Como un humanista consumado que dominaba los idiomas clásicos,(2) Calvino percibió, como mucha gente de su época, que los cambios vendrían como consecuencia de la divulgación de sus escritos. Así, cuando se dirige al rey Francisco I en la carta con que abre la Institución, estaba plenamente consciente de que sus convicciones religiosas merecían publicitarse y alcanzar el mayor número de personas. Su paso por Basilea, la ciudad donde vivía Erasmo, le permitió dar los últimos toques al libro mencionado, pero
sus estancias en Ginebra y Estrasburgo, fueron las que dejaron una huella profunda en su espíritu y horizontes.
En la primera, principalmente, será adonde realizará la mayor parte de su trabajo, peor no debe olvidarse la segunda, pues fue allí adonde escribió, por ejemplo, su primer comentario bíblico (Romanos), dando inicio a una labor teológica y de escritura que ocupó la mayor parte de su tiempo. En palabras del doctor Salatiel Palomino, el humanismo de Calvino le proporcionó “los recursos y las herramientas para su labor como maestro de la Biblia, predicador de la Palabra, pastor de almas, reformador religioso, escritor cristiano y hombre de iglesia”.(3) El propio Juan Jacobo Rousseau reconoció así la importancia del reformador: “Los que sólo consideran a Calvino como teólogo no conocen bien la extensión de su genio. La redacción de nuestros sabios edictos, en la cual tuvo mucha parte, le hace tanto honor como su Institución. Cualquiera que sea la revolución que el tiempo pueda introducir en nuestra cultura, mientras el amor por la patria y por la libertad no se extinga en nosotros, la memoria de este grande hombre no cesará de ser bendecida”.(4)
El carácter que Calvino imprimió a la iglesia reformada en Ginebra, si bien él no lo había inventado, pues traía ya la influencia de su país natal y de lo aprendido con Martín Bucero en Estrasburgo, adquirió dimensiones que fueron más allá de las fronteras suizas, dado que Ginebra fue la ciudad que acogió a reformadores de toda Europa. El caso del escocés John Knox, fundador de la Iglesia Presbiteriana, no fue el único, aunque para nosotros resulta fundamental recordar el hecho de que fue discípulo directo de Calvino, al grado de que, al regresar a su país, afirmó que no había conocido una “escuela de Cristo” mejor que la establecida en la orillas del Lago Lemán.(5)
La influencia de Calvino se dejó sentir por toda Europa mediante la amplia divulgación de sus múltiples escritos, reunidos posteriormente en el
Corpus Reformatorum en 59 volúmenes, si bien siguen apareciendo textos inéditos. Su trabajo exegético, pastoral y teológico es un conjunto de enseñanzas que esperan ser rescatadas y releídas por los miembros de las iglesias de tradición reformada.(6) El profesor Eberhard Busch ha llamado la atención al hecho de que incluso en círculos teológicos no se lee a Calvino suficientemente y pone un ejemplo: una colección,
Supplementa Calviniana, planea presentar 600 sermones inéditos, pues Calvino predicó al rededor de 2400. La edición comprenderá cerca de 15 volúmenes.(7) En nuestro medio, sólo contamos con tres comentarios bíblicos completos (Romanos, Hebreos y las cartas pastorales) y dos libros de sermones (Job y la obra redentora de Cristo), además de la
Institución.
Su ministerio fue muy amplio:
En la enseñanza de este reformador franco-ginebrino encontramos la contribución de un creyente comprometido, ardiente, intelectualmente capaz de ofrecer una perspectiva global de la fe cristiana que resulta espiritualmente convicente, intensamente práctica y estéticamente estimulante. En una época de profundos cambios históricos y de extrema necesidad espiritual, el liderazgo pastoral, la predicación robusta y seria de la Palabra, la amplia y rica visión política y eclesiástica, la teología y el ministerio todo de este hombre, proporcionaron a miles y miles de hombres y mujeres una alternativa de vida abundante enraizada en el evangelio de Jesucristo y apelante al momento y circunstancia que se vivía en Europa a mediados del siglo XVI.(8)
El documento final de la consulta internacional sugiere ocho áreas que pueden ayudar a acceder con mayor frescura al legado de Calvino. Las tres primeras tienen que ver con la Trinidad: su compromiso con la proclamación de la gloria de Dios, su determinación de colocar a Jesucristo en el centro de todo nuestro pensamiento y vida y su énfasis en la obra del Espíritu Santo en la creación y la salvación. La cuarta subraya su compromiso con las Sagradas Escrituras expresado, sobre todo, en la titánica labor exegética que llevó a cabo. No hay que olvidar que, para muchos, Calvino fue “el exegeta de la Reforma”.(9)
Las cuatro siguientes, de fuerte contenido ético, son: su determinación de que la voluntad de Dios deberá realizarse en todas las áreas de la vida, un punto de partida ético fundamental; su insistencia en el don de Dios de la creación, que permite relacionar la lucha por la justicia y la solidaridad humana con la preocupación ecologista; su énfasis en que la iglesia es llamada a discernir, de manera creativa, su relación con los principados y poderes del mundo, esto es, la dimensión profética y su respuesta a las coyunturas políticas; y su compromiso con la unidad de la iglesia, es decir, las consecuencias de su pensamiento para el diálogo ecuménico, aunque hoy tendríamos que agregar el interreligioso dadas sus implicaciones incluyentes.
