La deuda es una herramienta financiera que, utilizada sin prudencia, puede amenazar nuestra salud económica.
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La deuda ha dejado de ser un tabú. Mientras que las generaciones pasadas, como la de nuestros abuelos, veían el endeudamiento como un mal necesario, casi una desgracia, hoy en día se ha transformado en una herramienta común y aceptada en nuestras finanzas personales. Para nuestros abuelos, pedir dinero prestado era sinónimo de esclavitud ante el acreedor. Apreciaban profundamente la libertad que les daba vivir sin deudas, aunque ello implicara sacrificios: ¿cuántas vacaciones no se tomaron para evitar caer en el ciclo del endeudamiento o para liberarse de las deudas existentes?
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Hoy, parece impensable adoptar esa misma mentalidad. De hecho, es difícil imaginar un mundo en el que las tarjetas de crédito, los préstamos y las hipotecas no sean parte del día a día. Los mensajes que recibimos a diario nos dicen que endeudarse es una estrategia válida para prosperar, para aprovechar oportunidades, incluso una forma "inteligente" de comprar. Pero, ¿realmente sabemos hasta qué punto el endeudamiento es saludable para nuestras finanzas?
Según el BBVA, el nivel crítico de endeudamiento individual se sitúa en el 20%. Es una cifra que refleja el límite a partir del cual las deudas comienzan a representar un riesgo para nuestra estabilidad financiera. Sin embargo, este es solo un aspecto del complejo mundo de las finanzas personales, un área en la que la deuda puede ser tanto una aliada como un enemigo si no se maneja con sabiduría.
La gestión de la deuda en nuestra economía debería reflejar los principios de nuestro estilo de vida cristiano, guiándose por la prudencia y la responsabilidad. En este sentido, la deuda no debe ser vista como una solución temporal para equilibrar las finanzas, sino como una herramienta estratégica para aumentar nuestros activos financieros, siempre y cuando se utilice con cautela y se mantenga en armonía con un manejo adecuado de las finanzas personales. Solo a través de una planificación ordenada y consciente podemos evitar que la deuda comprometa nuestra estabilidad y bienestar económico.
"Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de sus acreedores." – Proverbios 22:7
Hoy vamos a adentrarnos en un tema crucial para nuestras finanzas, tanto a nivel personal como en el panorama global: la deuda. La Biblia, en Proverbios 22:7, nos lanza una advertencia clara y contundente: "Los deudores son esclavos de sus acreedores". Esta verdad, escrita hace milenios, resuena con una sorprendente actualidad.
Antes de explorar cómo la deuda nos afecta individualmente, es importante entender su impacto a gran escala, en la macroeconomía.
Hubo un tiempo, hace siglos, en que el valor de nuestra moneda estaba directamente vinculado al oro. Este "patrón oro" significaba que cada billete que tenías podía convertirse en una cantidad específica de este metal precioso. Era un sistema que ofrecía estabilidad y confianza. Sin embargo, a raíz de eventos históricos como la Gran Depresión de 1929, este sistema fue gradualmente abandonado, y el presidente Nixon lo "enterró" definitivamente en 1971.
¿Qué significa esto para nosotros? Que hoy, nuestro dinero ya no está respaldado por algo con valor intrínseco como el oro, sino por "promesas". De hecho, la mayor parte de la emisión de moneda se realiza contra deuda. En otras palabras: cuanto más dinero se emite, más deuda existe.
La deuda no es solo un concepto económico; puede ser una herramienta de influencia y control. Pensemos en el caso de Montenegro. Este pequeño país se endeudó con un banco estatal chino para construir una autopista. Si no pueden pagar, una cláusula del contrato permite a la empresa china quedarse con la explotación del puerto y la propiedad de tierras. Un escenario similar ocurrió con Sri Lanka, que perdió la explotación de su puerto durante 99 años por no poder saldar una deuda con China.
Estos ejemplos nos muestran cómo la deuda pública de muchos países, a menudo superando el 100% de su PIB, puede terminar en manos de otras naciones, dándoles una influencia significativa sobre las decisiones trascendentales de esos países. Como dice Leopoldo Abadía, "el mayor pecado de nuestros gobernantes es el desprecio al déficit y la deuda pública", lo que lleva a menor crecimiento, menor inversión, menor productividad y mayor inflación.
Si la deuda a nivel macro es preocupante, sus efectos a nivel micro, en nuestros hogares y vidas, pueden ser devastadores. La popular serie "El Juego del Calamar" nos ofrece una cruda analogía de cómo el sobreendeudamiento puede llevar a situaciones extremas.
En Corea del Sur, por ejemplo, el frenesí del crédito que comenzó en 1997 llevó a una relajación de las regulaciones y a tasas de interés bajas, resultando en un boom de líneas de crédito. La crisis financiera global de 2007-2008 solo agravó la situación, llevando a miles de surcoreanos a recurrir a más préstamos para postergar una quiebra inevitable.
Algunas estadísticas alarmantes de este fenómeno incluyen:
Las consecuencias de este sobreendeudamiento son trágicas. Es común que las personas oculten su situación económica a sus familiares y compañeros de trabajo, llevando este secreto a las últimas consecuencias, incluyendo el suicidio, que es la principal razón detrás de este acto en uno de los países con mayor tasa de suicidio de la OCDE.
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El versículo de Proverbios 22:7 no es una condena, sino una advertencia y una invitación a la libertad. Nos insta a reflexionar sobre las cadenas invisibles que la deuda puede forjar. Si la deuda a nivel macro puede comprometer la soberanía de una nación, a nivel personal puede esclavizar nuestras decisiones, nuestra paz mental y nuestra libertad para vivir el propósito que Dios tiene para nosotros.
Como cristianos, nuestra fe nos llama a ser buenos administradores de los recursos que Dios nos confía. Esto implica sabiduría, disciplina y, sobre todo, una confianza plena en Su provisión, no en la capacidad de endeudarnos.
Entender estas realidades, tanto macroeconómicas como personales, nos impulsa a tomar decisiones financieras con mayor discernimiento, buscando siempre la libertad y la integridad que nos permiten servir a Dios y a nuestro prójimo sin las ataduras de la deuda.
En el próximo artículo, exploraremos cómo la deuda impacta nuestra economía personal y familiar, analizando no solo sus implicaciones financieras, sino también lo que la Biblia tiene que enseñarnos sobre este tema tan relevante.
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