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Protestante Digital

 
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Los evangélicos y la matanza de Acteal, 10 años después

No todos los que están son culpables, ni todos los culpables están. En el caso de la salvaje matanza que tuvo lugar el 22 de diciembre de 1997 en Acteal, Chiapas, no hay justificación posible para quienes planificaron el terrible acto, tampoco para los asesinos materiales. Sobre por qué sucedió la masacre, su preludio, signos de anuncio y desencadenamiento corren distintas interpretaciones. No pretendo aquí referirme a ellas, voy por otro camino, el de proporcionar elementos para mostrar que alg
KAIRóS Y CRONOS AUTOR Carlos Martínez García 22 DE DICIEMBRE DE 2007 23:00 h

Desde un principio fue obvio que el operativo de hace una década estuvo bien maquinado. En la confección del asalto sangriento donde le arrebataron la vida a 45 personas, 15 niños, 21 mujeres (cuatro de ellas con embarazo de entre diez semanas a cinco meses) y 9 hombres, participaron voluntades externas e internas de la región. Incluso en la más benévola hermenéutica hacia el papel de las autoridades (municipales, estatales y federales), la de que su falta fue de omisión y que dejaron crecer fuerzas endógenas que perpetraron el horror, hay suficientes pruebas para responsabilizarlas de abandonar a su suerte a quienes el violento festín segó brutalmente la vida. Pero hubo más, pero mucho más, que simple omisión de cada una de esas autoridades.

COMUNICADO DEL SUBCOMANDANTE MARCOS
Pocos días después de la matanza tuvieron lugar las aprehensiones de señalados como partícipes del hecho. En aquellas jornadas un comunicado del subcomandante Marcos llamó mi atención. El documento, fechado el 26 diciembre de 1997, manifestaba que después de sus propias investigaciones la dirigencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional había llegado a varias conclusiones, entre ellas la siguiente: “La mayoría de los atacantes son indígenas tzotziles, pertenecen a diversas comunidades del municipio de Chenalhó, profesa la religión católica y es priísta… No se trata de un conflicto religioso, tanto asesinos como asesinados profesan la religión católica”. ¿Entonces por qué con el paso del tiempo un alto número(1) de los encarcelados resultaron ser evangélicos, principalmente presbiterianos? ¿La conclusión del EZLN antes citada fue errónea?

Para comprender mejor las conclusiones del EZLN respecto a la identidad religiosa de los atacantes, contribuye a ello un comunicado anterior al citado. El 23 de diciembre los zapatistas difunden que conocieron detalles del operativo criminal mediante “…transmisiones radiales del Gobierno de Chiapas (interceptadas por el EZLN) en las inmediaciones de Acteal y al tiempo que se realizaba la masacre…”. De la misma manera proporcionan datos sobre los preparativos hechos por el grupo que efectuó el artero golpe: “Aprobado por los gobiernos federal y estatal, el ataque se afinó el 21 de diciembre en una reunión de paramilitares (dirigida por el Señor Jacinto Arias, Presidente Municipal priísta) de las comunidades Los Chorros, Puebla, La Esperanza, y Quextic, todas éstas del municipio de Chenalhó”.

Corría la versión de que Jacinto Arias era presbiteriano. Dado su relevante papel en armar a grupos de priistas y azuzar ataques en contra de bases de apoyo zapatistas, llama la atención que en el comunicado del 26 de diciembre el subcomandante Marcos haya evitado referirse a la adscripción religiosa presbiteriana de uno de los principales personajes en la construcción del plan que tuvo un fatal desenlace el 22 de diciembre. ¿Por qué dejó de mencionar que Jacinto Arias era presbiteriano? Todo parece indicar que eludió esa mención porque no había fundamentos para identificarlo como integrante de una iglesia evangélica.

Sobre el pretendido presbiterianismo de Jacinto Arias reproducimos un testimonio que, nos parece, explica su ambivalencia identitaria religiosa y apunta hacia que si alguna vez fue presbiteriano, o tuvo cierta simpatía por esta confesión, dejó atrás esa adscripción cuando es elegido como presidente municipal de Chenalhó:
Jacinto Arias es un campesino indígena tzotzil de la Colonia Puebla, Municipio de Chenalhó, pero no es un campesino pobre. Es el propietario de diez mil matas de café y de un camión de transporte. Además, se ha separado de la costumbre, volviéndose presbiteriano.
En 1994 fue electo Síndico. Después de la renuncia del Presidente Municipal en 1996, a consecuencia de la matanza de Chixiltón, Jacinto, según la costumbre indígena, hubiera tenido que ser Presidente Interino, Pero los Pasados no lo querían por ser presbiteriano; entonces llamaron a todo el pueblo para elegir a un nuevo Presidente. Al contrario de lo esperado por los Pasados, Jacinto tuvo la mayoría de votos a su favor, y se quedó de Presidente. Desde ese momento quiso aparecer como tradicionalista, y empezó a emborracharse.(2)
Precisamente éste último elemento, el hábito de ingerir frecuentemente bebidas alcohólicas, particularmente posch, ha sido una prueba esgrimida por los pastores presbiterianos de la zona para afirmar que Jacinto Arias no era presbiteriano. En este punto es necesario recordar que una de las marcas de la identidad presbiteriana indígena, y de otras confesiones evangélicas, es su absoluto rechazo a la embriaguez. De ahí que, en este punto, tengan plena coincidencia con la disposición de los municipios autónomos zapatistas en el sentido de proscribir en sus territorios la venta y consumo de bebidas embriagantes. La alcoholización es propia de los católicos tradicionalistas, y la misma juega un papel importante en sus rituales cívico/religiosos. Entonces, al momento de la masacre de Acteal, Jacinto Arias más bien estaba identificado con los católicos tradicionalistas.

