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Una aproximación al problema de la violencia ordenada por Dios en el Antiguo Testamento (III)

La violencia en el Antiguo Testamento responde a la (in)civilización de la época. En ese contexto Dios empieza a regular/limitar la violencia para potenciar el proceso de redención de la humanidad que concluirá en Jesús.

MISIONES AUTOR 687/Carlos_Madrigal 31 DE MARZO DE 2024 22:00 h
La derrota de Sísara a manos de Israel. Un cuadro de Luca Giordano (1692). / [link]Wikimedia Commons[/link].

b) La dureza responde a una regulación y acomodación a una época violenta 



¿Podríamos extraer otra lectura del comentario de Jesús sobre el divorcio? No en el sentido de que los antiguos exageraran las demandas de Dios, sino en el sentido de que Dios adecuó su trato a las formas de esa época. Podríamos decir entonces que hizo concesiones o adaptaciones conforme a la “dureza” de la época. En tal caso Dios guio a su pueblo según usos ancestrales, aunque hoy en día ciertas disposiciones nos resulten escandalosas. Y sin embargo eso no quiere decir que éste fuera su propósito original, ni mucho menos su objetivo final. 



De ser así, Dios acepta amoldarse a la época, pero con un propósito: deshacer esa violencia transformándola desde dentro. Y esto no lo aborda haciendo tabla rasa, sino desencadenando un proceso que se va completando gradualmente en la historia hasta llegar a la liberación prevista en Cristo. 



No debe sorprendernos que la guerra ocupe un lugar prominente en las páginas del Antiguo Testamento ya que simplemente por la situación geográficamente comprometida de las tierras en cuestión (al norte los imperios de Siria y Babilonia, al sur Egipto, y alrededor los cananeos), el pueblo de Israel se vio involucrado en multitud de conflictos bélicos. Estaban en una alerta de guerra constante. Es como si vivieran en un estado de excepción (o estado de emergencia) bajo la ley marcial, donde algunos derechos quedan temporalmente anulados. Donde una falta leve en circunstancias normales, en estas circunstancias puede constituir razón suficiente para un consejo de guerra y eventualmente para un fusilamiento. Esto era igualmente válido en los temas espirituales... Podemos decir que en el AT Dios aplicaba el “código militar”, centrado en la gravedad de la falta en tales circunstancias, y no el “código civil” centrado en salvaguardar la dignidad del individuo, como hará el NT. 



Usando una analogía: no es lo mismo diseñar un edificio nuevo que restaurar otro en ruinas. El Antiguo Testamento inicia la restauración de un mundo en ruinas, donde no sustituye de raíz las estructuras y códigos existentes, sino que los va reparando paso a paso. No construye de cero un edificio ecológico, isotérmico y autosostenible. Tiene que sanear los cimientos, limpiar el moho, librarse de las ratas... Tiene que picar piedra, cambiar el cableado abriendo paredes en canal, usar pesticidas... Por eso implementa prácticas que hoy se estiman inaceptables, aunque en realidad está introduciendo límites a los excesos y orientando a la humanidad poco a poco a la liberación de la violencia que se consumará en Cristo. 



Y el tema de los límites es primordial. Dios por medio de sus disposiciones no provoca la violencia, sino que actúa poniendo un límite a la cultura de la violencia extrema reinante en la época. Así en cuanto a los pueblos fuera de sus territorios se exige a Israel que en caso de guerra se respete la vida de mujeres y niños (Dt 20:13-15), se prohíbe el pillaje de los tesoros de las ciudades cananeas (Jos 6:18), se demanda respe- tar los pactos o alianzas, aunque perjudiquen el interés propio (Jos 9:8, 15-21; cf. Sal 15:4). Y la famosa ley del Talión se da, no para fomentar las represalias, sino para dar fin a las vendettas recíprocas que se sucedían en cadena. 



Un ejemplo ilustrativo de los límites puestos es el de la esclavitud1:



La revelación irrumpe en un contexto cultural e histórico sin desbaratarlo y sin hacer tabla rasa. Se oye decir, por ejemplo: ¿Por qué Dios [si es bueno] no prohibió la esclavitud con Moisés? No debemos confundir la servidumbre en el contexto del Antiguo Testamento con la esclavitud impuesta al pueblo afroamericano. En el mundo antiguo era una forma de gestionar las deudas y el mercado económico a falta de bancos, contratos laborales, préstamos crediticios, sindicatos, subsidios del estado, etc. Es como la situación del que come sin dinero en un restaurante y a cambio se le hace lavar los platos. Con la Ley dada a Moisés precisamente se trazaron límites. Una vez saldada la deuda o cumplidos un máximo de siete años, el siervo quedaba libre y exento de toda obligación contraída (cf. Ex 21:2; Lv 25). 



