Reconocer a Dios como el Creador y Propietario de todo lo que poseemos, incluyendo nuestras finanzas, implica aceptar su control absoluto sobre los recursos y su responsabilidad de proveer para nuestras necesidades.
Como vemos en la brújula del discipulado financiero, la primera fase de este, una vez hemos conocido a Cristo, es el descubrir su reino y esto nos dará un nuevo enfoque del reino, de nuestra vida, incluyendo las finanzas.
Lo primero que descubrimos es el rol de Dios y el nuestro en las finanzas. Este paso es muy importante, tanto para nuestra dependencia en el Señor, como para entender que su soberanía cubre todo incluido nuestras finanzas.
Un acontecimiento sin precedentes en la historia de la humanidad, al menos según los registros documentales, tuvo lugar cuando el pueblo de Israel y su casa real ofrecieron una contribución de valor incalculable. Según expertos. estimada en más de 40.000 millones de dólares en términos actuales, esta ofrenda comprendía metales preciosos, gemas, efectivo y materiales diversos destinados a la construcción de una obra de ingeniería y arquitectura sin igual: el templo del Señor. El relato de este acto generoso se encuentra en 1 Crónicas 29:1-9, donde se manifiesta el cumplimiento del anhelo del rey David de erigir un lugar de adoración digno para Dios (1 Crónicas 17:1)
Impulsados por un fervoroso entusiasmo, donantes y el Rey David celebraban un momento de gran felicidad. Sin embargo, en un giro solemne, David apartó su atención de la asamblea para dirigir una bendición a Dios. Esta exaltación, un reconocimiento de la soberanía divina sobre la creación y las posesiones, se erige como un precedente de la comunicación con lo sagrado, tal como se refleja en la oración del Padre Nuestro.
“Y bendijo David al Señor en presencia de toda la asamblea. Y David dijo: Bendito eres, oh Señor, Dios de Israel, nuestro padre por los siglos de los siglos. Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; tuyo es el dominio, oh Señor, y tú te exaltas como soberano sobre todo. De ti proceden la riqueza y el honor; tú reinas sobre todo y en tu mano están el poder y la fortaleza, y en tu mano está engrandecer y fortalecer a todos. Ahora pues, Dios nuestro, te damos gracias y alabamos tu glorioso nombre. Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecer tan generosamente todo esto? Porque de ti proceden todas las cosas, y de lo recibido de tu mano te damos. “ 1 Crónicas 29:10-14 LBLA
El pasaje en cuestión enfatiza la autoridad suprema de Dios, extendiéndose sobre la totalidad del cosmos, abarcando tanto las esferas celestiales como las terrenales. Se explicita que la titularidad de toda posesión y poder, corresponde únicamente a Dios. Esta declaración resalta la inmensidad de Su poder y el control absoluto que ejerce sobre todo lo creado.
Con esta declaración, David nos introduce a una serie de artículos sobre Discipulado Financiero que encontrarás quincenalmente en Protestante Digital. Comenzamos con 'El rol de Dios en tus finanzas', el primer paso de este recorrido.
La claridad en la definición de roles se erige como un pilar fundamental en la estructuración de la vida humana, abarcando desde las dinámicas interpersonales más íntimas hasta las complejas interacciones sociales. Establecer límites precisos en los ámbitos de actuación no solo optimiza el desempeño individual, sino que también previene la intrusión en las esferas de responsabilidad ajenas.
En el contexto de la educación filial, por ejemplo, se observa una clara delimitación de roles, el Rol Parental: Los progenitores asumen la responsabilidad primordial de la educación de sus hijos, trascendiendo la mera transmisión de conocimientos. Su rol abarca la inculcación de valores éticos y espirituales, así como la provisión de un legado financiero que siente las bases para el futuro de sus descendientes, el Rol Educativo: Los educadores, por su parte, se dedican a la instrucción académica, ciñéndose a los lineamientos establecidos por las políticas educativas vigentes. Su labor se centra en la transmisión de conocimientos específicos, contribuyendo al desarrollo intelectual de los estudiantes, el Rol de la Instrucción Religiosa: los instructores de escuelas dominicales desempeñan un papel complementario, reforzando los principios de fe profesados por los padres. Su enseñanza, alineada con las convicciones familiares, fortalece el desarrollo espiritual de los jóvenes.
La sinergia armoniosa entre estos roles, aunada a una gestión eficaz de las responsabilidades inherentes a cada uno, resulta en una educación integral para los hijos. La claridad en la definición de roles promueve la eficiencia, la armonía y el éxito en todos los ámbitos de la vida.
Cuando hablamos de finanzas personales o empresariales, también debemos entender cuál es el nuestro ámbito de actuación para una buena gestión económica y como consecuencia, vivir en buena salud financiera.
De la declaración de David podemos extraer 4 principios que nos ayudarán en nuestra gestión financiera.
1.- El primer principio se basa en la afirmación de que Dios es el creador de todo lo que existe. Como se declara en Colosenses 1:16: "Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él". (LBLA)
Este principio nos recuerda que, en última instancia, todo lo que poseemos proviene de Dios. Reconocer esta verdad nos ayuda a cultivar una actitud de gratitud y a evitar la arrogancia en nuestra gestión financiera.
