Me han dicho que has pasado por el infierno de las drogas, del que -en estos momentos- has salido. Bien por ti!!!..... has sido todo un valiente.
Te voy a contar algo que viví en primera persona:
Hace años fui a un encuentro de mujeres evangélicas y me encontré con varias compañeras de habitación. En una noche de esas de charlas y confidencias, cada una fue contando su historia.
Vicky era mi compañera de litera y con un rostro especialmente radiante comenzó a contar..... Yo nací en una familia normal. me hice novia de un chico con catorce años y, con él, me enganché a las drogas. Tuve un hijo, me casé, pero.... poco a poco.... me fui hundiendo en mi “enganche” hasta que llegué a extremos como abandonar a mi familia e irme con otro hombre, llegar a robarle dinero y joyas a mis propios padres y mil cosas más, hasta que toqué fondo. Un día, mi marido entró en un centro evangélico para curar su adicción y yo fui con él. Estuvimos allí por bastante tiempo y, hoy puedo decir que los dos hemos abandonado ese mundo y, no hemos vuelto a recaer; porque, en ese centro, no sólo encontramos la sanidad de nuestra adicción; también a Jesús. El llenó el vacío que había en nuestro corazón y,aunque la droga dejó huella (anticuerpos y demás) tenemos una vida plena, en familia, con Cristo en el centro. Si Dios pudo rescatarnos a nosotros, puede rescatar a cualquiera.
En la cama del fondo había una chica menuda, enseguida me atrajo su aspecto, pues no sólo era bonita y delicada, también tenía un “no sé que” que la hacían atrayente y,
María, que así se llamaba, comenzó a contar su historia: yo nací en el “barrio chino”, hija de una prostituta alcohólica y teniendo tres hermanos, uno de cada padre. Vivíamos en una casa en ruinas, en medio de ratas y miseria; aunque yo soñaba con crecer y sacar a mi familia de aquel horror. Pronto mis sueños se acabaron, pues aquella vida abocó a la mía en lo mismo. Con trece años ya estaba prostituyéndome y traficando con drogas, con quince un chico me contagió el sida, sin que yo supiera lo que era aquello y, desde entonces estoy enferma.
Un día, alguien que tuvo valentía y amor por los demás, pasó por mi barrio y me habló de Jesús. Hoy, después de muchas luchas y lágrimas, puedo decir que Dios ha concedido mis sueños de niña, hace catorce años que he salido de la droga y mi madre tiene una casa digna, en la que ya no hay alcohol ni prostitución; pero Dios no hace las cosas a medias..... Yo pensé que nunca nadie querría casarse conmigo, hoy puedo decir que soy feliz con un hombre que también salió del mundo de las drogas, aunque está sano y tenemos un hogar en el que Cristo preside nuestras vidas.
Aquella noche de charlas y confidencias, yo me comencé a sentir extraña y no tardo mi mente en hacerse la pregunta: qué hace una chica como tú en un sitio como este??.... Al momento, mi Señor me reprendió y recordé las palabras del apóstol: “A todos me he hecho de todo, para que -de todos modos- salve a alguno”.
En aquella habitación, en aquella noche tan especial, se respiraba paz.... la paz de aquellas personas que habíamos encontrado en Cristo la solución a nuestras vidas.
Ah!!!..... mi querido amigo desconocido....se me olvidó presentarme..... me llamo Beatriz y soy mujer de un pastor evangélico aunque tengo un amplio ministerio propio, sobre todo en medios de comunicación.
Han sido muchas las veces que he entrevistado, en radio, a personas que habían estado en el mundo de la droga y habían salido. Cada uno venía de una circunstancia familiar diferente; pero todos coincidían en una cosa, todos recaían -siempre que creían haber salido de la adicción- hasta que encontraron a Jesús; porque, en el fondo, lo que les había llevado a esa situación, era un vacío interior que intentaban llenar con cualquier cosa. Vacío, como decía Agustín de Hipona, que no se puede llenar hasta que se encuentra a Dios; porque es un espacio que lleva la forma de Dios.
Mi querido amigo desconocido, tengo que dejarte, me esperan muchas cosas por hacer; pero no quiero hacerlo sin hacerte una invitación, invitación que no te hago yo, sino el mismísimo Señor Jesucristo: “Yo estoy a la puerta y llamo, si alguno me oyere y abriere la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”.
Hace muuuuuchos años que yo accedí a esa invitación y, te aseguro que es la mejor elección que he hecho en toda mi vida. No todo, en todos estos años, ha sido un lecho de rosas, pero con Cristo a mi lado he llegado hasta aquí y puedo decir: “No yo, sino la gracia de Dios conmigo”
Ojalá puedas hacer tú lo mismo!!!.... te aseguro que Cristo llenara las vacíos de tu corazón y podrás vivir feliz aun en medio de todas tus tormentas
Si quieres saber algo más puedes escribirme, te contestaré con mucho gusto.
Te envío un abrazo aunque no te conozco
Beatriz
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