La noche del 26 de enero de 1875 más de doscientas personas,armadas de machetes y rifles, irrumpieron violentamente en la capilla evangélica, con un saldo de cinco muertos y once heridos.
A pesar de las emociones antiprotestantes y de las ocasionales provocaciones protestantes, y en las que a menudo resulta difícil decir si ya no eran —ellas mismas— reacciones a hostilidades antecedentes por parte católica, no por ello se llega a explicar satisfactoriamente (mucho menos a justificar) el volumen, sin par en la América latina del siglo XIX en América latina, de actos de violencia contra los protestantes que se cometieron en México.
Hans-Jürgen Prien
¿Por qué no se ha dado la crítica a la intolerancia religiosa en los sectores liberales, democráticos, de izquierda? […] ¿Por qué los marxistas, ateos convictos y confesos, defienden tan largo tiempo el catolicismo como única religión posible de los indígenas? ¿Por qué los que debían ser más críticos del mito de la Identidad Nacional, aprobaron la declaración esencialista que le adjudicaba una sola fe al ser del Mexicano[CMG1] ?
Carlos Monsiváis
Una breve nota periodística difundió el trágico cuadro de lo acontecido en Acapulco el 26 de enero de 1875. El Siglo XIX informaba que a las ocho quince de la noche “los católicos armados de machetes y rifles asaltaron la Iglesia Evangélica de Acapulco; resultando de aquel imprevisto ataque once heridos y cinco muertos, uno de los cuales es americano”.[1]
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Los orígenes del protestantismo en Acapulco pueden datarse con seguridad a partir de 1872, aunque posiblemente hubo antes alguna presencia. Es en 1872 cuando el evangélico José Matilde Rodríguez se asienta en el puerto. A Rodríguez se une Catarino Franco, quien había conocido congregaciones protestantes mientras residió en California, Estados Unidos. José Matilde difunde su fe y como resultado se convirtió Simón Díaz. Contribuye a la consolidación de la célula J. Gómez, integrante de la Iglesia de Jesús.[2]
Al pequeño grupo evangélico se suma en septiembre de 1874 el liberal Procopio C. Díaz, diputado al Congreso de Guerrero e impresor de publicaciones anti clericales.[3] De acuerdo a lo escrito por Leopoldo M. Díaz, hijo de Procopio, éste recibía visitas frecuentes de José Matilde Rodríguez. En una de esas visitas deja una “Biblia, algunos tratados en forma de folletos y unos números de La Estrella de Belén”.[4]
Entre los folletos estaba la carta escrita por Manuel Aguas en la que daba cuenta de su conversión al protestantismo. Recordemos que en ella informó a Nicolás Arias, superior de Aguas en los padres dominicos, de cómo tuvo lugar su decisión de romper con el catolicismo romano para sumarse a la Iglesia de Jesús en abril de 1871. La misiva de Aguas se imprimió y reimprimió muchas veces con el título de Viniendo a la luz. El ejemplar que de ella leyó Procopio C. Díaz tuvo el efecto de atraerlo “paso a paso […] como mariposa, trazando sus círculos concéntricos cada vez más cerrados alrededor de la cruz del Salvador”.[5]
Ya convertido Procopio puso su imprenta al servicio de la difusión de las creencias del grupo. En poco tiempo llegó a ser el líder de la naciente Iglesia Evangélica de Acapulco, y en su casa se concentraron las actividades y reuniones, las cuales “ocupaban no sólo el interior de este hogar, sino aún los portales se veían repletos de concurrentes”. Los cultos “duraban varias horas, según el ritual de la Iglesia Episcopal que entonces se llamaba Iglesia de Jesús. Se cantaba al son de un cornetín tocado por el Sr. Catarino [Franco]”.[6]
La célula toma la decisión de enviar a dos de sus integrantes, Catarino Franco y Simón Díaz, a la Ciudad de México con el fin de solicitar apoyo y les fuese asignado un pastor. Ambos tienen un encuentro con el misionero Henry C. Riley, quien les comunica que la Iglesia de Jesús no puede prestarles la ayuda requerida. Franco y Díaz entonces recurren a la Iglesia Presbiteriana que se reunía en el callejón de Betlemitas, donde ejercía su ministerio pastoral Arcadio Morales.[7]
Antes de ser líder en la congregación de Betlemitas (calle que actualmente tiene el nombre de Filomeno Mata), Arcadio Morales lo había sido en el grupo dirigido por Sóstenes Juárez (en San José el Real número 21), donde Arcadio se convirtió el 26 de enero de 1869.[8] A principios de octubre de 1869 la congregación de Sóstenes Juárez muda su domicilio al callejón de Betlemitas, y ahí se congrega Arcadio Morales.[9] Después formaría parte de la inicial Iglesia de Jesús que abre sus puertas en un salón, situado en San Juan de Letrán número 12, a fines de marzo/principios de abril de 1870.[10] Cuando a partir de abril de 1871 la Iglesia de Jesús tiene como principal centro de actividades el templo de San José de Gracia (Mesones 139), Arcadio Morales cumple tareas de predicación y evangelización.
