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La Biblia no menciona a los dinosaurios

Tan misteriosa fue la desaparición de los dinosaurios, que los hombres de la antigüedad no sabían nada de ellos..

CONCIENCIA AUTOR 87/Antonio_Cruz 23 DE MARZO DE 2025 13:10 h

La gran cantidad de fósiles de dinosaurios encontrados por todo el mundo demuestra que la historia natural de la Tierra, antes de la aparición del ser humano, fue mucho más compleja y variada de lo que hasta entonces creían los naturalistas del siglo XIX.



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Estos enormes reptiles fueron criaturas reales que vivieron, respiraron, comieron, se reprodujeron y, finalmente, desaparecieron para siempre. Sus fósiles se han encontrado principalmente en los períodos Jurásico y Cretácico, hace entre 213 y 65 millones de años.



Tan misteriosa fue su desaparición, que los hombres de la antigüedad no sabían nada de ellos. Sin embargo, hoy la paleontología ha permitido que recobren vida en los museos, en los laboratorios, en las pantallas cinematográficas y, sobre todo, en las mentes infantiles.



Muchas personas sienten actualmente una fascinación especial por estos grandes animales del pasado.



¿Por qué la Biblia no dice nada acerca de los dinosaurios? A pesar de que algunos creen que el “behemot” descrito en Job 40:15-24 podría corresponder a alguna especie de dinosaurio superviviente,[1] que los antiguos llegaron a conocer, y que “leviatán” (Job 3:8; 41:1; Sal. 74:14; Is. 27:1)[2] pudo ser un enorme reptil marino, lo cierto es que la Escritura no es un texto de zoología, ni mucho menos de paleontología, y por tanto no se ocupa de tales menciones.



No tiene por qué hablar de estos seres y aún menos, si se tiene en cuenta que el término “dinosaurio” -que significa literalmente “lagarto terrible”- se inventó a mediados del siglo XIX.



No existía tal palabra cuando se escribió la Biblia, de ahí que tampoco se mencionen las bacterias, los virus, los isópodos terrestres (mis favoritos) o los lepidópteros.



No obstante, expresiones generales del primer capítulo de Génesis, tales como “seres vivientes”, “monstruos marinos”, “todo ser viviente que se mueve”, “animales de la tierra”, etc., son susceptibles de abarcar también a dichos reptiles tan singulares.



Los especialistas creen que los enormes dinosaurios dominaron nuestro planeta durante casi 250 millones de años. Su aparición podría haber ocurrido en el quinto día o período creacional que describe brevemente la Escritura.



Si el texto no los menciona expresamente, puede que sea porque la inmensa mayoría de las personas a lo largo de la historia, a las que iba dirigido dicho relato, no sabían nada sobre tales seres.



No los conocían directamente, ni tenían constancia de que hubieran existido en el pasado. Sólo hemos adquirido dicho conocimiento recientemente, hace tan sólo un par de siglos.



Sin embargo, la finalidad principal de estos primeros capítulos de Génesis es manifestarle al ser humano que el mundo fue creado por Dios, así como las plantas, todos los animales y nosotros mismos.



Y que, además, lo hizo de manera consecutiva en seis etapas, preparando el cosmos adecuadamente, así como el sistema solar y la Tierra, con el fin de colocar en ella a su imagen predilecta: el ser humano.



No obstante, desde el Creacionismo de la Tierra joven se señaló hace ya un siglo, en defensa de su creencia de que el mundo sólo podía tener unos pocos miles de años de antigüedad y no miles de millones[3] -tal como hoy admite la ciencia-, que los dinosaurios tenían que haber sido necesariamente contemporáneos con el hombre.



Esto es lo que requería la interpretación literal o biblicista de Génesis. Curiosamente, en el famoso libro de John C. Whitcomb y Henry M. Morris, “El Diluvio del Génesis” (Clie, 1982), que ya había sido publicado en inglés a principios de los 60, figuraban un par de imágenes de huellas humanas y de dinosaurio que habían sido encontradas, durante los años 30, en el lecho del río Paluxy, cerca de Glen Rose (Texas).[4]Tales huellas, cortadas de la roca del lecho fluvial, correspondían a dinosaurios carnívoros tridáctilos y a enormes pies gigantescos, supuestamente de humanos.



