Cuando escuché contar esta historia, me impactó de tal manera que desde entonces pido al Señor cada día, cuando le hablo de mi trabajo para Él, que todo mi servicio pueda llegar a ser hasta el final: SIN RESERVAS, SIN RETORNO, SIN NADA QUE LAMENTAR.
La semana pasada hablé de la primera frase (Sin retorno). Este domingo os contaré lo que para mí significan las otras dos restantes.
SIN RETORNO
En muchas ocasiones hemos visto “con dolor” personas que empiezan bien, prometían tanto!!!... pero las pruebas, las circunstancias, o lo que fuera (parábola del Sembrador) hicieron que un día nos preguntásemos: ¿y qué fue de....?
Hace muchos años escuché una frase que me dejó estupefacta:“el que vale, vale y el que no......a la Obra” Me quedé sin aliento...
No hay cosa que más me moleste que comentarios en esta misma tesitura. William Burten, abandonó una gran fortuna; otros han dejado atrás tierra, familia, amigos; otros fama, posición, un futuro prometedor o cuántas cosas por simplemente seguir o – más aún- por servir al Señor; para cosechar tantas veces: dolores, injusticias, soledades, incomprensiones.... ¿sabéis algo? Dios no escoge basura, tanto seas un zapatero como William Carey o un médico como David Livingstone, Él te usará si le dejas, y, poniendo la mano en el arado no miras atrás. Pero ¡qué precioso es el Señor! que por medio de Pablo nos dice:
“pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”.
En una ocasión el doctor Sullivan usó como texto de su predicación el que dice:“
cada puerta una perla ”.Cada entrada a la vida celestial es una perla, ¿qué es una perla? La ostra se hace una herida con un grano de arena, y el grano queda metido en la llaga Se ponen en función todos los recursos para sanar la herida, cuando queda sana, es una perla lo que cierra la herida.
El sufrimiento hace aparecer recursos insospechados en una ostra, y el resultado es una belleza que no se puede obtener de ninguna otra manera “La perla es una herida cicatrizada, si no hay herida, no hay perla”
Sullivan también cuenta
la historia de Nidia, la florista ciega de “los últimos días de Pompeya” Su ceguera no la amargó, ni la hizo aislarse del mundo; ni quedarse sentada en su casa:¡salió a enfrentar la vida! Entonces llegó el día terrible de la erupción del Vesubio, los aterrorizados habitantes corrían a ciegas de un lado a otro, perdidos en la horrorosa negrura. Pero Nidia no se perdió “Cada puerta una perla”, cada fracaso, cada pérdida puede transformarse en mensajeros de Dios.
Una herida transforma al Pedro que niega a Jesús en un hombre intrépido, en una verdadera roca. De los embates de la vida pueden venir nuestras más ricas recompensas Una persona escribió una vez: “El que la vida muela a un hombre o lo pula depende del material con el que está hecho”
Alguien me contó, hace tiempo, una ilustración que me encantó:
nuestra vida es como una especie de escalera, y –a medida -que subimos peldaños- vamos sintiendo más frío, el viento nos hace temblar, la lluvia nos empapa, el temporal casi nos hace caer; pero, sobre todo, la soledad es cada vez más grande; pero ¿sabes un secreto...cada peldaño más arriba, estaremos más cerca del Señor.
Sé que no es fácil, y hay ocasiones en las que el diablo sabe por dónde filtrarse y hacernos recordar todo lo que dejamos atrás por servir al Señor. Él sufrió látigos, insultos, bofetadas, una corona de espinas y hasta la mismísima muerte ¿Acaso no merece que nuestro servicio sea SIN RETORNO?
SIN NADA QUE LAMENTAR
Y aquí viene la parte más difícil: ¿quién no quisiera poder borrar algún episodio de su vida del que se siente avergonzado y culpable?... Cuidado!!!!
“el que esté libre de culpa que tire la primera piedra”......
Ninguno somos perfectos, y, nuevamente en palabras de Pablo:
“no hay justo ni aún uno”. Pero creo que el secreto es la manera en cómo reaccionamos y decidimos avanzar, cuando comentemos algún error.
Estos días pasados estaba repasando y comparando dos vidas muy distintas, pero paralelas: la de Saúl y la de David. Los dos fueron elegidos, los dos fueron reyes y los dos cometieron errores profundos; pero ¡qué gran diferencia entre el enfoque y entre el final!
Saúl comenzó bien pero pronto se apoderó de él el orgullo, más tarde la envidia, no sé si en términos psiquiátricos esto sería correcto; pero su obsesión por David termina siendo algo así como una auténtica “neurosis obsesiva”. Llega a creerse casi Dios y va de pecado en pecado, algo así como una bola de paja que empuja el viento y cada vez engorda más hasta llegar a límites insospechados. Al final, termina suicidándose.
David me encanta!!!.... en palabras de la Biblia era
“un hombre conforme al corazón de Dios”.
Vive en la presencia de su Señor continuamente y es una auténtica delicia leer sus Salmos; pero era humano, y llega un momento en que peca y... ¡de qué manera! En cambio, qué distinta fue su reacción a la de Saúl, en el momento en que es consciente de su pecado, sólo tenemos que leer el Salmo 51, para darnos cuenta de su reacción: pide perdón, acepta el castigo y reanuda de nuevo su relación constante con Dios.
Recoge la escritura en el 1º libro de Crónicas cómo fue su muerte:
“y murió David en buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria”. Y yo no sé vosotros, pero yo cuando pienso en David, pienso en un hombre profundamente ligado a Dios. El episodio con Betsabé, inevitablemente está ahí; pero os aseguro que a mis ojos, queda absolutamente minimizado en el medio de una larga vida de un rey además de sacerdote que vivió todo el tiempo para su Dios y “cerca del Santuario”.
Van a ser inevitables los errores en nuestras vidas; pero me encantan las palabras del Salmo: “cuando el justo cayere no quedará postrado; porque el Señor sostiene su mano”. Pido a Dios, cada día, que me ayude a terminar mi vida pudiendo decir con Pablo al igual que con William Burten:
“he acabado la carrera, he guardado la fe....”, “SIN NADA QUE LAMENTAR”.
No sé lo que pensáis vosotros de todo esto, pero os aseguro que estas tres frases han marcado profundamente mi vida y mi ministerio, y seguiré pidiendo a mi Señor cada día, que me ayude a terminar mi carrera “con gozo”, y cuando llegue a Su presencia pueda decirle: “Señor, todo lo que traigo en mis manos, no es nada comparado con tu amor por mí, enviando a tu único Hijo a morir por mí en una cruz espantosa para ganar mi salvación; pero toma, es para ti... y al memos estoy contenta de haber intentado vivir cada día, entregada solamente a ti cada momento y SIN RESERVAS, SIN RETORNO, SIN NADA QUE LAMENTAR”.
Y después, echarme en Sus brazos, llorar de alegría y descansar al fin en Su regazo de amor.
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