Casiodoro de Reina tuvo contacto y amistad con personajes mal vistos por quienes lo criticaban a él por su, para ellos, falta de firmeza doctrinal.
Que no se creyera [la Inquisición] que podían extirparse las herejías con otro hierro ni otro fuego que la misma palabra de Dios. El Apóstol enseñaba claramente ambas cosas en la carta a Tito, en la que, entre otras dotes que han de acompañar a un obispo cristiano, requiere que sea tenaz en la plática fiel, la cual es, según su doctrina, para que sea capaz (dice) de exhortar y convencer a los que hayan sido contradictores. Pues del mismo modo que nunca se podrá infundir a la fuerza o con tormentos la fe salvadora (que es tal por naturaleza), así tampoco se extirparán las herejías ni siquiera con la muerte misma de los herejes. Por el contrario, lo más apto para ambas cosas es la misma palabra de Dios, único instrumento con el que no sólo se engendra la fe sino que además se aumenta.
Reinaldo González Montes (1567)[1]
Durante su estancia en Londres, finales de 1558-principios de 1559 a septiembre de 1563, Casiodoro de Reina tuvo contacto y amistad con personajes mal vistos por quienes lo criticaban a él por su, para ellos, falta de firmeza doctrinal. Sus adversarios lo acosaban por haber cultivado contacto “con dos excluidos de la Iglesia reformada: el holandés Adriaan Haemstede [y] el italiano Acontius”.[2] El primero, al igual que Reina, había defendido el derecho de los anabautistas a mantener sus creencias y sostenía que no debían ser perseguidos. Por su parte Acontius estuvo de parte de Sebastián Castellio en la controversia que sostuvo con Calvino.
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Jacobo Acontius (o Aconcio), italiano discípulo de Juan de Valdés, abandonó Italia y se refugió en Estrasburgo. Durante los meses que residió en Basilea entabló amistad con Sebastián Castellio. Por algún tiempo vivió en Zúrich, en casa de Bernardino Ochino, cuando Isabel I ascendió al trono (enero de 1559) decidió exiliarse en Inglaterra.[3] Por coincidir con los puntos de vista de otro refugiado en Londres, Adrián Haemstede, ministro de la Iglesia de refugiados flamencos, tuvo problemas y fue excomulgado.
Para ponerse a resguardo de mayores medidas del consistorio en su contra, además de la excomunión que le aplicaron en noviembre de 1560, Haemstede huyó de Londres.[4] Por consejo de Acontius regresó a dicha ciudad en julio de 1562. Entonces lo defendió Acontius, hecho que le causó problemas porque su defendido había intercedido ante el obispo de Londres, Edmund Grindal, en favor de los anabautistas para que les fuera permitido “reunirse por separado, fuera del recinto de la Iglesia de los Extranjeros”.[5] Consideraba a los anabautistas “como a hermanos suyos y miembros débiles de Cristo”.[6] Reina lo apoyó con firmeza, y mantuvo correspondencia con él cuando [forzadamente] regresó Holanda”.[7]
Acontius era miembro en la Iglesia pastoreada por Casiodoro de Reina e incluso éste le “había nombrado presidente del consistorio de la Iglesia española en Londres algunos meses más tarde” de haber presentado la Confesión de fe para que le fuese concedido lugar de reuniones públicas a su congregación.[8] Acontius publicó en 1565, en Basilea, Stratagemata Satanae, obra que ocupa “un lugar importante al lado de otros grandes alegatos en pro de la tolerancia escritos en el siglo XVI”.[9]
Adicionalmente, Reina se dio tiempo en Londres para “profundizar la lectura de los grandes teólogos reformados, Lutero, Calvino, Zwinglio, pero también la de los hombres de la Reforma radical, como Velsius, Schwenckfeld y Osiander”.[10] Sobre los tres reformadores radicales leídos por Reina es importante aportar algunos datos. Justus Velsius (¿1520?-¿1582?), era doctor en medicina y botánico. Enseñó filosofía en Colonia y llegó a Londres en 1563 (posiblemente antes de que Reina huyera de la ciudad en septiembre). Velsius “provocó una gran agitación entre las iglesias de refugiados [entre ellos españoles] con sus puntos de vista heterodoxos acerca de la persona de Cristo y sus ideas originales sobre la ‘doble regeneración’. Sus ideas fueron condenadas ese mismo año”.[11] En 1556, en carta a Felipe Melanchthon, Juan Calvino consideró que Velsius era insano. El sucesor de Calvino en Ginebra, Teodoro de Beza, inequívocamente dijo lo mismo trece años después. Enrique Bullinger, en 1561, fue más allá y llamó a Velsius enemigo de Cristo.[12]
