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Protestante Digital

 
 

El mensaje de los ángeles frente al mensaje del Espíritu Santo (1)

Primer artículo de la serie "Recuperando algunos de los pasajes clave sobre misiones".

MISIONES AUTOR 687/Carlos_Madrigal BARCELONA 16 DE NOVIEMBRE DE 2024 23:00 h
Fotografía realizada por [link]Petra Raid[/link] / Unsplash.

Me complace compartir siete artículos basados en pasajes claves del NT, que para mí han repre-sentado una “revelación” en cuanto al énfasis de la Escritura sobre las misiones. Y voy a hacerlo en orden regresivo, es decir, empezando por las ocasiones ocurridas en último lugar en la cronología del NT, y retrocediendo hacia las primeras. Desde nuestra experiencia familiar de cuatro décadas en el campo, así como desde el contexto de mi iglesia local y participación en el área de misiones de la Alianza Evangélica Española, espero que estas reflexiones nos ayuden a poner manos a la obra.



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1)   El mensaje de los ángeles frente al mensaje del Espíritu Santo



En esta regresión de algunos pasajes clave sobre la misión empezamos por los últimos. Es decir, de entre la serie de pasajes que comentaré en siete temas, en este artículo cronológicamente hablando abordaré los más avanzados. No es que en la progresión del Nuevo Testamento no haya más pasajes misioneros, ni mucho menos, sino que estos aportan un énfasis suficiente; podríamos decir que “hablan más alto que la sangre de Abel”. Así que comencemos por el final…



Recuerdo la primera vez que entré en lo que se llamaba entonces “un culto libre” de una iglesia evangélica, donde los hermanos y hermanas libremente (valga la redundancia), compartían con sus Biblias abiertas algún pasaje o experiencia en la que el Señor les había “hablado” durante la semana. Frases como “el Señor me ha dicho que…”, “el Señor me ha mostrado que…” y similares eran habituales. “Qué simpáticos, o qué chalados…” pensé yo. “¿Acaso oyen voces del más allá?” Y ahora yo soy uno de esos “chalados” (¿o quizás de los “simpáticos”?). El asunto es que la base sobre la que se sustenta el “andar con Dios” en esta vida (Gn 22, 24; etc.) consiste en eso precisamente, en que Dios habla y su pueblo escucha: “Oye, Israel…” (Dt 6:4) y “tu siervo oye” (1Sa 3:9).



Con Pentecostés se inicia la era en la que Dios, ya no sólo habla a través de los profetas, sino que a todos aquellos que abren su corazón para recibir Su Espíritu les ofrece establecer una comunicación como la que tenía con los profetas. Así en el relato de los Hechos encontramos que Dios utiliza varías vías para mantener esta comunicación, para hablarles a los suyos.




  1. En reiteradas ocasiones usa a sus ángeles como emisarios para dar claras instrucciones.

  2. Ilumina las mentes para que entiendan las Escrituras (el AT) a la luz de los nuevos tiempos.

  3. El Espíritu Santo se dirige a ellos de forma audible o hablando a videntes como Ágabo.

  4. Los creyentes deliberan y llegan a consensos guiados por el mismo Espíritu Santo, y …

  5. Vemos apariciones de Jesús en ocasiones para dar a los suyos unas palabras de aliento.



En Hechos los canales más usuales son los ángeles y los mensajes de viva voz del Espíritu Santo. En todo el libro hay 6 ocasiones en las que se menciona la intervención de los ángeles, y siete en las que habla el Espíritu. Todas ellas las podemos resumir de la siguiente manera:





El mensaje de los ángeles:



1) Hch 1:10-11; “dos ángeles: Jesús regresará...”



2) Hch 5:19-20; “Un ángel abrió la cárcel...”



3) Hch 7:30, 32; “El ángel... en la zarza... Yo soy”[1]



4) Hch 10:3-4; “Tus oraciones han sido aceptadas”



5) Hch 12:7-9; “Un ángel... las cadenas cayeron...”



6) Hch 27:23-24; “…un ángel: No temas...”



 



El mensaje del Espíritu Santo:



1) Hch 8:29; “Ve y alcanza...”



2) Hch 11:12; “Ve con ellos sin dudar...”



3) Hch 11:28; “Viene una hambruna...”



4) Hch 13:2; “Apartadme... los he llamado...”



5) Hch 16:6-7; “Nos lo prohibió... impidió...”



6) Hch 20:23; “Te esperan aflicciones...”



7) Hch 21:11; “Te apresarán... y entregarán...”



