Quien no ha recibido nunca una advertencia por franquearla es porque jamás se ha acercado lo suficiente.
Y mientras Moisés se acercaba a la zarza cruzó aquella línea sin saberlo. Y supongo que tampoco esperaba ser llamado. No en ese lugar recóndito, no, a esas alturas.
Porque cada cual puede ser llamado en el lugar más insólito y a la edad que no se presume, porque ¿cuántos soles han de pasar para que se deje de anhelar? (quien desee un llamamiento abrasador para sus ojos que contemple a la acotada estrella amarilla aunque parezca no consumirse). Por cierto, que el hecho de la zarza ardiendo sin consumirse, a pesar de su milagrosidad, fue mucho menos espectacular que cualquiera de las diez plagas que pronto sucederían. Por no mencionar la majestuosidad de como Dios hizo separar el Mar Rojo o la fabulosa nube sobre el desierto.
Una sencilla zarza ardiendo en el desierto sin que el fuego la consumiera: Dios puede hacer que un espinoso corazón arda sin consumirse en medio de la aridez reinante. Si tu corazón se inflama, no lo mires desde la distancia con devoción. Acércate… hasta donde puedas. Como se le dijo a Natanael
“¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás”
Es igual por donde hayas caminado, cuarenta años siguiendo las señales u otros cuarenta vagando por el desierto. Eso sí, descálzate, porque el lugar donde pisas no tiene nada que ver con lo que hayas pisado jamás: todas las líneas que has traspasado, todo lo que has dejado atrás. En el lugar santo puedes conocerle por su nombre.
Y conocer su voluntad. Moisés no creía que volvería a la tierra de Egipto. Tierra en la cual había enterrado sus ideales de juventud junto con el egipcio que mató pensando que nadie le veía. No creía que sería partícipe de un porvenir para su nación, no después del desprecio recibido por su intromisión. ¿Qué podía esperarse de un pueblo con luchas internas y ceguera espiritual?
¿Y qué había cambiado en cuarenta años? ¿Mayor fe, mejor esperanza, más amor? ¿En Moisés? No hasta ese momento. No fue la preparación de Moisés la que finalmente desató la misión, ni siquiera, su disposición, sino el clamor del pueblo a causa de su sufrimiento.
Sólo el clamor del pueblo de Dios puede hacer que nos saque de nuestro lugar de confinamiento, de nuestras cuatro paredes, de nuestra alambrada. Si no podemos ver una salida ¿por qué nos conformamos? ¿Quién nos mostrará el camino del éxodo?
No nos preocupemos de no tener a Moisés, aunque Dios enviara a pastores de pasado incierto que deambulan por los desiertos, ni siquiera sus excusas o sus carencias podrían hacer parar el propósito de Dios en nuestras vidas.
Un propósito que no incluyera seguir siendo un pueblo encerrado, sin proyección terrenal: en estancamiento, marginación y esclavizado por mucha tradición.
Un propósito que no sólo mirase desde lejos (incluído el monte santo) a los hermanos que sufren y padecen persecución.
Un propósito que enfrentara al mundo que nos fascina, aún cuando su príncipe nos tienda la mano para vivirlo intensamente, o, con la edad, plácidamente.
Un propósito por el que de verdad se entendiera por el fuego del espíritu la declaración de su nombre y nuestra comisión (
Ex. 3:14)
Ahora, si no hay línea sobre el horizonte es porque el reino de los cielos se ha acercado.
O como dice U2 en
Stand Up Comedy:
I can stand up for hope, faith love
But while I´m getting over certainty
Stop helping God across the road like a little old lady
Out from under your beds
C´mon ye people
Stand up for your love
Puedo levantarme en esperanza, fe amor
Pero mientras tenga dudas
Hay que dejar de ayudar a Dios a cruzar la calle como si fuera una ancianita
Salid de debajo de vuestras camas
Vamos ya
Levantaos por vuestro amor
Si quieres comentar o