David quería dejar claro que todo lo que se le ofrendaba a Dios, procedía de la creación de Dios mismo.
2.- Dios tiene todo el control. El Salmo 135, versículo 6, expresa esta verdad de manera contundente: "El Señor hace todo lo que quiere en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos sus abismos" (LBLA). Esta declaración reafirma la omnipotencia divina y su capacidad para dirigir el curso de la historia según su voluntad.
La aparente contradicción entre la voluntad humana y la soberanía divina se resuelve al comprender que Dios permite la libertad de elección, pero guía el curso de la historia para cumplir sus propósitos. Incluso la generosidad humana, como en el caso de David al ofrecer construir un templo, se inscribe dentro del control soberano de Dios.
La comprensión de la soberanía divina nos invita a confiar en el plan de Dios y a reconocer su control sobre todas las cosas. Aunque no siempre comprendamos los caminos de Dios, podemos tener la certeza de que él está obrando para nuestro bien y para su gloria.
3.- Dios sigue siendo el dueño de todo. La afirmación de que Dios es el dueño absoluto de toda la creación constituye un principio teológico fundamental que trasciende el mero reconocimiento de su poder creador. Esta verdad, reiterada a lo largo de las Escrituras, invita a una profunda reflexión sobre nuestra relación con los bienes materiales y la fuente última de nuestra provisión.
La Palabra de Dios, a través de diversos pasajes, subraya la soberanía divina sobre la creación. El Salmo 24:1 declara: "Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan" (LBLA). Esta afirmación no solo abarca la vastedad del cosmos, sino que se extiende a las posesiones terrenales, como se evidencia en Levítico 25:23: "La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra es mía y vosotros no sois aquí más que forasteros y huéspedes" (LBLA).
La propiedad divina no se limita a la tierra, sino que abarca también los recursos materiales, como el dinero. El profeta Hageo, en un contexto de reconstrucción del templo, proclama: "Mía es la plata, y mío es el oro —afirma el Señor Todopoderoso—" (Hageo 2:8 LBLA). Esta declaración reafirma que, a pesar de las aparentes posesiones humanas, Dios conserva la titularidad de todos los bienes.
La soberanía divina sobre la creación implica que Dios no ha transferido la propiedad de las cosas al ser humano. Él es el dueño de todo, y su dominio es perpetuo. Como se afirma en Colosenses 1:17: "Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas permanecen".
La convicción de que Dios es el dueño de todo lo que existe, incluyendo nuestros recursos materiales, genera una profunda sensación de libertad y confianza. Al reconocer la soberanía divina, nos liberamos de la ansiedad y el temor a la escasez, experimentando una paz que trasciende la comprensión humana. Esta verdad nos invita a vivir con gratitud, reconociendo que todo lo que poseemos proviene de Dios y está destinado a ser utilizado para su gloria.
4.- Dios es el Proveedor. Como vemos en el pasaje, incluso las ofrendas que el pueblo ofreció provienen de Dios mismo.
La promesa de provisión divina se encuentra explícita en Mateo 6:33: “Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Este versículo revela una dinámica esencial: la provisión divina está condicionada a la búsqueda prioritaria del reino de Dios. De igual manera, el ejemplo de los apóstoles, enviados a predicar el evangelio, ilustra esta condicionalidad: la provisión de sus necesidades estaba ligada a su cumplimiento de la misión encomendada.
Al igual que en el Edén, donde Adán y Eva debían gestionar los recursos provistos por Dios, los creyentes son llamados a administrar sabiamente los bienes que reciben. Dios provee los recursos necesarios para la subsistencia, pero la responsabilidad de utilizarlos adecuadamente recae en el ser humano.
La provisión divina trasciende las circunstancias económicas adversas. Dios puede proveer incluso en momentos de necesidad extrema, como lo demuestra el relato de Elías y los cuervos (1 Reyes 17:4,6). La fidelidad de Dios en suplir las necesidades es predecible (Filipenses 4:19), pero la forma en que lo hace es impredecible.
Es crucial distinguir entre necesidades básicas (comida, vestido, techo) y deseos. Dios puede proveer para los deseos, pero lo hará según su voluntad y en respuesta a la obediencia y el deleite en Él (Salmo 37:4).
Reconocer a Dios como el Creador y Propietario de todo lo que poseemos, incluyendo nuestras finanzas, implica aceptar su control absoluto sobre los recursos y su responsabilidad de proveer para nuestras necesidades. Esta comprensión puede transformar radicalmente nuestra perspectiva sobre las finanzas, ofreciendo respuestas a nuestras luchas económicas y brindando consuelo en tiempos de dificultad.
Cuando tenemos claro el rol de Dios en nuestras finanzas y en nuestra vida, nos queda focalizamos en nuestro rol, que veremos en el siguiente artículo de la serie.
La claridad en el rol de Dios como Creador, Soberano y Proveedor es esencial para una vida financiera estable y una paz interior duradera. Al centrarnos en esta verdad, podemos liberarnos de la preocupación y la ansiedad, y enfocarnos en cumplir nuestro propio rol con confianza y gratitud.
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