 



No sé si ya a primera vista hemos podido apreciar un contraste. Mientras que las intervenciones de los ángeles son del tipo “no te preocupes todo va a ir bien” (en plan película americana) el mensaje de Espíritu es el de “prepárate para la que se te avecina” (en plan película española). Por un lado, está el mensaje con “promesas” y “bendiciones”: Jesús regresará, yo te protejo, estoy contigo, contesto tus oraciones, nada te dañará, no temas… Mensaje que es 100% bíblico. Y por el otro lado está el mensaje sobre “pagar el precio” y las dificultades que nos esperan: supera barreras y prejuicios, no te eches para atrás, te esperan dificultades, sal de tu confort y dirígete a las naciones, no hagas tus propios planes sino déjamelos a mí, prepárate para enfrentar aflicciones, incluso para ir a la cárcel… Que también es 100% bíblico. Una línea del mensaje está dirigida a complacer al hombre, a satisfacer sus necesidades (de ahí, digo yo, las seis intervenciones de los ángeles, siendo el 6 el número que representa al hombre, pues fue creado al sexto día). Y la otra línea del mensaje está dirigida a complacer a Dios, a glorificarlo a Él (de ahí, digo yo de nuevo, las siete intervenciones del Espíritu, siendo el séptimo el día en que Dios completó la creación).[2]



Ahora, el punto llamativo es que en el mundo en general –y en las iglesias no es diferente– se escucha cada vez más el mensaje de “céntrate en tus necesidades, y no te comprometas a nada que no te vaya a aportar un beneficio”. En el “campo” evangélico en general, y en sus manifestaciones por todo el mundo –sólo hace falta recorrer un poco YouTube o las redes sociales para comprobarlo– hoy por hoy se escucha mucho, muchísimo más “el mensaje de los ángeles” que “el mensaje del Espíritu Santo”: Dios te va a cuidar, Él te proveerá, te sanará, te prosperará en tu trabajo, multiplicará tus bienes, no dejará que nada malo te pase… Dios ha acabado siendo el genio de la lámpara de Aladino, que existe y se desvive pura y exclusivamente para satisfacer nuestras necesidades. Y repito, Dios sí se compromete a ello en las Escrituras. Pero no es lo único a lo que se compromete. Es más, su cuidado y protección, en realidad son un aval para que estemos dispuestos a renunciar a todo, a sacrificarlo todo y a enfrentar adversidades por causa de su Nombre y su Evangelio. Y si uno de los mensajes es bíblico (el de “todo va a ir bien”), el otro (el de “prepárate para lo que se te avecina”) lo es todavía más. O, dicho de otra manera: Si “el mensaje de los ángeles” es de un alto rango, ¡“el mensaje del Espíritu Santo” es de un rango aun mayor! Creo que convendréis conmigo en que el Espíritu Santo tiene más “galones” que los ángeles. Y si fueras un soldado y por un lado un teniente te dijera “no te preocupes y descansa” y por otro un capitán te dijera “cava un hoyo”, ¿a cuál de los dos le harías más caso?



¿Qué pasa cuando sólo prestamos oído “al mensaje de los ángeles”? Qué cuando viene una adversidad o no ocurre el milagro, empezamos a cuestionar a Dios. O nos sentimos abandonados por Él. O aún peor, tiramos la toalla antes de empezar con cualquier labor que requiera “pagar un precio”, como se solía decir antes (es decir, que tenga un coste espiritual, emocional, material, o social). ¿Y por qué hay que pagar un “precio”? ¿No pagó ya Cristo por nosotros en la cruz y canceló nuestra deuda? No es Dios quien demanda un nuevo pago, sino que será el enemigo de las almas y el mundo al que nos enfrentamos quienes no nos lo van a poner fácil si los desafiamos para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. ¿O es que Pablo lo tuvo muy fácil? O será nuestra propia “carne” las que nos jugará alguna mala pasada. Esto no quita que la victoria es y será del Señor, ni que nada de lo que sacrifiquemos o consagremos será en vano. Pero cada vez nos asustan más los desafíos, los riesgos, los compromisos, los sacrificios… porque estamos demasiado arrullados por “el mensaje de los ángeles”. Ahora bien, ¿cuál es exactamente lo visión que nos imparte el Espíritu Santo con sus mensajes en sus siete intervenciones en el libro de los Hechos de los Apóstoles? Vamos a repasarlas brevemente…



