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Protestante Digital

 
 

Protestantes y PSOE

“Temas de debate” es una nueva sección de temas de actualidad tratados por varios autores En esta sección no se trata de un autor concreto y único que escribe un artículo, sino un tema de actualidad que es tratado por al menos dos articulistas con visiones complementarias -o incluso distintas o contrarias- sobre el tema a tratar.
FE Y POLÍTICA AUTOR Temas de debate 21 DE OCTUBRE DE 2006 22:00 h

Los autores pueden escribir todos por petición de la Redacción de Protestante Digital; o bien tratarse de un artículo original (como es el presente caso) que al publicarse se considera adecuado que sea respondido para lograr una exposición más panorámica de los diferentes posicionamientos que ofrece el protestantismo al respecto.

Juan Sánchez Araujo es pastor en la Alianza Reformada; y X. Manuel Suárez Vicepresidente del Observatorio Cívico Independiente (OCI) de la Alianza Evangélica Española (además de político en activo de un partido nacionalista en Galicia).



LA INGENUIDAD DE LOS EVANGÉLICOS
Juan Sánchez Araujo

El aplauso que parece se espera de nosotros por el hecho de que el PSOE sea el “primer partido político español que incluye el hecho religioso en su programa”, como informaba hace poco Protestante Digital, no deja de poner de relieve la ingenuidad que se nos atribuye a los evangélicos españoles. En primer lugar, como la misma noticia de Protestante Digital aclara, “estas líneas de respeto a las distintas confesiones religiosas” se van a poner en marcha “especialmente en vista a las próximas elecciones”. El que el PSOE haya invitado a algunos socialistas evangélicos a participar –digámoslo así– en la preparación de su próximo programa electoral, más que alegrarnos debería preocuparnos, ya que eso significa que está buscando nuestros votos y los del resto de las minorías religiosas para llevar a cabo su programa de descristianización de la sociedad española.

A pesar de algunas muestras de tolerancia –¿necesarias todavía?– para con la Iglesia católica (como el aumento de 0,52 % al 0,70% en la casilla del impuesto religioso), lo que más desea el Gobierno socialista es sacudirse lo antes posible a la Conferencia Episcopal y los grupos católicos pro familia, que son quienes ofrecen una resistencia significativa a su programa de ingeniería ética y educativa en España. Para conseguir este objetivo, el PSOE está buscando, desde hace algún tiempo ya, sus nuevos aliados en las confesiones de “notorio arraigo” –algunas de ellas, como los musulmanes, con una influencia numérica creciente– unidas por el deseo común de desbancar a la Iglesia católica de su lugar de privilegio en nuestro país. Desde hace poco, el gobierno del PSOE está ofreciéndonos a los evangélicos y a las otras minorías religiosas abalorios a través de la recién creada Fundación Pluralismo y Convivencia (con el aumento de los fondos destinados a proyectos evangélicos) y ahora con su interés en escucharnos. ¡A nosotros, los pobres y siempre marginados evangélicos españoles!

Pero el interés del Partido Socialista por oír a las minorías religiosas no es genuino. ¿Por qué no se nos pidió nuestra opinión –a nosotros y al resto de la nación– antes aprobar el “matrimonio homosexual” o la asignatura de “educación para la ciudadanía” que tanto afectarán a nuestra labor evangelizadora y la educación de nuestros hijos? Las voces que se han levantado acerca de estas cuestiones han sido, mayormente, las de los cristianos, que temen las repercusiones de estas decisiones del Gobierno, por un lado, sobre la salud moral de la sociedad y, por otro, sobre la educación de sus propios hijos en los valores familiares que ellos sustentan.

El hecho de que “la laicidad se haya implantado en España de manera irreversible” gracias a la Constitución de 1978, como se manifiesta en las conclusiones del último Congreso del PSOE, es algo a lo que damos la bienvenida, ya que los protestantes españoles siempre hemos defendido la separación entre la Iglesia y el Estado. Pero ni el Partido Socialista puede arrogarse el haber alcanzado ese objetivo constitucional ni se ha conformado con la laicidad en sí, sino que está tratando de imponernos sus propios valores morales –o la falta de ellos– al resto de los ciudadanos. La cuestión aquí no es ya que la Iglesia no deba meterse en el terreno del Estado, sino que este último no debe hacerlo en la conciencia de los individuos y en el derecho de los padres a que sus hijos sean educados en los valores que ellos sustentan. Esto es lo verdaderamente democrático.

Otra piedra fundamental de la democracia es la libertad de expresión, cada vez más en peligro, ya que pronto el proclamar el evangelio de la gracia de Dios a los homosexuales exhortándolos al arrepentimiento será considerado un ejemplo de “fundamentalismo dogmático” que atenta contra “los derechos humanos de hombres y mujeres y [contra] los principios esenciales de una sociedad democrática”, como rezan las resoluciones del PSOE divulgadas por Protestante Digital. Sin embargo, lo que es totalmente antidemocrático es atentar contra la libertad de expresión, esencial para el estado de derecho y, más aún, para la difusión del mensaje cristiano– o imponer a los padres que sometan a sus hijos a una educación que va en contra de sus propias creencias y valores. El educar “en el Señor” a nuestros hijos es la responsabilidad que tenemos los seguidores de Jesús (Ef. 6:4).

