Os confieso que esto me tocó el corazón profundamente y -por un momento- mi mente voló a otra situación y a otro mensaje...
Fue hace mucho tiempo; pero nunca se me ha olvidado. Aquella vez, era una mujer brasileña y... no sé porqué extraña razón, los que hablan portugués y viven en Galicia hablan una rara mezcla de gallego, castellano y portugués, un tanto extraña de entender.
Aquella mujer, hoy en la presencia del Señor, estaba hablando de nuestras vidas como vasos de barro para la gloría de Dios y -una y otra vez- repetía: “onde está a triscadura do teu vaso??”.... “onde está a triscadura do teu vaso??”...
No sé portugués en profundidad, ni sé lo que significa “triscadura”, pero, por deducción del gallego entiendo que
preguntaba: “donde está la fisura de tu vaso??”...
Aquella vez, el Señor me habló directamente al corazón y, esta última, lo ha vuelto a hacer.
Es cierto, nuestras vidas son, en palabras de Pablo, como vasos de barro y contienen el poder de Dios, debiendo así mostrar Su gloría. Pero,
somos humanos, y -por tanto- débiles e imperfectos y, en nuestras vidas, siempre existe una fisura o alguna “triscadura” que, el diablo.... ”que sabe más por viejo que por diablo”... conoce bien, quizá podríamos decir que sabe bien cual es nuestro “talón de Aquiles” y -justamente- va a ser por ahí, por donde va a intentar colarse suavemente, sutilmente y casi sin que nos demos cuenta.
Es más, incluso intentaremos justificar nuestras caídas; porque nosotros mismos conocemos bien donde está nuestra carencia, donde está nuestra fisura, y -nos duele demasiado- para intentar aceptar que hemos sido vulnerables.
Me encanta la señal del alfarero y el barro, de la que habla Jeremías: el alfarero toma un trozo de barro entre sus manos, y se le tuerce, se le echa a perder entre sus propios dedos. Quizá no tenga la forma correcta, quizá tenga una fisura bien palpable, quizá muchas...
Lo normal sería que el alfarero desechara aquel pedazo de barro inútil y lo tirase en un rincón de la habitación, junto a los otros deshechos; pero..... no!!!...... me encanta!!!... lo vuelve a tomar entre sus dedos, moja -con agua- sus manos, le da con su pie al torno para que gire y consigue hacer de aquella vasija inútil, poco hermosa y llena de fisuras, una preciosa vasija nueva.
Nosotros somos especialistas en detectar vasijas defectuosas, enseguida visualizamos sus fisuras e -incluso- nos encargamos de pregonarlo. Satanás va un paso más allá, se introduce sutilmente por cada fisura, haciendo su obra experta, encargándose de que aquella vasija termine siendo inservible.
Hay otro tipo de vasijas que me hacen estremecer, son ese tipo de vasijas hermosas, aparentemente para dedicarlas a grandes usos y maravillosas a nuestra vista; aunque con una profunda fisura -por alguna razón- imperceptible en una primera mirada. Esas son las favoritas del diablo. Normalmente están en la primera linea del escaparate; pero, cuando Satanás logra descubrir la fisura oculta, se encarga de intentar colarse por ella y... cuando lo consigue, el resultado es tremendamente sonoro y estrepitoso.
Permíteme que recuerde la pregunta de aquella mujer: “onde está a triscadura do teu vaso??”... “onde está a triscadura do teu vaso??”....
Creo que, si somos honestos y medianamente inteligentes, todos nosotros sabemos donde está la fisura, la estalladura de nuestras vidas.
Jeremías le ofrece al pueblo de Israel una vuelta atrás, un arrepentimiento. A nosotros se nos ofrece lo mismo, solamente tenemos que dejarnos de nuevo ser tomados por la mano del alfarero, sentir la humedad curativa de “heridas resecas” de nuestras vidas, sentir el masaje lento, suave y cariñoso de Sus dedos sobre nosotros, hasta sentir que nuestra vasija -a veces- torcida.... a veces, con fisuras que sangran, sean convertidas en manos del alfarero, en vasijas de barro que contengan Su poder y sean para Su gloría.
Permíteme recordarte que el proceso no es fácil, requiere un abandono total y sumiso a la voluntad del alfarero, y sus vueltas y reviravueltas -a veces- son un tanto dolorosas.
No sé lo que quieres tú; pero, a mi... sólo me “nace” cantar en estos momentos: “Toma mi vida, hazla de nuevo... yo quiero ser un vaso nuevo”.
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