Sarah* estaba en su casa en Egipto, con los ojos cerrados y la Biblia entre las manos, cuando de pronto oyó unos pasos… 

Se acercaba el peligro. Desde hacía un año, Sarah era cristiana clandestina. Una compañera en su trabajo había compartido el Evangelio con ella, y Sarah, que se sentía atrapada en un matrimonio abusivo, se sintió atraída por la esperanza y la paz que encontró en Jesús. 

Así, esta mujer egipcia rechazó el islam, pero el precio de su decisión fue elevadísimo. «Si mi marido se enteraba de mi conversión, me expondría al rechazo, a la persecución o incluso al divorcio. Tenía que andar con mucho cuidado». 

Abusada y abandonada 

Los pasos eran de su marido, que volvía del trabajo antes de lo normal.  

Rashed* entró en la sala, vio a Sarah con su Biblia y estalló en cólera. Le pegó una paliza a su mujer con tanta ira que ella acabó en el hospital. Mientras le atendían los médicos, Rashed cogió a sus dos hijos y se marchó. 

Sarah estaba rota. «Tenía mucho miedo: miedo de la gente que considera a los cristianos infieles, miedo de no volver a ver más a mis hijos, y miedo de ser vulnerable». Así lo recuerda Sarah. Ahora que quedaba al descubierto su fe secreta, no tenía otro remedio que abandonar su trabajo y dejar su casa.  

En ese momento tan duro, le llegó la ayuda necesaria para comenzar de nuevo. 

Recuperar la libertad 

La amiga que había compartido el Evangelio a Sarah la puso en contacto con una colaboradora local llamada Shereen*, quien la conectó con una iglesia en casa y le buscó un lugar para vivir. Esta colaboradora también ayudó a pagar el alquiler y a que pudiera encontrar trabajo. «Vuestro apoyo me ayudó a sentirme segura y tranquila», agradece. 

Sumando más bendiciones, el año pasado Sarah recibió una llamada telefónica de su hijo pequeño, que tenía entonces ya 15 años. Le dijo: «Mamá, hace años que te estamos buscando». 

Todavía se le saltan las lágrimas de los ojos cuando recuerda el reencuentro. «No tengo palabras para expresar el inmenso gozo que siento. El amor, la misericordia y la gracia del Señor no tienen límites». 

Actualmente, Sarah mantiene en secreto su fe, para su propia protección. Su conversión al cristianismo implica que sigue siendo blanco de los extremistas. Así, de puertas para fuera, parece una musulmana más, pero en su corazón sigue a Jesús. El apoyo de la Iglesia mundial le da fuerzas para mantener su decisión y su secreto peligroso. 

«Sé que Dios nunca me abandonará», afirma Sarah. «Estoy segura de que Dios está conmigo para siempre». 

*Nombres cambiados por motivos de seguridad.