (cf. 1 Tim 2.11-1426), las mujeres no pueden participar en ello. El v. 35 deja claro que, en vez de eso, si ellas tienen cualquier pregunta relacionada con evaluar profecías, pueden preguntar a sus maridos (y por extensión, a sus padres, sus hermanos, etc.) en casa, donde recibirán de ellos la respuesta a sus preguntas o les serán planteadas de su parte en reuniones futuras.
Los puntos fuertes de esta interpretación son su sensibilidad al contexto literario, en el cual los vv. 34-35 están, y su habilidad para resolver la evidente contradicción con 11.5. Los puntos débiles son dos, como mínimo.27Primero, que es una interpretación reciente, que se conoció por primera vez (hasta donde yo sé) en la segunda mitad del s. XX. Que yo sepa, ningún autor patrístico argumentó que los vv. 34-35 se aplicaran sólo a mujeres, relacionado con la evaluación de la profecía. Segundo, hay otros modos de dividir la sección de los vv. 26-36. La mayoría de los comentaristas están de acuerdo en que los vv. 27-28 tratan los tres asuntos del uso, interpretación y prohibición de las lenguas, y podría ser argumentado fácilmente que Pablo repite estos tres mismos asuntos en relación a la profecía en los vv. 29-33: v. 29a uso, v. 29b interpretación, vv. 30-33 prohibición (silencio). Esto, potencialmente, deja los vv. 34-35 fuera de la discusión en relación a la profecía, y por tanto deja en el aire cómo los vv. 34-35 encajan en el argumento de Pablo (aunque uno podría defender la extensión de la sección de prohibición para incluir los vv. 30-36). Hablando en general, sin embargo, esta interpretación es digna de elogio, y los expertos deberían prestarle seria atención.
Conclusión
El artículo ha tratado de resumir y criticar varias interpretaciones de 1 Corintios 14.34-35. Varias teorías fallan por razones obvias, y sólo defensores firmes (como aquellos motivados por razones teológicas y/o sociales) siguen apoyándolas. Por el contrario, dos interpretaciones son superiores al resto, principalmente la que aplica los vv. 34-35 a las mujeres casadas para que no pregunten a sus maridos asuntos relacionados con las profecías de una manera que ponga en duda su sumisión a ellos como esposas; y la que prohíbe a las mujeres hablar en situaciones reservadas sólo para hombres, sea cual sea la situación. 1 Corintios 14.34-35 sigue siendo aún un texto de interpretación no clara, pero parece que nos vamos acercando a una respuesta satisfactoria.28
1# Para el propósito de este artículo no trataré con la interpretación de Jon Isaak que, utilizando el enfoque canónico de Brevard Childs para interpretar las Escrituras, vería vv. 34-35 como aplicable a la iglesia simplemente porque ha formado parte del texto por tanto tiempo. Creo que la crítica textual es una disciplina importante y que si un texto no es original entonces no debe ser considerado como autoritativo para la fe y la práctica de la iglesia, fuera lo que fuera la antigüedad de la variante. Cf. Jon Isaak, “Hearing God’s Word in the Silence: A Canonical Approach to 1 Corinthians 14.34-35,” Direction 24 no. 2 (1995): 55-64.
