Las condiciones en el campo de desplazados internos de Ichwa (Nigeria) son terribles, pero Abraham y su familia tienen esperanza gracias a Dios y a la Iglesia mundial.
«No había otro lugar a donde huir. Aunque corrieras, sin duda te iban a encontrar. Mientras huía, caí en una zanja llena de hojas que me cubrieron. Sus linternas no me alumbraron y fue así como pude salvar mi vida».
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Con estas palabras, Abraham recuerda el momento en que consiguió escapar del devastador ataque de los extremistas fulani en Tse Ancha, su pueblo natal ubicado en el Estado africano de Benue, en el centro de Nigeria.
Estos militantes mataron a ocho personas, hirieron a siete y provocaron el desplazamiento de toda una comunidad entera. Antes de este suceso, el pueblo recibió noticias de que los fulani habían atacado las regiones vecinas.
«Nunca pensamos que la nuestra sería la siguiente», reconoce ahora Abraham. Sin embargo, no tardó en llegar una alerta muy peligrosa. «Los atacantes nos enviaron un mensaje que notificaba su venida».
«Estábamos muy preocupados», recuerda. «Nos enviaron un mensaje diciendo que ‘reclamarían nuestra paz’. No había manera de defendernos ante ellos. Nos contestaron diciendo que les daba igual si podíamos protegernos o no, y que igualmente nos atacarían». Gran parte de las mujeres y los niños del pueblo, incluida la mujer de Abraham y sus tres hijos, abandonaron previamente la aldea, mientras que los hombres se quedaron.
En la medianoche del 27 de abril de 2021, los cristianos de la comunidad escucharon disparos. «A los primeros que huyeron de sus hogares les dispararon y los mataron», recuerda Abraham. Su hermano, un evangelista llamado David, estaba entre aquellas personas.
«Intentaron abrir la puerta, pero se dieron cuenta de que estaba cerrada desde dentro, así que la rompieron. Mi hermano se levantó para sujetar la puerta desde dentro; y los extremistas le dispararon a través de la puerta. Cuando salió fuera, le dispararon en la cabeza».
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«Tenían la linterna atada a su pistola. Al alumbrarte e identificarte, inmediatamente de disparaban». El ataque continuó así durante casi toda la noche. Tan pronto como se pusieron a salvo, Abraham y el resto de la aldea huyeron y se unieron al resto de familias que también consiguieron escapar.
Fue al llegar a Ichwa, un campo para desplazados internos, cuando Abraham y otros supervivientes comprendieron mejor lo que había provocado el horrible ataque a su pueblo y lo que les impedía regresar. En el fondo, se trata de una ideología expansionista que tiene ramificaciones en toda la región subsahariana.
«Al llegar a este campo, nos dijeron que nuestros atacantes querían tomar nuestra tierra a la fuerza», dice. «Su intención es islamizarnos a todos, y esa es la razón principal por la que nos están matando. Si no lo aceptemos, juran matarnos hasta que no quede ni uno».
«Nuestra aldea de Benue es una buena tierra y bendecida por Dios», dice Abraham señalando el paisaje que les rodea. Este cristiano nigeriano pertenece a la tribu Tiv, que se dedica principalmente a la agricultura de subsistencia. «Es una tierra muy fértil y buena, y nuestros atacantes saben que, en este país, nuestra tierra es conocida por ser la mejor para la agricultura. Y a nosotros se nos conoce por amar a Dios».
«Cuando terminen de atacarnos, planean apoderarse de nuestra tierra porque saben que en ella cultivarán fácilmente alimentos para consumir y tendrán suficiente agua para beber. Les gusta nuestra tierra y quieren quitárnosla a la fuerza porque nos hemos negado a ser musulmanes. Y también saben que los Tiv somos una comunidad que teme mucho a Dios y tiene una fe sólida. Por ello, dijeron que acabarían con nosotros antes de seguir expandiéndose en otras regiones del país».
«Su intención es tomar el control de Nigeria y otras partes de África. Han comenzado por las regiones cristianas».
La historia de Abraham no es un caso aislado, sino que se repite en el norte de Nigeria y en otras partes de África Subsahariana, dado que los extremistas islámicos aprovechan la inestabilidad de la región para ampliar su influencia.
En 2023, cerca del 90 % de los 5000 cristianos que fueron asesinados por su fe en todo el mundo eran de África Subsahariana, de los cuales 4118 eran de Nigeria, la cifra más alta. De la misma forma, unos 113 000 cristianos en la región tuvieron que desplazarse de sus hogares, y de nuevo la mayoría eran de Nigeria: aproximadamente 100 000 personas.
Cuando expulsas a los cristianos de sus hogares, les quitas muchas cosas aparte de sus posesiones materiales, como sus sueños y ambiciones. «Iba [al colegio]», dice Abraham. «Estaba cualificado para ser admitido en cualquier escuela superior o universidad. Pero debido al ataque, no pude continuar mis estudios. Trabajaba en el campo para pagarme la matrícula; pero tras el ataque, no pude continuar mis estudios».
Los tres hijos de Abraham se enfrentan a una amenaza similar. «Mis hijos no han podido ir a la escuela porque ya no me dedico a la agricultura», se lamenta.
«Los Tiv cuidamos nuestras granjas porque es de ahí de donde sacamos nuestro sustento y pagamos las matrículas de nuestros hijos. Sin embargo, estar en este campo de desplazados nos ha limitado mucho porque los trabajos que hay aquí, como la soldadura o la costura, en realidad no son nuestro fuerte. Nosotros nos dedicamos principalmente a la agricultura: cultivamos y vendemos arroz y ñames. Pero en todo el año no hemos podido cultivar porque aquí no hay granjas y carecemos de material. En este campo, estamos buscando comida para subsistir».