TESTIMONIO DE MIGUEL CHANTEAU
Una clave importante para dar más luz al asunto de que padecen cárcel algunos inocentes, es la afirmación de Miguel Chanteau, en aquel año párroco de Chenalhó y bien identificado con la teología y pastoral del obispo Samuel Ruiz García. El clérigo de origen francés tenía treinta y dos años al frente de la parroquia de Chenalhó cuando tuvo lugar el asesinato, fue designado para el cargo el 28 de junio de 1965. Por lo tanto era muy amplio su conocimiento de la zona y movimientos que en ella sucedían. No hace mucho ha repetido lo que desde los primeros días posteriores al crimen sostuvo en distintos frentes: “tiene que haber presión internacional que obligue a que se haga una investigación profunda e imparcial” sobre lo acontecido en Acteal. Porque, de acuerdo a la información proporcionada por el experimentado reportero Elio Henriquez, según Chanteau entre los 87 indígenas recluidos en la cárcel acusados por el múltiple asesinato, “hay culpables y algunos inocentes, porque fue una redada” (La Jornada, 7/XI/2007).

El sacerdote Miguel Chanteau es insospechable de querer encubrir a culpables por el caso Acteal. Su decidido compromiso con los pueblos indígenas, su defensa de los derechos humanos de los indios le valieron ataques de quienes le exigían mejor se ocupara de cuestiones espirituales y dejara de andarse metiendo en asuntos políticos. Su declaración a una televisora mexicana (TV Azteca, 24 de febrero de 1998), en el sentido de que el responsable de la tragedia de Acteal había sido el gobierno, le valió ser expulsado del país dos días después de su aseveración.(3) Por lo tanto sería muy injusto quien señalase a Chanteau de encubridor de asesinos porque él está convencido de que algunos inocentes están presos por lo de Acteal.

LAS DETENCIONES
Con fundadas sospechas de que las autoridades gubernamentales -estatales y federales- harían las diligencias que les correspondían con su acostumbrado burocratismo e ineficiencia, personas y agrupaciones se organizaron para tender un cerco que evitara la huída de quienes consideraban partícipes de haber apoyado o participado en la matanza. Fue así que el 28 de diciembre, como lo consignó Juan Balboa, “Mireille Roccatti, presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, se encontraba desde hacía varios minutos en la entrada de Polhó. Los legisladores de la Cocopa [Comisión de Concordia y Pacificación] la encontraron ahí sin poder dar un paso. A su lado, una fila de automóviles paralizados por un retén instalado por los simpatizantes zapatistas, cuyo objetivo era la supervisión y detención de los priístas involucrados en la organización de los paramilitares y los responsables de la masacre del 22 de diciembre. En el momento que arribaba (11:50 horas) a Polhó el convoy de legisladores de la Cocopa, con una docena de hombres de seguridad, los simpatizantes del EZLN detenían a Agustín Gómez Pérez, habitante de Canolal, quien mostró una identificación que lo acreditaba como agente vial de San Cristóbal de las Casas, firmada por el presidente municipal Rolando Villafuerte Aguilar” (La Jornada, 29/XII/1997).

En el retén hubo detenciones a consecuencia de que algunos de los espontáneos vigilantes dijeron reconocer a victimarios o sus cómplices. En líneas nuevamente de Juan Balboa el episodio quedó registrado así: “Lorenzo Pérez Vázquez y Antonio Santiz, ambos de la comunidad de La Esperanza, estaban detenidos en uno de los salones de la escuela de Polhó. El pastor evangélico de Pechiquil, Manuel Pérez Arias, quien había dialogado minutos antes con la Cocopa, fue detenido también en la carretera, acusado de apoyar a los grupos armados. Este último fue liberado media hora después, a petición y ´responsabilidad´ del senador priísta Pablo Salazar Mendiguchía. Los otros tres fueron entregados por la tarde a la Procuraduría General de la República, que habrá de realizar las investigaciones pertinentes”.

EL CASO DE MANUEL PÉREZ ARIAS
Por su trayectoria al interior de las iglesias presbiterianas en el municipio de Chenalhó, y municipios aledaños, el intento de encarcelar al pastor tzotzil Manuel Pérez Arias despertó indignación entre los feligreses presbiterianos de la región y de otras etnias en Chiapas. Pérez Arias es originario de Chimtic, descendiente de una numerosa familia conocida como Los Paciencias y la primera que en este poblado tuvo contacto a principios de los años 50´s del siglo XX con la Iglesia Presbiteriana El Divino Redentor, de San Cristóbal de Las Casas. Manuel, por lo tanto, desde su niñez fue educado en los preceptos del presbiterianismo. Muy joven inició su colaboración con la misionera Marianna Cowan, a quien ayudó en la traducción del Nuevo Testamento y algunos pasajes del Antiguo al tzotzil de Chenalhó.(4)

