Los monos y las máquinas de escribir

¿Qué pueden y qué no pueden hacer las leyes de la naturaleza por sí solas? ¿Existe algún límite que no puedan traspasar? Esta es una cuestión fundamental para la ciencia porque, si existieran tales limitaciones, podrían cambiar la cosmovisión científica actual. Generalmente suele aceptarse que, de la misma manera que el ser humano es capaz de diseñar toda una sofisticada tecnología, también la naturaleza no guiada puede elaborar diseños altamente complejos, si dispone del tiempo suficiente. Sin embargo, ¿hay alguna diferencia entre las producciones de las criaturas inteligentes y aquello que las leyes naturales del cosmos son capaces de producir por sí mismas?

Lo cierto es que se trata de dos cosas absolutamente diferentes que no pueden compararse. El ser humano ha desarrollado en sólo unos diez milenios, gracias sobre todo a su inteligencia y capacidad para manipular materiales o fabricar herramientas cada vez más sofisticadas, toda una tecnología científica que le ha conducido hasta el presente. Sin embargo, la naturaleza tiene muy pocas opciones para progresar tanto en tan poco tiempo. Es cierto que a partir del Big Bang se fueron creando todos los átomos y las inmensas masas de materia que conforman las estrellas y planetas del universo, pero para cosas más complejas, como los seres vivos, se requiere algo más. De hecho, la naturaleza únicamente dispone de los átomos de unos noventa elementos químicos naturales y de fuerzas como la electromagnética, que hace que las cargas opuestas (como las de los electrones y protones) se atraigan, mientras que las del mismo signo se repelan. Se trata de una herramienta útil pero insuficiente. ¿Es posible que estas fuerzas ciegas hayan sabido unir determinados átomos, en las proporciones y sucesiones adecuadas, para producir órganos como el cerebro humano? ¿Podrían haber diseñado quizás algo muchísimo más simple, como por ejemplo un ordenador portátil?

El darwinismo continúa suponiendo que las solas leyes naturales son una especie de genio todopoderoso, similar al de la lámpara maravillosa de Aladino, que es capaz de convertir los átomos en peces, lagartos, cigüeñas, robles, caballos o personas, después de millones de años. ¿Acaso se debe todo esto a algún descubrimiento científico irrefutable? En realidad, se trata sólo de la creencia de que la selección natural de las mutaciones del ADN al azar representa una especie de fórmula cósmica y mágica, que lo habría guiado todo “sabiamente” hacia las múltiples complejidades biológicas que se observan en la actualidad. La casualidad habría dado lugar a la causalidad, el desorden al orden, la materia muerta a la viva y, en fin, las cargas eléctricas de los átomos a la conciencia humana. ¿Cómo es posible que la ciencia, que ha sido capaz de medir y cuantificar con exactitud lo que es capaz de hacer cada fuerza de la naturaleza, acepte que la selección natural sea competente para conseguir tanta maravilla y lograr mucho más de lo que las fuerzas naturales primarias lograron jamás?

Quizás todo se base en otra creencia indemostrable y errónea, la de suponer que, si se dispone del tiempo suficiente, cualquier cosa puede suceder de manera natural. Sin embargo, la evidencia demuestra que esto no es así. Por ejemplo, desde que el mundo es mundo, sólo se han formado 94 elementos químicos naturales diferentes. Esto es todo lo que las leyes de la física han permitido desde el origen del universo. Por mucho más que se espere, ya no se formará ningún otro elemento nuevo de forma natural. No surgirá ninguno que tenga 200 protones. No aparecerá otro isótopo del carbono con 50 neutrones, por ejemplo. Aunque pasen muchos más millones de años, las leyes naturales impiden que se generen elementos nuevos. Es cierto que el ser humano ha logrado sintetizar hasta ahora unos 28 elementos nuevos, pero de manera artificial y gracias a un importante diseño inteligente. Las leyes naturales conocidas nos permiten creer que por mucho tiempo que pase no surgirá nada nuevo, sino que se seguirá produciendo más de lo mismo.

La naturaleza tiene sus propios límites que no puede traspasar debido a las leyes físicas imperantes que la condicionan. De la misma manera, la ciencia humana posee también sus limitaciones infranqueables. Pretender explicar de forma natural cosas como el origen del cosmos o el de las leyes físicas y constantes universales que permiten la existencia de seres vivos, así como el propio origen de la vida y la conciencia e inteligencia humanas, es algo que desafía todo lo que se sabe acerca de los límites de los procesos naturales.

En 1913, el matemático y político francés Émile Borel escribió que, si un millón de monos pudieran estar mecanografiando diez horas al día sin parar, sería extremadamente improbable que pudieran escribir algo como el Hamlet de Shakespeare (en España, se podría comparar con El Quijote de Cervantes).[1] Desde luego, si se ignorara la puntuación, los espacios y las mayúsculas, cada mono tendría una probabilidad entre las 27 letras del alfabeto español de escribir correctamente la primera letra de El Quijote. Para escribir bien la segunda letra, la probabilidad sería de 1 entre 729 (27 veces 27) y así, cuando se hubieran conseguido las primeras 20 letras correctas, la probabilidad de lograrlo habría sido de una entre 27^²⁰. Es decir, casi la misma probabilidad de que a uno le tocara el premio gordo de la lotería de Navidad, unas cuatro veces seguidas. De esta manera, la probabilidad de que los monos lograran el libro completo de El Quijote es tan absurdamente insignificante que, en la práctica, equivale a cero. Otro matemático y filósofo de origen italiano, el Dr. Gian-Carlo Rota, escribió en este mismo sentido: “Si el mono pudiese pulsar una tecla cada nanosegundo, el tiempo esperado hasta que escribiese Hamlet es tan grande que la edad estimada del universo es insignificante en comparación... Este no es un buen método de escribir libros”.[2]

La alternativa de un diseño inteligente nos parece un argumento mucho más lógico que la confianza en las posibilidades del azar y las leyes impersonales de la naturaleza. Sobre todo, si se tienen en cuenta los límites de lo que dichas leyes son capaces de hacer.

Notas

[1] Émile Borel, 1913, La mécanique statique et l’irréversibilité. J. Phys. Theor. Appl., 3 (1), p. 194. 10.1051/jphystap:019130030018900. jpa-00241832

[2] https://www.latimes.com/opinion/story/2022-08-25/monkey-911-paso-robles-shakespeare