1) Jesús antes de partir dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros… El Espíritu… él os guiará a toda la verdad” (Jn16:12-13). Antes de ascender a los cielos Sus últimas palabras fueron “Id…” (Mt 28:19). Luego en Hechos 8 el Espíritu Santo cuando rompe su silencio por primera vez, su primera palabra es: “Ve y alcanza…” (Hch 8:29, LBLA). Aquí vemos como lo que Jesús dijo de forma genérica (“Id…”) el Espíritu ahora lo personaliza (“Ve…”). ¿Y por qué razón rompe justo aquí su silencio? No lo hace en los primeros capítulos de los Hechos de los Apóstoles, como sería de esperar, sino cuando el Evangelio va a ser presentado por primera vez a un gentil, a alguien de otra nación. Es como si el Espíritu Santo quisiera subrayar con ello la vocación transcultural para la nueva era de la iglesia. Es más, generalmente lo primero y lo último que se dice en la Biblia respecto a algo, marca tendencia. Y lo primero que dice y hace el Espíritu es un llamado inconfundible a la misión. Trataremos el tema con más detalle en el próximo artículo, así que lo dejo aquí.



2)  En Hechos 11:12, encontramos que unos emisarios de Cornelio vienen a buscar a Pedro. Y el Espíritu le dice: “Ves con ellos sin dudar”. ¿Por qué habría de dudar? Porque se trata de una situación comprometida para Pedro; el Espíritu Santo le estaba animando a traspasar un límite infranqueable para un judío: ir y entrar en la casa de un gentil, Cornelio. De hecho, cuando Pedro relata lo ocurrido a sus correligionarios judíos cristianos lo primero que estos hacen no es congratularse y felicitarlo por haber visto el primer fruto entre los gentiles, sino que se lo recriminan diciendo “entraste en casa de un incircunciso” (11:3). Por poco lo ponen en disciplina… Es por eso por lo que Pedro se ve obligado a justificarse: “Vosotros sabéis cuán ilícito es para un judío asociarse con un extranjero o visitarlo, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debo llamar impuro o inmundo” (10:28). Esta segunda intervención del Espíritu Santo es un llamado a romper con nuestros prejuicios y toda discriminación a la hora de llevar el Evangelio. La iglesia por siglos ha dicho: “Los paganos si no creen es porque no han sido elegidos”. O: “Los pueblos que persiguen a los cristianos no son dignos de una oportunidad”. O: “Dios ya se encargará de llegar de alguna manera con su mensaje a los pueblos que están fuera de nuestro alcance”. Y así hemos edificado muros de desinterés, cuando no de menosprecio o discriminación en nuestras actitudes.



3)  En su tercera intervención, esta vez a través de Ágabo, el Espíritu Santo advierte a los suyos de que se avecina una hambruna (Hch 11:28). ¿Se trata sólo de facilitar una información como la que podemos encontrar en los informativos, para satisfacer la curiosidad del lector u oyente? O ¿está haciendo un llamado a prepararse para afrontar el desafío y proveer una solución? Por lo menos así lo entendieron los discípulos que hicieron acopio de ayuda material para socorrer las regiones afectadas (Hch 11:29-30). En especial para socorrer a los creyentes como nos recuerdan Jacobo, Pedro y Juan (Gál 2:10) y como subraya luego Pablo (Gál 6:10). Pero el llamado no es sólo a ellos. Nosotros estamos igualmente llamados a no permanecer indiferentes ante las hambrunas, las catástrofes naturales, las crisis económicas, las guerras, las pandemias, el tráfico de personas, las persecuciones y tantas otras desgracias que de continuo asolan a nuestro mundo. El Espíritu deja claro que el tercer énfasis de la misión, así como el primero es la necesidad de “ir” y el segundo el de “superar prejuicios”, esta vez es llevar el Evangelio atendiendo también a las necesidades físicas y económicas, sociales y emocionales, y también a la dignidad, los derechos y las libertades de los pueblos, en un mundo que “gime y sufre dolores de parto” (Ro 8:22).



