El proceso de enraizamiento del cristianismo evangélico en América Latina es más complejo que la simplificación antes mencionada. Hubo factores y personajes externos, tanto como factores y personajes endógenos que se combinaron para que en el Continente fuera asentándose paulatinamente el protestantismo. Los antecedentes de ese proceso son mucho más antiguos de lo que en distintos espacios suelen dar por sentado. Los enormes cambios religiosos, políticos y culturales experimentados en Europa a partir de la ruptura de Martín Lutero, tuvieron repercusiones en las posesiones españolas y portuguesas de lo que hoy es Latinoamérica.
Una de las primeras medidas tomadas por los conquistadores fue blindar sus nuevos territorios de lo que llamaban la “herejía luterana”. En una lectura teológica del significado de haber descubierto tan vastas y ricas tierras mientras Europa se dividía en naciones católicas y protestantes, los clérigos y misioneros españoles y portugueses llegados al Nuevo Mundo estaban convencidos de que era providencial la oportunidad que tenían de evangelizar a pueblos salvajes, así como preservarles de los males que en el Viejo Continente diseminaban los heresiarcas luteranos.
Para el caso de México contamos con un buen caudal de estudios que demuestran las medidas tomadas por la simbiosis político religiosa que fue la Colonia española para tender un cordón sanitario en la Nueva España, que impidiera la filtración de todo aquello que para los conquistadores representara un peligro para la ortodoxia católica. Fue así que se mantuvo una férrea vigilancia para controlar ideas y libros que llegaban al territorio novohispano. Para ello se implantó, como en España, un régimen de Contrarreforma.
Los intentos panópticos de la Inquisición no pudieron evitar del todo la presencia en Iberoamérica de personajes indeseables para el integrismo católico. Entre nosotros, en los siglos XVI y XVII, hubo presencia de protestantes,
pero no protestantismo. En cuanto fueron detectados por las fuerzas inquisitoriales personajes sospechosos de luteranismo, aquellas actuaron con rapidez y eficacia con el fin de extirpar lo que consideraban un mal para la sociedad. En algunos casos la acusación de luteranismo era una distorsión, confundían cualquier conducta poco piadosa según los cánones del catolicismo reinante con simpatía por las enseñanzas del reformador alemán. Pero en otros casos la práctica de vigilar y castigar sí acertó y enjuició a personas que podemos reconocer como protestantes.
Uno de los estudios pioneros en el campo de la presencia de “herejes luteranos” en el Nuevo Mundo es el de Gonzalo Báez-Camargo, Protestantes enjuiciados por la Inquisición en Iberoamérica, originalmente publicado conjuntamente por La Aurora, de Argentina, y CUPSA, de México, a mediados del siglo XX. El volumen formaba parte de la “Colección Documentos inéditos o muy raros para la historia del protestantismo en Iberoamérica”. Entonces el libro cumplió el objetivo trazado por su autor: demostrar que en los siglos XVI y XVII los protestantes detectados por las autoridades eclesiásticas y políticas fueron encarcelados, algunos expulsados y otros ejecutados.
El volumen de Báez-Camargo, al menos en México, por décadas fue inencontrable para quienes quisiesen comprarlo. Hoy, gracias a que la Editorial Cajica, ha decidido abrirse a la publicación de libros sobre el protestantismo, el libro ha sido reeditado y bien vale la pena congratularse por el hecho. Para que la reedición fuese posible contó, y bastante, la disposición de Victoriano Báez-Camargo, hijo de don Gonzalo, para ceder los derechos a los editores. Además puso a disposición las correcciones que de su propia mano hizo el autor y dejó marcadas en un su ejemplar. Por lo cual podemos decir que la nueva versión, que pronto empezará a circular, es mejor que la edición original.
La reedición de la obra es, de alguna manera, un reconocimiento a la fecunda trayectoria de Gonzalo Báez-Camargo, autor prolífico, erudito y traductor bíblico, periodista, maestro y conferencista brillante. Don Gonzalo (1899-1983), perteneció a una generación de protestantes latinoamericanos a la que le correspondió solidificar logros e instituciones del protestantismo de finales del siglo XIX y principios del XX. Pero no solamente solidificaron, sino que en mucho también fueron pioneros y fundadores de (o colaboraron en) ministerios que evidenciaron que el protestantismo iberoamericano estaba alcanzando una fase de maduración y nacionalización en sus liderazgos.
A los treinta años Báez-Camargo fue el presidente del Congreso Evangélico de la Habana, en 1929. A él le correspondió también hacer un resumen e interpretación del mismo, publicado en 1930 por CUPSA, bajo el título
Hacia la renovación religiosa de Hispano-América. En el Congreso hubo un ejercicio de evaluación, al igual que un intento de vislumbrar el futuro y misión del protestantismo. Al respecto Gonzalo Báez-Camargo escribió en la introducción: “No existe ya la Inquisición, pero su espíritu de intolerancia no ha muerto, y la renovación religiosa que esperamos y que ansiamos, no puede venir, no ha de venir, del seno de la Iglesia católica… ¿Quiénes, pues, encabezarán y dirigirán la renovación religiosa de Hispanoamérica? Para ser verdaderamente efectiva, tiene que ser original y espontánea, y no puede ser otra que la proveniente del Cristo Divino de los Evangelios. Los renovadores deberán ser, ineludiblemente, cristianos. Quedan, por consiguiente, como única esperanza en el momento actual, los núcleos evangélicos latinoamericanos”.
Sobre si el protestantismo hispanoamericano ha cumplido o no lo pretendido hace casi ocho décadas apuntamos que este no es el espacio para tal evaluación. Más bien queremos concluir nuestro comentario a la reedición de
Protestantes enjuiciados por la Inquisición en Iberoamérica, con la esperanza de que el libro sirva a las nuevas generaciones de cristianos evangélicos, y a quienes no lo son pero se interesan en el tema, para que reelaboren su conocimiento sobre los antecedentes del protestantismo en nuestras tierras indias y mestizas. El valor de la obra de Báez-Camargo radica en que reúne en un sólo volumen información dispersa en numerosos libros y documentos. Perseguidos y sin posibilidad alguna de organizar su presencia, acallados violentamente y se les cortó de tajo que pudiesen tejer alguna continuidad de sus creencias, pero de los protestantes iberoamericanos sus inquisidores no pudieron borrar su memoria. De rescatar ésta, la memoria, Gonzalo Báez-Camargo se ocupa meticulosamente en su obra que nuevamente sale a la luz pública.
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