Al momento de su detención Manuel Pérez Arias fungía como pastor de varias iglesias, aunque su labor se concentraba más en Pechiquil. Él recuerda así lo que vivió en el retén del 28 de diciembre de 1997:
En una camioneta combi, viejita, que manejaba mi hijo mayor, nos acompañaba mi hermano menor, íbamos de Chimix a San Cristóbal de Las Casas, donde vivo, cuando pasamos por Polhó, junto al Municipio Autónomo. Estaba bloqueada la carretera y tuvimos que parar. Nos registraron y de pronto algunos comenzaron a gritar “aquí está uno de nuestros grandes enemigos”. Pienso que dijeron eso porque me conocían que yo no estaba de acuerdo con la vía armada, siempre les enseñaba y predicaba a los hermanos de las iglesias que deberíamos de rechazar la violencia y buscar la paz. Sabían bien de mí porque yo viajaba por la zona para visitar a los hermanos. Me bajaron de la camioneta, me jalaron de los cabellos, me sujetaron de los brazos. Me llevaron al centro de Polhó, me acusaron de que yo transportaba armas y cartuchos, que yo violaba a las mujeres y que las maté y que robaba. Dijeron que yo apoyaba a los paramilitares, me llamaron multihomicida, que yo apoyaba a los llamados defensores. Periodistas que estaban allí me preguntaban sobre por qué me acusaban. Yo les dije que el 22 de diciembre, lo sé porque como pastor llevo un calendario de mis actividades, estuve en Zinacantán, en otro municipio, en una reunión con líderes. Tengo testigos de lo que digo. Comenzaron a traer sus lazos porque tenían la intención de ahorcarme. Estaba en un aula de una escuela, con otras dos o tres personas que estaban también encerradas. Mientras mi hermano fue en busca del senador Pablo Salazar, quien estaba cerca de ahí, y le pidió que fuera a rescatarme. No sé qué dijo Pablo Salazar a los que me detuvieron pero me liberaron los del Consejo Autónomo de Polhó. Llegaron al salón y uno de ellos dijo “dónde está el pastor Manuel”, yo respondí y él me dijo “¿qué haces aquí?” tu gente me trajo aquí, le contesté. “Tú eres el pastor, hay que predicar solamente la Palabra de Dios”. Eso es lo que estoy haciendo, tú me conoces muy bien le dije, porque era anciano de la iglesia donde yo pastoreaba. Hemos comido juntos, viajado juntos, me conoces muy bien, yo solamente enseño lo que dice la Palabra de Dios. Si me detienen por esto, pues está bien. Eso le dije al presidente del Consejo Autónomo. “Porque te conozco vas a salir”, me dijo, “pero los otros no”. La gente no quería que me liberaran. Finalmente el Consejo me entregó en manos de Pablo Salazar, lo vieron varios periodistas (entrevista, 23/I/2004, San Cristóbal de Las Casas).
La liberación de Manuel Pérez Arias quedó plasmada en una fotografía que apareció en la primera plana de La Jornada del 29 de diciembre. En su caminar hacia la carretera saludó a varios zapatistas presbiterianos que vivían en Polhó y apoyaban al Consejo Autónomo. El senador Salazar Mendiguchía intercedió a favor del pastor porque le conocía de varios años atrás y sabía de su postura absolutamente pacifista. Para el día del suceso padecido por Pérez Arias ya había inquietud entre los indígenas presbiterianos porque comenzaba a tomar forma el rumor de que varios de ellos eran señalados como participantes en el crimen. En ese tiempo, al enterarme del asunto escribí que al respecto debía tenerse en cuenta la declaración del subcomandante Marcos, en la que claramente fijó que tanto víctimas como victimarios eran católicos. Vislumbrando lo que podía venir sostuve que
Tanto el procurador general de la República, Jorge Madrazo Cuellar, como otros intérpretes de lo que pasó en Acteal, pretenden explicar lo acontecido como producto de la diversidad religiosa existente entre los indígenas. De un lado, en esta versión, estarían los protestantes y del otro los católicos. Para que la hermenéutica fuera cierta, haría falta que cada bloque fuera homogéneo. Pero esto no es así, los católicos se dividen (por lo menos) en dos grandes grupos: tradicionales y liberacionistas. Por su parte los evangélicos, como ya lo ha dicho en estas páginas Luis Hernández Navarro (30 de diciembre), tienen variadas militancias políticas. En consecuencia, buscar en la pluralidad religiosa, y los enfrentamientos violentos que la misma provocaría, el origen de la salvajada que segó la vida de 45 indígenas, es hacerle un favor a los intereses políticos que en verdad gestaron tanto el acto de barbarie como el clima que lo propició.
Desenmascarar esos intereses tiene que ser tarea de todos los que deseamos que no queden impunes autores intelectuales y materiales de los homicidios. La impunidad se fortalecerá si son otros los que pagan las acciones de los que en realidad concibieron el ataque a mansalva. En este sentido, es preocupante que en una lista hecha circular por el Consejo Municipal Autónomo [de Polhó], que preside Domingo Pérez Paciencia, se incluya a un buen número de líderes y feligreses evangélicos como integrantes de grupos paramilitares (El Nacional, 28 de diciembre). Aunque existen protestantes que, cansados de ser atacados y expulsados de sus comunidades por católicos tradicionalistas, han decidido hacerles frente de manera armada, la corriente mayoritaria entre los evangélicos es partidaria de los medios pacíficos. Donde por casi tres décadas han existido persecuciones por motivos de disidencia religiosa, [los protestantes] han preferido salir de sus poblados antes que empuñar las armas para defenderse de sus atacantes. Muchos simpatizan con el EZLN, pero por razones de conciencia no comparten la vía armada que eligieron los zapatistas. Esta postura muchos la interpretan como apoyo automático a quienes guerrean contra las bases de apoyo del zapatismo. Cargo similar recayó en Manuel Pérez Arias, pastor en Pechiquil y traductor de la Biblia, quien fue detenido por civiles de Polhó y liberado por intermediación de un integrante de la Cocopa (28 de diciembre). En la lista que antes mencionamos se encuentran varios nombres que están ahí injustamente; son evangélicos y señalarlos como cómplices de los asesinos es un hecho muy cuestionable (“Acteal y las diferencias religiosas”, La Jornada, 3/I/1998).
INFORME DEL CENTRO `FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS´
Lo del caso Manuel Pérez Arias, junto con la posterior encarcelación de un buen número de presbiterianos que nada tuvieron que ver en la violencia desatada contra Las Abejas en Acteal, se sumaron a lo que el liderazgo regional y del país de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México consideró agravios cometidos en su contra por parte del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas. En el documento que el Centro publicó en octubre de 1996, titulado Ni paz ni justicia, ó Informe General y Amplio acerca de la guerra civil que sufren los choles en la zona norte de Chiapas, se hicieron graves imputaciones a la Iglesia presbiteriana, señalando que varios de sus pastores formaban parte del grupo Paz y Justicia, conocido por la estrategia violenta con la que pretendía disminuir a las bases zapatistas.

