Felipe quiso vestir skin

Hizo varios spots publicitarios de detergente sin ánimo de lucro para concienciar a la población infantil de la necesidad de ir limpios y no revolcarse en los parques.

Ya de mayor siempre defendía al más débil, sin saber que el más débil era él. Así que recibió mamporro tras mamporro de los matones de la escuela.

Los días de lluvia no salía de casa para no estropear los zapatos.

No fumaba como sus amigos, pero tampoco gastaba en chuches.

Nunca se hurgaba la nariz, ni se mordía las uñas, ni eructaba, ni ventoseaba.

Era ejemplo para sus maestros

No gritaba ni reía para no ofender a sus enemigos.

Todo iba bien en su casa hasta que le llegó la edad difícil de los trece años, cuando le sorprendió el antojo de cambiar de imagen. Su madre siempre lo había vestido con pulcritud. La corbata era una prenda usual para él. Aunque no gastaba en marcas, hacía lo posible para, sin parecer kiko, tampoco derrochar en ropa. Osea, vestía kiko. En fin, le dio por vestir skin. No es que simpatizase con el modo de ser de esta tribu urbana, pero algo le atraía.

Su madre vio cómo la reputación de la familia se vendría abajo si accedía a los ruegos de Felipe. “No, si yo seré el mismo, solo quiero cambiar de ropa”, decía Felipe. “Que no, que te digo no”, contestaban al unísono padres y hermanos.
Pudo más la tenacidad de Felipe, y con 60 euros en el bolsillo salió de casa, no para cambiar de vida, solo para cambiar de chaqueta. Una cazadora verde caqui, pantalones ajustados, cabeza rapada, botas militares, y un poco del modo de andar renqueante de los skins, le parecieron suficientes para sentirse otro..Ya de vuelta a casa, de noche, y circulando por algunos callejones sombríos le asaltó un grupo de punks que enseguida lo identificaron con lo que no era: un skin.

Estos eran enemigos de aquellos y de algo se vengaron, cuando lo apalizaron hasta dejarlo sin sentido en el suelo. “No volverás a circular por nuestro territorio decían a Felipe casi cadáver.

Ya en el hospital y sabiendo todos lo que pasó, la familia compadecida, nada le reprochaba, sino que más pena tenía de él.

Cuando empezó a coordinar, su padre le aconsejó del siguiente modo: Felipe, no sólo has de ser bueno sino que también has de parecerlo.