El desplazamiento tiene un efecto dominó. Además del impacto en la educación y los medios de subsistencia, está la pérdida de posesiones materiales y la desestabilización de familias, comunidades e iglesias. La tierra arrebatada ha facilitado una expansión por parte de los grupos fulani.
Además, esta situación también tiene un impacto emocional y espiritual, materializado a través del trauma, el dolor, las dudas sobre la fe y el impacto en la presencia de la iglesia en la región, tanto a corto como a largo plazo. ´
Para Abraham, la preocupación más urgente es la supervivencia diaria. «Hace cuatro días no teníamos comida», afirma. «Cuando ya no podíamos soportar el hambre, salí a ayudar en una plantación de boniatos.
Al regresar, [me encontré] a mi mujer tendida en el suelo porque estaba muy hambrienta. Incluso cayó enferma y fue ayer cuando por fin empezó a incorporarse de nuevo».
«He estado luchando por seguir vivo. La vida en el campo es muy difícil, porque no podemos trabajar. Si seguimos así, nos veremos obligados a trasladarnos a cualquier lugar. Cuando no obtenemos comida de personas u organizaciones, salimos en busca de trabajos domésticos y utilizamos el dinero que cobramos para comprar comida y otras provisiones».
La lucha por la supervivencia se ve agravada por el impacto que tiene en los niños vivir en un campo de desplazados. «La vida está siendo muy difícil, y sufrimos por nuestros hijos.
No tienen nada que hacer, y se han vuelto muy rebeldes», dice Abraham. En todos los campos similares, este es un gran problema que refuerza el efecto dominó del desplazamiento.
Y todo ello repercute en la fe de Abraham. Aunque ha visto la provisión de Dios como respuesta a sus oraciones, a menudo el sufrimiento solo parece intensificarse, tanto para él como para los que le rodean.
Por eso, le surgen dudas y preguntas. ¿Dónde está Dios cuando todo apunta en contra de Él? Esta es una pregunta que ha perseguido a todos los cristianos desde el principio de los tiempos, y que todavía se agrava para los creyentes como Abraham, que son perseguidos y afligidos por su fe en Jesús.
«Al llegar aquí, esperábamos que nos dieran comida y que Dios estuviera con nosotros», reconoce Abraham. «Cuando comenzó el sufrimiento, empezamos a orar pidiendo la ayuda de Dios y entonces la gente comenzó a venir en nuestro socorro para ayudar».
Pero los periodos que transcurren entre que llega la ayuda son cada vez más largos. «El sufrimiento ha aumentado y la mayoría de la gente ha huido en búsqueda de nuevas formas de subsistencia.
Pretenden conseguir comida y compartirla con todos los que puedan [a pesar de que el peligro sigue estando]. Mi oración es que nada es imposible para Dios».
«Sufrimos mucho en este lugar y siempre oramos para que Dios envíe ángeles a rescatarnos. Algunos tenemos que trabajar mucho para conseguir [tan solo] pequeñas porciones de comida para sobrevivir día a día.
Apenas encontramos algo alrededor de este campamento, únicamente animales de monte que cazamos para comer. En ocasiones cazamos y vendemos los animales que conseguimos.
Pero el hambre puede hacer que no entiendas cómo funciona la vida, o preguntarte qué deberías hacer como padre cuando tu hijo llore de hambre, y desearías poder suplicar a esos atacantes que paren».
Cuando Abraham habla de su fe y de cómo se ha visto afectado por este sufrimiento, es fácil pensar en la historia de Job.
En medio de la honestidad y el dolor, a este cristiano nigeriano también le sostiene la seguridad de que Dios está presente y lo salvará a él y a su familia. «Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo», dice Abraham en referencia a Job 19:25.
«A veces siento que puedo hablar con Dios, pero cuando el sufrimiento me supera, me resulta muy difícil hablar con Él», reconoce.
«Sin embargo, cada vez que miro lo poco que tengo, incluso el agua de mi habitación, le doy gracias a Dios. Pero cuando estoy débil de corazón, me siento cansado de esta vida. Aun así, diré: ‘Dios es el dueño de todo, Él nos ayudará y nos librará de esta situación’».
«Los Tiv no somos gente que mendigue para comer. Cultivamos nuestras cosechas y nos proveemos de alimentos. También compartimos con los demás, pero ahora que la vida es difícil, no podemos hacerlo. No sé cómo nos ayudará Dios, pero mi oración es que toque el corazón de nuestros atacantes para que podamos volver a nuestras casas y podamos seguir viviendo nuestras vidas normales, porque los días se acaban».
«Estamos aquí como si tuviéramos las manos atadas. Sigo orando a Dios para que nos provea y no se olvide de nosotros. Él está pendiente de todos, de los que murieron y de los que seguimos vivos. Le pido que nos dé comida para que podamos seguir vivos, porque la vida es dura aquí. Todavía creo en Él y confío en que Él sigue en el trono. Él me librará».
«Hermanos, os pedimos que nos ayudéis orando por nosotros y por los ataques que recibimos. Ahora nuestra mayor petición es que Dios toque la mente de nuestros asesinos y reduzca nuestro sufrimiento.
Hemos sufrido mucho y nos encantaría volver a nuestros hogares. Veo que no estamos seguros donde estamos. Por favor, orad por nosotros, por la situación en que nos encontramos».
«Hacemos un llamamiento a los cristianos de todo el mundo para que sean conscientes de nuestro sufrimiento y vengan a rescatarnos. Estamos sufriendo mucho».
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