Hacia mediados de 1872 un grupo de la Iglesia de Jesús disiente de ella y busca independizarse. Con tal fin organiza una reunión en Chalco, para deslindarse de los informes que Henry C. Riley hace llegar a la Sociedad de Misiones Extranjeras en Nueva York. Los delegados de “más de treinta congregaciones evangélicas independientes” del estado de México manifiestan que “las personas que fundaron esas congregaciones y las que ahora las forman, no admiten clero ni cooperarán a formar otro cuerpo teocrático de esa especie, pues creen, que al hacerlo así, no harían más que cambiar de yugo, y que para ser cristianos les basta estudiar y practicar el Evangelio”.[11]
Poco menos de 500 personas, de cuya directiva era presidente Arcadio Morales, dirigen el 30 de agosto una petición al gobernador del Distrito Federal. En ella hacen notar que “los protestantes de esta capital aumentan diariamente y practican su culto en los templos de San José de Gracia y San Francisco”. Mencionan que dichos lugares son de propiedad privada. Encomiendan al funcionario al que va dirigida la misiva se sirva solicitar en su nombre, al supremo magistrado de la República, les conceda el “templo de Santo Domingo para el expresado culto protestante, por ser éste un punto céntrico y, por lo mismo, a propósito para facilitar el acceso a todos los concurrentes de aquellos rumbos”.[12]
La solicitud es negada. Entonces Arcadio Morales, Agustín Palacios y otros abrieron un “un nuevo templo evangélico en la 1ª calle del Cinco de Mayo” (que corresponde hoy al tramo ubicado entre las calles Isabel la Católica y Motolinía).[13] Aquí permanece Agustín Palacios, en tanto que Arcadio Morales se concentra en el grupo de Betlemitas, donde contaría, a principios de 1873, con el apoyo creciente del misionero presbiteriano norteamericano Merril N. Hutchinson. Seis meses después, el 27 de julio, se lleva a cabo la apertura de servicios presbiterianos en Betlemitas número 8.[14]
Cuando Catarino Franco y Simón Díaz llegan al grupo que pastoreaba Arcadio Morales éste muestra total disposición para auxiliar a la célula de Acapulco. Es así que los pone en contacto con el misionero M. N. Hutchinson, quien emprende el viaje hacia Acapulco y llega en el mes de noviembre de 1874. Hace exposiciones bíblicas en casa de Procopio C. Díaz y otras labores educativas.
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Hutchinson poco a poco le imprime a la Iglesia Evangélica de Acapulco un cariz presbiteriano. Con motivo de abrir formalmente cultos públicos como Iglesia Presbiteriana en la capilla de San José, se hacen preparativos para el acto que tendría lugar el 26 de enero de 1875. El misionero Hutchinson no pudo participar en la ceremonia por encontrarse enfermo.[15] Se hizo cargo del acto Procopio C. Díaz.