En la medida que cada grupo humano se ha ido alejando de Dios, ha ido forjan- do [sus propios valores]. Tras la caída, la primera consecuencia anunciada por Dios fue que el hombre se “enseñoreará de ti...” degradando la imagen divina en el prójimo (cf. Gn 3:16; en este caso la imagen en la mujer, luego entre hermanos: Gn 4:7-8, etc.). Dios se revela para revertir el proceso: quiere restaurar la imagen divina y dar fin a los enseñoramientos. Para ello no irrumpe destruyendo las estructuras sociales reinantes sin más, entre tanto éstas no lleguen al colmo de su maldad (cf. Gn 15:16). Ni siquiera la Ley fue impuesta, sino aceptada por el pueblo (cf. Ex 19:8; 24:3, 7).2 La revelación no implanta de buenas a primeras un sistema sin aristas al gusto del refinamiento del hombre del siglo XXI; con un formato que podríamos llamar aséptico, acultural y ahistórico y por lo tanto ahumano. 



Introduce medidas para compensar los males estructurales acumulados, sin des- truir las culturas, a la espera de la plena restitución que llegará con la venida del Mesías (cf. Jn 8:36; 1Co 7:21-23; Gá 3:28; Flm 16). No hace una especie de declaración universal y atemporal de “los derechos humanos”, sino interviene para restituir progresivamente la dignidad (la imagen divina) que ha sido malograda por el hombre. Así, por ejemplo, deben ser interpretadas las leyes para delimitar la esclavitud en el Pentateuco: (1) según el encaje económico y social del momento, (2) no según patrones anacrónicos de esclavitud en otras épocas, y (3) no como sanción divina de la esclavitud. 



Y cuando llega la liberación en Cristo, Pablo dirá al que es esclavo: “si puedes obtener tu libertad, procúralo...” (1Co 7:21). Porque en Cristo “no hay [distinción] esclavo-libre”, sino que “a libertad fuisteis llamados” (Gál 3:28; 5:1, 13). 



Regresando al desarrollo bíblico. La primera manifestación de la violencia se relata en la forma del asesinato de Abel. Caín mata en un momento de indignación, e inmediatamente teme por su vida. La naturaleza cíclica de la violencia se evidencia aquí. A partir de ahí, todas las sociedades humanas conocidas, sólo han sido capaces de dominar la violencia con la fuerza de la violencia o con la amenaza de violencia, aunque no nos guste admitirlo. 



Luego la historia de Babel narra una ruptura a gran escala. Seguramente porque Babel, bajo el liderazgo de Nemrod, quién fue “poderoso antagonista frente a Dios” (una forma de entender Gn 10:9), se constituye el primer “imperio” de la historia: ¡un pueblo que quiere subyugar a todos los demás! (El imperio acadio: Akkad, Gn 10:10). 



En este escenario y con el tiempo, el pueblo de Israel es constituido para ser un pueblo que se aísle y blinde en un confinamiento espiritual, al resguardo de las aberraciones idolátricas de los pueblos circundantes. Por ello era necesario que no se mezclaran con las naciones y que mantuvieran un linaje y un ambiente depurado de toda contaminación. Con el propósito de crear un entorno propicio para traer un día al Mesías, quien promoverá la verdadera paz para todo el mundo. Y este Mesías traerá la salvación no sólo a Israel, sino también a los enemigos de Israel, incluso a los cananeos (cf. Sal 87:4-6; Mr 7:25-30). 



