La reproducción humana constituye un claro ejemplo de interdependencia irreductiblemente compleja entre personas que no puede explicarse mediante el concurso de las solas leyes naturales.
De manera parecida a como ocurre en el varón con la producción de espermatozoides, el cuerpo de la mujer sana está perfectamente preparado para fabricar un óvulo cada mes, durante su etapa reproductiva. La ovulación consiste en la elaboración de dicha célula especial alternativamente por parte de ambos ovarios. Dicho óvulo será desplazado después hacia la trompa de Falopio correspondiente. También se facilitará el acceso de los espermatozoides para que se produzca la fecundación. Además, en el caso de que ésta se haya realizado, el cuerpo femenino alimentará al embrión implantado en el útero durante los nueve meses de la gestación.
En el momento de la pubertad, la hipófisis de las niñas empieza también a fabricar hormona folículo estimulante (FSH) y hormona luteinizante (LH). No obstante, éstas viajan hasta los ovarios y les dicen que empiecen a producir estrógenos para hacer óvulos maduros. Aún no se comprende bien cómo ocurren tales cambios en la retroalimentación hormonal durante la pubertad pero lo que resulta evidente es que la liberación de dichas hormonas es crucial para la formación de los óvulos.
[photo_footer]Dibujo del aparato reproductor femenino, en el que se indica la formación gradual del óvulo en el ovario y cómo éste es estimulado por las fimbrias para desplazarse por la trompa de Falopio, en dirección al útero.[/photo_footer]
Cuando el ovario libera un óvulo, las fimbrias existentes en el inicio de la trompa de Falopio -que son parecidas a los dedos de las manos- se mueven lentamente, estimuladas por los elevados niveles de estrógenos, y lo atraen hacia el infundíbulo. A la vez, en el interior de la trompa, se va generando más mucosidad y unos minúsculos pelitos o cilios que van desplazando progresivamente al óvulo en dirección al útero. De la misma manera, el aumento de los estrógenos hace que las células del cuello uterino empiecen a segregar una mucosidad líquida, que facilitará el desplazamiento ascendente de los espermatozoides.
[photo_footer]Dibujo del aparato reproductor femenino, en el que se indica la formación gradual del óvulo en el ovario y cómo éste es estimulado por las fimbrias para desplazarse por la trompa de Falopio, en dirección al útero.[/photo_footer]
Después de haber producido y liberado al óvulo en las fimbrias, los tejidos ováricos que lo envolvían se convierten en el llamado cuerpo lúteo o cuerpo amarillo. Esta estructura empieza a producir la hormona progesterona en cantidades importantes. Se trata de la conocida hormona del embarazo ya que viaja hasta los receptores de membrana de las células que revisten las paredes del útero y les indica que aumenten el suministro de sangre y desarrollen glándulas adecuadas para albergar y alimentar al embrión, que está bajando por la trompa de Falopio. El propio embrión produce otra hormona (llamada gonadotropina coriónica humana, hCG) que mantiene vivas a las células del cuerpo lúteo para que sigan produciendo progesterona y estrógenos. Esto continuará así durante unas diez semanas más, hasta que se forme la placenta y ésta comience a elaborar dichas hormonas. Si no se hubiera producido la fecundación, tanto el óvulo como las células del cuerpo lúteo y el revestimiento del útero degenerarían y morirían, dando lugar a la menstruación o regla femenina.
Todo este proceso es tan complejo y sofisticado que si algo falla, la reproducción resulta imposible, como saben bien las parejas que no pueden tener hijos o que les ha costado bastante tenerlos. La reproducción humana es muy sensible a las perturbaciones orgánicas y cualquier mínima alteración puede paralizar todo el proceso. Las células implicadas, así como los tejidos y órganos deben funcionar bien. Los testículos tienen que generar suficientes espermatozoides sanos. El pene debe asimismo entrar en erección para poder depositar el semen en el lugar adecuado de la vagina femenina. Los ovarios de la hembra tienen que producir óvulos maduros sanos y viables. Mientras que los tejidos del útero deben adecuarse correctamente para acoger al embrión y alimentarlo durante su desarrollo.
La eficiencia y singularidad de los aparatos reproductores del ser humano son realmente asombrosas. La reproducción sexual implica que tres individuos diferentes se coordinen en el espacio y el tiempo. Padre, madre e hijos ponen en contacto las células de sus cuerpos, en algún momento de sus existencias, para que la vida humana prosiga sobre la Tierra. Sin esta solidaridad biológica intergeneracional no sería posible la perpetuación de la especie. Semejante relación requiere la actividad de cientos de moléculas, enzimas, hormonas, programas, controles, señales, tejidos y órganos diferentes concretos y altamente especializados. Es prodigioso que todas estas partes, pertenecientes a tres organismos distintos, constituyan un único sistema interrelacionado como si se tratara de un solo organismo. Es impresionante que semejante sistema funcione a la perfección en cada generación o que falle muy raramente.
La reproducción humana constituye un claro ejemplo de interdependencia irreductiblemente compleja entre personas que no puede explicarse mediante el concurso de las solas leyes naturales. Se requiere algo más. Alguna inteligencia que trascienda los límites de la propia naturaleza. Yo creo en el Dios de la Biblia y estoy convencido de que él es el responsable último de todo.
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