A las ocho quince de la noche más de doscientas personas irrumpieron violentamente en la capilla y del violento saldo informa el comandante Mejía en un comunicado que remite al ministro de Guerra. Escribe que “fue alterado el orden en esta población por un ataque que gente del pueblo, armada de machetes y rifles hizo al templo evangélico”. Relata que tras realizar las diligencias correspondientes, “se recogieron cinco muertos, entre ellos un ciudadano americanos, y once heridos”.[16]
Un testigo de los hechos señala al sacerdote católico Justo de Nava como quien estuvo azuzando a su feligresía para que actuara en contra de los protestantes. Refiere que “se sospecha fundadamente que el autor de los crímenes cometidos es Justo de Nava, porque es público y notorio que en sus visitas a los pueblos ha repetido incesantemente a los indios que pronto perderían Acapulco debido a los protestantes”. Según el remitente, el párroco habría asegurado que “Dios se le había manifestado, facultándole para conceder 20 mil indulgencias y la salvación eterna a todo el que matara a un protestante”.[17]
El norteamericano que pereció en el ataque fue Henri Morris, de Boston, quien al parecer era residente de Acapulco. De él se dijo “que era un caballero digno y respetable, y que deja una viuda y varios hijos”.[18]
Del lado de los agresores hubo varios heridos y por lo menos un muerto. De acuerdo con la crónica hecha por Leopoldo M. Díaz, al ver la esposa de Procopio que a éste lo atacaban salvajemente a machetazos los agresores, ella “sacó su revolver que no había querido usar haciendo un disparo, causando la muerte de un asesino e hiriendo a otro”.[19]
Años después del ataque a la Iglesia Presbiteriana, un medio evangélico, al hacer el recuento de los protestantes asesinados entre 1873 y 1887, consignaba en 15 los muertos en Acapulco como resultado de lo sucedido la noche del 26 de enero de 1875.[20] En los días inmediatos al ataque la prensa daba cuenta de cinco muertos, es posible que varios de quienes quedaron mal heridos hayan fallecido días después.
En la trágica noche Procopio C. Díaz recibió catorce machetazos, “dos de ellos en la frente, perdiendo los dedos segundo y tercero de la mano derecha”.[21] Él señaló directamente al cura Justo de Nava como el instigador del ataque, a quien le unía un vínculo familiar porque era su primo.
En un editorial del Siglo XIX, firmado por Julio Zárate, se afirma que lo acontecido en Acapulco estaba lejos de ser un acto de intolerancia aislado, más bien el mismo formaba parte de una serie de sucesos que era necesario ver como vinculados a los interese clericales católicos que se negaban a los cambios sociales y religiosos en el país:
Las gavillas de ladrones que al grito de viva la religión han brotado en varias comarcas, los asesinatos que con la misma invocación acaban de cometerse en Acapulco, los manejos tenebrosos que están tramando los dos altos prelados de Michoacán, tanto el arzobispo de Morelia como el obispo de Zamora, según noticias que de ese estado nos han sido transmitidas, las protestas que zurcidas en las sacristías con grave detrimento de la gramática y del sentido común, han servido para abusar de la deplorable ignorancia del sexo débil, y por último, el tono belicoso de sus órganos en la prensa, todo indica que los clericales creen llegada la hora de emprender una nueva cruzada.[22]
Otro articulista, que usaba el seudónimo Alipio, opinó que los asesinatos de Acapulco eran reacciones contra el derecho a ser diferente: “de nuevo el fanatismo se enseñorea en nuestro país y descarga su terrible mano sobre los seres que adoran a Dios bajo otra forma, amparados por nuestro código fundamental que establece la libertad de cultos, como se acostumbra en todas las naciones civilizadas”.[23]
Después de lo vivido en Acapulco, Procopio C. Díaz realizó trabajos evangélicos en distintos lugares de Guerrero, por ejemplo en Chilpancingo, y en otras partes del país, como en el estado de México, Michoacán, Tabasco, Yucatán y la Ciudad de México.[24]
El pastor Procopio viviría otro trágico episodio el 26 de octubre de 1884, cuando junto con Nicanor Gómez (entre otros) visitan a la comunidad evangélica de Almoloya del Río, en el estado de México.[25] El pastor Gómez muere el 2 de noviembre a causa de la agresión en su contra cometida por los católicos. Tras poco más de dos décadas de ministerio evangélico, Procopio C. Díaz fallece el 23 de noviembre de 1895.