4)  En Hechos 13 esta vez el Espíritu dice: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado” (13:2). ¿Cómo interpretaron esta palabra sus destinatarios? “Entonces… los enviaron” (Hch 11:3, LBLA). No es sólo que los despidieron, sino que “los enviaron”. A su vez los “soltaron” (significado del original griego), en vez de querer retenerlos para sí mismos. Conscientes de que esto mermaba su equipo ministerial. Pero no antepusieron sus intereses a la voz del Espíritu. El Espíritu tampoco les dice a Bernabé y Saulo: “Haced preparativos para iros”. Sino que apela a la responsabilidad de los que facilitarán la salida y la sostenibilidad del proyecto misionero. En Oriente Medio cuando despides a alguien le provees para sus necesidades del camino, aún hoy en día. Aunque sólo sea darle un bocadillo, un agua y unas frutas para el camino, cuando va en autocar de una ciudad a otra. El énfasis y modelo del Nuevo Testamente –iniciado aquí por la clara consigna del Espíritu Santo– no es poner el peso de la responsabilidad de la tarea transcultural en los que van a desplazarse, sino en los que los van a enviar. Es decir, los que envían son los que deben discernir y confirmar el llamamiento, así como van a proveer de todo lo necesario: credenciales, equipamiento espiritual y material, etc. ¿Por qué hoy actuamos al revés? Esperamos que la iniciativa parta de algún creyente lo suficientemente “loco” y luego, si acaso ya veremos si el liderazgo de la iglesia lo ve y lo anima o desanima. Cuando deberían ser ellos los que los estuvieran empujando, orientando y capacitando… Quizás nos falta mucha oración y ayuno (cf. Hch 13:2 y 3).



5)  Siguiendo con el relato de Hechos… Pablo andaba evangelizando y haciendo la misión por sus tierras o país (para ponerlo en términos contemporáneos), es decir, por Asia Menor (la actual Anatolia). Nacido en Tarso, en la península que hoy constituye Turquía, ésta era su tierra patria. Quiso ir a la región del Egeo (provincia de Asia) y el Espíritu Santo se lo “prohibió” (Hch 16:6). Y deambulando por la Anatolia central (Frigia y Galacia) decidió que quizás deberían ir hacia la región occidental del Mar Negro (Bitinia). Pero “el Espíritu de Jesús no se lo permitió” (Hch 16:7) y acabaron en Troas, en la costa del Egeo que mira para Grecia (Hch 16:8). Allí fue donde recibieron el archiconocido llamado macedónico. Un extranjero de otro continente (Europa) les imploraba “en visión de noche” para que cruzaran el mar, abandonando sus propias tierras, para ayudarlos con el Evangelio (Hch 16:9). ¡En este punto del NT se inicia la misión transcontinental! ¿Por qué tanto empeño del Espíritu Santo por encarrilar a Pablo hacia Macedonia? No sólo le prohíbe ir hacia Éfeso (lo que requiere expresar una restricción de viva voz) sino que al no darse estos por aludidos, tiene que recurrir entonces a poner trabas en su camino hacia Bitinia. ¡Así de importante es para Él que dejemos de centrarnos exclusivamente en nuestro país y que no desatendamos el llamado a las naciones! ¿Hemos sabido recoger nosotros el testigo de tal empeño del Espíritu?



6)  La sexta palabra del Espíritu es insistente y machacona, a la vez que solemne y reflexiva: “el Espíritu Santo me da testimonio en cada ciudad, diciendo que me esperan cadenas y aflicciones” (Hch 20:23). Podría el Espíritu haberle animado a que rehuyera esos peligros como hicieron los hermanos en otras ocasiones (cf. Hch 9:25; 17:10, 14). Incluso el Señor les dijo a sus discípulos “pero cuando os persigan… huid a otra ciudad” (Mt 10:23). Hoy en día este sería el mensaje que promoveríamos: contratando seguros para contingencias, fijando planes de emergencia, trazando de antemano protocolos de evacuación… Todo lo cual está muy bien y es necesario, siempre que no nos disuada de llevar a cabo la labor y de asumir los riesgos que humanamente conlleva. El Espíritu Santo, quien nos da el “poder” (Hch 1:8), la “plenitud” (Hch 2:4) y el “denuedo” (Hch 4:31) para llevar a cabo la tarea, a su vez nos presenta un panorama extremadamente realista. Y nos advierte de los peligros. No quiere que nos llamemos a engaño. Pero no lo hace para que tiremos la toalla, sino para que vayamos conscientes de los riesgos y a pesar de los riesgos. Porque si nuestras expectativas no son equilibradas, rápidamente decaeremos o desistiremos en lo que es la labor más ardua: llevar el mensaje a las latitudes, contextos y culturas más complejas.



