Muchos fueron los niños que se entregaron al Señor temiendo que Éste volviera en cualquier momento y se llevara a su familia, dejándolos a ellos aquí.
En los años cuarenta, cuando tenía lugar la segunda guerra mundial y el holocausto nazi, muchos vieron en Hitler el temido anticristo.
En los años setenta se especulaba con un montón de cosas, como la futura imposición de los códigos de barras que se supone que llevaría la cifra 666, o unos supuestos zapatos que se vendían en Bruselas, centro del entonces mercado común, que llevaban en sus suelas, igualmente, el terrible número del anticristo.
En 1980 vio la luz en español el gran libro de Sir Robert Anderson: “El Príncipe que ha de venir”, con un excelente prólogo del doctor Carballosa, y ya antes en los años 70 salió en castellano un libro que tuvo muchísima repercusión: “La agonía del gran planeta tierra”, escrito por Hal Lindsey.
Era muy normal, por aquel entonces, sacudir la fe de los creyentes o hacer reflexionar a los que no lo eran, tocando temas referentes a la segunda venida de Cristo a la tierra, y predicadores que han sido muy dogmáticos, aunque a la vez preciosos en este tema, tales como Eric Bermejo, eran solicitados en uno y otro lugar.
Canciones como: “Cuando la trompeta del Señor se toque la final”, “Cuán gloriosa será la mañana cuando venga Jesús el Salvador”, o “Tal vez venga Cristo al rayar el alba”, eran cantados con emoción por miles de creyentes alrededor del mundo.
El tiempo fue pasando, el mundo evolucionando, profecías cumpliéndose, señales vislumbrándose, pero aquel ardor y esperanza de antaño de esperar la venida del Señor en cualquier momento, fue dando paso a una dejadez, a un olvido, y a un casi pasar por el tema de puntillas, que os confieso que a mí me preocupa y hasta me asusta.
El gran núcleo, centralidad y poder de Europa son algo evidente, Israel como ombligo del mundo y bipartidismo semitista es algo real, la globalización del planeta y la crisis mundial nos dan temor, y el aumento del mal, la perversión y la inmoralidad nos hacen quedar atónitos.
Los cambios climáticos, los huracanes, tornados, lluvias torrenciales, e incluso tsunamis fuera de tiempo y lugar, nos hacen temblar, y barbaries como las del 11S o el 11M nos obligan a pensar en qué está pasando.
Nunca antes ha habido tan grande barbarie humana, y nunca antes se le llamó tan descaradamente a lo negro blanco y a lo blanco negro, como en el tema de la homosexualidad, u otros tantos tipos de desviaciones e inmoralidad sexual.
Algo está pasando y no nos damos ni cuenta, este gran planeta tierra agoniza y no somos conscientes.
El escenario se está preparando para que aparezca el anticristo y la venida del Señor está próxima; pero nosotros estamos centrados en la política de Obama, en lo mal que lleva la economía Zapatero o en que quizás tengamos que ir al paro.
Sí, somos más modernos, estamos todo el día conectados a Internet y nos creemos autosuficientes; pero yo echo de menos aquellos tiempos de niñez y adolescencia en los que cuando alguien predicaba sobre la parábola de las diez vírgenes, se nos saltaban las lágrimas y se producían de cuatro a ocho conversiones. Quizá eran tiempos un tanto idílicos e idealistas, pero más en consonancia con la Palabra de Dios.
Me gusta vivir en el tiempo presente y procuro ver las señales que me da la Biblia, para poder percibir que este nuestro planeta tierra agoniza, que el escenario se está preparando, que vivimos los últimos tiempos y que mi Dios pronto viene a buscarme.
Cuando esto ocurra yo estaré preparada, porque he puesto mi fe y confianza en la preciosa obra que Cristo hizo por mí en la cruz del Calvario, ¿y tú?... ¿Estás preparado?...
Me gustaría terminar con el coro de una canción antigua que hoy se me antoja muy moderna y quisiera cantarla desde el fondo de mi corazón:
El Rey ya viene, el Rey ya viene,
El planeta ya está listo, la trompeta sonará.
El Rey ya viene, el Rey ya viene,
¡Gloria a Dios!, ya viene por mí.
MULTIMEDIA
Pueden escuchar aquñi una
entrevista de Beatriz Garrido a Samuel Pérez Millos sobre La agonía del planeta Tierra
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