En el Nuevo Testamento tanto el Señor Jesús como el apóstol Pablo se refieren a Moisés, citando su autoridad y asumiendo su paternidad literaria.
En muchas versiones españolas de la Biblia, el libro de Éxodo viene precedido por el título “libro segundo de Moisés”. El nombre de este gran líder aparece por primera vez en el segundo capítulo de dicho libro y no deja de salir hasta el último capítulo de Deuteronomio. Moisés es el personaje central de casi todo el Pentateuco. Se le presenta como el fundador de la religión de Israel. Él es quien trae la Ley divina al pueblo hebreo. Se dedica a organizar las distintas tribus para que cooperen en sus trabajos y funciones. Es el indiscutible jefe carismático del pueblo en su salida de Egipto y posterior peregrinaje por el desierto. Tanto los judíos como los cristianos han considerado desde la antigüedad que fue él quien escribió el Pentateuco. Si se elimina a Moisés de los primeros cinco libros de la Biblia, todo lo demás se oscurece. Como bien escriben los teólogos William S. Lasor, David A. Hubbard y Frederic W. Bush: “Si se borra a Moisés de las tradiciones, por considerarlo carente de historicidad o como una adición posterior, la religión y hasta la existencia misma de Israel se vuelven inexplicables”.[1]
Sin embargo, desde el surgimiento de la Hipótesis Documentaria, muchos autores han venido creyendo que Moisés no escribió el Éxodo. ¿Qué se puede decir al respecto? En primer lugar, conviene admitir que quizás el gran líder hebreo -como era costumbre en la antigüedad- tuviera algún escriba o amanuense que copiara a mano los escritos que Moisés le dictaba. Esto, desde luego, no negaría la autoría mosaica del libro. Los escribas antiguos eran simples funcionarios a las órdenes de los auténticos autores. De manera que quizás el Éxodo, así como el resto del Pentateuco, no fueron escritos literalmente por la mano de Moisés, pero sí bajo su dictado directo, su pensamiento divinamente inspirado, sus ideas propias y su experiencia personal. Esto nunca se podrá saber a ciencia cierta.
No obstante, es interesante señalar lo que escribió el fraile dominico francés, Roland Guérin de Vaux, a principios de los 70 del pasado siglo XX. En este sentido, refiriéndose a Moisés dijo: “La posteridad le consideró como autor del Pentateuco, fundador de la religión de Israel, promulgador de la Ley, organizador del pueblo y del culto, jefe carismático, profeta y sacerdote. Pero he aquí que la crítica moderna le ha quitado casi todas estas prerrogativas, llegando incluso a dudar de su existencia o, por lo menos, de que nosotros podamos decir algo histórico sobre su personalidad y su función. Moisés se habría introducido en las tradiciones sobre la salida de Egipto, la marcha a través del desierto y el Sinaí cuando estos recuerdos, propios de algunos grupos, se convirtieron en patrimonio común de «todo Israel». No se le puede considerar como el fundador de una religión. Sin embargo, ya comienza a tomar cuerpo una reacción, y algunos trabajos actuales conceden más consistencia histórica a la figura de Moisés”.[2] Esto significa que ya en aquella época la crítica moderna del texto bíblico empezó a decaer y a tener serios detractores. ¿Qué evidencias tenemos para creer que Moisés escribió el Éxodo?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que probablemente ninguna otra persona conocida de aquella época pudo tener el tiempo, los recursos necesarios, el interés personal, la trayectoria histórica y la capacidad intelectual como para realizar semejante registro histórico. Dios elige siempre a la persona adecuada para sus planes eternos y lo hace en el momento oportuno. Es cierto que había otros varones representantes del pueblo hebreo. Por ejemplo, estaba Aarón, el hermano mayor de Moisés, quien llegó a ser el primer sumo sacerdote de Israel. También figuraban Nadab y Abiú, los dos hijos mayores de Aarón y, por tanto, sobrinos de Moisés. Asimismo, había un consejo constituido por setenta ancianos. Sin embargo, únicamente a Moisés se le dijo que sólo él se acercara a Jehová (Éx. 24:1-2).
