Extensión de la cristiandad por medio del monacato: la apostasía

En nuestro grupito, siempre en la periferia, que no sabemos nada de cómo anda la iglesia hoy, sí conocemos que la cristiandad se estropeó nada más nacer el cristianismo. Idéntica cosa ya pasó antes en la llamada Iglesia del Antiguo Testamento. Un resto escogido por gracia, rescatado y conservado de un cuerpo global, el que tiene y presume de tener los ritos externos que señalan la pertenencia a Dios. Tal como antes, luego de la resurrección. No hace falta esperar la gran apostasía, ya la tiene la Iglesia antes y después de Cristo, desde sus inicios antes y después.

Los escritores del Nuevo Testamento indican que en sus días y en sus espacios ya estaban los falsos maestros, igual que los falsos profetas antes. La pregunta que nos hacemos, y que aquí respondemos, es ¿quién triunfa temporal y externamente en la construcción de la “iglesia”? Pues los falsos. El judaísmo antes, y la cristiandad después, son expresión de la corrupción sobre la Escritura y los frutos del Espíritu. Enemigos del Mesías Jesús, antes de venir y después de venido.

Esta declaración que hago (para no meter a nadie en el marrón), asentado en la periferia, desde donde siempre he trabajado y d. v., seguiré, supone eliminar un constructo idealizado de la “iglesia primitiva”, que suele ser una figura modulada para recoger todo lo bueno que después se fue perdiendo. Reconozco que esto no suena muy bien a los oídos edulcorados.

Las iglesias del Nuevo Testamento muestran una situación bastante desastrosa. Habrá matices entre una u otra, pero la visión general es problemática, y así lo avisan los autores de la Escritura una y otra vez. Dentro de vosotros… están los que destruyen la Iglesia. No vendrán, sino que están, y luego continuarán aumentando, como así ocurrió. La Iglesia de los redimidos, su comunidad o cuerpo, la Jerusalén de arriba, vive mezclada con la terrena. Y la terrena es la que se ha extendido y crecido. Nuestro Dios así lo ha establecido, esto es lo que ha pasado, si no, no pasaría. Piensa el Engañador que ha triunfado, pero solo ha cumplido. 

Más que una Iglesia fundada en los Apóstoles, se produce una iglesia fundada en los padres apostólicos, los padres latinos o los griegos. Las iglesias iniciales, con su buen hacer social y de predicación, están mezcladas con ideas falsas sobre más de una cuestión vital. Y lo que se ve después, es la ampliación de las ideas falsas. ¿Qué es y qué indica el “óleo de exorcismo” con el que el obispo ungirá a los bautizados? ¿Qué es y qué supone que la señal de la cruz, como poder que expresa no sé qué fuerza espiritual interna, sea el medio de expulsar a los demonios? Y cosas semejantes, como lugares sagrados porque son tierra de algún mártir, etc.

Los padres, latinos o griegos, como apunta nuestro Calvino, que dijeron cosas útiles, también dijeron un montonazo de insensateces. Y sus fantasías e invenciones son las que han prevalecido. No se puede luchar contra el papado sin hacerlo contra esos padres en sus corrupciones. (Cierto que entre ellos sobresale por su cercanía con Pablo en cuestiones básicas Agustín, de tal manera que un autor puede decir que Trento presenta una iglesia donde pareciera que nunca existió un Agustín, pero es una excepción y también acompañada de un discurso donde no se condenan las doctrinas extrañas que pueblan la cristiandad.) Para el papado la tradición no es sino la explicación de la Biblia que hacen los padres, por eso no la separan. No te dicen qué padres, y qué cosas dichas, pero eso es otro asunto. Muchos evangélicos no han salido en su apologética de este engaño.

Uno de esos padres te puede decir, y a ver quién le dice en un púlpito evangélico que no: “Que no ocupe el alma nada excepto los preceptos divinos y los mandamientos celestiales”. Esto suena a lo que nos dice nuestro Pablo, que pensemos en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pero es todo lo contrario a lo que enseña nuestro apóstol, pues con esas palabras el “padre” está proponiendo una ética sin familia, sin mirar la tierra para sembrar y cosechar, una moral sin o contra el cuerpo. Que el mismo, en otro lugar te puede decir que “solo podemos preservar [eso de la perseverancia de los santos que tanto ha disgustado a más de uno] la salvación tras pecar después del bautismo por medio de realizar obras de justicia y de misericordia, de manera que podamos, por medio de las limosnas, lavar todas las manchas que tenemos contraídas.” Esto te lo dicen los mismos que pueden hacer defensas de la divinidad de Cristo, del Espíritu Santo, etc., lo que hace el papado. ¡La corrupción de la cristiandad supone también un discurso “ortodoxo” sobre la Trinidad!