El Informe sostenía que la Escuela Bíblica de Palenque era semillero de Paz y Justicia. Además se trataba a los protestantes de advenedizos indeseables, que vulneraban la identidad de los pueblos. El escrito demostró muy escaso conocimiento de quienes lo redactaron acerca de la diversificación del campo religioso en la zona chol. Por ejemplo, dice que poco después de iniciado el trabajo de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas en la formación de catequistas choles, en los 60´s del siglo pasado, “empezó la llegada de las iglesias y sectas protestantes”. No fue así, el protestantismo inició su asentamiento en la zona en 1915, de acuerdo a los datos que aportamos en otro trabajo(5). Pero fueron párrafos como el que a continuación reproducimos los que molestaron a los liderazgos presbiterianos:
Hay un último eslabón en la cliqué de legisladores priistas que vale la pena examinar: el Senador Pablo Salazar Mendiguchía. Como miembro de la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA), el Senador Salazar ha destacado favorablemente en el proceso de diálogo en San Andrés Sacamchén Sin embargo, no ha expresado mayor interés en la guerra civil que viven los ch´oles hoy en día. Lo anterior es especialmente grave porque siendo miembro de la Iglesia Nacional Presbiteriana debería estar enterado que el Instituto Bíblico que dicha Asociación Religiosa mantiene en Palenque es la casa de formación de los pastores presbiterianos y adventistas que dirigen, en muchas comunidades de Tumbalá, Tila y Sabanilla el grupo paramilitar Paz y Justicia. Los miembros de una u otra denominación deben preocuparse siempre de que las creencias religiosas de su grupo no se mezclen con asuntos políticos. Tal confusión sólo puede hacer daño al país. Y el Senado, la Cámara a la que pertenece el C. Salazar, es el guardián más elevado de la República.(6)
Cabe aclarar que Salazar Mendiguchía era integrante de la Iglesia del Nazareno, y no presbiteriano. Por su parte los adventistas tenían, y tienen, sus propias instancias educativas, por lo que sus liderazgos son formados en ellas sin necesidad de recurrir a los espacios de otras iglesias. La línea de enseñanza adventista es férreamente pacifista, prefieren ser agraviados antes que organizarse para dañar a otros.

REACCIONES DE PRESBITERIANOS
De inmediato hubo repercusiones al interior de la las iglesia presbiterianas, no sólo de la región y nacionales, sino que incluso internacionalmente. De varios países llegaron llamadas telefónicas o mensajes escritos que preguntaban se esclareciera si era verdad, o no, lo contenido en el Informe sobre la participación de pastores choles en Paz y Justicia. Los destinatarios fueron varios líderes presbiterianos, pero principalmente en dos se concentraron las peticiones de clarificación y hasta reclamos: en Abner López Pérez, moderador de la Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana, y en Abdías Tovilla Jaime, cabeza del Centro Estatal de Defensa Evangélica de Chiapas. Hacer luz sobre los señalamientos del Fray Bartolomé llevó a que se organizara una reunión urgente del Presbiterio Chol, máxima autoridad de las iglesias presbiterianas en la zona, que tuvo lugar precisamente en las muy modestas instalaciones de la Escuela Bíblica de Palenque, lugar señalado en el Informe como centro de capacitación de paramilitares.

Al cónclave llegaron líderes nacionales, de estados aledaños a Chiapas y pastores, ancianos y diáconos de prácticamente cada iglesia presbiteriana de la zona chol. Quienes habían estudiado el Informe hicieron una síntesis del mismo a la muy numerosa audiencia. Sobre todo se detuvieron en los pasajes donde se refería el escrito a los presbiterianos y su presunta identificación con los paramilitares de Paz y Justicia. El acuerdo fue que una comisión buscaría conversar con el fundador del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, el obispo Samuel Ruiz, para hacerle saber la inconformidad con las acusaciones detectadas en el Informe.

