El doctor Padilla hizo su doctorado en Nuevo Testamento bajo la mentoría del erudito, sabio y pastor F. F. Bruce, cuya obra final
El canon de Las Escrituras está disponible en castellano gracias a CLIE. Desde los años cincuentas del siglo pasado se vinculó al trabajo de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, bajo cuyos auspicios visitó la ancha geografía latinoamericana. En 1969 y en el marco del Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I), junto con otros evangélicos jóvenes interesados en comunicar el Evangelio de manera pertinente a la realidad de nuestras tierras, René inició un proyecto que se cristalizó en 1970 y sigue vigente hasta ahora, la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Los primeros frutos de la reflexión contextualizada de la FTL vieron la luz en un libro publicado en España, por Ediciones Evangélicas Europeas:
El debate contemporáneo sobre la Biblia.
La faceta de René Padilla como teólogo y maestro de la Biblia merece un análisis detenido, lo mismo que su actividad como escritor en medio de un sin fin de actividades en el ministerio estudiantil. Aquí solamente queremos llamar la atención a una tarea de Padilla por la que no ha sido suficientemente reconocido. Nos referimos a su incansable, constante, y a veces solitaria labor de editor. Bajo su dirección fueron publicados por Ediciones Certeza libros esenciales para la formación de discípulos comprometidos con Jesucristo y con el medio en que desarrollaban sus actividades cotidianas. Como director de la
Revista Certeza, Padilla conjunto autores que desentrañaban temas candentes cada trimestre y tenían por objetivo dialogar con las interrogantes y convicciones de la convulsionada América Latina de los años sesenta y setenta del siglo XX. Recuerdo con profundo agradecimiento cómo en nuestro grupo evangélico universitario esperábamos con avidez cada nueva entrega de la publicación. Su contenido nos sirvió incontables veces para entablar diálogos con estudiantes de distintas ideologías en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Cuando por distintas circunstancias la
Revista Certeza tuvo que cerrarse, René Padilla consiguió auspiciantes y comenzó, a principios de los ochentas, una nueva publicación trimestral, la revista
Misión. La misma que después modificó su nombre y pasó a llamarse
Iglesia y Misión, que ahora sólo aparece en su versión digital y le dijo adiós al papel. De la misma manera el ministerio que desarrollaba como editor de libros en
Ediciones Certeza, lo continúo en
Nueva Creación, donde puso a disposición de los lectores latinoamericanos magníficas obras originalmente escritas en inglés, y volúmenes de autores de habla castellana que mostraban madurez teológica y con ello creaban escuela en el Continente.
Miles de páginas fueron minuciosamente corregidas por René Padilla, y el fruto de esa amorosa actividad se encuentra en una revista clásica y esencial para entender el desarrollo de la teología evangélica contextualizada, el
Boletín Teológico, que fue un espacio formativo de generaciones y germen de muchos proyectos hoy bien consolidados en distintos países latinoamericanos. Si no mal recuerdo llegó más o menos a setenta números, cada uno con entre 70 y 100, o más, páginas. El
Boletín cedió su lugar a la colección FTL, que ya va en el libro número 24. Para ya no depender de los zigzagueos de algunas editoriales evangélicas que truncaron compromisos pactados con el doctor Padilla, él tomó la atinada decisión de forjar desde sus cimientos una aventura publicadora,
Ediciones Kairós (cuyo catálogo está disponible en
www.kairos.org.ar), que desde Argentina cumple una fructífera labor entre quienes no se conforman con obras ligeras y simplistas, sino que buscan solidez en la reflexión bíblico-teológica y su articulación con la realidad vivida.
La profunda convicción de René Padilla en la palabra escrita, en la necesidad de poner los libros a disposición de sus potenciales lectores, su indeclinable creencia en que son medios insustituibles en el proceso del discipulado cristiano, lo ha llevado a dedicar múltiples jornadas en conjuntar y revisar las ponencias de los CLADE II, III y IV, para después lanzarlas como libros a la luz pública. Gracias a su perseverancia, y la del pequeño equipo que le acompaña (con Cathy, su esposa, en primer lugar), hoy podemos seguir desde nuestro lugar preferido de lectura lo expuesto en aquellos eventos y ser edificados, a la vez que retados en nuestro compromiso cristiano.
El mismo René dejó constancia escrita de su labor como editor, en 1992 en un volumen colectivo titulado
Llamados a escribir, confió que su “contribución al desarrollo de la literatura evangélica en América Latina ha sido mucho mayor como editor que como autor. En honor a la verdad, tengo que decir que me gusta mucho más escribir que realizar la tediosa tarea de corregir manuscritos escritos por otros. Sin embargo, si la Fraternidad Teológica Latinoamericana iba a publicar, alguien tenía que ocuparse del trabajo editorial, y (¡un poco a regañadientes!) vez tras vez la responsabilidad de editar los capítulos de un compendio o los artículos de la revista ha recaído sobre mí. Siempre he dicho que lo que más se necesita en el mundo de la literatura evangélica latinoamericana no es tanto escritores como editores. En otras palabras, se necesita gente dispuesta a brindar asesoramiento literario a los nuevos autores y pulir su estilo. Por supuesto, lo ideal sería tener más autores dispuestos a invertir el tiempo que se precisa para aprender a escribir bien. A escribir se aprende como se aprende a tocar un instrumento: no conozco a nadie que toque bien la guitarra, el piano, o el violín sin muchas horas de práctica. La tarea de escribir no es menos exigente: demanda estudio, perseverancia, tiempo.”
Concluyo con una nota personal. En mis años de estudiante universitario conocí personalmente a René Padilla, de quien había leído escritos tanto en la
Revista Certeza, como en libros de la editorial del mismo nombre. En aquel tiempo René auspicio un taller de formación de escritores itinerante por distintos países de América Latina. Cuando llegó el turno de que el taller se impartiera en México, fui uno de los invitados, creo que gracias a que era uno de los líderes del ministerio cristiano en la UNAM. Me parece que también contó que en sus visitas previas al país, tanto Samuel Escobar como René Padilla alguna posibilidad vislumbraron en ese estudiante que se la pasaba haciéndoles pregunta tras pregunta. En fin, el hecho es que asistí al taller que impartió el escritor argentino, bautista, Arnoldo Canclini. De él mismo
Ediciones Certeza había publicado como material de apoyo un libro que guardo con cariño y gratitud
¡Escribe! Manual del escritor cristiano. Después de que el taller tuvo lugar, en una posterior visita a México, René Padilla nos estaba dando un curso a un grupo de universitarios evangélicos y en cierto momento, y después de una intervención mía, René me preguntó. “¿Carlos, por qué no escribes? Estoy esperando tus artículos para
Certeza y el
Boletín Teológico”. Esa pregunta de René me ayudó a decidirme, a tomar en serio la tarea de escribir.
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