En segundo lugar, cuando se lee el libro de Deuteronomio, puede apreciarse que Moisés le habla al pueblo de Israel en numerosas ocasiones y describe muchos de los acontecimientos relatados en el libro de Éxodo, con un realismo singular y una precisión propia de un testigo ocular. Difícilmente alguien que no hubiera estado presente podría haber descrito sucesos milagrosos tan peculiares y con tanto detalle como las plagas de Egipto, la provisión del maná en el desierto, la travesía del Mar Rojo o la recepción de los Diez Mandamientos. Por mucha imaginación que tuviera un redactor posterior, las narraciones vívidas, detallistas y coloristas del libro de Éxodo hablan claramente a favor de un testigo directo que describe lo que ve. Esto se observa también en el conocimiento preciso de la geografía, las distintas naciones y las costumbres que se describen en el Pentateuco. Por ejemplo, se dan detalles geográficos concretos en el texto. Cuando el pueblo hebreo huye de los egipcios, se le dice a Moisés: “Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-Zefón; delante de él acamparéis junto al mar (Éx. 14:2). ¿Cómo iba a inventarse estos datos tan precisos un redactor que escribiera cientos de años después? Lo más lógico es que fuera el propio Moisés, tal como enseña la Escritura. Él había sido pastor durante cuarenta años y estaba acostumbrado a deambular con las ovejas por el desierto, así como a tomar puntos de referencia para orientarse bien y no perderse.
En tercer lugar, está el testimonio primitivo de los rabinos judíos que siempre atribuyeron el Pentateuco o el Talmud a Moisés. Semejante convicción se observa también en las obras de autores hebreos de la antigüedad como Filón de Alejandría y Flavio Josefo. ¿Por qué se debería dudar de su testimonio? De la misma manera, el propio texto bíblico del Éxodo afirma que “Moisés escribió todas las palabras de Jehová” (Éx. 24:4). Pero, si los críticos del texto bíblico tuvieran razón al decir que Moisés no escribió el Éxodo, resultaría que la Biblia está mintiendo o que habría sido falsificada por algún copista posterior. Esto es algo difícil de aceptar para quien cree que realmente la Biblia es la Palabra de Dios.
Más tarde, en el libro de Josué, Dios le dice también a este sucesor de Moisés que se esfuerce y sea valiente en la tarea futura que le espera de repartir la tierra prometida. Concretamente, se le especifica que se cuide de “hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó”; que no se apartara de ella “ni a diestra ni a siniestra”; que nunca se alejara de su boca “este libro de la ley, sino que de día y de noche meditara en él” (Jos. 1:6-8). Está claro que se entendía que había sido Moisés el escritor humano del libro de la ley.
Después de Josué, la autoría mosaica del Éxodo y de los demás libros del Pentateuco va a ser confirmada por muchos otros autores bíblicos. Por ejemplo, durante el reinado de Josías se especifica que “el sacerdote Hilcías halló el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés” (2 Cr. 34:14). En el libro de Esdras, a propósito de la rehabilitación y dedicación de la casa de Dios en Jerusalén, se dice que pusieron a los sacerdotes y a los levitas para el servicio de Dios, “conforme a lo escrito en el libro de Moisés” (Esd. 6:18). Tanto en el libro de Daniel como en el de Malaquías se habla también de la ley de Moisés (Dn. 9:11; Mal. 4:4). Asimismo, en el Nuevo Testamento tanto el Señor Jesús como el apóstol Pablo se refieren a Moisés, citando su autoridad y asumiendo su paternidad literaria (Mc. 7:10; Lc. 20:37; Ro. 10:5). Por lo tanto, la autoría mosaica de Éxodo y del resto del Pentateuco queda atestiguada por el propio Jesucristo y por el testimonio de los apóstoles.
Tal como escribe Josh McDowell y su hijo Sean McDowell: “Aunque no se puede probar la existencia de Moisés con certeza matemática, hay evidencia adecuada de que existió y fue autor del Pentateuco (…). Aunque la erudición crítica ha aportado correcciones muy necesarias, no ha logrado derrotar a la postura tradicional sobre la fuente y las tradiciones del Pentateuco”.[3]
Notas
[1] Lasor, W. S., Hubbard, D. A. y Bush, F. W., 1995, Panorama del Antiguo Testamento, Nueva Creación, William B. Eerdmans Publishing Company, Buenos Aires – Grand Rapids, p. 131.
[2] de Vaux, R., 1974, Historia antigua de Israel. Tomo I. Desde los orígenes a la entrada de Canaán. Cristiandad, Madrid, p. 322.
[3] McDowell, J. & McDowell S. 2018, Evidencia que demanda un veredicto, Mundo Hispano, El Paso, Texas, p. 636.
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