Recuerdo, en los días de mi niñez y adolescencia que, cada Semana Santa, dentro de nuestro pueblo evangélico, era una época especial de “recogimiento”, de reuniones especiales en muchas de las iglesias, aquellos cultos especiales que en casi todos los sitios donde se comentaban las “Siete palabras”..........
Y, como contrapunto, en lo que se ha convertido o significa- para la mayoría de nosotros hoy- esta semana especial: vacaciones, salidas primaverales, retiros especiales bajo cualquier tipo de temática. Todo, menos recordar de una manera muy diferente y especial, y centrarnos y agradecer lo que significa la Pasión de Cristo.
Por supuesto, me incluyo en el medio de todo esto...Nosotros, pasamos más de veinte años yendo a un retiro donde, lo cierto es que hubo días excepcionales y ocasiones estupendas, predicaciones excelentes, buena música, conocer o reencontrarse con hermanos de diferentes lugares....y, !en fin! ... lo cierto es que todo era fenomenal; pero también es cierto, que todo aquello, nos alejaba bastante del verdadero significado de esta semana especial.
No digo que esto esté mal ¡ni mucho menos!; pero, a mí me sucedió algo muy curioso: hace unos tres años, que decidimos dejar de ir a ese retiro y... el primer año que pasé en casa, después de muchos años, coincidió con el estreno de “La pasión” de Mel Gibson. Lo cierto es que me encantó la película, y, por primera vez en mucho tiempo, tuve esa vieja sensación, casi olvidada de dedicar unos días al descanso y a pensar de forma especial e intensa en la Cruz de Cristo y todo lo que significa para nosotros; así como sus implicaciones para nuestra vida. Fue, no sé cómo explicaros... como una especie de redescubrimiento, algo así como un “revival” (no lo toméis como una herejía....)
En el medio eclesial al que yo pertenezco, se celebra cada domingo “la cena del Señor” con todo lo que ello debería de implicar, y..... se supone que cada día, cada día, la cruz de Cristo debería ser el centro de nuestros pensamientos, nuestro trabajo para el Señor y el centro de nuestras vidas. Pero ¿acaso no es cierto que quizá de tanto saberlo, quizá por celebrarlo cada semana – a veces como simplemente una costumbre- o por otras razones, devaluamos su impresionante significado?.
Hace algún tiempo, un hermano muy querido para nosotros, me contaba como en un viaje que hizo a Israel, visitando el lugar donde, hace más de dos mil años crucificaron al Señor, en medio de una multitud, se comenzó a escuchar, casi en un susurro, cantar el himno que encabeza este artículo, en otro idioma, y.........allí, reunidos cristianos de muy diferentes lugares y muy diferentes idiomas, cada uno en su propia lengua ; pero unidos por un mismo Espíritu, comenzaron a elevar la voz y cantaron, todos juntos, este precioso clásico de nuestras iglesias. Me decía este querido hermano que –literalmente– se le erizaron todos los pelos del cuerpo en ese momento tan especial.
Estamos en otra Semana Santa más de nuestras vidas, y lo cierto es que cada uno va “a su bola” (perdonad la expresión), como dirían mis hijos; pero: mi querido hermano, ¿te has parado a pensar lo que ha significado esto para nuestro Salvador?.......¿Te has parado a pensar en las implicaciones que tiene para tu vida y la mía ?, .......¿Te has parado a pensar que, desde el primer capítulo del Génesis, hasta el último del Apocalipsis, está implícita la Cruz de Cristo?........
Si eres del Señor, te invito a que junto a mí, te pares por un momento y cantes a mi lado
Mi gloria y mi blasón será
la Cruz bendita del Señor
y lo que di a la vanidad
ya le dedico con amor.
Y...... si todavía no conoces al Señor, te invito a venir a El, contemplar la hermosura de esa Cruz, y, sólo escuches, aceptes, y por fe recibas las palabras que siguen saliendo de la boca del Jesús resucitado:
“Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados que Yo, os haré descansar”
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