El encuentro aclaratorio se realizó y varios testimonios concuerdan en que el obispo recibió las observaciones críticas, las valoró y se comprometió a que las imputaciones serían retiradas del documento. Atribuyó las acusaciones equívocas a que el Informe fue redactado por antropólogos recién llegados a la Diócesis. Así me lo comunicó verbalmente el presbítero Abner López Pérez. A él le correspondió llevar la voz de quienes se sentían agraviados, por ser el moderador de la Asamblea General de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México. Otro presente en la reunión fue el abogado, y pastor, Abdías Tovilla, mismo que en una entrevista confió lo que sigue:
Esta situación [la aparición del Informe] molestó gravemente a los Choles y se quejaron a Gobernación. Gobernación, como siempre, no puede resolver el problema y yo les sugerí que mejor viniéramos al diálogo con Samuel Ruiz. Vino uno de derechos humanos de la iglesia Católica de México, del Fray Bartolomé, y ahí reconocieron ellos la falla, el error y pidieron disculpas por las imprecisiones que había.
Ellos dijeron que Abuxú(7) -arriera noctura-, había dado la información a los escritores, a los sociólogos y antropólogos que llegaron, pero no fueron directamente a hacer trabajo de campo. Entonces, le decíamos a don Samuel: ¿cómo es posible si estamos en un Consejo Interreligioso y estamos luchando para ir limando asperezas para formar el ecumenismo que ayude a luchar juntos? Esas cosas nos dividen (cursivas en el original). Ellos reconocieron que había imprecisiones y que en un próximo número nos iban a tomar en cuenta para que diéramos nuestro punto de vista y el visto bueno. Porque el obispo nos dijo: bueno, yo le dije al centro Fray Bartolomé de Derechos Humanos que antes de reproducir, de editar y traducir en otros idiomas nos lo pasaran (cursivas en el original).
Yo tenía denuncias de los presbiterianos de Inglaterra, Alemania, de los Estados Unidos que me decían: “oye qué pasó con estos presbiterianos, se están matando”, por esta información que se fue. En fin, una corrección, pero lo hecho ya estaba.(8)
¿Hay alguna fuente, del lado de quienes recibieron los reclamos de los presbiterianos, que ratifique lo que aconteció en la reunión? Sí la hay, se trata nada menos que de Federico Anaya, quien fue el principal responsable de producir el Informe. Su testimonio no deja lugar a dudas de que las acusaciones del documento contra la Iglesia presbiteriana no tenían sustento:
He de confesar que por más equilibrado que traté de ser como editor y redactor final de Ni paz ni justicia, hay muchos pasajes claramente antiprotestantes. Corrigiendo estos pasajes debería haber salido una segunda edición del reporte en 1997 (en la que yo esperaba aclarar los créditos de autoría de cada capítulo). De hecho, la Iglesia Nacional Presbiteriana y otras reclamaron oficialmente por estas acciones del reporte. Los recibimos junto con don Samuel en la curia, en el verano de 1997. A mí me tocó explicar y reconocer los errores (cosa que no gustó mucho a Pablo Romo OP, ni a la directora del Centro de Derechos Humanos, una exreligiosa). Valió la pena ser sincero, no sólo porque es bueno, sino porque cesaron los ataques de los presbiterianos por un rato. Lo malo es que nosotros no cumplimos con sacar la segunda edición.(9)
Diez años después de haber aceptado las críticas presbiterianas, el Informe sigue igual, sin los cambios prometidos. Permanece con todo y la presentación que hizo del escrito el obispo Samuel Ruiz García en julio de 1997. Quienes deseen comprobarlo pueden hacerlo si consultan el sitio Web del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, en la dirección que antes hemos proporcionado.

Valga todo lo anterior para documentar la molestia existente entre los liderazgos presbiterianos indígenas poco después de la matanza de Acteal, a causa de que percibían de nueva cuenta se les iban a endosar acciones criminales en las que no habían participado de manera masiva. La detención del pastor Manuel Arias, y de otros líderes de la iglesias en el municipio de Chenalhó acrecentó un sentimiento adverso entre la feligresía presbiteriana hacia el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas. Se les oía decir que no podían entender cómo el Centro podía estar de acuerdo en el encarcelamiento de inocentes. Estaban de acuerdo en que los verdaderos autores de la masacre fueran aprehendidos y sentenciados por su conducta criminal, pero, alegaban, la gran mayoría de los presbiterianos acusados tenían suficientes elementos para probar que eran ajenos a lo perpetrado en Acteal.

LA BIBLIA EN TZOTZIL
En este contexto tuvo lugar la presentación de la Biblia en tzotzil de Chenalhó, el 18 de marzo de 1998, en Yabteclum. Ese día llegaba a su fin un esfuerzo de diez años. Durante una década el misionero de la Iglesia Reformada en América, René Sterk y su esposa Carla, fueron los responsables de dirigir el proyecto de traducción bíblica. Los Sterk llegaron a realizar su labor misionera en Los Altos de Chiapas en 1966. La institución patrocinadora del proyecto fue la Sociedad Bíblica de México, filial en nuestro país de las Sociedades Bíblicas Unidas, organismo cuyos orígenes se remontan a 1804 en Inglaterra, y cuyos objetivos son traducir, imprimir y distribuir la Biblia en formatos accesibles y que las personas puedan pagar.