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Notas
[1] El Siglo Diez y Nueve, 28/I/1875, p. 3. Hans-Jürgen Prien consigna que “La primera matanza [de protestantes] tuvo lugar en 1871 en Acapulco: en ella perecieron 15 miembros de la comunidad presbiteriana” (Historia del cristianismo en América Latina, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1985, p. 775). Antes de lo acontecido en Acapulco, que tuvo lugar en 1875 y no en 1871, hubo otros casos, de los cuales me ocupo en Persecuciones contra los protestantes en México en el siglo XIX, CUPSA-Librería Papiro 52, México, 2022. Por otra parte, el núcleo de Acapulco era evangélico y tomó identidad presbiteriana a principios de 1875, no antes.
[2] Apolonio C. Vázquez, Los que sembraron con lágrimas. Apuntes históricos del presbiterianismo en México, El Faro, México, 1985, p. 168-169.
[3] El Monitor Republicano, 5/III/1875, p. 4.
[4] Apolonio C. Vázquez, op. cit., p. 169.
[5] Ídem.
[6] Ibid., p 170.
[7] Ibid., pp. 170-171. Sobre el personaje ver Carlos Martínez García y Leopoldo cervantes Ortiz, Arcadio Morales: precursor del protestantismo mexicano, 1850-1922, Librería Pairo 52-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, México 2024.
[8] Arcadio Morales, “Mi vocación”, 1869-1919”, El Faro, 3/I/1919, p. 7.
[9] El Monitor Republicano, 9/X/1869, p. 2.
[10] La Estrella de Belén, 8/IV/1870, p. 6.
[11] El Monito Republicano, 22/VIII/1872, p. 3.
[12] El Ferrocarril, 2/IX/1872, p. 3.
[13] El Monitor Republicano, 22/X/1872, p. 3.
[14] Arcadio Morales, “Bodas de plata”, en El Faro, t. XV, núm. 2, 15/1899, p. 9. En este artículo se señala el 27 de julio de 1873 como el inicio de los cultos presbiterianos en el callejón de Betlemitas núm. 8. El Siglo Diez y Nueve, en su edición del 25 de julio de 1873, p. 4, incluye una “Noticia religiosa” sobre el inicio de esos cultos, los domingos a las 10 y media de la mañana, cuatro de la tarde y siete de la noche, y los jueves a las siete de la noche.
[15] Apolonio C. Vázquez, op. cit., p. 174.
[16] El Siglo Diez y Nueve, 30/I/1875, p. 3; El Monitor Republicano, 30/I/1875, p. 3 y La Voz de México, 31/I/1875, p. 3.
[17] El Siglo Diez y Nueve, 6/II/1875, p. 3.
[18] El Siglo Diez y Nueve, 27/II/1875, p 3.
[19] Apolonio C. Vázquez, op. cit., p. 176.
[20] El Abogado Cristiano Ilustrado, 15/II/1888, p. 27.
[21] Apolonio C. Vázquez, op. cit., p. 80.
[22] El Siglo Diez y Nueve, 1/II/1875, p. 2.
[23] El Siglo Diez y Nueve, 23/II/1875, p. 2.
[24] Semblanza que hace Arcadio Morales, citada por Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador de la Ciudad de México bajo el pastorado del pbro. y dr. Arcadio Morales Escalona, 1869-1922, s/e, México, 1998, p. 297.
[25] Información sobre lo sucedido en el capítulo “Los perseguidos de Capulhuac”, en Carlos Martínez García, Persecuciones contra los protestantes en México en el siglo XIX, CUPSA-Librería Papiro 52, México, 2022.
[CMG1]Por favor respetar la mayúscula de Mexicano, así está en el original. Gracias.
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