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Los supuestos errores del cuerpo humano

Sus pretendidas deficiencias, en realidad no lo son, sino que manifiestan una planificación muy sofisticada y superior a los proyectos realizados por los ingenieros humanos.

CONCIENCIA AUTOR 87/Antonio_Cruz 06 DE OCTUBRE DE 2024 10:30 h
Imagen de [link]Ta Z[/link] en Unsplash.

En el año 2018, apareció un libro escrito por médico forense Nathan Lents, cuyo título era “Human Errors: A Panorama of Our Glitches, from Pointless Bones to Broken Genes” (Errores humanos: un panorama de nuestros fallos, desde huesos sin sentido hasta genes rotos).[1] Su autor, partidario del evolucionismo y ateo convencido, pretende demostrar que nuestro cuerpo está repleto de órganos deficientes, que supuestamente ponen de manifiesto el azar y la casualidad con que las mutaciones y la selección natural nos habrían elaborado. Algo que -según su opinión- refutaría la creencia de que fuimos diseñados de manera inteligente. Lents se refiere en su obra a órganos como la faringe humana que, en ocasiones, permite que nos atragantemos ya que el aire y el alimento deben pasar por el mismo sitio. También asegura que el punto ciego de la retina es un mal diseño porque en esa zona no se captan imágenes. Asimismo, dice que tenemos huesos que no sirven para nada; genes no funcionales en el ADN; rodillas débiles con meniscos desgastados en la vejez; problemas en la columna vertebral y, en fin, hasta en las glándulas sexuales masculinas encuentra defectos ya que están situadas fuera del cuerpo y son por tanto susceptibles de eventuales accidentes. ¿Tiene razón Nathan Lens? ¿Demuestran sus pretendidas imperfecciones que el cuerpo humano no fue diseñado inteligentemente?



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En primer lugar, conviene analizar el argumento que se esconde detrás de toda la obra de este médico. Su idea fundamental es que, si Dios fuera un ser omnisciente y omnipotente que creó el mundo y al ser humano con sabiduría, el cosmos no tendría ningún defecto físico en su diseño. No obstante, como el universo y los seres vivos ofrecen abundantes evidencias de deficiencias o de funciones que en apariencia se podrían mejorar, se concluye que nada está diseñado inteligentemente. Ni las galaxias, ni los vegetales terrestres, ni los animales, ni tampoco el cuerpo humano. Todo esto sólo sería el producto de la evolución ciega o sin propósito. Sin embargo, el hecho de que en nuestro mundo actual existan defectos, ¿es suficiente para negar su diseño por parte de un creador sabio? Me parece que no. 



Pienso que es una equivocación decir que ciertos diseños biológicos son defectuosos porque no se adecúan al ideal que nosotros podamos tener de la perfección. Al desconocer los objetivos reales del diseñador, no estamos en condiciones de valorar adecuadamente tales diseños. Quizás el creador permitió ciertos defectos u órganos imperfectos porque tenía metas diferentes a las nuestras. Esto no podemos saberlo. Además, la mayor parte de tales errores fisiológicos humanos, cuando se analizan en profundidad, resulta que no son defectos, sino que sus verdaderas funciones todavía no habían sido bien comprendidas por la ciencia. A medida que la fisiología avanza, se descubren características sofisticadas que anteriormente habían pasado desapercibidas. Esto lo veremos seguidamente. Y, desde luego, la cosmovisión cristiana tampoco cree que la creación actual sea perfecta o carezca de defectos ya que fue afectada por la Caída. Por lo tanto, ofrecer una lista de ejemplos de imperfecciones biológicas no contradice ni refuta en absoluto la cosmovisión cristiana.



Aparte de esta consideración, en los capítulos siguientes, analizaremos a fondo la faringe humana, así como algunos órganos de los sentidos, tales como el ojo y el oído, con el fin de evaluar si realmente manifiestan un mal diseño -tal como dice Lents- o por el contrario se trata de estructuras que cumplen perfectamente bien su función corporal. También veremos el sistema inmunitario y el aparato reproductor, señalando el complejo y exquisito diseño que evidencian cada uno de ellos. Sus pretendidas deficiencias, en realidad no lo son, sino que manifiestan una planificación muy sofisticada y superior a los proyectos realizados por los ingenieros humanos. Esto se puso de manifiesto, por ejemplo, cuando el ingeniero mecánico, Stuart Burgess, indicó en una conferencia de Westminster sobre ciencia y fe, dónde fallaba la teoría de Nathan Lents acerca de los errores humanos.[2] Burguess acabó su intervención afirmando que el libro de Lents debería titularse más bien: “Los errores de Lents” porque donde él solo ve errores anatómicos o huesos excesivos, como en la muñeca o el tobillo, de hecho un estudio más profundo descubre soluciones ingeniosas a diversos problemas de ingeniería y biomecánica. Soluciones muy superiores a las que hubieran podido aportar los mejores ingenios humanos. 