El encargo confiado a René y Carla Sterk se debió a que la pareja era experta en la lengua tzotzil y en los idiomas en que originalmente fue escrita la Biblia. Ellos dos conformaron un equipo de colaboradores indígenas, entre quienes destacaba Manuel Pérez Arias. La traducción ya llevaba varios años, y un buen avance, cuando se acercó a René Sterk el obispo Samuel Ruiz, con el fin de solicitarle que a las tareas traductoras se agregaran catequistas tzotziles de la Diócesis de San Cristóbal. La solicitud del obispo fue que el aporte de los traductores católicos estaría centrado en verter al tzotzil los libros deuterocanónicos, cuya validez los protestantes no reconocen y, por lo tanto, excluyen de la Biblia.

René Sterk argumentó a favor de la petición del obispo Samuel Ruiz, lo hizo ante el organismo patrocinador y entre los líderes de las iglesias evangélicas indígenas que desde un principio se habían involucrado en el proyecto. El misionero pensaba que un esfuerzo conjunto redundaría para bien de católicos y protestantes, porque
…un proyecto de este tipo debe tener la participación de toda la Iglesia, que no sea el proyecto de un solo grupo, ni de una iglesia en particular, ni de sólo evangélicos. Otra bendición que nos mandó el Señor fue la amistad que habíamos formado desde [que llegamos a finales de los sesentas a] Navenchauc hasta el tiempo de la traducción, con el obispo Samuel Ruiz. Él vino a esta casa(10) una vez, estuvo aquí sentado tomando café, y nos dijo que sabía de nuestro trabajo de traducción de la Biblia y pidió incluyéramos a los católicos en el proceso porque también ellos necesitaban la Biblia en tzotzil. El resultado, después de diez años de trabajo, fue que ahora tenemos una Biblia que aceptan los católicos como suya también. Esto ha causado una revolución hasta en la Iglesia católica. ¡Qué bendición ver que un misionero [protestante] puede compartir la Biblia no sólo con evangélicos sino con toda la gente! En este sentido hemos podido experimentar lo que Dios nos trajo, porque yo no fui con el obispo Samuel Ruiz a decirle que se integraran los católicos al proyecto. Fue él quien vino a nosotros”.(11)
Inicialmente la Biblia en tzotzil de Chenalhó iba a ser presentada hacia finales de 1997. Pero el tenso clima sociopolítico hizo que la fecha se aplazara. El masivo acto de presentación se efectuó, como antes dijimos, el 18 de marzo de 1998.(12) Para entonces varios presbiterianos, cuyos correligionarios sostenían eran totalmente inocentes, estaban encarcelados en el penal de Cerro Hueco, en Tuxtla Gutiérrez.

 
Miles de tzotziles protestantes acudieron a la ceremonia en Yabteclum, en el municipio de Chenalhó. En el presidium estuvieron dirigentes nacionales e internacionales de la Sociedad Bíblica, pastores indígenas y representantes de iglesias evangélicas del país. Uno de quienes tuvieron participación especial fue el pastor y traductor de la Biblia Manuel Pérez Arias, el mismo que vivió el 28 de diciembre de 1997 el episodio antes narrado. Hubo un momento de expectación, cuando ya avanzado el acto, llegó al frente de una procesión conformada por indígenas católicos el obispo Samuel Ruiz. Respetuosamente la multitud, conformada mayoritariamente por tzotziles presbiterianos, abrió paso al contingente. El obispo se incorporó al presidium y siguió la celebración. Ese día Manuel Pérez Arias hizo una evaluación de lo acontecido, declaró:
Nos alegra recibir la Biblia en nuestra lengua; pienso que nos ayudará tanto a católicos como a evangélicos tanto para terminar con las envidias y los rencores de entre los grupos. Nuestra esperanza es que todo el pueblo lea la Biblia. Antes cuando no la teníamos, sólo creíamos lo que nos predicaban, pero ahora tenemos la Palabra de Dios en nuestras manos y todos podemos leerla. Aun cuando hayamos terminado la traducción completa de la Biblia, todavía les pedimos sus oraciones para que se produzca sincero arrepentimiento.
Por algunos años trabajaron conjuntamente en la traducción presbiterianos, catequistas católicos e integrantes de Las Abejas. Unos y otros se conocieron bien durante el proceso. Con este hecho dado por sentado, desde la perspectiva de los presbiterianos era inexplicable por qué entonces Las Abejas sostenían que casi cuarenta miembros de la Iglesia presbiteriana eran asesinos materiales y/o cómplices de la matanza.