Gaspar Schwenckfeld (1489-1561) inicialmente identificado con el movimiento luterano, más tarde simpatizó con las ideas del reformador Ulrico Zuinglio. En Estrasburgo (1529-1523) conoce la Reforma encabezada por Bucero, pero también tiene tratos con núcleos anabautistas y sus liderazgos, entre ellos Pilgram Marbeck (o Marpeck) y Melchior Hoffmann. Aunque estuvo de acuerdo con las críticas de los anabautistas a las iglesias oficiales, no convergió con ellos en la práctica de crear comunidades eclesiásticas alternativas, sino que privilegiaba la experiencia personal de piedad mística.[13]
Andreas Osiander (1498-1552) tuvo liderazgo en un sector de la Reforma, sobre todo por su participación en las conferencias de Marburgo, Augsburgo y Esmalcalda. Después sus puntos de vista no fueron bien recibidos en el bando luterano y recibió duras críticas de Felipe Melanchthon.[14] En 1525 Osiander consideraba erradas las enseñanzas del anabautista Hans Denck, y por el dominio religioso que ejercía el primero en Nuremberg, Denck, obligado por las autoridades del ayuntamiento, debió salir de la ciudad y prometer que nunca volvería a ella.
Años después Osiander sería “acusado a su vez de una herejía no muy diferente de la de Denck” y por instigación de sus adversarios luteranos debió salir de Nuremberg para “acogerse a Königsberg a la protección del duque”. Desde Ginebra, Calvino “se opuso a la confusión que Osiander hacía entre justificación y santificación”, aunque coincidía con él en la convicción antiescolástica sobre “las dos naturalezas del Mediador”.[15]
Calvinistas franceses y españoles residentes en Londres acusaron el 15 de septiembre de 1563 a Casiodoro de Reina, mientras vivía en la misma ciudad, de haber afirmado que Servet “era un gran hombre, y que si hubiera sobrevivido, habría hecho un gran beneficio a nuestra nación”. También señalaron que Reina poseía “un libro impreso cuyo tema era no quemar en ningún caso a los herejes”, muy posiblemente se trataba de la obra elaborada por Castellio y Joris, Sobre si debe perseguirse a los herejes. Otra acusación consistió en señalar que Reina escribió, desde Ginebra, donde vivió de finales de 1557 a fines de 1558, una carta a Sebastián Castellio, llamándolo docto y piadoso varón.[16]
Fue en la mayor obra de Casiodoro donde quedaron evidencias de la influencia de reformadores radicales como Sebastián Castellio. En la traducción de la Biblia al español, publicada por Reina en septiembre de 1569, se valió, además de las fuentes mencionada por él en “Amonestación del intérprete al lector”, incluida en la Biblia del Oso, de versiones declaradas como las traducciones de la Biblia realizadas por Castellio al latín (1551) y francés (1553).[17] Además mantuvo el “canon de libros en el orden tradicional, al contrario de todas las biblias protestantes, pero exactamente como había hecho” Castellio. Gilly considera que “lo mismo vale para la inclusión de los libros deuterocanónicos transmitidos solamente en el griego de la Septuaginta o los añadidos de la Vulgata”.[18]
Un elemento más que muestra la influencia de Castellio en Reina es el uso, como hizo el primero, del nombre Jehová para referirse a Dios. También “menos visibles son los préstamos castellionianos incluidos por Casiodoro, no en las anotaciones de su Biblia, que le fueron prohibidas, sino en los epígrafes descriptivos de los diversos capítulos, donde en forma de regesto, se resume y describe el contenido allí tratado”.[19] Como dato complementario Juan Oporino, impresor de obras de Castellio en Basilea, también fue a quien Reina contrató para que imprimiera la Biblia traducida por él al español, tarea que Oporino estaba por iniciar pero no pudo llevar a cabo porque murió en julio de 1568.