 



Los pequeños huesos de la muñeca





Lents afirma, por ejemplo, que en el pequeño espacio de la muñeca humana se acumulan demasiados huesos pequeños (ocho), por lo que es más complicada de lo que podría ser. Sin embargo, el ingeniero Burgess dice exactamente todo lo contrario. Esos ocho huesecillos del carpo son los que nos permiten girar la muñeca 360 grados y cada uno tiene su propio aspecto ya que se conecta con otros huesos, músculos y ligamentos del antebrazo y la mano. Estos huesos de la muñeca no están mal diseñados, sino que le aportan flexibilidad y permiten muchos movimientos diferentes a todos los tejidos blandos que constituyen las manos humanas. Por tanto, su diseño es sumamente inteligente, así como el del tobillo y los demás huesos de cuerpo. No hay nada superfluo en tales estructuras, sino que todo contribuye al perfecto funcionamiento de las extremidades.



 



La disposición de los senos paranasales



Otro supuesto error fisiológico al que se refiere Lents es el de la disposición de los senos nasales o paranasales. Se trata de un conjunto de ocho cavidades llenas de aire (cuatro a cada lado de la nariz) que se hallan en el interior de los huesos que constituyen el rostro. Están dentro de los frontales, esfenoides, etmoides, temporal y maxilar superior. Tales cavidades facilitan e influyen en la respiración, la fonación, el calentamiento del rostro, así como en el olfato. Lents asegura en su libro que los senos maxilares están mal diseñados porque tienen las aberturas cerca de la parte superior, en vez de poseerlas abajo, donde supuestamente facilitarían mejor el drenaje de la mucosidad por simple gravedad. Además, asegura que a ningún fontanero se le ocurriría colocar un grifo o un tubo de desagüe en la parte superior de un depósito sino en la inferior, donde existe mayor presión. No obstante, Lents no tiene en cuenta que esa abertura superior del seno maxilar (llamada ostium) no es la única que existe en dicho seno, ni siquiera se trata de la principal vía de drenaje. Hay todo un complejo sistema de interconexión entre todos los senos paranasales que, en ocasiones llega a ser microscópico, que facilita la evacuación del moco generado.





[photo_footer]Dibujo de los senos nasales (Wikipedia).[/photo_footer]



Precisamente el neurocirujano norteamericano Michael Egnor, respondió al libro de Lents afirmando que, si el orificio de drenaje estuviera en la parte inferior, en efecto, la mucosidad se vaciaría más rápidamente, pero esto afectaría negativamente a la función fisiológica del moco. La principal misión de éste es evitar que las mucosas se sequen. De esta manera, la mucosidad atrapa bacterias, hongos microscópicos, polen alérgeno, así como otros cuerpos nocivos extraños, que serán posteriormente eliminados por los anticuerpos del sistema inmunitario.[3] Por tanto, si los senos maxilares perdieran pronto el moco, estas importantes funciones quedarían alteradas. Los cilios existentes en el interior de dichas cavidades contribuyen a desplazar esta mucosidad hacia arriba, en contra de la gravedad, y así la obligan a permanecer más tiempo en el interior con el fin de que cumpla mejor su misión defensiva y lubricadora.[4]



Es evidente que durante los resfriados el exceso de moco líquido puede resultar incómodo, pero la relevancia de su utilidad y disposición anatómica es innegable para el buen funcionamiento de las mucosas que tapizan internamente los senos paranasales. En cambio, si el orificio de drenaje estuviera en posición inferior -tal como sugiere Lents- las mucosas se secarían pronto y dicho orificio se taponaría como consecuencia de la acumulación de residuos demasiado espesos. Por tanto, no se trata, ni muchos menos, de una estructura deficiente ya que los senos paranasales de la inmensa mayoría de las personas drenan sin problemas durante casi toda su vida, sin necesidad de atención médica. Además, lo hacen en cualquier posición de la cabeza, lo cual demuestra que la gravedad no es el mecanismo principal de drenaje. Y a esto, desde luego, no se le puede considerar como un mal diseño.