7)  Por último, Pablo coincide de nuevo con Ágabo y este categóricamente le anuncia: “Así dice el Espíritu Santo: «Te atarán … y entregarán en manos de los gentiles»” (Hch 21:11). No es una simple advertencia de la posibilidad de ciertos riesgos como en el caso anterior, sino que afirma sin margen de duda y sin rodeos lo que va a suceder. Ya no se trata de un aviso de algo que podría pasar, sino la confirmación de algo que ciertamente va a ocurrir. ¿Es que el Espíritu Santo es un “pájaro de mal agüero”? En una época en la que sólo queremos el mensaje de la Palabra que habla de nuestro bienestar individual, realización personal y bendición privada (i.e. el mensaje de los ángeles), ¿tiene cabida el mensaje del Espíritu Santo? Si por un lado un ángel “se apareció… y las cadenas cayeron de sus manos” (Hch 12:7-9) y por el otro “el Espíritu Santo” nos dice “solemnemente os esperan cadenas” (Hch 20:23), ¿con cuál mensaje nos quedaríamos? ¿O es que tenían menos fe los que fueron “muertos a espada” que los que “escaparon del filo de la espada”? (Heb 11: 37, 34). Si ésta es la era del Espíritu Santo (tal y como no pocos eruditos la han bautizado), este mensaje del Espíritu no sólo tiene cabida, sino que debería y debe moldear las prioridades de cada creyente, pero sobre todo las prioridades de la(s) iglesia(s), de su visión y de su misión.



No es nueva la tendencia de la iglesia a desoír tal voz o a rebajar y desinflar tal entusiasmo, y por eso no es fortuita la advertencia constantemente repetida a las iglesias de Apocalipsis: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap 2:7, 11, 17, 29; 3:6,13, 22), al igual que la advertencia del propio Jesús en los días de su ministerio en la tierra era: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mt 11:15; 13:9,43; Mr 4:9,23; 7:16; Lc 8:8; 14:35). Porque si Él continúa hablando hoy a los suyos –que lo hace– su mensaje no puede haber variado hasta el punto de cambiar las prioridades para su pueblo.



¿Cuál es pues en resumen la visión que el Espíritu Santo quiere transmitir a su iglesia de ayer y de hoy a través de estas siete intervenciones en los Hechos de los Apóstoles?



-    Id... traspasad límites (8:29)



-     Superad todo prejuicio (10:19-20)



-     Asistid a los damnificados por... (11:28)



-     Enviad miembros de la iglesia a... (13:2) 



-     No os limitéis sólo a vuestro país (16:6-7)



-     Estad dispuestos a sufrir penalidades (20:23)



-     Afrontad los costes de la persecución… (21:11)



Se puede decir más alto, pero no más claro. El mensaje de los ángeles es tan genuino como el del Espíritu. Pero no debemos perder de vista que ese mensaje de protección y bendición no es un fin en sí mismo, sino la plataforma, el trampolín o la lanzadera que nos debe proporcionar los arreos para abordar el mensaje y llamado del Espíritu Santo. Pero este mensaje claro de la Palabra y el Espíritu por alguna razón ha quedado relegado durante siglos, sino al olvido sí al último lugar.



¿Será que el pueblo actual de Dios “en la lectura de las Escrituras tienen un velo que permanece sin alzarse” (cf. 2Co 3:14)? “Mas cuando se convirtieren al Señor, el velo se les quitará” (2Co 3:16). Es decir, ¡cuando pongamos el llamado y mensaje del Espíritu en primer lugar!



– –



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Para reflexionar:




  1. ¿Cuál pensamos que es la dedicación y/o la misión que el Espíritu Santo quiso y quiere imprimir en los creyentes y transmitir a todo su pueblo en esta “era de la Iglesia” hasta el día en que el Señor regrese…? ¿Están asumiendo nuestras iglesias de la Península esta visión en su totalidad?

  2. ¿Qué “mensaje” se escucha más en nuestras iglesias: el de los ángeles («sus ángeles estarán contigo para que tu pie no tropiece con piedra…», Sal 91:12) o el del Espíritu («te he puesto por luz a las naciones… a través de muchas tribulaciones», Hch 13:47; 14:22)? ¿Quién tiene más “rango” los ángeles o el Espíritu? ¿Cuál debería eclipsar al otro?

  3. ¿Cuál es la motivación para nuestro vivir la fe? ¿Que el Señor nos garantice su ayuda y solucione todos nuestros problemas, o ser agentes de su gracia y su salvación para solucionar los problemas del mundo, ahí donde sea más necesario, asumiendo los “riesgos” y “costes” que haga falta…?



Para más información sobre misiones puedes ponerte en contacto con:



https://alianzaevangelica.es/iglesia-y-mision/misiones/        



 



[1] Aquí se trata de una referencia a Ex 3. Por otro lado en 8:26 también habla un ángel, pero en este caso el Espíritu completa su mensaje en 8:29; así la intervención es más del Espíritu Santo. Como sea, las intervenciones de los ángeles siguen siendo 6.





[2] La tendencia en el NT es que los ángeles van dejando de aparecerse y hablar directamente, y ceden su lugar al Espíritu Santo y a Su inspiración de los profetas y los autores neotestamentarios.




 

 


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