Tanto los judíos como los cristianos han considerado a Moisés como el autor inspirado que había escritos estos primeros cinco libros de la Biblia.
Según la propia Biblia, los cinco primeros libros (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) fueron escritos por Moisés. Así se ha venido creyendo a lo largo de la historia y así ha aparecido en numerosas versiones de la Escritura hasta el presente. Dentro del mismo Pentateuco se encuentran versículos que parecen confirmarlo. Por ejemplo, en Éxodo puede leerse que “Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová” (Ex. 24:3-4).
También en el libro de Josué, Dios le dice al valeroso sucesor de Moisés: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos. 1:7-8). Asimismo y sin ánimo de ser exhaustivos, textos parecidos que se refieren a este libro de Moisés aparecen en 1 Reyes 2:3; 2 Crónicas 17:9; 23:18; 25:4; Esdras 3:2; 6:18; Daniel 9:11; Nehemías 1:8-9 y Malaquías 4:4.
De la misma manera, en el Nuevo Testamento, el Señor Jesús se refiere también a Moisés, en una conversación con los fariseos y los escribas, y les dice: “Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente” (Mc. 7:10). Estas palabras figuraban en los libros de Éxodo (20:12); Levítico (20:9) y Deuteronomio (5:16). Luego, el mismo Jesús estaba aquí confirmando la idea de que tales palabras habían sido escritas por Moisés. Y lo mismo puede decirse de otros pasajes como Lucas 20:37.
Aparte de estos testimonios bíblicos, hay también otros extrabíblicos sobre la autoría mosaica del Pentateuco que deben tenerse en cuenta. El historiador judío Flavio Josefo (37-100 d. C.) y el filósofo judío Filón de Alejandría (20 a. C.-45 d. C.) manifiestan asimismo en sus escritos la convicción de la autoría mosaica del Pentateuco.[1] Todas estas referencias corroboran que tanto los judíos como los cristianos consideraban a Moisés como el autor inspirado que había escritos estos primeros cinco libros de la Biblia.
No obstante, esta creencia empezó a ponerse en duda a finales del siglo XVII y principios del XVIII d. C. Como ya se indicó, el filósofo Baruc Spinoza fue uno de los primeros en negar la autoría mosaica del Pentateuco y, años más tarde, al teólogo protestante alemán Julius Wellhausen (1844-1918) se le ocurrió la idea de que los cinco primeros libros de la Biblia podían haber sido escritos por varias personas. De esta manera, algunos textos fueron clasificados según sus características literarias como redactados por al menos cuatro fuentes diferentes: la Yahvista o J, la Elohista o E, la Deuteronómica o D y la Sacerdotal o P. Este planteamiento de Wellhausen se conoce como la “Hipótesis Documentaria” y pronto se convirtió en el modelo dominante para muchos teólogos y estudiosos de la Escritura. Prácticamente se ha venido aceptando durante la mayor parte del siglo XX y aunque ha sido útil para entender ciertas características del texto bíblico, ha contribuido también a restarle credibilidad a la Biblia en el mundo occidental.
¿Qué características principales definirían a cada una de tales supuestas fuentes? Según Wellhausen, la fuente Yahvista (J) se habría desarrollado alrededor del año 950 a. C. en el reino de Judá y muestra un rico estilo narrativo. Comprendería casi la mitad de los libros de Génesis y Éxodo, así como algunos fragmentos de Números. Dios aparece con el nombre de “Yahveh” (o el tetragramatón, YHWH) y es muy cercano al ser humano. Suele relacionarse directamente con el hombre y habla en primera persona con Adán y con Abraham. Por su parte, la fuente Elohista (E) sería un siglo posterior y se habría gestado en el reino de Israel. Es paralela a la Yahvista ya que a menudo duplica las narraciones. No parece tan elocuente en sus descripciones como la anterior y constituye el resto de los libros mencionados de Génesis, Éxodo y Números. Se refiere a Dios como “Elohím” y no emplea el nombre de Yahveh hasta después del milagro de la zarza ardiente.
La fuente o tradición deuteronómica (D) se habría escrito entre los años 650 y 621 a. C. Es decir, en la época del exilio babilónico, aunque algunos autores posteriores creen que ya se conocía desde antes de dicho exilio. Estaría formada por una serie de sermones sobre la Ley y constituiría la mayor parte del libro de Deuteronomio. Se refiere a Dios como “Yhwh Elohainu”, es decir “el Señor nuestro Dios”. No hay acuerdo, entre los partidarios de esta Hipótesis Documentaria, acerca de la identidad de su autor. Unos creen que pudo ser el profeta Baruc, otros apuestan por Jeremías, pero ninguno cree que fuera Moisés. Se supone que dicha tradición se habría originado durante la reforma del rey Josías.
Por último, la fuente sacerdotal (P) se habría escrito entre los años 550 y 400 a. C. y, tal como su nombre indica, está centrada en las disposiciones del sacerdocio, en las listas genealógicas, fechas, leyes y números. También se refiere a Dios como “Elohím” pero describiéndolo de manera más severa, majestuosa y distante que las anteriores tradiciones. Supuestamente constituiría la quinta parte de Génesis, ciertos trozos de Éxodo y Números, así como casi todo el Levítico. Su principal interés estaría en reflejar la elección de Israel como pueblo de Dios y resaltar la importancia del culto en el Templo.
