Todos estos mecanismos bioquímicos ligados a la reproducción constituyen un sistema irreductible cuya finalidad es generar varones y hembras fértiles.
La ciencia ha descubierto que todos los embriones humanos están programados para transformarse en hembras por defecto. En cambio, para llegar a ser varones se necesita la acción de toda una serie de moléculas específicas que activen la masculinidad.[1] Este proceso es tan complejo que, en determinadas ocasiones, no se desarrolla bien y entonces suelen nacer individuos estériles que pueden tener aspecto de mujeres o de hombres. Lo normal es que, durante las primeras semanas de gestación, el embrión no esté sexualmente diferenciado sino que desarrolle tejidos susceptibles de convertirse en genitales internos masculinos o bien femeninos. A los masculinos se les llama conductos de Wolff, en honor al médico alemán que fundó la embriología, mientras que los tejidos femeninos reciben el nombre de conductos de Müller, por ser dicho fisiólogo -también alemán- quién los describió por primera vez.
En el embrión indiferenciado, las gónadas aún no se definen como testículos o como ovarios pero pronto se convertirán en dichas respectivas glándulas sexuales, gracias a la acción del gen Sry presente en el cromosoma Y de los varones. Este gen es como un maestro que ordena a sus alumnos (otros genes involucrados en el proceso de determinación sexual) que empiecen a fabricar testículos. De ahí que se le denomine factor determinante de testículo (TFD). Durante dicho proceso fetal, se genera la hormona antimülleriana (AMH) que actúa degenerando los conductos de Müller y, por tanto, impidiendo el desarrollo de las trompas de Falopio y del útero femeninos. En su lugar, los conductos de Wolff darán lugar al aparato reproductor masculino. Por el contrario, en el desarrollo del feto femenino, al no existir esta hormona antimülleriana, los conductos de Müller se desarrollan normalmente, originando el útero, las trompas de Falopio y el resto del aparato reproductor femenino.
De manera que sólo los varones poseen el gen Sry y el factor TDF, por lo que sólo ellos pueden fabricar esta hormona antimülleriana tan especial y determinante en la distinción sexual. Sin embargo, todo no acaba aquí. Aún se requieren muchos procesos bioquímicos intermedios para desarrollar por completo todos los órganos genitales masculinos. Cuando se desarrollan los testículos, aparece toda una cascada de enzimas que convierten el colesterol en la hormona masculina testosterona. Ésta llega a los receptores que poseen las células de los conductos de Wolff en sus membranas y les ordena que se transformen en órganos masculinos como los epidídimos, conductos deferentes y vesículas seminales.
[photo_footer]Aparato reproductor masculino.[/photo_footer]
Si, por el contrario, esta cascada enzimática que elabora testosterona fallara en alguna reacción y dicha hormona masculina fuera insuficiente o no lograra activar bien los receptores de membrana de los conductos de Wolff, éstos degenerarían y el propio cuerpo del embrión los eliminaría provocándoles la mencionada apoptosis o muerte celular. Entonces los conductos de Müller, que no requieren de ninguna hormona sexual para prosperar, se desarrollarían automáticamente por defecto hasta convertirse en las trompas de Falopio, el útero y la parte superior de la vagina femenina.
[photo_footer]Aparato reproductor femenino.[/photo_footer]
Todo esto genera una serie de interrogantes sobre el origen del sexo cuya respuesta todavía ignoramos. ¿Cómo saben las células del embrión cuándo deben matar a las células de los conductos de Wolff y a qué células concretas deben inducir a la apoptosis? ¿Qué tipo de señales les comunica que se suiciden? ¿Dónde se generan dichas señales? La muerte programada de dichas células, en el origen embrionario del sexo, sigue siendo un misterio. No obstante, lo que sí se sabe es que si alguno de estos componentes moleculares mencionados (gen Sry, TDF, AMH, testosterona, etc.) dejara de existir la reproducción humana sería imposible.
Todos estos mecanismos bioquímicos ligados a la reproducción constituyen un sistema irreductible cuya finalidad es generar varones y hembras fértiles. Si tan solo se eliminara uno de estos pasos intermedios, se generarían individuos incapaces de reproducirse adecuadamente. Sin embargo, cuando todos los componentes están juntos y se relacionan de forma coherente en las cantidades adecuadas, el resultado es la formación de seres humanos masculinos y femeninos capaces de producir descendencia fértil. ¿Cómo podría haberse generado gradualmente algo así, teniendo en cuenta que todo el mecanismo completo era necesario para formar a la siguiente generación?
Notas
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