Pronto fueron divulgadas como evidencia de que la Tierra era joven, que habían existido humanos gigantes en el pasado y que éstos habían convivido con los dinosaurios.



Sin embargo, años más tarde, tales afirmaciones fueron desmentidas e incluso los propios creacionistas de la Tierra joven reconocieron que todo había sido un engaño realizado por personas necesitadas y sin escrúpulos, que esculpieron huellas de pies humanos gigantescos porque deseaban vender fósiles. Sin embargo, los trabajos de campo posteriores, realizados en el lecho del río Paluxy, tanto por creacionistas como por evolucionistas, no permitían concluir que allí existieran realmente huellas humanas.[5], [6]



No obstante, películas como las de la serie Jurassic Park han contribuido a popularizar la idea de que el ser humano puede coexistir con los dinosaurios, pero tal creencia es poco realista ya que pronto entraríamos en competencia por el espacio y los demás recursos.



Estos reptiles, tanto herbívoros como carnívoros, necesitaban grandes territorios para alimentarse convenientemente, lo cual entraría pronto en conflicto con los intereses agrícolas y ganaderos humanos.



Las poblaciones del hombre nunca estarían a salvo del ataque de tales enormes depredadores. Hoy, esto se hace evidente, al observar el comportamiento de ciertas manadas de elefantes con los cultivos humanos.



Cuando tienen hambre, destrozan los cercados para alimentarse de ellos. Además, si no podemos tolerar la presencia del lobo o del oso cerca de nuestros ganados ¿cómo soportaríamos a un colosal Tiranosaurus rex, que es setenta veces más grande? 



En la época en que vivieron los dinosaurios todo era muy diferente al mundo de hoy. La atmósfera tenía una composición distinta de la actual, había una mayor proporción de oxígeno en el aire. La radiación solar tampoco se correspondía con la actual y las plantas eran de mayor tamaño.



Durante el Carbonífero, período aún más antiguo que el de los dinosaurios, la flora era muy distinta. Había helechos tan grandes como los actuales pinos piñoneros o incluso mayores, que estaban adaptados a sobrevivir en ambientes muy húmedos y con poca luz solar directa.



Algunas libélulas alcanzaban el metro de envergadura alar y ciertos milpiés tenían casi tres metros de longitud, con un peso de unos 50 kilos. Ninguno de estos seres podría vivir hoy porque el oxígeno de nuestra atmósfera sería insuficiente para alimentar sus sistemas respiratorios, constituidos por tráqueas o tuberías carentes de aparatos para bombear aire.



De la misma manera, es muy probable que el ser humano tampoco hubiera podido sobrevivir en un ambiente así, como el de estas libélulas o el de los dinosaurios.



Por tanto, es fácil deducir que Dios creó al hombre y a la mujer en el momento oportuno, cuando todos los ecosistemas del planeta estuvieron a punto y casi nada podía amenazar seriamente su existencia. 



 Es conveniente recordar también que la extinción de los dinosaurios, y de las demás especies de animales y plantas de aquella época, se debió probablemente a una gran catástrofe natural. Posiblemente al impacto de un enorme meteorito que cayó en lo que hoy es la península del Yucatán (México).



Esta teoría fue propuesta en el año 1980 por el geólogo estadounidense Walter Alvarez, después de descubrir una capa de iridio por todo el mundo, en la frontera entre los períodos Cretácico y Paleógeno.[7], [8] 



El iridio es escaso en los materiales superficiales de la Tierra, pero muy abundante en los meteoritos que caen del espacio. Alvarez y su equipo de geólogos llegaron a la conclusión de que un gran meteorito, de unos once kilómetros de diámetro, debió caer sobre la península del Yucatán, formando un cráter de unos 200 kilómetros de diámetro y causando la extinción de los dinosaurios, así como de muchas otras especies biológicas.



