¿Es Dios un artista? La pregunta nos conduce a otras igual de acuciosas: ¿cómo pensar a Dios desde el arte?, ¿cómo se relacionan estos modelos con los que encontramos en la Biblia?, ¿existe el arte cristiano o hay sólo artistas cristianos?
Comencemos con esta pregunta: ¿es Dios un artista? La formulación de dicha interrogante no es vana ni ociosa, al menos no debiera serlo. Si queremos ubicarla en el discurso teológico contemporáneo habría que hacerlo en el campo de la teología metafórica (¿acaso no es ésta una redundancia?) que reflexiona explícitamente sobre los modelos de Dios: cómo lo imaginamos, cómo lo describimos y cómo explicamos las formas en las que se relaciona con los seres humanos y no-humanos: Dios es como un padre, como un Espíritu, como una madre, como un amigo, como un hombre, como un niño, como un animal, como un artista[ii]. Cada uno de los predicativos se convierte en modelo que privilegia y/o asigna determinados atributos a lo divino.
Pero desembarquemos de inmediato en el Dios cristiano, cuya imagen se modela a partir de nuestro conocimiento del texto bíblico. Reiteremos la pregunta desde este horizonte específico: ¿es el Dios de la Biblia un artista? La respuesta no es tan sencilla, y qué bueno.
El modelo de Dios como artista se ensambla y llega a eclipsar a otro de mayor hondura teológica: Dios como creador. Éste da por sentada una relación entre Dios y el mundo: Dios crea el mundo y los que en él habitan. El Génesis parte de esa asunción: ‘En el principio creó Dios los cielos y la tierra’. Hay que notar desde ya que el texto bíblico permite que se asomen otras formas de relación entre Dios y el mundo que hacen germinar otros modelos, la mayoría -es cierto- derivados de esta formulación inicial.
Pero, ¿que Dios es creador equivale a afirmar que Dios es artista? Mi intuición es que no.
Centrémonos por ahora en algunas de las implicaciones que tiene imaginar a Dios como artista.
En primer lugar, es necesario recordar que los modelos de Dios dialogan necesariamente con sus múltiples contextos por lo que no son atemporales ni eternos. De ahí que sostener, implícita o explícitamente que Dios sea un artista, conlleve una toma de postura sobre qué es el arte y quiénes pueden o no ser artistas.
Desde el marco de la filosofía griega, por ejemplo, imaginar a Dios como artista nos lleva a recuperar la distinción entre técnica y arte (tekné y poiesis). Esta última refería al acto de hacer “ser” algo que algo que antes “no era”. Sospecho que gran parte de la teología de la creación exnihilo bebe de esas fuentes. Por el contrario, si imaginamos a Dios como artista desde los postulados generales del romanticismo alemán, encontraremos que Dios exterioriza sus tormentos interiores en el comportamiento convulso de la naturaleza. Luego, si hacemos un acercamiento algo posmoderno a la noción de arte, Dios, como artista, queda como un ser con gusto por la improvisación, la fugacidad y el vacío. Es importante, pues, aclarar y reflexionar qué entendemos por arte y por artista cuando imaginamos a Dios como uno.
En segundo lugar, imaginar a Dios como artista nos hace imaginar al mundo en su totalidad como “obra de arte”. Esto es un problema menor si pensamos sólo en lo no-humano que, no obstante, se vuelve más complejo cuando pensamos en el ser humano. No toda obra de arte es bella, buena o verdadera. Hay obras de arte que mueven al asco; otras, al horror; mientras que otras pueden llevar a la excitación. Sin embargo, quien suele afirmar que el mundo es una obra de arte, lo hace con una acepción muy reducida del término “obra de arte”, sin mencionar que asume involuntaria o voluntariamente una postura bastante clasicista.
En tercer lugar, la relación entre el artista y su obra de arte no ha sido siempre la misma, sino que ha variado conforme pasa el tiempo y conforme el enfoque con el que se aborda. ¿Importan las intenciones del artista? El estructuralismo dice que no, que todo lo que importa está en la obra. Su correspondiente teológico bien puede ser el deísmo. Quien, en cambio, está interesado en la psicología del artista se acercará la obra pensándola como reflejo de él: concebir a la naturaleza como un libro o una obra donde Dios se revela no es una postura muy distinta al fin y al cabo.
Finalmente, por ahora, el modelo de Dios como artista tiene consecuencias éticas, es decir, consecuencias en el comportamiento de quien adopta dicho modelo. Si el mundo es “una obra de arte”, ¿qué actitud adoptaremos ante él? Seguramente la de espectadores pasivos.
El modelo de Dios como artista no es el único que se traslapa con el modelo de Dios como creador. Hay muchos otros, además de los que se derivan del campo artístico (Dios como autor, Dios como artesano/alfarero/escultor, Dios como pintor, Dios como bailarín, Dios como músico); Dios como ingeniero, Dios como matemático, Dios como programador o, recientemente, Dios como diseñador.
Cada modelo tiene su correspondiente producto: el mundo como máquina, como fórmula, como computador o simplemente como diseño (¿han oído del diseño inteligente o del “diseño original”?). Cada uno de estos modelos tiene implicaciones de las que es necesario dar cuenta si se quiere entender mejor, o desde una perspectiva distinta, los fenómenos sociales y religiosos que hoy atestiguamos.
¿Es Dios un artista? La pregunta nos conduce a otras igual de acuciosas: ¿cómo pensar a Dios desde el arte?, ¿cómo se relacionan estos modelos con los que encontramos en la Biblia?, ¿existe el arte cristiano o hay sólo artistas cristianos? Las respuestas a estas inquietudes son una tarea por cumplir.
Samuel Lagunas - Lic. Lengua y Literatura Hispánicas – México
[ii] Un punto de partida para pensar este tema es el libro de Sallie McFague Modelos de Dios: teología para una era ecológica y nuclear. Santander: Sal Terrae, 1994.
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