2# Para la conexión con los alemanes, cf. E. Earle Ellis, “The Silenced Wives of Corinth (1 Cor. 14:34-5),” in New Testament Textual Criticism: Its Significance for Exegesis, ed. Eldon Jay Epp and Gordon Fee, 213-220 (Oxford: Clarendon Press, 1981), aquí 213. Para un resumen de eruditos que mantienen esta postura (sobre todo posteriormente a mediados del s. XX) Gottfried Fitzer, Das Weib schweige in der Gemeinde: über den unpaulinischen Charakter der mulier-taceat-Verse in 1. Korintner 14 (Kaiser, 1963); C.K. Barrett, A Commentary on the First Epistle to the Corinthians, 2nd ed. (London: Adam & Charles Black, 1971), 333 (“preferido…no cierto”); Hans Conzelmann, 1 Corinthians, trans. James W. Leitch (Hermeneia; Philadelphia, PA: Fortress Press, 1975), 246 (strangely including 33a-36); Dennis Ronald MacDonald, “A Conjectural Emendation of 1 Cor 15:31-32:. Or the Case of the Misplaced Lion Fight,” HTR 73 no. 1-2 (1980): 266-267; Jerome Murphy-O’Connor, “Interpolations in 1 Corinthians,” CBQ 48 no. 1 (1986): 90-92; Philip Payne, “Fuldensis, Sigla for Variants in Vaticanus, and 1 Cor 14.34-5,” NTS 41 (1995): 240-262; idem, “Ms. 88 as Evidence for a Text without 1 Cor 14.34-5,” NTS 44 (1998): 152-158; Marlene Crüsemann, “Irredeemably Hostile to Women: Anti-Jewish Elements in the Exegesis of the Dispute about Women’ Right to Speak (1 Cor. 14.34-35),” JSNT 79 (2000): 22; Philip Payne, “The Text-Critical Function of the Umlauts in Vaticanus, with Special Attention to 1 Corinthians 14.34-35: A Response to J. Edward Miller,” JSNT 27 (2004): 105-112; Gordon Fee, The First Epistle to the Corinthians, rev. ed. (NICNT; Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 2014), 780-792; Steven Marquardt, “The Peculiar Use of ΕΚΚΛΗΣΙΑ in 1 Corinthians 14:34-35,” CBW 35 (2015): 289-303.
3# De Ben Witherington III, Women in the Earliest Churches (SNTSMS 59; Cambridge: Cambridge University Press, 1988), 90-91.
4# Algunos autores argumentan que vv. 33b-36 se deben extirpar, pero dicho argumento aumenta la variante sin justificación textual.
5# Para respuestas, cf. Witherington, Women, 90-92 (¡igualitario!); D.A. Carson, “‘Silent in the Churches’: On the Role of Women in 1 Corinthians 14:33b-36,” in Recovering Biblical Manhood & Womanhood: A Response to Evangelical Feminism, ed. John Piper and Wayne Grudem, 140-153 (Wheaton, IL: Crossway Books, 2006), esp. 141-145; L. Ann Jervis, “1 Corinthians 14.34-35: A Reconsideration of Paul’s Limitation of the Free Speech of Some Corinthian Women,” JSNT 58 (1995): 52-59 (¡igualitario!); J. Edward Miller, “Some Observations on the Text-Critical Function of the Umlauts in Vaticanus, with Special Attention to 1 Corinthians 14.34-35,” JSNT 26 no. 2 (2003): 217-236; Adam Hensley “σιγαω, λαλεω, and ὑποτασσω in 1 Corinthians 14:34 in their Literary and Rhetorical Context,” JETS 55 no. 2 (2012): 360-364; Jennifer Shack, “A Text without 1 Corinthians 14.34-35? Not According to the Manuscript Evidence JGRCJ 10 (2014): 90-112.
6# Este tiempo se hace más corto cuando uno se toma en cuenta la razón comunmente dada para explicar la interpolación, a saber, para alinear 1 Cor 14 con 1 Tim 2.11-14 (p. ej., MacDonald, “Conjectural Emendation,” 266-267). Después del escribir de 1 Cor (c. 54-55) y 1 Tim (c. 56 o 65), pero antes de que 1 Cor fuera disponible en Roma (1 Clem) y Antioquía (Ignacio), el interpolador tendría que tener ambas cartas, que estar familiarizado con sus contenidos y que tener una convicción muy fuerte con contra el supuesto igualitarismo de 1 Cor como para estar dispuesto a interpolar dicha carta con los contenidos de 1 Tim. Dicha teoría es mucho más difícil de creer de que los vv. 34-35 formaban parte del texto original.