Las notas que no tuvo oportunidad de incluir Casiodoro de Reina en su traducción de la Biblia, las recuperó en parte en sus comentarios al Evangelio de san Juan y al capítulo cuarto del Evangelio de Mateo, […] y que merecieron en algunas partes las reprimendas de Beza”.[20] El reproche del sucesor de Calvino
No iba solo por haber constatado Casiodoro que los capítulos al final del Evangelio de san Juan estaban alterados en el orden, pues, como cualquier otro libro de la Antigüedad, también podrían haber sufrido alguna pérdida. El español enunció aquí también, oponiéndolo a la predestinación calvinista, el tema de la incomparable y sobre todo humana inteligencia sublime amplitud del reino de Dios (de amplitudine incomparabili et humanam omnem apprehensionem excedenti Paerni Regni) y habla de la excomunión como castigo más que suficiente entre los cristianos sin que se tenga que recurrir a largas prisiones o a la bárbara quema de hombres vivos.[21]
La influencia de Castellio (quien a su vez la recibió de David Joris en el tema de la tolerancia), en cuanto a no recurrir a la violencia en asuntos de conciencia, quedó bien reflejada en la obra Artes de la Santa Inquisición española. La obra “expuso con detalle ante el pueblo europeo los métodos represivos de la Inquisición de la Contrarreforma” particularmente en Sevilla.[22]
Artes se publicó en 1567, en Heidelberg, Alemania, tras intentos del autor de que el volumen fuese impreso en Basilea y Estrasburgo. Con el fin de que alcanzara amplia difusión el autor redactó el libro en latín, bajo el seudónimo Reginaldus Gonsalvius Montanus, que castellanizado es Reinaldo González Montes.[23] Distintos investigadores han tratado de encontrar al personaje ocultado tras el citado seudónimo. Los mencionados como posibles autores han sido Pedro Ximénes, Francisco Zafra, un monje de la orden jerónima de nombre Benito, el ex carmelita Petrus Dathenus, sin que los proponentes de la autoría hayan logrado disipar la interrogante acerca de quién escribió Artes.[24]
Los candidatos más nombrados como autores de Artes han sido Antonio del Corro y Casiodoro de Reina. Uno y otro habrían escrito la obra, o trabajado juntos, en la redacción de la misma, con información propia y la proporcionada por quienes también, como ellos, debieron huir de España a causa de sus creencias evangélicas. Me parece sólida la argumentación hecha por Carlos Gilly en favor de la autoría de Casiodoro de Reina al señalar como pruebas externas las siguientes:
El 27 de enero de 1567 Reyna solicita del Consejo de Estrasburgo un permiso para imprimir un libro latino De inquisitione hispanica. Dos semanas más tarde el Consejo deniega la petición. El 10 de junio de 1567 Oporino pregunta a Konrad Hubert, “si Casiodoro ha hecho ya imprimir su libro de hispanica inquisitione per Belgicum y, en caso negativo, si no quiere añadir un apéndice histórico sobre los crueles sucesos en los Países Bajos” (Böhmer pensó que se trataba aquí de un nuevo libro, hoy perdido, sin percatarse que el prólogo de las Artes comienza y termina con sendas alusiones al levantamiento de los pueblos contra sus reyes a causa de la Inquisición, refiriéndose naturalmente a los Países Bajos). El 27 de septiembre Reyna escribe a Diego Pérez a París, comunicándole que las Artes han salido ya en Heidelberg: “Los misterios de la Inquisición están impresos en latín, creo que por allá los verán”. En 1568 Oporino quiere reimprimir las Artes, esta vez con una dedicatoria a la Reina de Inglaterra, pero muere al comienzo del verano y el acróstico preparado para esta edición por el poeta, adicto de Castellio y amigo de Reyna, Karel Utenhove, sale en una colección de poesías y alusiones a Marcos Pérez, Martín Pérez, Pedro Ximénes, Oporino y otros.[25]
La carta mencionada por Gilly que Reina escribió a Marcos Pérez, en la cual informa que Artes salió de la imprenta, está incluida en la obra clásica de Kinder sobre el traductor de la Biblia.[26] En cuanto a las evidencias presentadas por las Artes respecto a que Reina fue el autor, Gilly destaca:
En la edición francesa las Artes, que aparece en 1568 en Ginebra con el título Histoire de L’Inquisition, se ha censurado el largo prefacio de Montanus, reduciéndolo a sólo cuatro páginas. Los calvinistas sabían bien lo De que hacían, el prólogo contiene un grandioso manifiesto por la tolerancia religiosa, sacado de los escritos de Castellio, Erasmo y otros autores representados en el De haereticis an sint persequendi. Todas las traducciones calvinistas, una alemana, una holandesa, la inglesa y la húngara, siguen la edición de Ginebra y ofrecen el prólogo censurado. La prueba mejor de que el autor había salido de España en 1557 está en la narración misma., pues el autor se siente más seguro al escribir de los acontecimientos anteriores a esta fecha, que cuando escribe de los procesos y condenas.[27]
De los ex monjes jerónimos eran Corro y Reina los únicos que conocían profundamente los escritos de Castellio. Al primero lo descarta Gilly porque la fuente proporcionada por quienes apoyan su autoría es una misiva del 12 de abril de 1569, del embajador español en Inglaterra (Guerau d’Espes) a Felipe II en la que informa de un libro contra la Inquisición escrito por un fraile huido de España. Si bien es cierto que Corro residía en Londres, la obra referida por el embajador hispano bien pudo ser la Carta a Felipe II (1567). Al descartar a Corro solamente queda como opción viable Casiodoro de Reina, cuya autoría de Artes es corroborada por “infinitos detalles de su latín, expresiones e informaciones que se repiten en todos sus escritos latinos”.[28]
La portada de Artes tiene una cita bíblica, que era lema de la Inquisición española: “Exsurge Domine Et Judica Causam Tuam” (Levántate, Señor, y juzga tu causa, Salmo 74: 22). El autor enarbolaba el versículo usado para reprimir a los protestantes con un sentido distinto: en una forma que revierte la línea del Salmo para poner en tela de juicio a la institución que decía defender la causa divina.
En el prefacio explicaba los motivos para redactar el volumen, así como hizo acendrada defensa de la libertad de creencias. Muy influido por obras de Sebastián Castellio, Reina redactó un “grandioso manifiesto por la tolerancia religiosa”, cuando desde diversas facciones confesionales era justificada con bases teológicas la tortura y ejecución de los herejes.[29] Por convicciones bíblicas, haber padecido persecución y coincidencia con la corriente teológica contraria al uso de la fuerza en cuestiones de fe, tendencia que fue minoritaria; Casiodoro/Montanus escribió:
Para acabar con la herejía no hay necesidad ni de espada ni de fuego, sino de la sola palabra de Dios, como dice el apóstol Pablo en su carta a Tito […] Pues, del mismo modo que nunca se podrá infundir a la fuerza y con tormentos la fe verdadera, así tampoco se extirparán las herejías ni siquiera con la muerte misma de los herejes. Por eso mismo, lo más apto para ambas cosas es la palabra de Dios, único instrumento que engendra y aumenta la fe y que, por su propia luz, destapa inmediatamente todo lo que sea error. Se debe, por tanto, consultar exactamente las Sagradas Escrituras y ver qué penas se establecen en ellas contra los pertinaces y los que obstinadamente se resisten a la verdad. ¿Es que acaso allí se mencionan los azotes o el suplicio más cruel de todos, el de morir en la hoguera? ¿O esas famosas confiscaciones de bienes, tan avaras, tan inicuas, tan absurdas y tan ajenas al ser cristiano? Más aún, ¿con qué palabras razonables podríamos describir ese género de penitencias (por no hablar de la ignominia que ellas implican, indeleble para siempre jamás) aún contra los que se hayan retractado de su error? De tales castigos, el apóstol no dice ni una palabra […] sino habla más bien de evitar al hereje después de una primera y otra segunda amonestación. Manda que sea amonestado de su error, una, dos veces, y esto por el obispo, no que se le arrastre delante de un juez, ni que se le apliquen de inmediato castigos en extremo gravísimos por ese mismo error. Y si la amonestación no prospera (...) ordena que se le excomulgue, esto es, que sea apartado y excluido de la congregación de los fieles, y esto no por venganza de su error o contumacia, sino para remedio. Esta es la doctrina de Pablo en su carta a Tito, y esa doctrina está corroborada por el precepto de su Maestro como consta en el evangelio de Mateo c. 18 [15-17], “[…] y si no oyere tampoco a la iglesia, sea para ti como gentil y publicano”, es decir que se considerará que no pertenece más a la congregación de los creyentes y al reino de Cristo más que quienes nunca hubiesen recibido la fe. Este grado de severidad, harto riguroso si bien se mide, es la línea a no traspasar por la disciplina cristiana.[30]