Posteriormente, además del iridio, se encontró también dicho el cráter, así como el “cuarzo de impacto” que se forma en las condiciones extraordinarias de alta presión y temperatura, propias del choque del meteorito.



No obstante, la famosa extinción de los dinosaurios no fue la única catástrofe acaecida en la Tierra, a lo largo de su historia geológica. Antes hubo otras. Por lo menos se conocen unas cinco grandes extinciones masivas (llamadas “Cinco Grandes de Sepkoski”) que tuvieron lugar respectivamente entre el Ordovícico-Silúrico (hace 439 millones de años), debido a la explosión de una supernova y a cambios en el nivel de los océanos; entre el Devónico-Carbonífero (hace 367 m. a.) debido a una alteración del clima por glaciación; entre el Pérmico-Triásico (hace 251 m. a.) por el choque de un meteorito y una enorme irrupción de magma procedente del manto terrestre; entre el Triásico-Jurásico (hace 201 m. a.) por erupciones volcánicas y fragmentación de la corteza terrestre y la quinta, entre el Cretácico-Paleógeno (hace 66 m. a.) debida a un enorme meteorito, que fue la que acabó con los dinosaurios.



Los científicos desconocen todavía por qué esto ha sido así a lo largo de la historia geológica de la Tierra. ¿Es posible ofrecer alguna explicación a este patrón repetitivo de catástrofes y extinciones en masa?



Los fósiles indican que, después de cada extinción masiva, las diversas faunas y floras se fueron recuperando poco a poco, pero aparecieron especies nuevas muy diferentes a las anteriores.



Probablemente hoy existen muchos mamíferos porque sus enemigos más peligrosos (los dinosaurios) se extinguieron. Los peces marinos pudieron prosperar en todos los océanos del mundo porque los amonites (moluscos cefalópodos con concha en forma de caracol) se extinguieron al final del Cretácico.



Actualmente encontramos en los arrecifes marinos corales, cangrejos y caracolas porque las extinciones masivas acabaron con los trilobites, braquiópodos y buena parte de la fauna marina ancestral. Por tanto, los seres que hoy están vivos son supervivientes de las diversas faunas antiguas que aparecieron en el mejor momento para sus necesidades biológicas. 



 La historia geológica de la Tierra indica que durante muchos millones de años ésta no fue adecuada para la vida. Sin embargo, a medida que las condiciones físicas y ambientales fueron cambiando poco a poco, empezaron a aparecer especies que podían subsistir en tales ambientes primigenios.



Los sucesivos cataclismos provocados por meteoritos, glaciaciones y vulcanismo masivo contribuyeron decisivamente a sustituir unos ecosistemas por otros diferentes. Es como si el Creador hubiera estado preparando minuciosamente el planeta para la vida.



Un escenario concreto, que duraría un determinado tiempo geológico, para los requerimientos de cada biota o conjunto de organismos. Después vendría otro y otro hasta que, por fin, apareciera el mundo de la humanidad. La imagen del Creador en la Tierra. ¡Son tantas las cosas de los orígenes que desconocemos! Sin embargo, todo aquello que sabemos hoy nos habla claramente de un Dios que lo hizo todo con exquisita sabiduría.



 



Notas



[1] Cruz, A., 2022, Diccionario Enciclopédico de Animales y Plantas de la Biblia, Clie, Viladecavalls, Barcelona, pp. 168-171.



[2] Ibid., pp. 529-531.



[3] Ham, K. 2013, El libro de las respuestas, Patmos, Miami, p. 134.



[4] Whitcomb, J. C. y Morris, H. M., 1982, El Diluvio del Genesis, Clie, Terrassa, Barcelona, pp. 303-304.



[5] Morris, J. D., 1986, The Paluxy River Mystery, Acts & Facts, 15 (1), Institute for Creation Research; 



[6] Ross, H., 2015, A Matter of Days, rtb Press, Covina, CA, pp. 208-210.



[7] Knoll, A. H., 2021, Breve historia de la Tierra, Pasado & Presente, Barcelona, p. 160.



[8] https://www.pbs.org/wgbh/aso/databank/entries/boalva.html


 

 


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