7# Para los propsósitos de este artículo no hablaré de qué texto Pablo está aludiendo en v. 34. Sin embargo, parece muy versímil que está aludiendo o a Gen 1-2 o a Gen 3, el primero se ajusta con su costumbre cuando habla de relaciones entre hombres y mujeres (cf. 1 Cor 11.8-9; 1 Tim 2.13-14), el otro es la interpretación estándar entre los primeros comentaristas (p. ej., Epifanio, Panarion 49; Ambrosiaster, Com. 1 Cor. a 14.34). Puede ser que la maldición de Gen 3.16 refuerce o dé por sentado las relaciones ya existentes en Gen 1-2 en lugar de contradecirlas. Witherington sugiere Job 29.21 pero parece ser un texto extraño para Pablo para usarlo sin más explicación; y, de nuevo, Gen 1-2 es la norma de Pablo (Women, 102). La sugerencia de Jervis de Deut 27.9 o Ex 4.12 y la de Laney de Num 30 están más rebuscados todavía, y se aplican menos aún al contexto de 1 Cor 14 (Jervis, “1 Corinthians 14.34-35,” 67 n. 63; Laney, “Gender Based Boundaries,” 12).
8# E. Earle Ellis tiene una sugerencia muy interesante con respecto a la teoría de interpolación, a saber, que mientras que los vv. 34-35 no formaban parte del texto original que Pablo dictó, fue su secretaria (cf. 16.21) quien los añadió como una nota en el margen que Pablo luego la pasó por alto en su revisión. Sugiere, por lo tanto, que los vv. 34-35 no son paulinos pero que ¡sí forman parte del texto original (“Silenced Wives,” 219)! Dicha teoría parece ser demasiado rebuscado como para merecer interacción seria.
9# Neal Flanagan and Edwina Hunter Snyder, “Did Paul Put Down Women in 1 Cor 14:34-36?” BTB 11 no. 1 (1981): 10-11; David Odell-Scott, “Let the Women Speak in Church: An Egalitarian Interpretation of 1 Cor 14:33b-36,” BTB 13 no. 3 (1983): 90-93; Marshall Janzen, “Orderly Participation or Silenced Women? Clashing Views on Decent Worship in 1 Corinthians 14,” Direction 42 no. 1 (2013): 55-70.
10# “Let the Women Speak,” 90 (cursiva original).
11# Cf. Carson, “‘Silent’,” 148-151; Armin Baum, “Paul’s Conflicting Statements on Female Public Speaking (1 Cor. 11:5) and Silence (1 Cor. 14:34-35): A New Suggestion,” TynB 65 no. 2 (2014): 249.
12# Carson, “‘Silent’,” 151 (cursiva original).
13# James Moffatt, The First Epistle of Paul to the Corinthians (London: Hodder and Stoughton, 1938), 230-234; Antoinette Clark Wire, The Corinthian Women Prophets: A Reconstruction through Paul’s Rhetoric (Minneapolis, MN: Fortress Press, 1990), 59-61; Jervis, “1 Corinthians 14.34-35”; Linda Belleville, Women Leaders and the Church: Three Crucial Questions (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2000), 162; Craig Keener, “Learning in the Assemblies: 1 Corinthians 14:34-35,” in Discovering Biblical Equality: Complementarity without Hierarchy, ed. Ronald W. Pierce and Rebecca Merrill Groothuis, 161-171 (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2004). Se podría decir que ésta es la postura igualitaria estándar hoy en día.
14# Para los propósitos de este artículo no hablaré de si v. 33b (“como en todas las iglesias de los santos”) se debe entender como la conclusión de v. 33a o como la introducción de v. 34. Para un buen argumento a favor del primero, ver Belleville, Women, 157-158; para el otro, ver Carson, “Silent,” 140-141. Sin embargo, si v. 34b fuera parte de vv. 34ss. entonces sería una objección seria a la interpretación de que los vv. 34-35 sólo se aplican a las circunstancias de Corinto. Además, a lo mejor v. 36 podría entenderse como aplicando vv. 34-35 a más iglesias que la de Corinto.
15# Carson, “‘Silent’,” 147; Andrew Spurgeon, “Pauline Commands and Women in 1 Corinthians 14,” BibSac 168 (2011): 323-324.
