La “confesión” hecha por Monsiváis en su Autobiografía que data de 1966, en el sentido de que él se reconocía “precoz, protestante y presuntuoso”, es verídica en cuanto a su precocidad y su protestantismo pero no certera en lo que toca a la tercera cualidad. Él es lo contrario a una persona presuntuosa, es generoso y entrañable.
Es el único intelectual de primer orden en México que defiende los derechos de las minorías religiosas, en particular de integrantes y organizaciones del protestantismo. Para comprender su continuada postura al respecto, Carlos Monsiváis ha dejado sólidas pistas en distintos momentos y lugares.
El tema de la intolerancia contra los protestantes y el protestantismo en México para nada es un asunto esporádico en la obra de Monsiváis. El tópico surge desde su
Autobiografía, publicada en 1966, y continúa presente en
El Estado laico y sus malquerientes (Debate-UNAM, 2008). Sin embargo los
monsivaisólogos prácticamente
no han registrado debidamente la cuestión, nada más la mencionan pero no ahondan en la reiterada preocupación de Carlos Monsiváis por la estigmatización de la comunidad evangélica/protestante en México.
El interés de Carlos en el tema le viene de haber nacido, como él dice, “del lado de las minorías” religiosas; particularmente de formarse en el seno de una familia “esencial, total, férvidamente protestante”. Por lo anterior su desarrollo fue excepcional en un contexto cultural y religioso dominado por el imaginario católico. El infante Monsiváis tiene plena conciencia del significado de pertenecer a una minoría religiosa, ya que “en el contacto semanal con quienes aceptaban y compartían mis creencias, me dispuse a
resistir el escarnio [cursivas mías, CMG] de una primaria oficial donde los niños católicos denostaban a la evidente minoría protestante siempre representada por mí”.
A contracorriente Carlos Monsiváis se hace de lo que él ha denominado “una extraña iconografía heroica, notable por la ausencia de la Morenita del Tepeyac [la virgen de Guadalupe]”. ¿Quiénes conforman dicha iconografía? De manera sobresaliente los protestantes españoles perseguidos por la Inquisición: Casiodoro de Reina (traductor de la Biblia que es publicada en 1569), y Cipriano de Valera (revisor de la traducción de Reina, 1602). Ambos son referentes centrales en parte significativa de la extensa producción de Carlos, porque “…la memorización [de versículos bíblicos en la versión Reina-Valera] me divertía, al ser un entrenamiento trasladable al plano escolar. Aún retengo muchísimos versículos de memoria y eso, en mi caso es parte de la formación literaria; una parte estricta, porque la versión de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera es soberbia, el
Nuevo catecismo para indios remisos viene de allí directamente, toda proporción guardada”.
A Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera
se suman en la iconografía heterodoxa, en la que predominan personajes, movimientos y hechos centrales del protestantismo: Jan Hus, Lutero, Calvino, Teodoro de Beza, Zwinglio, John Bunyan, John Milton, los puritanos, los cuáqueros, la Escuela Dominical, los hugonotes, el almirante de Coligny, la Noche de San Bartolomé, Aggripa D´Aubigné, John Wesley, John Brown, Karl Barth, Martin Luther King, Desmond Tutu. Cada uno de los mencionados tendría que ser analizado para comprender por qué integran la galería de héroes de Monsiváis. Aquí no tenemos el espacio suficiente para realizar esa tarea.
La compilación de los escritos de Carlos Monsiváis en los que ha defendido los derechos de las minorías religiosas, sobre todo de los protestantes, fácilmente conformaría un volumen semejante en extensión a su más reciente obra publicada (
Apocalipstick, Editorial Debate, 2009, 417 pp.).
¿Por qué los monsivaisólogos han dejado de lado el tema, al grado de que casi ni lo registran en sus estudios? La muy considerable producción de Monsiváis en la que documenta la intolerancia contra las minorías religiosas, destacadamente la protestante, y la vulneración reiterada de sus derechos humanos, ha sido marginada de los abundantes análisis que sobre la obra del autor se hacen tanto en medios periodísticos como en los académicos.
No deja de ser en cierta manera irónico que mientras Monsiváis subraya la
invisibilización de los protestantes en México, a él por parte del nutrido contingente que se dedica a hurgar el
corpus monsivaisiano le sea desaparecido un tema al que es tan sensible. Le han
invisibilizado un tópico que le es, por propia experiencia de pertenencia a la comunidad estigmatizada, tan cercano y conocido.
En noviembre del 2006, al recibir el recibir el Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Carlos retorna al significado de su “formación dentro de las reivindicaciones y temores de la minoría protestante”. Entre las reivindicaciones estaba, aunque todavía no así conceptualizado, el derecho a la diferencia en un contexto de apabullante hegemonía católica; la estricta separación Estado-Iglesia(s), la vigencia del Estado laico y un anticlericalismo justificado por los excesos de las cúpulas eclesiásticas católicas en la historia de México. Entre los temores se contaba el del arrinconamiento persecutorio mediante linchamientos simbólicos y reales ante la indolencia de las autoridades encargadas de garantizar el libre ejercicio de las creencias.
Por último una nota personal: deseamos entrañablemente la pronta recuperación de la salud de Carlos Monsiváis. Queremos entonar, junto con él,
Firmes y adelante, huestes de la fe, ese himno que es, según sus propias palabras, “pieza de resistencia de los sentimientos épicos del protestantismo”.
NOTA DE LA REDACCIÓN
Horas después de haber recibido este artículo, conocíamos el
fallecimiento de Carlos Monsiváis, este sábado 19 de junio a las 14.00 horas de México (21.00 hora española).
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