De modo que –si Dios no lo impide– pronto nos veremos en la disyuntiva, bien de acatar lo que dicta el Estado en oposición a la Palabra divina, bien de obedecer a Dios antes que a los hombres y sufrir las consecuencias (Hch 4:19-20). ¿Vamos a confesar, como en los primeros siglos del cristianismo, que “Jesús es Señor” y vivir de acuerdo con lo revelado en su Palabra con todas las consecuencias, o vamos a decir que “César es Señor”? Cuando el Estado se entremete en el terreno de la conciencia personal y de la lealtad a Cristo no hay más alternativas.

Pero cuando el Partido Socialista dice que “la laicidad se [ha] implantado en España de manera irreversible”, no quiere decir “la laicidad” (separación Iglesia-Estado), sino “el laicismo” (o desmantelamiento del cristianismo), que es su propia ideología. Y a esto tenemos que responder dos cosas: 1) que su manera de entender la separación Iglesia-Estado equivale más bien al totalitarismo del Estado sobre la Iglesia de Cristo –y sobre la conciencia humana–; y 2) que ese “laicismo”, gracias a Dios, aún no está “implantado irrevesiblemente” en España. Todavía queda un atisbo de esperanza en el horizonte y gente que lucha –quizá no de la mejor manera– contra la tiranía ideológica anticristiana. La movilización sugerida por los obispos católicos a favor de la objeción de conciencia en lo concerniente a los matrimonios homosexuales (jueces y alcaldes) y a la asignatura de “educación para la ciudadanía” (padres) que se empezará a impartir el año que viene en los colegios, es algo a lo que podemos sumarnos; quizá hasta aún estemos a tiempo de organizarnos para hacer oír nuestra voz como evangélicos en estas cuestiones –nuestra gran asignatura pendiente– y para preparar alternativas si fuera necesario.

Los incrédulos no entienden que se dé tanta importancia a estas cuestiones; pero es que para los creyentes en Cristo Jesús el asunto es de una importancia vital, ya que está en juego nuestra fidelidad a Dios, la salvación de nuestros hijos y el cumplimiento de nuestro cometido aquí en la tierra. ¿Por qué, entonces, algunos evangélicos brindan su apoyo a este programa de secularización anticristiana de la sociedad, la familia y el individuo? ¿Es que no ven que es contrario a la comisión del Señor de hacer discípulos de Cristo a todas las naciones? (Mt. 28:18-20).

¿Somos tan inveteradamente ingenuos que nos parece estar avanzando en derechos y libertades con el PSOE porque es “el primer partido político español que incluye el hecho religioso en su programa”, cuando en realidad lo que hacemos no es sino retroceder respecto a nuestra libertad y a los valores democráticos? ¿Y el hecho de que se invite a algunos socialistas evangélicos para confeccionar el programa del PSOE? ¿No debería preocuparnos más que alegrarnos? A mí sí me preocupa.

EVANGÉLICOS EN LA POLÍTICA
X. Manuel Suárez

La ingenuidad de los evangélicos limita nuestra capacidad de acción política. Un hermano descarado decía que somos serpientes con los de adentro y palomas con los de afuera. Es cierto que tendemos a confundir buena voluntad con ingenuidad: la primera es útil en política, la segunda es suicida. Lo hemos dicho en este mismo foro: para participar en política es básico tener los principios claros y los objetivos bien definidos; desde aquí, podemos plantearnos ser más pragmáticos o menos, optar por la co-beligerancia con compañeros de ruta diferentes a nosotros, o renunciar a ella; en cualquier caso, los creyentes debemos ser unánimes en los principios y en los objetivos, y comprender y tolerar los diversos grados y las diferentes vías de ejercer el pragmatismo y la co-beligerancia. Es desde esta visión que les animo a abordar el interesante artículo de mi hermano y amigo Juan Sánchez Araújo “La ingenuidad de los evangélicos”.

Estoy plenamente de acuerdo con Juan en los aspectos de su escrito que se refieren a los principios: sus certeras críticas del laicismo dogmático (en contraste con la necesaria laicidad, de la que los protestantes fuimos los precursores), de la exaltación de la homosexualidad, de los recortes a la libertad de expresión, o del intento de ahogar las propuestas cristianas relegándolas a la privacidad.

Ahora, comprendo su personal visión de las formas de ejercer el pragmatismo o la co-beligerancia, y por eso mismo espero que mi hermano Juan comprenda las diferentes vías por las que otros evangélicos las quieren ejercer.

