Nos narra que
en Nachig el problema del irrespeto a los derechos del grupo protestante es recurrente, con soluciones aparentes y temporales, con la correspondiente zozobra de quienes padecen ataques a su integridad personal y grupal. Es tajante al afirmar que,
a diferencia de lo que ha publicado en la prensa chiapaneca y nacional por el gobierno de Chiapas, los evangélicos continúan con restricciones en el suministro de agua y corriente eléctrica. Le preguntamos sobre la causa de las mismas, y sin rodeos nos confía que
se debe a la negativa de la gran mayoría de los zinacantecos protestantes a aceptar cargos tradicionales (irremediablemente vinculados a una religiosidad ajena a los evangélicos), y a la renuencia para cooperar financieramente con las fiestas del santoral tradicionalista.
A nuestra interrogante sobre que habiendo leído los comunicados de prensa del gobierno de Chiapas, en el sentido de que la problemática de Nachig ha sido resuelta, por qué el afirma lo contrario, nos proporciona datos que sustentan su aseveración. En Nachig existen siete iglesias protestantes/evangélicas, que agrupan más o menos al 25 por ciento de la población total, que asciende a dos mil personas. De las siete solamente una de ellas,
Alas de Águila, ha dado su anuencia en la firma de un acuerdo con los tradicionalistas. Pero incluso, enfatiza con claridad, en las filas de dicha iglesia surgieron descontentos con el arreglo y le reclamaron al líder (Esdras Alonso, un mestizo asentado en San Cristóbal de Las Casas) el que hubiese signado un documento lesivo de los derechos de la comunidad protestante.
Comenta que
entre las ceremonias que los tradicionalistas buscan hacer obligatorias para los evangélicos están el matar pollos y ofrecerlos a las deidades, peregrinar con velas a los cerros, celebrar la santa cruz y otras. Considera que los anteriores son ritos en los que no creen los indígenas zinacantecos protestantes. Por ello, subraya enfáticamente, tienen represalias como son que sus hijos no puedan ser tener la constancia del agente municipal para que los infantes sean inscritos en el Registro Civil del gobierno. También se les impide recibir ayudas gubernamentales, estatales y federales, que no deben estar condicionadas en forma alguna.
Refiere que
en contrasentido a la publicidad del gobierno de Chiapas (en la que se afirma que todo está bien y en calma), existe discriminación y vulneración de derechos hacia los evangélicos, como se afirmara en la reunión del liderazgo del Consejo de Iglesias Evangélicas de Chiapas, a la que asistió nuestro entrevistado el día anterior a la conversación que tuvimos con él. José Jiménez manifiesta que los protestantes agredidos buscan ir más allá de la tolerancia y quieren vivir un régimen de libertad religiosa y cívica.
El pastor abunda en que
la problemática de Nachig también existe en otras nueve comunidades de Zinacantán. Padecen los adultos y los niños, a quienes en las escuelas les niegan participación en el reparto de distintos bienes que forman parte de programas gubernamentales. Reitera que de todas las dificultades cotidianas que enfrentan, la del corte en el suministro de agua es una de las más duras. Incluso les prohíben sacar el líquido de pozos ubicados en sus propios terrenos, porque para los tradicionalistas forman parte de la propiedad comunal y sin el permiso de las autoridades locales están imposibilitados de extraer el vital recurso.
Nos aclara que
la comunidad evangélica de Nachig está muy dispuesta a participar en actividades de servicio para mejorar las condiciones del poblado: recolectar la basura de las calles, mejorar los caminos, integrar el comité de educación. Pero, reitera, no están de acuerdo en aceptar cargos tradicionales vinculados a la religiosidad católica, que incluyen sufragar los costos de bebidas alcohólicas (el
posh) para que sean ingeridas por los participantes en las festividades, así como integrarse en ceremonias que, observa, van en contra de la fe evangélica.
Al preguntarle qué esperan de las autoridades del gobierno chiapaneco, Jiménez Vázquez nos confía que desean una intervención más decidida tanto del gobernador,
Juan Sabines Guerrero, como del funcionario directamente responsable, el subsecretario
de Asuntos Religiosos,
Enrique Ramírez Coronado. A ellos les corresponde, considera el pastor indígena tzotzil, garantizar los derechos del pueblo evangélico en Nachig y en las otras comunidades de Zinacantán en las que existen problemáticas similares a la denunciada por José Jiménez en la entrevista concedida a
Protestante Digital.
Nos dice que al momento de nuestra conversación se han reanudado los servicios de agua y energía eléctrica a los evangélicos. Sostiene que la reanudación se debe a que los 42 mil pesos (poco más de 3 mil dólares) de cooperaciones obligatorias atrasadas fueron pagadas por una persona y desconoce la procedencia de los fondos. En otros lugares nos han dicho que la suma cubierta fue suministrada por el gobierno de Chiapas y que un personaje evangélico habría sido el conducto para realizar el pago. Incluso nos proporcionaron su nombre, pero no lo revelamos aquí porque esperamos preguntarle directamente a él sobre el asunto y publicarlo en
Protestante Digital. José Jiménez asegura que los tradicionalistas piensan que los 42 mil pesos proceden de los evangélicos, pero no es así. Nuevas cooperaciones comienzan a ser exigidas, y en cuanto los protestantes se nieguen a cubrirlas van a reiniciarse los hostigamientos, considera el dirigente.
El municipio de Zinacantán está gobernado por el Partido de la Revolución Democrática, que es de izquierda. El pastor nos dice que las autoridades municipales han manifestado franca disposición a solucionar los hostigamientos y garantizar los derechos de los protestantes. Pero l
a presión e intransigencia de los tradicionalistas, que han organizado manifestaciones violentas, tienen amedrentados a quienes gobiernan Zinacantán. Y si éstos no reciben el apoyo decidido de las autoridades estatales, entonces, nos explica, el resultado es que en el municipio carece de la capacidad suficiente para contener a los iracundos seguidores del tradicionalismo. De la misma manera, agrega,
las autoridades católicas de Zinacantán y de Nachig hacen llamados al respeto y la convivencia pacífica, pero su prédica es ignorada por el pequeño grupo que monopoliza el control de la vida sociorreligiosa del pueblo. A juicio de José Jiménez un amplio número de habitantes de Nachig ya no están de acuerdo con la elite tradicionalista, pero la coacción y el temor a ese liderazgo les llevan a participar en acciones hostiles contra los evangélicos.
La conversación ha sido aleccionadora para el entrevistador. Jiménez Vázquez nos ha proporcionado abundantes datos para otras investigaciones que tenemos en curso. Nos deja porque tiene una visita pastoral a otra población de Chiapas, Pantelhó (Puente del río, en tzotzil), y le esperan varias horas de camino.
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