Reunidos para apoyar al candidato del Partido de la Revolución Democrática, Domingo Hernández Pérez, a la presidencia municipal de Zinacantán,
los evangélicos manifestaron su acuerdo cuando el aspirante a dirigir el gobierno del municipio les externó que él era partidario de la libertad de creencias y que haría valer las leyes contra quienes vulnerasen el aparato legal que garantiza la libre manifestación de culto y creencias religiosas.
Al finalizar el mitin, algunos de los evangélicos se percataron de que el lugar estaba rodeado por los tradicionalistas, decididos partidarios del postulado por el Partido Revolucionario Institucional para disputar la presidencia de Zinacantán. Mientras el cerco se iba cerrando, algunos alcanzaron a salir y se dirigieron a San Cristóbal de Las Casas para avisar a las autoridades e integrantes de las iglesias evangélicas de esa ciudad.
Llovieron palos, piedras, jalones, puñetazos y patadas sobre los protestantes de Nachig. Quienes de ellos y ellas se resguardaron en un local, con desesperación vieron como sus atacantes le prendieron fuego al mismo. Hubo quienes, con su celular, filmaron las dantescas escenas. Otros lograron capturar imágenes de las llamas consumiendo vehículos propiedad de los evangélicos. El fuego consumió en unos minutos el patrimonio de muchos, de incontables esfuerzos por hacerse de un transporte.
Los agredidos calculan en casi cuatro millones las pérdidas, cerca de 243 mil euros.
Los disparos resultaron en dos personas muertas. Uno era tradicionalista y el otro evangélico. Ambos, afirman los atacados, recibieron balazos de quienes cercaron a los protestantes. Fue así que el católico tradicionalista acabó su vida bajo el “fuego amigo”, y no porque del lado de los evangélicos hubiesen tenido armas.
Algunas notas periodísticas presentaron el asunto como un enfrentamiento. Pero, como dicen los agredidos, ellos y ellas son pacíficos y no recurren a la violencia para defender su causa. Citan en su favor una larga cadena de agresiones a manos de los tradicionalistas, a las que siempre respondieron con denuncias judiciales (a las que por otra parte poco caso han hecho en el gobierno de Chiapas), y desplazamientos de Nachig para ponerse a salvo.
Los cuerpos policíacos llegaron ya que la agresión estaba consumada. Tomaron imágenes de los vehículos calcinados, escucharon los relatos de quienes padecieron los ataques, pudieron constatar las lesiones causadas a los evangélicos. Éstos decidieron organizar un éxodo hacia San Cristóbal de Las Casas. Cerca de 500 personas enfilaron rumbo a la antigua capital de Chiapas, para asilarse, la mayoría, en la Iglesia Príncipe de Paz, nombre contrastante con la intensa violencia sufrida.
Antes,
en el artículo inicial de esta serie, me ocupe de narrar cómo fue que conocí de primera mano el drama de los evangélicos de Nachig. Las conversaciones con ellos, los múltiples testimonios de agresiones que se intensificaron en los dos últimos años, constatar su anhelo de que las autoridades de la entidad chiapaneca actuaran con celeridad y justicia; dejaron en mí la convicción de que no iban a dejar que su caso se diluyera en los laberintos burocráticos. Se organizaron para defender sus derechos. Los funcionarios (que con frecuencia no funcionan) de Chiapas comenzaron a preocuparse cuando los desplazados organizaron actos públicos para denunciar su situación.
Parte de las tareas a realizar en casos como el de Nachig es documentar los resultados de la intolerancia, dejar constancia de las dimensiones de la agresión. En los escasos dos días que estuve con las víctimas faltó tiempo para realizar un recuento de daños, personales y patrimoniales, en el que se plasmara el memorial de agravios producido en el ataque a mansalva del 26 de junio.
Cerca de cerrar esta colaboración para
Protestante Digital, me llega información pormenorizada sobre personas y ataques padecidos en Nachig hace seis semanas. La autoría es de Joel Escobar Díaz, que colabora con el pastor Juan Rico, y ambos son parte de Ministerios Alfa Chiapas. El pastor Juan Rico dirigió a principios de los años noventas la revista
Comunión, en la cual publicó pormenorizados recuentos de agresiones, expulsiones y asesinatos perpetrados por los católicos tradicionalistas en contra de los evangélicos. Fue en
Comunión, en el número correspondiente a junio de 1994, donde leí por primera vez sobre el bárbaro homicidio de Miguel
Caxlán.
Fue tal el impacto de conocer esa historia, que desde entonces me propuse ahondar en el tópico. La dificultad para encontrar suficiente información sobre el personaje, más allá de algunos testimonios de sus cercanos, tomó bastante tiempo. Otras investigaciones de mi autoría vieron la luz antes que mi proyecto sobre el dirigente evangélico indígena cruelmente ultimado. Hace dos años concluí la tarea, y fue publicado el libro
El martirio de Miguel Caxlán: vida muerte y legado de un líder chamula protestante.
Dejo a los lectores con los
datos e imágenes levantadas por Joel Escobar Díaz, para que comprueben algunos alcances de la intolerancia
MULTIMEDIA
Reportaje en video de la
persecuciónes contra los evangélicos en Nachig., incluyendo los últimos sucesos motivo de esta serie de artículos.
Pueden escuchar aquí la entrevista de Diego Acosta Gª al periodista
Óscar Moha sobre la persecución a los evangélicos en México.
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