Esta mañana leía, en mi tiempo con el Señor, aquél conocido versículo de 1ª Juan 2:9,
“El que dice estar en la luz y aborrece a su hermano, está en tinieblas”. Realmente el Señor me habló muy fuerte a través de este versículo.
Sigo sin comprender cómo aquellos que en un tiempo tal como Trifena y Trifosa
“Combatieron juntos por el evangelio”, aquellos “que compartían juntamente los secretos en dulce amistad”, aquellos que participan juntos de la mesa del Señor, pueden llegar a enemistarse de manera horrible por cosas como el que la música esté un poco más fuerte de lo que a mí me gusta o de que sea, ¿cómo decirlo?... ¿Un poco más carismática? O porque alguna hermana lleve o no lleve un velo sobre su cabeza, porque pueda o no participar en el culto, o porque higiénicamente se ha pasado de una copa a copitas individuales o -básicamente- cosas por el estilo, hermano contra hermano se enfrenten, se insulten, se recojan firmas por parte de algunos miembros, se lidere un grupo y se aparte de la iglesia madre o que un pastor exaltado y harto diga lo que no tiene que decir, abandone el buque en medio de la más cruda tormenta o se aferre a su puesto, intentando arreglar todo a base de cartas de excomunión.
Yo conozco y sé bien lo que siente una oveja cuando no se siente pastoreada o escuchada por parte del liderazgo cuando hay un problema; pero también conozco -de primera mano- lo que es ver, literalmente, a un hijo de pastor llorando, cuando están escarneciendo a sus padres o las secuelas -de por vida- que quedan en su corazón por ver a sus padres llorar, en silencio, lágrimas amargas.
¿Por qué nos ponemos en posturas irreconciliables?... ¿Por qué nos “apedreamos” por auténticas estupideces? Y ¿por qué no nos ponemos delante del Señor a orar juntos, dejando que el Espíritu Santo quebrante nuestros corazones y todos podamos abrazarnos con lágrimas de arrepentimiento como auténticos hermanos que somos?
¿Dónde están los pastores que en vez de utilizar fórmulas humanas, se encierran en su alcoba y caen sobre sus rodillas diciendo: “Dame Escocia o muero”?
¿Dónde están los miembros que con comprensión hacia sus pastores, que son humanos, dejan de escupir críticas amargas e injustas?
Sigo sin entenderlo, sigo sin comprenderlo, sigo sin querer aceptarlo.
Si las posturas son irreconciliables por causas comprensibles y normales como pueden ser causas doctrinales, herejía, o inmoralidad manifiesta, separémonos, pero con dignidad y -aunque solo sea- buena educación. Y si solo estamos luchando como auténticos leones por auténticas -repito- estupideces, recordemos aquello de
“permanezca el amor fraternal...” “Que el mundo vea que somos uno”. Y no perdamos la cordura, la prudencia, la humildad y todo lo que conlleva la palabra perdón.
Yo sé lo que es vivir por años, con raíces de amargura, por daños recibidos absolutamente injustos, pero cuando el Espíritu Santo sanó mi corazón, aprendí -de una vez por todas- lo que significa la palabra perdón, la palabra hermano... ¡A pesar de todo! Y el pastoreo de cada oveja, aunque -a veces- me cueste porque me siento herida.
Vaya, desde aquí, mi más sincera compasión por las iglesias que estén viviendo en problemas grandes, pequeños o mayúsculos y mi palabra de:
“Lejos sea de mi que peque yo contra el Señor cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto”, 1ª Samuel 12:23.
Si quieres comentar o