 



Supuestos genes no funcionales



Durante el siglo XX, los científicos pensaban que había dos clases de ADN en nuestras células. Uno bueno, con función conocida, que era muy importante para la vida puesto que contenía la información para producir las proteínas, y otro malo, aparentemente sin función. Tan malo que se le llamó “ADN basura” ya que, al no producir proteínas, se pensó que tampoco servía para nada más. Algunos decían que se trataba de trozos de ADN antiguo, que quizás habían tenido alguna función en nuestro pasado evolutivo, pero que en el presente ya no servían para nada. Esto es lo que manifiesta también Nathan Lents en su polémico libro.



Cuando se completó la secuenciación de genoma humano, en el año 2001, se descubrió que más del 98% de nuestro ADN era supuestamente “basura” que no formaba proteínas. Sólo el 2% restante servía para fabricar todas nuestras proteínas. Esto era algo que resultaba notablemente sorprendente. Era como si en una pequeña fábrica de automóviles, que tuviera cien empleados, sólo trabajaran dos personas montando los autos, mientras las noventa y ocho restantes, estuvieran sentadas mirando sin hacer nada. Hoy sabemos, no obstante, que, aunque el “ADN basura” no codifique proteínas hace, sin embargo, mil cosas diferentes y necesarias para el buen funcionamiento celular. Los 98 operarios no están inactivos. Es verdad que no montan coches, pero hacen otras muchas cosas para que la fábrica funcione bien. Cosas como, por ejemplo, obtener financiación, llevar la contabilidad, promocionar los autos, tramitar los salarios de los empleados, limpiar la fábrica y los aseos, vender los coches, etc. Pues bien, algo parecido a esto es lo que hace el “ADN basura” en nuestro genoma.



Continuamente se le están descubriendo nuevas funciones. No forma proteínas, pero tiene importantes funciones de regulación: impide que el ADN se deshilache y dañe; forma estructuras de anclaje en los cromosomas durante la división celular o ayuda a fabricar el ARN y regula la expresión de los genes (como si fueran interruptores), etc. También posee aspectos negativos, por ejemplo, algunos ADN basura son intrusos genéticos de virus que están dormidos, pero pueden despertar y producir cáncer (Las células han desarrollado mecanismos para mantenerlos en silencio, pero con la madurez pueden romperse tales mecanismos) y algunas enfermedades genéticas están causadas por mutaciones en el ADN basura (como la distrofia miotónica y otras).



En fin, es curiosa esa actitud, demasiado común en biología, de pensar que si no se conoce algo es porque no hay nada que conocer. Hoy se ha descubierto que el mal llamado ADN basura juega un papel vital e inesperado en el control de la expresión génica. Muchos genetistas creen que es, ni más ni menos, que la fuente de la complejidad biológica humana. Si existe un Dios sabio que nos ha creado en base a un plan inteligente, lo lógico sería esperar que el 98% de nuestro ADN sirviera para algo y que, de ninguna manera, fuera “basura genética”. ¡Y esto es precisamente lo que se ha descubierto!Cada vez son más los genetistas que piensan que la singularidad biológica humana reside precisamente en nuestro ADN basura.          



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¿Tenemos débiles las rodillas?



También se ha señalado que las rodillas humanas no son perfectas y que no permiten ejercitar todos los movimientos posibles, por lo que son muy vulnerables a lesiones, como saben bien los futbolistas y otros deportistas. Sin embargo, se trata de una articulación que nos permite caminar, correr, saltar, agacharnos, permanecer en cuclillas, etc. Todo esto hace posible que podamos desenvolvernos en un amplio abanico de actividades físicas habituales. El diseño de la rodilla es muy complejo ya que está integrada por 21 músculos en total. En ella confluyen dos importantes huesos de la pierna, el fémur y la tibia. La rótula es un pequeño hueso redondeado que se articula con la porción anterior e inferior del fémur y es capaz de realizar movimientos de flexión y extensión. Los múltiples ligamentos que la rodean contribuyen a darle estabilidad, mientras que potentes músculos se insertan en sus proximidades haciendo posible el movimiento de toda la extremidad.