En el prólogo de Montanus-Casiodoro a las Artes se aboga por la tolerancia en asuntos de creencias religiosas. En el escrito no es difícil “retrazar también la influencia del Counseil à la France désolée”, obra de Sebastián Castellio, publicada anónimamente en 1562, en cuanto al grave error de pretender “extirpar los errores con la muerte de los que yerran”.[31] Por otra parte, “toda la argumentación de Montanus-Casiodoro contra la persecución de los herejes por parte de la Inquisición era también válida y transferible a otros países de Europa”. Lo anterior arroja luz sobre la razón por la cual “los editores de la edición ginebrina de 1568 silenciaran la mayor parte de este prólogo y se contentaran con traducir de él solamente algunos párrafos sobre la persecución” de moros y judíos, y “dedicaran solamente unas pocas líneas al final para mencionar a ‘los hijos de la luz’, es decir, a sus correligionarios”.[32]
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Casiodoro de Reina estableció su residencia de 1570 a 1578 en Frankfurt, “donde trabajaba corno tejedor, tipógrafo y librero anticuario”.[33] Se unió a la Iglesia calvinista, ser admitido en ella le significó “de nuevo las iras de Teodoro de Beza, el sucesor de Ginebra, quien desde Ginebra pretendía un rígido control de las iglesias calvinistas”.[34] Reina intentó ser pastor de la Iglesia reformada de Frankfort, anhelo que no fructificó por manifiesta oposición de Beza, quien mediante larga carta le hizo saber a Casiodoro que seguía manteniendo discrepancias con su Confesión de fe. He aquí un fragmento de la misiva de Beza:
En cuanto al resto, me habrías hecho y escrito e impreso mil confesiones, sobre todo porque sé hasta qué punto pueden disfrazarse los hombres para llegar a sus ataques, y especialmente los de tu nación [...] En cuanto a Servet, todavía no he confirmado que lo hayas detestado expresa y enteramente, pero he visto y conocido a otros, que, acusados de retenerlo y obligados a desautorizarlo, han usado estos subterfugios: que primero querrían haber conocido bien las opiniones de un hombre antes de condenarlo así, junto con el hecho de que entre los errores bien podría haber dicho algo bueno; las cuales excusas las tomo por una parte como testimonios no por lo que suenan a los oídos, sino por nada que valga la pena, porque ningún hombre bueno habrá oído lo más mínimo de este infortunado y execrable blasfemo de la divinidad y de la trinidad del hijo de Dios, que no le tenga menos horror que al mismo Satanás.[35]
[1] Reinaldo González Montes, Artes de la Santa Inquisición española, Sevilla, Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español-Mad Eduforma, 2008, p. 136.
[2] Jorge Ruiz Ortiz, “La Confesión de fe de Casiodoro de Reina, ¿una Confesión reformada?”, Aletheia, núm. 2, 2003, pp. 47-68. La versión citada en este libro es un documento de Word y su paginación es distinta a la publicada en la revista, p. 4.
[3] Doris Moreno, Casiodoro de Reina. Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, Sevilla, 2017, p. 111; George H. Williams, La Reforma radical, Fondo de Cultura Económica, México, 1983, p. 867.
[4] A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina. Spanish Reformer of the Sixteenth Century, Tamesis Books Limited, Londres, 1975,
p. 23; Doris Moreno, op. cit., p. 112.
[5] George H. Williams, op. cit., p. 866.
[6] Ídem.
[7] A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina. Spanish Reformer of the Sixteenth Century, p. 23.