El malestar presbiteriano se vio reflejado en la posterior negativa a que participaran en otros proyectos de traducción bíblica los catequistas de la Diócesis de San Cristóbal. Por eso las ediciones de la Biblia en tzotzil de Chamula (presentada en 2001) y la Biblia en tzeltal de Bachajón (presentada el 26 de noviembre del 2006), son exclusivamente productos de traductores evangélicos.(13)

Hemos dedicado un buen espacio para contextualizar la actitud del liderazgo tzotzil presbiteriano hacia el hecho de que varios de los suyos hayan sido acusados, desde su perspectiva, por Las Abejas y organismos como el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas de haber sido partícipes en los ominosos hechos de Acteal. Por qué, se preguntan, si han aportado pruebas en el sentido de que varios de los actualmente presos en El Amate estaban en otros sitios el día de la masacre, entonces cuál es la razón de que hayan sido sentenciados a largas condenas. No entienden, ni aceptan, por qué si ya cinco de los apresados confesaron su culpabilidad, y también declararon que los otros casi ochenta nunca participaron en el deleznable ataque, éstos últimos continúen recluidos por delitos que no cometieron.

Cuando uno interroga a los líderes indígenas presbiterianos, como quien esto escribe ha hecho en variadas ocasiones, acerca de por qué con tanta seguridad afirman la inocencia de sus hermanos en la fe, su respuesta es una larga y documentada sucesión de pruebas. En primer lugar subrayan que la trayectoria histórica de las iglesias indígenas en Chiapas ha estado del lado de buscar la paz. Argumentan que se han caracterizado por recurrir a defender sus derechos por los caminos legales, agregan que a la extensa lista de agravios que van de hostigamientos a expulsiones su respuesta ha sido, y es, evitar la confrontación violenta. Excepcionalmente, puntualizan, algunos desesperados por la inacción de las autoridades estatales sí han respondido a sus agresores en los mismos términos. Sin embargo, apuntan, acciones de este tipo han sido muy aisladas y sin respaldo de la generalidad de las iglesias. Dejan muy en claro que las arteras ejecuciones de Acteal son completamente reprobables, carecen de justificación alguna, y que los culpables tienen que ser llevados ante las instancias judiciales y ser juzgados por sus actos. Pero los verdaderos culpables, y no víctimas de señalamientos falsos. Finalmente, agregan, una vez ya fueron denunciados los presbiterianos como conspicuos integrantes de grupos paramilitares, citan el caso del Informe Ni paz ni justicia, y demostraron que los señalamientos descansaban en bases endebles y falsas.(14)

MÁS PRUEBAS DE INOCENCIA
Al inicio de este escrito citamos la declaración del subcomandante Marcos sobre la identidad religiosa de víctimas y victimarios en Acteal, todos ellos católicos. También reprodujimos la opinión del sacerdote Miguel Chanteau, claramente identificado con la causa de Las Abejas, en la cual una vez más dijo que entre los encarcelados por la masacre de Acteal hay algunos que son inocentes. Agregamos un testimonio que va en el mismo sentido de los dos anteriores, el del obispo de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, contenido en una nota de la reportera Ángeles Mariscal:
Tuxtla Gutiérrez, Chis., 19 de diciembre. El obispo de la diócesis de San Cristóbal, Felipe Arizmendi, consideró que está pendiente la detención de varios de los autores materiales de la matanza de Acteal, debido a que las personas que los podrían identificar no acuden ante el Ministerio Público por temor a represalias, mientras otros que son inocentes "están pagando culpas que no deben". A pocos días de que se cumpla el séptimo aniversario de la matanza, donde murieron 45 indígenas en manos de presuntos paramilitares, el religioso dijo que aunque no ha habido más violencia ni expulsiones en Chenalhó, "lo preocupante es que hay algunos responsables de la masacre que están libres". Algunos indígenas afirman que personas que ellos conocen son los autores materiales del crimen; sin embargo se niegan a acudir ante las autoridades para formalizar la acusación, explicó (La Jornada, 20/XII/2004).

CONCLUSIONES
Muy difícilmente las opiniones de los tres personajes pueden ser tachadas de querer encubrir a criminales, o de pretender que sean liberados partícipes del sangriento ataque a las víctimas de Acteal. Son elementos a tener en cuenta para sostener que hay inocentes presos, entre ellos un buen número de evangélicos que ya van a cumplir diez años injustamente encarcelados. Individuos y organizaciones que siguen empeñando sus esfuerzos porque no quede impune el trágico episodio de Acteal, también tendrían que prestar atención al hecho de que hay voces a las que les otorgan autoridad las cuales consideran que varios indígenas, pobres y además protestantes, no son culpables de los crímenes que se les atribuyen.

Desde un principio que fueron inculpados los presbiterianos tuvieron en contra al Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, organismo que ha tenido a su cargo la defensa jurídica de las víctimas y sus familiares. A pesar de que un número muy importante de acusados ha proporcionado pruebas de que ni siquiera se encontraba cerca de la escena del dantesco crimen, los abogados del Centro dan por buenos los señalamientos de culpabilidad aportados de manera irregular. Al respecto la directora del Centro, Blanca I. Martínez Bustos, recientemente sostuvo: “Sobre estos hechos y los responsables materiales, los sobrevivientes han declarado lo que vieron y han acusado directamente a los ahora encarcelados. Junto a la evidencia encontrada, su testimonio es totalmente verosímil” (“Acteal en la memoria histórica”, La Jornada, 2/XII/2007). Si tomamos verosímil en su primera acepción, “que tiene apariencia de verdadero”(15), es necesario subrayar que no basta que algo tenga apariencia de verdad sino que además lo sea.