16# Al contrario, cf. la amiga bien formada de Jerónimo, Marcella, quien mantenía una postura bastante conservadora con respecto al asunto de enseñar a los hombres (Carta 127 §7). Como este ejemplo demuestra, los comentaristas tempranos mantenían la aplicabilidad de estos versículos fuera lo que fuera la formación de las mujeres. Sería apropiado incluir aquí el comentario perceptivo hecho por J. Carl Laney en su resumen histórico de la interpretación de 1 Cor 14.34-35: “Es significante y revelador que la mayoría de las dudas con respecto a las declaraciones de Pablo en 1 Corintios 14:34-35 vienen de comentaristas modernos.” (“Gender Based Boundaries for Gathered Congregations: An Interpretive History of 1 Corinthians 14:34-35,” JBMW 7 no. 1 [2002]: 8).
17# Juan de Valdez, La primera epístula de San Pablo apóstol a los Corintios (= Reformistas antiguos españoles, vol. 11; Madrid, 1856), 267; Elizabeth Schüssler Fiorenza, “Women in the Pre-Pauline and Pauline Churches,” USQR 33 no. 3-4 (1978): 161; Ellis, “Silenced Wives,” 217-218; Witherington III, Women, 101-104.
18# Se debe añadir que esta teoría ha sido usado para aliviar las tensiones entre este pasaje y 11.5—en los vv. 34-35 Pablo se dirige a las mujeres casadas mientras que en 11.5 se dirige a las vírgenes y a las viudas.
19# Hermann Olshausen, Biblical Commentary on St Paul’s First and Second Epistles to the Corinthians, trans. John Edmund Cox (Edinburgh: T & T Clark, 1851), 174, 233; Philipp Bachman, Der erste Brief des Paulus an die Korinther, 4th ed (Leipzig: A. Deichertsche Verlagsbuchhandlung, 1936), at 14.34ff.; Frederik Grosheide, Commentary on the First Epistle to the Corinthians (NICNT 7; Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 1953), at 14.34ff.; Harold R. Holmyard III, “Does 1 Corinthians 11:2–26 Refer to Women Praying and Prophesying in Church?” BibSac 154 (1997): 461–472; Laney, “Gender Based Boundaries,” 12.
20# Orígenes, Frag. 1 Cor. 74; Juan Crisóstomo, Hom. Rom. 31; Gregorio Nacianceno, Oración 18.8-10.
21# Baum, “Paul’s Conflicting Statements,” 250.
22# Paul’s Conflicting Statements”.
23# Esta estructura de los vv. 29-36 ha sido afirmado tanto por igualitaristas como por complementaristas. Cf. Witherington III, Women, 103 (igualitario); Carson, “‘Silent’,” 152; Wayne Grudem, “Prophecy—Yes, but Teaching—No: Paul’s Consistent Advocacy of Women’s Participation without Governing Authority,” JETS 30 no. 1 (1987): 21-22.
24# Women, 94. Profetizar, según Wayne Grudem, es reportar algo que uno cree que Dio ha traído a su mente con mucha potencia mientras que enseñar es proveer instrucción doctrinal y ética normativa para la iglesia (“Profecy—Yes,” 18-19). Creo que la explicación proveída por Witherington capta mejor la diferencia entre los dos.
25# Se ha incluído esta observación para hacer hincapié en el hecho de que los creyentes neotestamentarios nunca son llamados a evaluar la enseñanza. Sin embargo, se debe notar que a veces es muy apropriado hacerlo, como en el caso de los de Berea (Hch 17.10-11) y de los reformadores del s. XVI.
26# Existen suficiente paralelos (por lo menos cinco) entre 1 Cor 14.34-35 y 1 Tim 2.11-14 como para proponer que se interpretan mutuamente. Para comparaciones útiles, cf. MacDonald, “Conjectural Emendation,” 266-267; Ellis, “Silenced Wives,” 214; Walter Maier, “An Exegetical Study of 1 Corinthians 14:33b-38,” CTQ 55 no. 2-3 (1991): 85-87.
27# Para una crítica rigurosa de esta postura por un complementarista (¡!), cf. James Greenbury, “1 Corinthians 14:34-35: Evaluation of Prophecy Revisited,” JETS 51 no. 4 (2008): 721-731.
28# Me gustaría agradecer a Daniel Moríñigo y a Pilar Bargueño por su ayuda en la traducción de este artículo.
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