El doctor Palomino ha resumido muy bien la perspectiva totalizante que domina toda la obra calviniana:
Hasta el fín de sus días, Calvino continuó su apretado horario de predicación, enseñanza, pastoreo, establecimiento y administración de la Academia de Ginebra, escritura de sus numerosos y excelentes libros, supervisión de la educación pública, promoción de la salud del pueblo, revisión y recopilación de las leyes y normas jurídicas de Ginebra, promoción de industrias y empleos, entrevistas, audiencias y conferencias con síndicos y concilios de la ciudad para sugerir, proponer y promover proyectos de utilidad para la comunidad, abogar en favor de causas y personas que requerían su patrocinio y su respetada voz ante las autoridades (por ejemplo, la promoción de los extranjeros refugiados a la ciudadanía). En fin, que su ministerio no conoció límites a la creatividad en respuesta a las múltiples necesidades de todos los estratos de la población y en todas las áreas de los servicios municipales. La totalidad de la existencia tenía dimensiones teológicas para él, y por tanto tenía también implicaciones pastorales que la iglesia debía promover, defender o facilitar.(10)
(1) Entre las biografías más recientes de Calvino en español, hay que mencionar, sin duda, las de Denis Crouzet (Barcelona, Ariel, 2001) y Bernard Cottret (Calvino: la fuerza y la fragilidad. Madrid, Universidad Complutense, 2002). La primera, mediante un trabajo bibliográfico profundo y actualizado, sondea en las profundidades psicológicas de Calvino y traza su trayectoria impecablemente. La segunda atiende también los documentos históricos con una simpatía mesurada por el personaje.
(2) No debe olvidarse que Calvino escribió su obra principalmente en latín. Por ejmplo, el título original de la Institución es: Christianae Religionis Institutio.
(3) S. Palomino, “Hombre de letras: la influencia del humanismo”, cap. 2 de Introducción al pensamiento de Juan Calvino, 2007.
(4) J.J. Rousseau, El contrato social. 4ª ed. México, UNAM, 1984 (Nuestros clásicos), p. 54.
(5) La cita completa es: “Ni temo ni me avergüenzo al afirmar que es la más perfecta escuela de Cristo que ha existido sobre la tierra desde los días de los apóstoles. Confieso que en otros lugares Cristo es predicado verdaderamente; pero costumbres y religión tan sinceramente reformadas no he visto jamás en parte alguna”. Cit. por S. Palomino, cap. 4, op. cit.
(6) El filósofo alemán W. Dilthey hizo un sumario formidable de la influencia histórico-política y cultural del calvinismo a partir de sus énfasis teológicos en Hombre y mundo en los siglos XVI y XVII. México, Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 248: “El dogma de la acción omnicomprensiva de Dios, de la doble predestinación y de la elección de gracia representan una expresión tan concisa y clara de una nueva religiosidad como cualquier otro dogma desde la fundación de la iglesia católica. Esta religiosidad reformada se revela de una importancia enorme, en la época en que se acuñaban las nacionalidades europeas, para la formación del carácter de las mismas”.
(7) E. Busch, “Quién fue y quién es Calvino: interpretaciones recientes”, trad. de L. Cervantes-Ortiz, en http://jcalvino-jubileo-2009.blogspot.com/2007/06/quin-es-y-quin-fue-calvino.html.
(8) S. Palomino, “Hombre del Renacimiento. Los años formativos de Calvino”, cap. 1, op. cit.
(9) Cf. Alfredo Tepox Varela, “Calvino, el exegeta de la Reforma”, en Varios autores, Calvino vivo. (Libro conmemorativo del 450º aniversario de la Reforma en Ginebra). México, El Faro, 1987, pp. 33-53.
(10) S. Palomino, “Hombre de Dios: el ministerio pastoral y teológico de Juan Calvino”, cap. 4, op. cit.
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