Por poner un ejemplo, podríamos elaborar una argumentación igual de coherente que la suya si la pusiésemos en un espejo y mostrásemos cómo su estrategia de co-beligerancia con los obispos católicos puede suponer una grave ingenuidad: no dudamos de la buena fe de muchos amigos católicos de base, dispuestos a colaborar con nosotros con generosidad plena –y podríamos citar personas concretas–, pero la Historia demuestra que la jerarquía católica nunca estuvo dispuesta a colaborar en igualdad de condiciones con nosotros, nunca renunció a imponernos sus objetivos, y siempre que pudo intentó ahogar nuestra voz y nuestra presencia; a lo largo de la Historia la Iglesia Católica sólo ha sido tolerante cuando ha carecido de poder para imponerse; aliarse con ella tiene un elevado riesgo e ignorar ese riesgo supone una temeraria ingenuidad. Por otra parte, hasta la reciente restauración de la democracia, los evangélicos gozábamos de cierta libertad sólo cuando gobernaban partidos de izquierda, que, por razones más o menos pragmáticas, quisieron darnos los mismos derechos que a los católicos, mientras que la derecha o nos persiguió o, en el mejor de los casos, nos ignoró desconsideradamente, como sucedió posteriormente durante el mandato de Aznar.

Bien, podríamos llenar la sección de cartas al director de réplicas y contrarréplicas a estos argumentos y a los de mi hermano, pero al final sólo se trataría de dilucidar si es más eficaz co-beligerar con la derecha o con la izquierda, con los obispos católicos o con los inquisidores laicistas. Pues no; no discutamos más: dejemos libertad a cada cual, respetemos la visión de cada hermano y reconozcamos en cada creyente a una persona comprometida con mis mismos principios, que persigue mis mismos objetivos, pero que circula por otro carril que considera que le llevará más rápido y con menos riesgo a conseguir la por todos nosotros deseada influencia cristiana.

Justamente lo que precisamos es calcular bien el riesgo: comprendo que Juan S. Araújo vea elevadísimos riesgos en la praxis política de nuestros hermanos en el PSOE, pero ellos corren riesgos equiparables a los de Juan en su carril; son muy interesantes las advertencias de nuestro hermano para darles otra visión, desde fuera, de esos riesgos, pero le pido a él y a quienes lo ven como él que sean capaces de comprender que sus hermanos en el PSOE no son unos inconscientes, y que oren por ellos para que el Señor les descubra dónde están las oportunidades y dónde las trampas, porque si nuestros hermanos en la izquierda consiguen avances, serán avances para todos nosotros. Por favor, a estos hermanos de la izquierda les pido que actúen exactamente igual con los protestantes que, como Araújo, ven oportunidades en la co-beligerancia con la derecha y con la Iglesia Católica. Y a todos pido que pongan siempre en balanza las posibilidades de influencia y los riesgos asumibles.

Lo que no creo que podamos reclamar es tener un riesgo nulo: no sólo en la política, sino en toda nuestra actividad en la tierra el riesgo es directamente proporcional a nuestro compromiso con nuestros semejantes e inversamente proporcional a la profundidad de nuestras convicciones; afinquémonos en éstas, que tenemos un ancla firme a la que sujetarnos, y asumamos con pragmatismo y sabiduría el precio a pagar por involucrarnos con los demás. Los únicos que gozarán del venturoso riesgo nulo son los que cierran nuestras iglesias y nuestras vidas a los demás.

Desde esta perspectiva, debe ser motivo de alegría, gracias al Señor y oración, comprobar la capacidad de nuestro hermano dentro del PSOE, Pedro Tarquis, para presentar una perspectiva evangélica en el debate para la conformación del programa electoral del PSOE; lo ha hecho desde la fidelidad a nuestros principios, desde la excelencia, desde la imagen que se ha labrado dentro de ese partido, desde el pragmatismo y desde el riesgo calculado: el que le ha llevado a estar suficientemente dentro como para ser oído y mantenerse suficientemente asido a sus principios como para no comulgar con ruedas de molino.

¿Habrá que plantearse hacer esto en el PSOE o quizás mejor en el PP o quizás en un partido nacionalista? Pues no: hay que hacerlo en todos. El Observatorio Cívico Independiente (proyecto de la Alianza Evangélica Española) no sólo apoya la excelente labor de Pedro Tarquis, sino que él la ha asumido porque así se lo hemos pedido; y trabaja para que cada vez haya más hermanos con las ideas claras y con capacidad de influencia en todos los partidos del abanico ideológico, que, desde la fidelidad a nuestros principios, renunciando a métodos desleales, se hagan escuchar con claridad.

Por razones honestas o por las que adivina Araújo, lo cierto es que el PSOE ha abierto sus puertas a la voz protestante; por favor, no nos paralicemos preguntándonos por sus intenciones, recojamos el reto y trabajemos para que lo mismo se reproduzca en el PP y en los demás partidos.



MULTIMEDIA
Si lo desea, puede leer las noticias motivo de estos dos artículos

“Participación protestante –con voz y voto- en el Congreso Político 2006 del PSOE en Madrid” AQUÍ

“El PSOE, primer partido político español que incluye el hecho religioso en su programa”, AQUÍ

También pueden escuchar una entrevista a Pedro Tarquis sobre este tema (audio de 2 Mb) AQUÍ
 

 


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