Nace en Oaxaca, estado de la República Mexicana que hasta el día de hoy es el de mayor población indígena.
Ve la luz el 13 de noviembre de 1899. Es hijo adoptivo de don Victoriano D. Báez, quien le estimula intelectualmente y le brinda toda clase de apoyos. Gonzalo Báez-Camargo publica su primer artículo muy joven, a los trece años. Lo hace en la revista
Alborada, órgano de la sociedad estudiantil de la escuela metodista de la ciudad de Puebla. Años después
inicia la que sería una larga carrera como escritor en periódicos seculares. A fines de los años veintes escribe artículos en el periódico poblano
La Opinión. En 1929 se traslada a la ciudad de México, al año siguiente ve fructificados sus anteriores intentos de publicar en el prestigiado diario de circulación nacional
Excelsior. Permanece como articulista de planta desde 1930 y hasta 1983, año de su muerte.
En las poco más de cinco décadas de colaborar en
Excelsior, Gonzalo Báez-Camargo escribe, según sus propios cálculos alrededor de siete mil artículos.
En un recuento que él hizo de su labor periodística cuando cumplió sesenta años como escritor, en 1973, consideraba haber reseñado y/o dado noticias de unos nueve mil libros. Porque, como veremos más adelante, fue un disciplinado lector. Su pasión lectora fue una de los componentes de su labor como escritor. Se esforzaba por leer el significado de los sucesos nacionales e internacionales, lo mismo que de interpretarlos. De ahí que él le pusiera el nombre de “Pulso de los tiempos” a una de las tres columnas fijas que escribió en
Excelsior a los largo de los años.
Muchos fueron los temas a los que Báez-Camargo dedicó su atención, y su pluma. Imposible siquiera bosquejarlos en el limitado espacio que nos permite esta semblanza.
Un tópico que cruza toda su producción periodística, desde sus primeros escritos hasta los últimos, es el de informar sobre las iglesias evangélicas, así como defenderlas de ataques ingenuos o ideologizados. Lo hizo con conocimiento de causa ya que desde su niñez fue miembro de la Iglesia metodista, en la que permaneció toda su vida.
En 1930 Gonzalo Báez-Camargo, en ese entonces Secretario General de Educación Religiosa para las Iglesias Evangélicas de la República Mexicana, escribe una pequeña obra con el fin de expresar y explicar los objetivos del protestantismo nacional. Uno de los puntos que trata el autor es la reiterada, y todavía presente hasta nuestros días, acusación de la, escribe, “volandera e irresponsable voz de la conseja”, sobre que “los protestantes somos las avanzadas, arteras y disimuladas, del imperialismo de Norteamérica”. En el momento de escribir esto, Báez-Camargo tenía tras de sí una considerable experiencia en el tema, ya que tal tópico había sido punto de diálogo en el Congreso Evangélico Hispanoamericano de la Habana, en 1929, del que él funge como presidente.
En 1934 el Concilio Nacional de las Iglesias Evangélicas (CNIE) da a conocer un documento que es declaración de principios y misión. El responsable de la redacción final es Báez-Camargo. Él fue pieza clave para que el CNIE considerara pertinente destacar que el protestantismo nacional tuvo como un componente importante en su origen histórico las luchas de los liberales del siglo XIX, es decir, que su nacimiento estuvo ligado al surgimiento del Estado mexicano moderno, el Estado laico. A partir de esta óptica, quienes conspiraron contra la construcción de la nación mexicana moderna
no fueron los protestantes “extranjerizantes”, sino aquellos que defendieron el monolitismo religioso católico y la cerrazón política.
En Excelsior Báez-Camargo escribe, bajo el seudónimo de Pedro Gringoire, muchos artículos para defender del desconocimiento y calumnias a las iglesias evangélicas. En esa tarea busca dejar claro que la mexicanidad de dichas iglesias debiera estar fuera de discusión, ya que sus ligas con asociaciones extranjeras similares se daban en un plano de fraternidad con base en las creencias comunes y no como relaciones supeditadas a determinado proyecto político. Por ejemplo, responde (12 de marzo, 1983) a un artículo escrito por el líder del Partido Popular Socialista, Jorge Cruishank, quien tres días antes lanza acusaciones contra las iglesias protestantes y el Instituto Lingüístico de Verano, señalándolas de tener como “propósitos sociales y políticos… manipular la conciencia de nuestro pueblo para hacerlo presa fácil, desnacionalizándolo, de los apetitos imperiales”.