Es verdad que las rodillas pueden sufrir varias lesiones, sobre todo en los deportistas que suelen forzarlas en sus actividades. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los movimientos propios del cuerpo no le causan problemas. También hay que tener en cuenta que, con el paso de los años, éstas se desgastan y pueden generar dolencias como osteoporosis, artritis, etc. No obstante, esto no se puede atribuir a un mal diseño sino a una degeneración del tejido óseo como consecuencia de la edad. Es evidente que todos los tejidos del cuerpo humano se degradan con el tiempo y que cuando sobrevienen ciertas enfermedades aparecen disfunciones en los diferentes órganos. Aquellas articulaciones que funcionaban perfectamente en una persona joven, a los veinte o treinta años, suelen dejar de hacerlo a los sesenta o setenta. ¿Acaso significa esto que la rodilla esté mal diseñada o no lo esté en absoluto? Además, hay que tener en cuenta que incluso un mal diseño no deja de ser diseño.



 



¿Demuestran los testículos que Dios no existe?



Nathan Lents está convencido de que los testículos de la mayoría de los mamíferos, incluido el ser humano, están también mal diseñados ya que -según su opinión- deberían estar dentro del cuerpo y no fuera del mismo. Al estar afuera, se exponen a múltiples accidentes o amputaciones que podrían dejar estéril al macho en cuestión. Él cree que si existiera un Dios creador omnisciente no los hubiera diseñado así, sino que se las habría ingeniado para colocarlos en el interior del abdomen, tal como ocurre en los cetáceos (delfines, orcas y ballenas). ¿Por qué estos mamíferos acuáticos presentan un aparato reproductor completamente interno, mientras que el ser humano y la mayoría de los mamíferos terrestres lo tiene fuera del cuerpo? Esta disposición se debe a la temperatura adecuada a la que se forman los espermatozoides. En los mamíferos terrestres, los espermatozoides sólo se producen a una temperatura ligeramente inferior a la existente en el interior del cuerpo, por lo que tienen que estar fuera del mismo, mientras que en los acuáticos dicha temperatura ya se da en el interior y, por tanto, no tienen necesidad de testículos externos. Aparte del hecho de que éstos alterarían significativamente la necesaria forma hidrodinámica para el desplazamiento acuático.



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A pesar de tal requerimiento, Lents argumenta así: ¿acaso no podría Dios haber ideado un plan especial para modificar los parámetros de desarrollo de los espermatozoides, con el fin de que la temperatura ideal de formación fuera la misma que la del resto del cuerpo? Y, precipitadamente, concluye que semejante disposición externa de los testículos demuestra que no hay Dios y que sólo somos el producto de una evolución ciega o sin propósito. ¡Curiosa manera de razonar! A nosotros nos parece que existe una cuestión mucho más pertinente, como ¿son realmente los testículos externos un ejemplo de mal diseño? Cuando se realiza un análisis a fondo y libre de preconcepciones ideológicas se observa que los testículos, a diferencia de otras glándulas del cuerpo, generan células que sólo se utilizarán de manera intermitente. Durante la pubertad, entre los 11 y 15 años, los testículos comienzan a producir espermatozoides que no tendrán utilidad hasta varios años después, en el momento oportuno. Desde la perspectiva de un diseño original, tiene todo el sentido generar y conservar estas células sexuales fuera del cuerpo, donde la temperatura es inferior (como en una nevera o frigorífico), con el fin de que no gasten energía durante años ya que sus necesidades metabólicas están reducidas. Finalmente, durante el coito, los espermatozoides así conservados serán liberados a las vías genitales femeninas, se calentarán y nadarán enérgicamente, mediante un gasto importante de energía, hasta alcanzar su objetivo final, la fecundación del óvulo.



Nada de todo esto evidencia un mal diseño sino más bien lo contrario. Es menester que tales gametos masculinos estén almacenados fuera del cuerpo para que se conserven en perfecto estado y acumulen la energía necesaria para la difícil carrera de obstáculos de la fecundación. La fisiología de la reproducción es un proceso elegante y complejo que, en contra de la opinión de Lents, evidencia inteligencia y previsión. Algo que solamente puede provenir de una mente omnisciente.



 



Notas



[1] Lents, N. H. 2018, Human Errors: A Panorama of Our Glitches, from Pointless Bones to Broken Genes, HMH Books, Boston.



[2] https://evolutionnews.org/2022/09/stuart-burgess-informs-evotlutionist-nathan-lents-about-the-design-genius-of-the-ankle-and-wrist/



[3] https://evolutionnews.org/2018/05/nathan-lents-science-with-the-parking-brake-on/



[4] Mann, W. J. et al., 2011, The Drainage System of the Paranasal Sinuses: A Review with Possible Implications for Balloon Catheter Dilation, American Journal of Rhinology and Allergy, Volume 25, Issue 4.



https://doi.org/10.2500/ajra.2011.25.3647


 

 


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