[8] Carlos Gilly, “Erasmo, la Reforma radical y los heterodoxos radicales españoles”, en Tomás Martínez Romero, Les lletres hispàniques als segles XVI, XVII i XVIII, Publicacions de la Universitat Jaume I, Castellò de la Plana, 2005, p. 339.
[9] George H. Williams, op. cit., p. 867.
[10] Del segundo de estos reformadores reproducen escritos John H. Yoder (compilador), Textos escogidos de la Reforma radical, pp. 407-418; así como George H. Williams y Ángel M. Mergal (editores), Spiritual and Anabaptist Writers, The Westminster Press, Philadelphia, 1957, pp. 161-181.
[11] A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina. Reformador español del siglo XVI, Sociedad Bíblica de España, Madrid, 2019, p. 58.
[12] Hans de Waardt, “Justus Velsius Haganus: An Erudite but Rambling Prophet”, en Jesse Spohnholz, Jesse y Gary K. Waite (coordinadores), Exile and Religious Identity, 1500-1800, Routledge London and New York, 2016, p. 97.
[13] John H. Yoder, Textos escogidos de la Reforma radical, p. 407; A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina. Spanish Reformer of the Sixteenth Century, p. 26.
[14] A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina. Spanish Reformer of the Sixteenth Century, p. 26.
[15] George H. Williams, op. cit., pp. 182, 724 y 726.
[16] Doris Moreno, op. cit., p. 87; A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina. Spanish Reformer of the Sixteenth Century, p. 20; Carlos Gilly, “El influjo de Sebastien Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo XVI”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernández y David Kahn (coords.), Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la península ibérica en el siglo XVI, Casa de Velázquez, Madrid, 2018, pp. 327-328.
[17] Carlos Gilly, “El influjo de Sebastien Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo XVI”, p. 329.
[18] Ibid., pp. 329-330.
[19] Ibid., p. 330.
[20] Ibid., p. 331. Casiodoro de Reina, Comentario al Evangelio de Juan (1573), en Francisco Ruiz de Pablos (traducción y comentarios), Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español-Mad Eduforma, Sevilla, 2009; y en la misma obra “Exposición de la primera parte del capítulo cuarto de Mateo” (1573).
[21] Carlos Gilly, “El influjo de Sebastien Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo XVI”, p. 331.
[22] José C. Nieto, El Renacimiento y la otra España. Visión cultural socioespiritual, Librairie Droz, Ginebra, 1997, p. 162.
[23] Ídem.
[24] Francisco Ruiz de Pablos, “Introducción”, en Reinaldo González Montes, Artes de la Santa Inquisición española, Sevilla, Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español-Mad Eduforma, 2008, pp. 31-38; Christine Giesen, “Las Artes de la Inquisición española de Reinaldo González Montes: contextos para su lectura”, Espacio, Tiempo y Forma, Historia Moderna, t. 14, Facultad de Geografía e Historia-UNED, Madrid, 2001, pp. 11-148; Ignacio J. García Pinilla, “Aportaciones críticas al texto de Sanctae Inquisitionis Hispanicae Artes Aliquot”, Habis, núm. 26, Universidad de Sevilla, 1995, 199-226.
[25] Carlos Gilly, “Erasmo, la Reforma radical y los heterodoxos radicales españoles”, pp. 242-243.
[26] A. Gordon Kinder, Three Spanish Reformers of the Sixteenth Century: Juan Pérez, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera, tesis de doctorado, Universidad de Sheffield, Departamento de Estudios Hispánicos, 1971, pp. 121-122.
[27] Carlos Gilly, “Erasmo, la Reforma radical y los heterodoxos radicales españoles”, p. 344. Casiodoro de Reina salió de Sevilla a finales del verano o principios del otoño de 1557.
[28] Ibid., p. 345.
[29] Carlos Gilly, “El influjo de Sebastien Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo XVI”, p. 335.
[30] Ibid., pp. 335-336.
[31] Ibid, p. 336.
[32] Ibid., pp. 336-337.
[33] Carlos Gilly, “Erasmo, la Reforma radical y los heterodoxos radicales españoles”, p. 339.
[34] Doris Moreno, op. cit., p. 193.
[35] Carlos Gilly, “Erasmo, la Reforma radical y los heterodoxos radicales españoles”, pp. 339-340.
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