Este padre te puede decir, y a ver quién le dice que no, en un púlpito evangélico de progreso en santidad: “El hombre, por oración y buenas obras merece para sí mismo la misericordia de Dios en su batalla contra el pecado”. Pues no, no es así, esto es poner la mediación de nuestras fuerzas para obtener la fuerza de Dios. Y no, no es así. La gracia es otra cosa. De inmediato, junto a esas falsas enseñanzas te ponen la necesidad de la “iglesia” como lugar de mediación necesario para obtener esa misericordia, por supuesto, sin que falten sus clérigos cada uno en su puesto.

Pero ni obras ni trabajos de limosnas, donde se ponga un buen martirio que se quite todo lo demás. Con esa sangre derramada no solo te salvas tú, sino que mereces misericordia para otros. Ha nacido la intercesión de los santos. Y ya he comentado que en esos martirios hubo, seguro, algunos fieles redimidos, pero, por lo que estaba ocurriendo, también muchos falsos cristianos; que morían, eran torturados, y derramaban su sangre. (Nosotros tenemos una grande nube de testigos, durante toda la vida de la iglesia redimida, seguro, pero el “libro de los mártires”, esas leyendas doradas, es fruto de la pluma del diablo. Lo hablamos en otra ocasión.)

Esa grandeza del martirio para cubrir todos los pecados, del mártir, y de los que lo invoquen, deja de ser un medio cuando no hay medio de ser mártir. Sin las persecuciones se buscó otro modo de “martirio”. Ha nacido el monacato. Igual que el mártir en la arena, ahora el eremita está sólo en la nueva arena, su espacio, que incluye su cuerpo, para luchar contra el diablo, y “dejarse la vida en la lucha”. El sitio de los nuevos “atletas” es reverenciado, visitado, y cuando mueren, convertido en tierra santa, que “produce” efectos. La superstición pagana, puesta en el altar de la cristiandad. Papado, y los evangélicos tan contentos.

Tan contentos porque cuando enseñan sobre la extensión del cristianismo, no les da vergüenza alguna en poner como héroes de la fe a Tal o Cual en esos lugares donde el cristianismo (la cristiandad, no lo olvidemos) se ha asentado, logrando nuevos limites. Eran monjes que creaban monasterios, pero eso no importa. El mapa de la extensión de la cristiandad se puede marcar por los lugares donde se levantan monasterios. Hagan la prueba. Y en esos monasterios nacen las primeras edificaciones para mostrar la gloria de la cristiandad. Una mezcla de “pobreza” y riqueza, como hoy. Esa es la historia de la cristiandad. Esa es su corrupción. ¡Salid de en medio de ella pueblo mío!

He puesto algo de Cipriano. No se trata de caer en discusiones vanas sobre los padres, sino reconocer su rechazo de las verdades que Pablo predicó, por ponerle a él como referente. Si te vas a Oriente y te topas, por ejemplo, con Metodio (-311), verás su empeño en mostrar el valor de la Palabra, ¡para conducirte a la verdad de la moralidad personal, sustentada en la ascesis monacal! Esa ascesis que te dicen que es la respuesta y el esfuerzo personal para responder a la gracia que te ofrece Dios, sin cuyo complemento es ineficaz (¡pura teología de santidad evangélica!). Que te dicen, sin inmutarse, que “así como Cristo nació y vino por la virgen Maria, Cristo ahora nace y viene por mediación del nuevo cuerpo santo, la iglesia”. Y eso es lo que extendió el cristianismo, ya me dirán si no se ha convertido en cristiandad corrompida. Pues esto hay que rechazarlo. Que nos quedamos solos, sin “base antigua”, pues nos quedamos. Siempre tendremos la base antigua y moderna, que no cambia, de nuestro Redentor, que ha edificado y presentado a su Iglesia delante de sí, limpia y sin contaminación, limpiada y perdonada por su obra en la cruz, de una vez para siempre.

Esto me parece que no me lo firma casi nadie. Pero sin esta afirmación nos quedamos sin firmeza y sin futuro, a menos que quieran la firmeza y el futuro de los méritos de los ascetas y mártires, puestos en el pedestal de la santidad por decisión e interés de los mismos que llevaron a la cruz a nuestro Redentor.

La próxima semana, d. v., nos vamos juntos a Antioquía, a ver qué le pasa a nuestro Pablo confrontado con los también nuestros Pedro y Bernabé. Anticipo que veremos lo que hoy hemos visto; ya veremos. 

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[title]Por un año más[/title]

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