Insisto, las sociedades de entonces eran muy distintas a las de ahora. Los impagos se saldaban entregándose como esclavo al acreedor. Sin embargo, la Ley de Moisés introduce conceptos revolucionarios: cancela la deuda y restituye la libertad a los siete años (Ex 21:2). Los soberanos confiscaban bienes para enriquecerse. La Ley se lo prohíbe (Dt 17:16 a; 2Sa 24:24). No había recintos penitenciarios. En la Ley se designan ciudades de refugio, donde un imputado se podía resguardar para no caer víctima de la venganza (Nm 35:6 y ss.). No se hacían prisioneros, sino esclavos. La Ley prohíbe devolver al esclavo que huye de su amo (Dt 23:15). Los delitos comunes se castigaban con la pena capital. La Ley lo reduce a indemnizaciones materiales... (Ex 21:16; 22:1; Dt 19:18- 19). La Ley busca crear una sociedad más justa y no quiere filtraciones idolátricas.



No podemos ignorar que entre los cananeos: idolatría y prostitución, idolatría e infanticidio, idolatría e incesto, idolatría y zoofilia o bestialismo iban de la mano. Los bebés se ofrecían colocándolos en los brazos abiertos de un ídolo del dios Moloc, de metal, que era calentado al rojo vivo, ¡para ser quemados vivos! 



Cuando se destruía alguna de estas poblaciones, lo que se arrasaba eran los pequeños centros urbanos amurallados (los castillos de entonces), donde apenas vivía un 10% de la población: es decir, la aristocracia tanto política como religiosa, quienes de hecho cocinaban esos sistemas depravados. Así, la destrucción se dirigió más a las prácticas idólatras corrosivas (Dt 7:3-5, 12:2-3) que no al pueblo cananeo en sí. Mientras que los alrededores rurales se dejaban intactos (cf. Dt 20:19). Y los yacimientos arqueológicos parece que así lo atestiguan. El juicio no tenía razones étnicas. Algunos, como Rahab y los de su casa en Jericó, eran acogidos con misericordia (Jos 6:17, 23, 25). Porque el deseo de Dios es que los impíos se aparten del mal y no que mueran (Ez 18:31-32; 33:11). 



Por otro lado, tal severidad, como ya hemos dicho, no se aplicaba sólo a los “paganos”, y no son pocas las advertencias proféticas sobre matanzas atroces que asolarían al pueblo de Dios: niños estrellados, mujeres violadas y embarazadas desolladas (cf. 2Re 8:12; Is 13:16-18; Os 10:14; Nah 3:10). En todo caso, las referencias a las ma- tanzas de mujeres y niños, o son testimonios de lo que hicieron los israelitas u otros pueblos en esas épocas, y no mandamientos dictados por Dios, o son vaticinios de lo que acontecerá bien sea a los israelitas bien sea a otros pueblos, pero no mandamientos ordenados por Dios. El texto sólo narra o prevé el horror, pero esto no quiere decir que lo apruebe. 



La violencia en el Antiguo Testamento responde a la (in)civilización de la época. En ese contexto Dios empieza a regular/limitar la violencia para potenciar el proceso de redención de la humanidad que concluirá en Jesús. Ya que tal violencia no responde ni al carácter, ni a la naturaleza, ni a los fines últimos de Dios. 



Así cuando Jesús dice: “por la dureza de vuestro corazón os concedió...” Está hablando de la insensibilidad y crueldad (crueldad hacia las esposas en este caso) de una época en la que la paz entre los pueblos (o entre los cónyuges), la igualdad social (entre clases, así como entre hombre y mujer) y los derechos humanos (la voluntad de proteger a la parte débil) brillaban por su ausencia. Sea como fuere, en estas palabras de Jesús podemos adivinar que Dios pudo dar algunos órdenes de excepción para garantizar la supervivencia física y espiritual del pueblo, que se acomodaban a las medidas drásticas de la época, ¡pero a su vez las limitaban y reducían! 



Algunos dirán que estoy haciendo malabares con las palabras. Pues sí y no... Sí, porque busco una explicación más allá de la literalidad a secas de algunos textos hiperbólicos. Y no, porque es el texto bíblico mismo quién nos invita a hacer tal interpretación y a valorar estos distintos niveles y etapas de los propósitos divinos. Pero por eso necesitamos, sobre todo, conocer la óptica de Jesús.



 



Notas




1Los párrafos siguientes es un extracto de: Carlos Madrigal Mir, Al Encuentro de las Religiones con Jesús, “Dios se amolda al contexto del hombre”, AMM, 2021, pág. 86-90. 





2 Según el Talmud Dios ofreció Su Ley a 70 naciones antes que a los israelitas.



 




 



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