La dictadura castrista dejará una inmensa herencia de corrupción y burocracia que sobrevivirá durante años a la restauración de la democracia y desgraciadamente la gente seguirá pensando que son inevitables; antiguos miembros del Partido Comunista pasarán a engrosar las filas de las mafias que tratarán de controlar el nuevo mercado.
La Iglesia Evangélica debe mostrar que en una nueva sociedad democrática no se pueden tolerar estos valores de corrupción escondida en burocracia y debe educar a sus conciudadanos desde la palabra y desde el ejemplo en los nuevos valores de la transparencia y la responsabilidad. Por otra parte, la necesidad de supervivencia ha llevado a muchos cubanos a recurrir al mercado negro y a algunas irregularidades; estos hábitos extendidos, bien explicables por la dureza de la situación, no deberán ser ya justificables en una sociedad libre, y para erradicarlos se necesita edificar una nueva cultura de transparencia en las relaciones sociales; nadie está tan capacitado y autorizado como la Iglesia Evangélica para hacerlo.
Las relaciones económicas serán profundamente modificadas hacia una economía libre de mercado; esto requerirá también el establecimiento de una nueva mentalidad en las personas y en la sociedad, como comprobamos con la experiencia de los países del este de Europa.
Hay dos extremos de los que debe huir la nueva Cuba: el capitalismo inhumano y la cultura de la subvención. La propia Iglesia Evangélica debe adquirir una visión libre y responsable del desarrollo económico, debe liberarse de las machaconas consignas antiamericanas y anticapitalistas del castrismo y comprobar cómo la Biblia presenta muchos personajes que tuvieron abundancia de posesiones y que fueron bendecidos por Dios y usaron el dinero para beneficio de los suyos y de la sociedad(1); debe tomar como modelo a la mujer de Pr 31.10-31; debe releer a Weber y reconocer la legitimidad del beneficio económico fruto del trabajo y la creatividad,
ha de entender la correcta relación entre ética protestante y capitalismo, pero tiene que recordar con Weber que el desarrollo capitalista, si se vacía de humanidad, se convierte en un esqueleto opresor: el progreso económico no debe ser causa de mala conciencia en nuestros hermanos, al contrario, pero deben recordar que el dinero es un mero medio, no un fin, y el aumento de la riqueza económica se debe acompañar de un aumento de la riqueza humana en forma de solidaridad, poniendo en práctica Stg 2.14-17; en cualquier caso, ante el desarrollo económico que se avecina en Cuba, hay riesgo de que se impongan los valores del culto al dinero fácil; se multiplicarán los nuevos ricos (muchos, antiguos esbirros del régimen castrista); ante esto, la Iglesia Evangélica debe enseñar que las personas valen por lo que son, no por lo que tienen(2).
La ayuda económica lloverá sobre Cuba, no hay duda, pero la Iglesia Evangélica debe enseñar a sus conciudadanos a usarla responsablemente con los criterios de la parábola de los talentos(3), debe enseñarles a renunciar a la cultura de las subvenciones y la dependencia del exterior.
En los primeros años se producirá una imparable especulación del suelo y las propiedades; animo a mis hermanos a que aprovechen con responsabilidad las oportunidades –la mujer virtuosa de Pr 31 “considera la heredad, y la compra”(4)–, pero que no olviden que las burbujas especulativas acaban explotando si no se controlan juiciosamente. Deben enseñar también a la gente a huir del endeudamiento fácil, un grave riesgo en la nueva Cuba, que aprendan a administrarse y recuerden la parábola del rey que quería construir una torre(5).
Estos son algunos de los valores que la nueva sociedad cubana necesitará con urgencia para asentar sólidamente un sistema democrático; nuestros hermanos cubanos los conocen y deben practicarlos dentro para enseñarlos fuera con convicción.
La Iglesia Evangélica en Cuba tiene un reto histórico ante sí; para cumplir con él, debe cuidar también su imagen.
La transición política necesitará imperiosamente personas e instituciones con capacidad de diálogo, que hagan de puente, y la Iglesia Evangélica está capacitada para ello, pero estas instituciones han de estar cargadas de autoridad moral; el hecho de haber sido perseguida por el castrismo dota de gran autoridad moral a nuestra Iglesia cubana ante la nueva situación.
No hay duda de que la dictadura intentará abrir negociaciones con la Iglesia Evangélica y ofrecerá contrapartidas; nuestros hermanos bajo ningún concepto se pueden dejar deslumbrar: han de estar abiertos a todo diálogo, pero ahora más que nunca deben mostrar su
desvinculación con el régimen castrista, no pueden caer en la tentación de legitimar a la dictadura por un plato de lentejas de privilegios concedidos a última hora, porque perderían definitivamente su imagen, su función social y su capacidad de influencia en la transición política: nuestros hermanos necesitan marcar bien su disposición al diálogo tanto como su incorruptible independencia.
Necesitan nuestra oración y nuestro apoyo; los tendrán. De ellos depende, mucho más de lo que puedan imaginar, el tipo de transición que se produzca en Cuba.
Que el Señor les guíe.
(1) entre muchos ejemplos, Gén 30.43, Job 42.15
(2) Lc 12.15
(3) Mt 25.14-30
(4) Pr 31.16
(5) Lc 14.28
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