La auténtica carta de presentación de cualquier persona para una tarea de semejante responsabilidad es un carácter probado: ¿cómo es en cuanto persona? ¿cómo es a nivel familiar? ¿cómo es desde el punto de vista social?
“Nada cambia hasta que deviene insoportable” (José Antonio Marina)
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¿Necesitamos pastores/as? La pregunta casi ofende. Vivimos un momento eclesial en el que la falta de pastores/as nos está afectando de manera alarmante. Pero, lo más llamativo es que las iniciativas para revertir esta situación de crisis brillan por su ausencia. Nos sentimos confusos, incapaces y desbordados ante la escasez de vocaciones y la carencia de personas con carácter, inquietudes y formación para servir en esta tarea. ¿Qué nos está pasando? Lo peor de lo que nos pasa no puede ser no saber lo que nos pasa, porque entonces resulta imposible realizar un diagnóstico fiable de la realidad.
Podríamos comenzar por hacer una valoración de cuáles son los criterios que seguimos a la hora de buscar pastor/a. A menudo, nos vence la prisa impulsados por las urgencias eclesiales, de tal modo que tendemos a identificar en tiempo record al “mirlo blanco” para convertirlo de inmediato en el remedio de todos nuestros males. Para ello, echamos mano de las “referencias oficiales”: Currículum, pedigrí evangélico, y recomendaciones de “primos y padrinos”. Entonces, hacemos una rápida pre-selección, invitando al candidato/a a predicar un par de veces en la iglesia, a comer con el consejo, a saludar amablemente a todos los hermanos, y ¡Voila!, asunto resuelto. Ya tenemos cocinada la elección sin despeinarnos. Vale, muy bien. Ahora, preguntémonos: ¿es esa la manera de buscar y encontrar lo que andamos buscando, de acuerdo con la enseñanza de las Escrituras? ¿No estamos haciendo a menudo, con ese modo de proceder, que el Espíritu sea un “invitado de piedra” en un quehacer tan relevante?
Para la elección de candidatos/as al pastorado la iglesia ha de ser guiada, no por “poderes fácticos”, ni por “cantos de sirena”, ni por “encantadores de serpientes”, ni por “cantamañanas” vendedores de humo, ni por carismas huecos que priman lo llamativo y vistoso. Nada de eso. Lo primero, lo más importante, la auténtica carta de presentación de cualquier persona para una tarea de semejante responsabilidad es: UN CARÁCTER PROBADO. ¿Cómo es en cuanto persona? ¿Cómo es a nivel familiar? ¿Cómo es desde el punto de vista social? 1 Tim. 3:2-7.
“Irreprensible”. Vs. 2. El sentido original de esta palabra es: “No ser sorprendido”, “que no tengan que echarte mano”, “que no haya necesidad de traerte a juicio”. Vulgarmente; “Que no tengan que pillarte en nada”. Es la descripción de alguien a quien no se le puede señalar con el dedo porque es una persona íntegra, de una pieza.
“Sobrio”. Vs. 2. Literalmente; “Templado”. Resistente. Todo lo contrario a una persona “veleta” que se mueve por donde sopla el aire. Se trata de alguien que sabe estar en su sitio, de tal modo que ni los conflictos con los demás, ni las situaciones de tensión, ni las circunstancias difíciles le sacan de quicio.
“Prudente”. Vs. 2. Sensato. La palabra original posee la misma raíz que el término “cosmos”, que se refiere a la armonía y el orden de todo lo creado por Dios, en contraste con el caos. Describe a una persona con una vida ordenada sostenida por un proyecto vital.
“Hospedador”. Vs. 2. Describe a alguien desprendido y generoso a quien no le cuesta abrir su casa para compartir lo suyo con los otros, envolviéndolos en un espíritu de bienvenida.
“Apto para enseñar”. Vs. 2 Lit. “Didáctico”. Capaz de comunicar. Que sea un buen maestro/a capaz de interpretar y aplicar la palabra de Dios a las situaciones concretas de la vida.
“No pendenciero”. Vs. 3 Que evite pleitos, contiendas, riñas y debates estériles. Que no sea un broncas, ni un bravucón perdonavidas.
“Amable, Apacible”. Vs. 3. Una persona de trato fácil, cercana y tranquila. Alguien con asertividad y habilidades sociales para relacionarse con los demás en un clima de paz y concordia.
“No dado al vino”. Vs. 3. Que no esté controlado por el alcohol, ni por ninguna toxicomanía.
“No codicioso de ganancias deshonestas. No avaro”. Vs. 3. Lit. “No amante del dinero”. Como dirá el apóstol Pablo en esta misma carta más adelante: “Que no tome la piedad (la vida cristiana y el servicio) como fuente de ganancia”, 1 Tim. 6:5. Es decir, libre de ambiciones económicas y anhelos de enriquecimiento personal.
“No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”. Vs. 6. No un recién convertido. Si Pablo habla del riesgo de la vanidad es porque había personas nuevas en la iglesia, que en algunos casos eran de elevada condición socio económica, aspirando a un lugar de preeminencia para ganar prestigio social. ¡Ojo! Frente a esta tentación, la comunidad no dejarse deslumbrar por el brillo de personas con poder, posición y dinero, pero con poca madurez, escasa experiencia eclesial y un pobre conocimiento de las Escrituras.
“Esposo de una sola mujer”. Vs. 2. Que sea fiel, leal en el matrimonio, que no pueda ser acusado de adulterio.
“Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en toda sujeción con toda honestidad, pues el que no sabe gobernar su casa, como cuidará de la iglesia de Dios”. Vv. 4-5. La responsabilidad ineludible es velar y cuidar de la familia educando y orientando a los hijos pastoralmente, se entiende, en el período de la vida en el que es posible tenerlos bajo sujeción. Solo si hace esto bien estará preparado para cuidar, administrar y ejercer el servicio al que es llamado en la iglesia.
“Que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo”. Vs. 7. La iglesia no es un mundo cerrado, endogámico y privado, sino una realidad social y pública situada en el mundo “como una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder”, de acuerdo con las palabras de Jesús. Por tanto, es imprescindible un comportamiento coherente e íntegro por parte de todos sus miembros, empezando por sus pastores/as que, de algún modo, son el primer escaparate que mira el mundo. En toda la red de relaciones: personales, familiares, laborales y sociales, es preciso encontrar en los pastores/as personas acreditadas por un buen testimonio, transparentes y de reputación probada en todas las dimensiones de la vida.
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Decíamos al principio: Lo primero, lo más importante, la auténtica carta de presentación de cualquier persona para una tarea de semejante responsabilidad como la pastoral es, además de una vocación insobornable, claro está: EL CARÁCTER PROBADO. ¿Cómo es en cuanto persona? ¿Cómo es a nivel familiar? ¿Cómo es desde el punto de vista social? ¿Comenzamos por ahí? Nosotros diremos. Soli Deo Gloria.
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