El principal problema de la Hipótesis Documentaria es que se fundamenta sobre suposiciones lingüísticas y textuales indemostradas. Tal como afirma el teólogo José Hutter: “No tiene ni una sola evidencia tangible a su favor. No hay evidencia histórica o arqueológica de ningún documento J, E, P o D como fuente real y auténtica”.[2] A pesar de lo cual, dicha hipótesis -más o menos modificada- se sigue defendiendo todavía en determinados ambientes llamados liberales. Algunos autores continúan diciendo que afortunadamente ya no tenemos por qué “atormentar” nuestra inteligencia, ni violentar nuestra honestidad intelectual, defendiendo la creación del mundo a partir de la nada, ni la construcción del arca de Noé, ni la composición del Pentateuco por obra de Moisés y otras muchas cosas similares, ya que tenemos los métodos histórico-críticos que nos indican que todo esto no serían más que leyendas propias de la época.[3]
No obstante, la Hipótesis Documentaria ha venido teniendo cada vez más críticos que desconfían de ella, alguno de los cuales está convencido de que es un planteamiento en vías de extinción. Dos de los grandes críticos clásicos fueron el italiano Umberto Cassuto (1883-1951)[4], profesor de Biblia en la Universidad Hebrea de Jerusalén, y el estadounidense Oswald T. Allis (1880-1973) que fue profesor de filología semítica en el Seminario Teológico de Princeton[5]. Cassuto afirmó que la cronología relativa asumida por la Hipótesis Documentaria era errónea ya que el Pentateuco es necesariamente anterior a los Profetas. Precisamente los descubrimientos arqueológicos posteriores le vinieron a dar la razón.[6] Hoy se cree que el sistema de escritura cuneiforme de Mesopotamia ya existía a finales del IV milenio a. C., por lo que muchos escritos del Antiguo Testamento pudieron haberse realizado en fecha muy temprana.
Asimismo, Cassuto defendió la unidad del texto de Génesis, aceptando que su autor pudo haber recopilado documentos antiguos, así como tradiciones orales, guiado por el Espíritu Santo. De la misma manera, los libros de Éxodo a Deuteronomio relatan lo que el propio Moisés experimentó a lo largo de su vida. Mientras que el epílogo, en el que se describe su propia muerte, lógicamente sería redactado por Josué o por un coetáneo de ambos. Aunque Cassuto no mantuvo la paternidad literaria de todo el Pentateuco, su análisis es muy valioso para dicho debate.[7]
Por su parte, Oswald Thompson Allis señaló que los dos principios en que se basaba la Hipótesis Documentaria suponían la antítesis de lo que tradicionalmente habían venido creyendo tanto el judaísmo como el cristianismo acerca de la Biblia. Estos dos principios decían que la variedad en dicción, estilo y tema del texto implican diversidad de fuentes o autorías y que la historia religiosa de Israel debía haber seguido el mismo patrón que las demás religiones de otras naciones. Es decir, que -según la teoría de la evolución naturalista- el hombre primitivo, a medida que maduraba su cerebro, pasó del totemismo ancestral al politeísmo y de éste al monoteísmo.
Sin embargo, semejantes planteamientos chocaban contra el método unitario y armónico de entender las Escrituras. Si la Biblia es realmente la Palabra de Dios, cabe esperar que sea verdadera y coherente. Por lo tanto, la Escritura debe interpretarse a la luz de la propia Escritura para que pueda manifestar su profunda armonía y unidad. Si se buscan en ella sólo variaciones o diferencias para convertirlas en contradicciones -como hace la Hipótesis Documentaria- el resultado será llegar a considerarla como una colección de escritos enfrentados entre sí y que difícilmente pueden interpretarse como revelación divina. La Biblia pierde así su unidad, armonía y autoridad para convertirse en enemiga de sí misma y de su mensaje. Además se olvida que Israel es el pueblo elegido por Dios. Esto significa que fue objeto de un tratamiento providencial y sobrenatural por parte del Altísimo para que a través de él fueran bendecidas todas las demás naciones de la tierra. No evolucionó religiosamente como los demás pueblos sino que tuvo una revelación genuina y especial de Dios.
Por tanto, Allis rechazó esta aplicación de las suposiciones del evolucionismo a la historia bíblica porque creía que era un intento de imponer una filosofía de la historia radicalmente diferente a lo que enseña la Escritura. Para él, la providencia sobrenatural y redentora que se evidencia en toda la Biblia es la antítesis de la doctrina de la evolución naturalista. Si el Antiguo y el Nuevo Testamento son la Palabra revelada de Dios, aunque fueran escritos por manos humanas, no se pueden contradecir. La Biblia no puede enseñar en un lugar alguna doctrina que sea importante para la humanidad y en otro lugar diferente otra que la contradiga. Si un determinado pasaje admite diversas interpretaciones, la única verdadera será aquella que esté de acuerdo con lo que la Biblia enseña en otro lugar acerca del mismo asunto. Sin embargo, lo que hace la llamada Alta Crítica es reducir la Escritura a un conjunto de libros meramente humanos, tan inspirados como pueda estarlo El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. Algo completamente opuesto a lo que pretende la propia Biblia.
Notas
[1] Josefo, F., 1987, The Works of Flavius Josephus, trad. William Whiston, Thomas Nelson, Nashville, p. 115-116; Filón de Alejandría, 1993, The Works of Philo: Complete and Unabridged, Nva. ed., act., Peabody, Hendrickson, p. 492-495, 517.
[3] Simian-Yofre, H., 2001, Metodología del Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca, p. 83.
[4] Cassuto, U., 2006, La hipótesis documental, Shalem Press, Jerusalén.
[5] Allis, O. T., 1943, The Five Books of Moses, The Presbyterian and Reformed Publishing Company, Philadelphia.
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