En dos décadas y media
La Jornada ha sabido ilustrar la creciente diversificación de la sociedad mexicana. Y en el proceso de pluralización, el tópico religioso ha encontrado, como en ningún otro medio impreso del país, un espacio que ha documentado las características y desarrollos de la ampliación del abanico en las creencias religiosas de la ciudadanía.
En sus primeros veinticinco años de existencia el cotidiano ha tenido la capacidad de mirar los cambios acaecidos en la sociedad. Ha sabido evadir la tentación de concentrarse únicamente en el seguimiento de lo que hacen y declaran las elites de los poderes políticos y económicos. En el diario, parafraseando el título de uno de los libros de Carlos Monsiváis (
Entrada libre,
crónicas de la sociedad que se organiza), se han publicado miles de páginas sobre la sociedad que se organiza y expresa de nuevas formas, las cuales han pasado desapercibidas para otros medios periodísticos.
De 1984, año de fundación de
La Jornada, a la fecha, la sociedad mexicana ha intensificado su proceso de diversificación en todos los terrenos de la vida social. Crecientemente el país del partido político casi único fue quedándose atrás. En el terreno de las creencias podemos decir lo mismo: la nación de la Iglesia (católica) casi única igualmente ya no existe. En su lugar se ha consolidado la presencia de otras concepciones religiosas, de tal manera que en distintas regiones del país el catolicismo ha disminuido consistentemente y, en su lugar, se han asentado creencias antes vistas como marginales o exóticas.
El periodismo practicado por La Jornada ha consistido en fortalecer el sentido de vigilancia de la opinión pública sobre los poderes, con el fin de acotarles la impunidad. En el campo religioso ha sido muy encomiable el ahondar en casos donde, sobre todo, la cúpula clerical católica quiso encubrir sus abusos. Son memorables la infinidad de notas, reportajes y artículos en los que fueron evidenciadas las turbias maniobras de los directivos eclesiásticos para mantener en absoluto secreto los excesos de conspicuos clérigos.
El caso paradigmático de lo que hemos afirmado lo encarna el seguimiento dado en La Jornada al caso del fundador de los Legionarios de Cristo, el padre Marcial Maciel Degollado. Hace doce años, cuando tanto el reportero Salvador Guerrero Chiprés, como el columnista Jaime Avilés develaron las acusaciones de abuso sexual perpetradas por el legionario mayor, sobre el diario y las personas que hicieron públicas las abusivas acciones de Maciel llovieron iracundas acusaciones y fulminantes descalificaciones. Los obispos Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Iñiguez y Onésimo Cepeda fueron prolíficos en sus juicios sumarios contra
La Jornada. El primero de ellos, el arzobispo de la ciudad de México, increpó con furia a Guerrero Chiprés y le espetó, sin rubor alguno, “¿Cuánto te pagaron?”
No cabe duda de que la persistencia de los acusadores iniciales que sufrieron las depredaciones sexuales de Maciel, y la sensibilidad continuada de
La Jornada para darle seguimiento al caso, se combinaron para finalmente desenmascarar a Marcial Maciel y sus defensores. Claro que hubo otros medios periodísticos, impresos y electrónicos, que se ocuparon del asunto, pero ninguno como nuestro diario en cuyas páginas se fueron construyendo las evidencias que hoy nadie, ni los más acérrimos legionarios y altos clérigos, se atreven a refutar: que Maciel contó con protección institucional para cometer sus excesos durante décadas.
La creciente pluralización religiosa ha encontrado aquí terreno para expresarse.
La Jornada tiene el récord de abrir sus páginas a las múltiples expresiones sociorreligiosas que se manifiestan en el país. Con frecuencia leemos en el periódico noticias sobre amagos, y actos violentos cometidos contra las minorías religiosas en diversos lugares de la geografía nacional. Esas informaciones nos han sido esporádicas, sino continuas, de tal manera que para reconstruir el estado de los hostigamientos padecidos por los integrantes de credos protestantes/evangélicos es necesaria la realización de una investigación hemerográfica que tenga en primer lugar de sus fuentes a
La Jornada. Lo afirmamos porque conocemos varias pesquisas sobre el tópico y el mayor número de fichas provienen de este diario.
Las contribuciones de
La Jornada para abrir el tema que hemos estado refiriendo son palpables. En este sentido, nos parece, se ha aportado a reflejar lo acontecido en la sociedad: la democratización de lo religioso. Con esta expresión nos referimos a la atención prestada a las múltiples corrientes que conforman el mar de las creencias religiosas y sus manifestaciones cotidianas. Dado que se van a intensificar esas corrientes, es de esperar que la cobertura periodística crezca tanto informativa como analíticamente.
En lo personal puedo atestiguar, desde hace trece años que tengo el privilegio y la responsabilidad de contar con un espacio en las páginas de La Jornada, que los directivos del diario han sido escrupulosamente respetuosos para con mis artículos. Nunca he recibido siquiera insinuaciones de hacer cambios a mis escritos. Incluso en temas muy delicados, como en el asunto de la reciente liberación de personas encarceladas por doce años bajo acusaciones de haber participado en la masacre de Acteal, tópico en el que mi posición iba en sentido distinto a la línea general del periódico, mi libertad de expresión quedó salvaguardada al publicarse en el diario mis opiniones sobre el caso.
Democratizar el conocimiento de las tendencias sociales, políticas, económicas y religiosas que han ido conformando a México en dos décadas y media es un logro consolidado de La Jornada. Es un resultado del periodismo que tiene en la mira a una comunidad de lectores críticos y que usan con sagacidad la siempre nutrida sección de El Correo Ilustrado.
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