Después de acumular argumentos, Gonzalo Báez-Camargo reta al dirigente político a probar sus acusaciones en los siguientes términos: “Como miembro de una las iglesias acusadas, la Iglesia Metodista de México, nacional y autónoma, y conocedor de las demás mencionadas, así como del ILV, y como colega en las páginas de un diario cuyo prestigio estamos obligados a proteger por medio de la verdad, reto públicamente al señor Cruishank García a que exhiba pruebas fehacientes de sus cargos. Por pruebas fehacientes entiendo las que serían aceptadas por un tribunal en juicio por calumnia, ya que un cargo sin pruebas es eso: calumnia neta. No. Hay que ir al grano, don Jorge. Lo que usted tiene que demostrar con pruebas, repito, fehacientes es que las iglesias protestantes y el ILV se dedican a actividades subversivas y que están ´manipuladas´ por los mandos políticos de Estados Unidos. Eso, mi estimado colega, jamás podrá usted probarlo”.
El 26 de marzo (“El ILV en Oaxaca”) del mismo año y el 16 de abril (“Calumnias contra el ILV”), Báez-Camargo reseñó las tareas a las que se dedicaban los lingüistas y traductores de la Biblia del Instituto, reitera su desafío a Cruishank, a quien s le había unido en su cruzada anti-ILV el famoso columnista político Manuel Buendía. El combativo don Gonzalo no vaciló en hacer extensivo su reto el más influyente periodista de esos años. En otro de sus artículos (21 de junio) Báez-Camargo saca a relucir un testimonio elogioso para el ILV de José Revueltas, el legendario escritor de izquierda. A Revueltas lo consideró nada menos que Octavio Paz “uno de los mejores escritores de mi generación y uno de los hombres más puros de México”. En el mismo artículo finaliza haciendo un llamado para que los críticos del ILV revisaran la extensa bibliografía producida por el Instituto, y así verificaran que los elogios de Revueltas eran plenamente justificados.
De entre los miles de artículos de Báez-Camargo, que en distintos momentos fueron compilados y publicados como libros, destacamos el de Las manos de Cristo. Se trata de un conjunto de lo que él llamaba “sermones laicos, inspirados en el anhelo de compartir el Evangelio en lenguaje de todos los días”.
Las que sigue son líneas escritas sobre ese libro por el teólogo René Padilla, uno de los fundadores de la Fraternidad Teológica Latinoamericana: “A lo largo de los diecinueve capítulos de ese gran librito va cobrando forma la figura de Jesucristo, vestida en elegante prosa. Evidentemente, para don Gonzalo el Evangelio es esencialmente la buena noticia relativa a un ´Rey que nació pobre, pobre de pobres, en un pesebre, y murió en compañía de malhechores en una cruz´, en el cual ´entró en el mundo la norma y el plan de la fraternidad universal´, la ´fraternidad humana basada en la libertad y la justicia´… Uno de los temas que se reiteran a lo largo de toda la obra es el de los sufrimientos de Cristo. Para él, Dios se revela preeminentemente en el Cristo del Calvario ´el Cristo de las manos traspasadas´ porque es ´un Dios que sufre…cuyas lágrimas se mezclan, en simpatía, con las nuestras´. Esto no niega el triunfo de la resurrección: lo que niega es que el Dios que se manifiesta en Jesucristo sea un ser impasible frente al sufrimiento humano. Por el contrario, él es Dios que se compromete con la situación humana, el Dios que sufre por sus hijos, el Dios que a través del amor convierte el sufrimiento en ´potencia redentora y fuente de vida eterna´. Según los griegos, Dios no podía sufrir sin dejar de ser perfecto; según el Evangelio ´Dios no sería perfecto si no fuese capaz de sufrir, puesto que ´el verdadero amor es siempre amor que sufre, y porque sufre, redime´… Evidentemente, para don Gonzalo toda la historia y la vida humana encuentran su sentido en Jesucristo y en su ley del amor”.
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