A las reiteradas observaciones de que el proceso contra los acusados les ha negado derechos fundamentales, la directora del Centro Fray Bartolomé de Las Casas suscribió algo preocupante, porque se trata de una institución que precisamente se dedica a defender la vigencia de las garantías que nuestras leyes reconocen a las personas y grupos: “Sobre el señalamiento de que las investigaciones son imprecisas e inconclusas y que el sistema de justicia no ha respetado las garantías procesales, no hay nada nuevo. La investigación ha sido manipulada una y otra vez (cursivas mías, CMG). La Procuraduría General de la República se encargó de cortar la línea de mando que apuntaba a la policía y al Ejército, y más aún a Ernesto Zedillo, al concluir que la masacre fue producto de problemas intercomunitarios. Si las evidencias en contra de algunos de los procesados son débiles es precisamente por la falta de una debida investigación, para no escarbar más, no porque quienes se encuentran detenidos no sean culpables” (cursivas mías, CMG).

¿Y si en esas manipulaciones reconocidas, y con las débiles pruebas que acusan a los presbiterianos se está cometiendo una injusticia? ¿Acaso no debería interesarle un asunto así a un organismo que defiende los derechos humanos? El tema es importante, y señalarlo no le hace a uno propugnador de la impunidad, ni tampoco le convierte en apologista de criminales. Porque de lo que se trata es que quienes son inocentes entre los encarcelados ya no sigan en prisión por las atrocidades que otros tramaron y cometieron.



1) En un recuento hecho en noviembre del 2003, la revista presbiteriana El Faro pormenorizaba las cifras de los encarcelados de la siguiente manera: “35 cristianos evangélicos inocentes, que incluyen a uno que está siendo procesado como menor (Ignacio Guzmán Luna), y a otro que murió en prisión a causa de una enfermedad renal (Gregorio Vásquez López); 15 cristianos evangélicos que se han convertido en la prisión; 29 ciudadanos inocentes; 5 personas que confesaron su participación; 6 personas que fueron absueltas de los cargos y liberadas (incluyeron 3 nuevos convertidos)”.
2) Miguel Chanteau, Las andanzas de Miguel. La autobiografía del padre expulsado de Chenalhó, Editorial Fray Bartolomé de Las Casas, San Cristóbal de Las Casas, 1999, p. 94.
3) Ibid., pp. 105-112.
4) Hugo Esponda, El presbiterianismo en Chiapas. Orígenes y desarrollo, Publicaciones El Faro, México, 1986, pp. 325-326.
5) Carlos Martínez García, Poligénesis del cristianismo evangélico en Chiapas, Publicaciones El Faro-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, México, 2004, pp.72-73.
6) Páginas 149-150 de la edición impresa de 1996; pp. 118-119 de la versión consultada a las 17:05, 13/XII/2007, en http://www.frayba.org.mx/archivo/informes/961012_ni_paz_ni_justicia_frayba.pdf
7) Organización indígena con presencia en la zona norte de Chiapas.
8) Gaspar Morquecho, “La diversidad religiosa en Chiapas. Una perspectiva evangélica: entrevista con el pastor Abdías Tovilla”, Revista Académica para el Estudio de las Religiones, Tomo II, 1998, pp. 99-100. En esta entrevista el pastor Tovilla subrayó que “el mismo obispo (Samuel Ruiz) reconoce que el dirigente de Paz y Justicia, Samuel Sánchez, es diputado y católico. Lo llaman oveja negra”.
9) Jean Meyer (con la colaboración de Federico Anaya y Julio Ríos), Samuel Ruiz en San Cristóbal, Tusquets Editores, México, 2000, p. 59.
10) Ubicada en la calle Ejército Nacional, en San Cristóbal de Las Casas.
11) Carlos Martínez García, René y Carla Sterk: cuatro décadas entre los indígenas de Chiapas, en proceso de edición, pp. 18-19.
12) Carla Sterk recuerda: “Fue el mismo día que un grupo de hermanos se fueron a Tuxtla Gutiérrez para declarar lo que sabían acerca de la matanza de Acteal. Fueron a la ceremonia de la Biblia, porque deseaban comprar un ejemplar cada uno de ellos, más tarde irse a declarar y demostrar que ellos no tuvieron nada que ver con el asunto de Acteal”. Ibid., p. 20.
13) Para darnos una idea del impacto de que la Biblia cuente con el respaldo conjunto de católicos y protestantes en las zonas indígenas, como en el caso de la Biblia en tzotzil de Chenalhó, vale la pena reproducir, una vez más, las consideraciones de Carla Sterk: “Tal vez el cambio más grande ha sido en la Iglesia católica. Nos dijeron los catequistas que los católicos no iban a comprar la Biblia, que los presbiterianos sí porque tenían la costumbre de leerla. Ellos pidieron que se imprimieran mil copias de la Biblia para los católicos, la que incluye los libros deuterocanónicos, pero la Sociedad Bíblica de México imprimió cinco mil. Ya se vendieron todos los ejemplares. La edición para los evangélicos fue de diez mil y también ya se agotó”.
14) Para profundizar en el conocimiento de las pruebas que alega en favor de los presos que no participaron en Acteal, la revista El Faro (órgano oficial de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México) publicó un número especial, noviembre 2003, en el que detalla nombres de los apresados y sentenciados, así como sus testimonios de inocencia y el desarrollo del proceso judicial.
15) Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, vigésima segunda edición, RAE-Espasa Calpe, España, 2001, p. 2289.

 

 


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