Félix Manz nace en Zurich en 1498. Hijo de un sacerdote católico, que llegó a ser canónigo del Grossmünster en Zurich, Félix tuvo una buena educación escolar que le capacitó en el manejo del latín, griego y hebreo. En 1522 se une al grupo dirigido por Zwinglio que estudiaba el Nuevo Testamento en griego, en la edición realizada por Erasmo en 1516. Por la renuencia de Zwinglio a poner en práctica las conclusiones a que habían llegado en el grupo de estudio bíblico, Manz, junto con Conrado Grebel y otros, deciden comenzar a tomar distancia del reformador de Zurich.
Conrado Grebel, Andrés Castelberger, Félix Manz, y otros, tienen noticias de lo que está sucediendo en Alemania con el movimiento encabezado por Thomas Müntzer, consistente en tomar el cielo por asalto, es decir instaurar un régimen político y religioso igualitario mediante la fuerza, por lo que le envían una carta (otoño de 1524) para informarle sobre los descubrimientos a que han llegado en su lectura del Nuevo Testamento en relación al uso de la violencia, el bautismo, la Cena del Señor, y el seguimiento ético de Jesús.
En lo concerniente a al uso de la violencia para defender al Evangelio, le externan a Müntzer: “Tampoco hay que proteger con la espada al Evangelio y a sus adherentes, y éstos tampoco deben hacerlo por sí mismos –según sabemos por nuestro hermano– tú opinas y sostienes. Los verdaderos fieles cristianos son ovejas entre los lobos, ovejas para el sacrificio. Deben ser bautizados en la angustia y en el peligro, en la aflicción, la persecución, el dolor y la muerte. Deben pasar la prueba de fuego y alcanzar la patria del eterno descanso no destruyendo a los enemigos físicos, sino inmolando a los enemigos espirituales”. Esto último, lo de inmolar a los enemigos espirituales, por supuesto debe ser tomado en un sentido figurado, en el contexto de la misiva que, como afirma John Howard Yoder, “constituye el primer testimonio del pacifismo de la Reforma radical” (texto completo de la carta en
Textos escogidos de la Reforma radical, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976).
En diciembre de 1524 Manz envía un escrito tanto al Pequeño Concejo como al Gran Concejo de Zurich, donde da respuesta a las acusaciones en su contra de ser “revolucionario y bestia”. Pero sobre todo se ocupa de explicar sus ideas acerca del bautismo de creyentes, el cual, de practicarse, no tendría porque ser un factor desestabilizador del gobierno. Claro, siempre y cuando, se estableciera la separación Iglesia-Estado, pero mientras existiese la simbiosis necesariamente el disidente en cuestiones teológicas era, inevitablemente, también adversario político.
En su exposición escrita, Manz cita varios pasajes neotestamentarios sobre el bautismo. De manera especial se ocupa de
Mateo 28:18-20, y del caso en que Ananías bautiza a Pablo comenta: “A partir de estas palabras vemos claramente qué es el bautismo y cuándo debe practicarse. Debe bautizarse a la persona que se haya
convertido por medio de la Palabra de Dios, que haya cambiado su corazón y que, desde ese momento en adelante, desee vivir en vida nueva”. Para Manz, como escribe William R. Estep, la naturaleza del bautismo excluía el bautismo de infantes.
Al día siguiente de los bautizos en casa de Félix Manz el 21 de enero de 1525, él y los otros se dan febrilmente a la tarea de evangelizar persona a persona y de bautizar a quienes se convierten y manifiestan su deseo de unirse a la iglesia de creyentes. Él, Grebel y Cajakob en dichas actividades se encontraban cuando los dos últimos son apresados en Hinwil, Groningen, el 8 de octubre de 1525. Manz evade a los captores, pero el treinta y uno se une los ya encarcelados en la Torre de Bruja en Zurich.
En el artículo anterior hemos dado información sobre el tiempo que pasan en la cárcel Grebel, Manz y Cajakob. Aquí solamente diremos que los tres reciben ayuda externa para escapar el 21 de marzo de 1526. Tan sólo dos semanas después de haber evadido el encierro, Manz vuelva a bautizar en Embrach. De nueva cuenta es llevado a la cárcel el 12 de octubre en San Gallen, y liberado poco después con la advertencia de que abandone sus enseñanzas o se atenga a las consecuencias. En diciembre es arrestado, junto con Jorge Cajakob, en un bosque de Groningen.
Para entonces ya había muerto de peste, en agosto de 1526 (y no de 1528 como aparece en mi artículo anterior), Conrado Grebel. La
Enciclopedia Menonita consigna que
el 5 de enero de 1527 Manz fue sentenciado a muerte “porque contrario a la ley y las costumbres cristianas se había involucrado en el anabautismo, porque confesó haber dicho que quería reunir a los que querían aceptar y seguir a Cristo, y unirse a ellos por medio del bautismo, de manera que sus seguidores se separaron de la Iglesia Cristiana y estaban a punto de levantar y preparar una secta propia […] porque él había condenado la pena capital […] ya que tal doctrina es perjudicial para el uso unificado de toda la cristiandad, y conduce al delito, a la insurrección y a la sedición contra el gobierno, […] Manz debe ser entregado al verdugo quien amarrará sus manos, lo pondrá en un bote y lo llevará a la cabaña más abajo; allí el verdugo meterá sus rodillas entre las manos atadas, pasará un palo entre sus rodillas y brazos y en esta posición lo lanzará al agua para que perezca en el agua. Con eso se habrá apaciguado la ley y la justicia […] Sus propiedades también deberán ser confiscadas por sus señorías”.
El mismo día se dictó sentencia contra Manz y se cumplimentó la ejecución. Fue llevado desde la prisión Wellenberg, en el trayecto hacia el lugar donde sería cruelmente ahogado, el río Limmat, iba testificando de su fe a quienes le conducían y a una audiencia enmudecida. Una voz se hizo escuchar, era la de su madre, que le animaba a permanecer fiel a Cristo y su Evangelio. En el bote, mientras sus verdugos le ataban manos y piernas, Manz, así dejó constancia el cronista de Zurich, Bernhard Wyss, iba cantando
In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum (En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu).
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