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Una aproximación al problema de la violencia ordenada por Dios en el Antiguo Testamento (II)

En el Antiguo Testamento vemos a un Dios que pide que su pueblo sea un algo aparte, dando normas de cuidar al forastero, de no vengarse, ni derramar sangre, de actuar con el extranjero residente entre ellos como actuaban con cualquiera de ellos mismos.

MISIONES AUTOR 687/Carlos_Madrigal 24 DE MARZO DE 2024 20:00 h
Representación de la caída de los muros de Jericó, por Gustav Doré. / [link]Doré's English Bible[/link], Wikimedia Commons.

Ver el artículo anterior1.



a) La violencia fue exageradamente atribuida a Dios por los autores bíblicos 



Frente a las incursiones de Moisés o de Josué para arrasar ciudades enteras bajo la dirección divina2, o las de Samuel, para masacrar a los amalecitas, etc. ¿Reproducen estas órdenes la voluntad expresa y literal de Dios? ¿O bien los autores del texto reinterpretaban las demandas divinas según su idea de Dios y la idea que tenían de Su justicia punitiva? En tal caso serían los autores bíblicos quienes imputaron a Dios esta violencia. ¿Hay algún apoyo en los textos bíblicos que nos induzca a pensar así? 



Para empezar, las órdenes de no dejar a nadie con vida en el Pentateuco y en Josué, aunque en unos casos son presentadas como órdenes de Dios (Jos 10:40), en otros en cambio, se mencionan como órdenes de Moisés (Jos 11:12). ¿Eran de Dios o eran de Moisés, o eran de Dios a través de Moisés? Por otra parte, en un mismo texto que habla de aniquilar a los pueblos cananeos, luego se prohíbe que los hijos/as de Israel emparenten con los de estos pueblos (Dt 7:2-3). ¿Por qué amonestaría Dios sobre emparentar con los cananeos si les estaba mandando aniquilarlos y asumía que no dejarían ni a uno con vida? ¿Pudiera ser que todo este lenguaje no se trate más que de arengas exaltadas que nadie se tomaba al pie de la letra? De hecho, fuera de Samuel 15:1-3, en ninguno de los textos del Pentateuco o de Josué aparece Dios dando estas órdenes en primera persona. Y en el caso de Samuel, ¿pudiera ser que el profeta estuviera haciendo alusión a las arengas de los tiempos de Moisés y Josué? 



Es más, según Jueces 2:3 estos pueblos nunca llegaron a ser aniquilados, y en Jueces 2:21 ¡Dios asegura que tampoco serán aniquilados en el futuro! ¡Por tanto no hay exterminio ni plan divino de exterminio! Así, aunque el relato pretende que Josué “acabó” con los amalecitas, estos sin embargo reaparecen en Jueces. En Jueces otra vez son “exterminados”, pero reaparecen en Samuel. Samuel “acaba con el último amalecita”, y reaparecen con David. Y así hasta Ester, donde aparece Amán, descendiente amalecita ¿Qué está ocurriendo? Que tanto las órdenes como las descripciones de “exterminio” son hiperbólicas. Todos los pueblos de la época exageraban así sus hazañas. (Son exageraciones metafóricas como cuando Jesús dice: “Si tu mano te es ocasión de caer, córtala”). En realidad, se refieren a la expulsión de estas naciones: cf. Ex 23:31-33; Nm 33:51-52; Jos 23:6-7; Jue 2:21. Es como cuando en deporte se dice “mi equipo ha aniquilado al otro”. Nadie llama a la policía, ¿verdad? Una y otra son formas de decir “los hemos vencido de forma definitiva”.



Otra puntualización muy importante es que las guerras de Israel reguladas en el Antiguo Testamento nunca tuvieron un propósito proselitista, expansionista o imperialista. Es decir, nunca fueron para propagar la religión, aumentar territorios o para subyugar pueblos. Fuera de la conquista de Canaán, fueron guerras que podríamos llamar defensivas. A diferencia de las muchas guerras del imperialismo cristiano o del yihadismo islámico. Podemos atrevernos a decir que aun en el caso de que los autores bíblicos exageraran las directrices divinas hay un talante de fondo que le pone límites a las agresiones armadas, y que sólo puede explicarse como inspiración de una fuente superior al entendimiento general de la época. 



En el Antiguo Testamento vemos a un Dios que pide que su pueblo sea un algo aparte (i.e. “santo”), dando normas de cuidar al forastero, de no vengarse, ni derramar sangre, de actuar con el extranjero residente entre ellos como actuaban con cualquiera de ellos mismos, para que “la tierra que ha vomitado” a los cananeos no los vomite a ellos también (Lv 18:25-28; 20:22). ¿Fue la tierra quien los vomitó o fue el pueblo de Israel quien los destruyó? El texto parece coincidir con el historiador Will Durant: “Una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro” (Caesar and Christ, Epilogue, 1944, p. 665). Levítico advierte de que el mismo destino le esperaba a Israel si caía en las mismas depravaciones. 



Por tanto, aun si admitimos que Dios fue implacable con los unos, no actuó diferente con los otros. Es decir, lo que es seguro es que no encontramos la imagen de un Dios que sólo favorece a los suyos, sino que, aunque pueda parecer excesivamente severo, aplicaba la misma vara de medir para todos, ya que “no hace discriminación entre las personas...ni al extranjero...” (Dt 10:17-18). 



¿Hay algo más en el texto bíblico que nos permita pensar que la forma textual en la que quedan recogidos estas órdenes en la Biblia en realidad no representan al pie de la letra la voluntad divina? 



Por ejemplo, el Dios que dice “no darás a hijo tuyo para ofrecerlo en sacrificio” (Lv 18:21) también le dice a Abraham: “Toma ahora a tu único hijo, a Isaac quien amas, ...y ofrécelo en sacrificio” (Gn 22:2). ¿Sufre este Dios de esquizofrenia como algunos críticos afirman? Sino ¿cómo puede ordenar lo que a su vez prohíbe tajantemente? Además, con una petición o demanda que ciertamente es atroz. Y después de mandar- le que lo mate, evita que los haga... ¿En qué quedamos? 



En el texto aparece clara la orden de sacrificar y a la vez está claro cuál fue el designio final de Dios: que no lo matara (Gn 22:11-12). Vemos así una demanda explícita de Dios que encierra un designio implícito, diferente al aparente, diferente al que el relator mismo seguramente captaría. ¿No será que cuando Dios le dice a Abraham que sacrifique a su hijo no le estaba diciendo que lo matara, sino que lo sacrificara en su corazón? Es decir, ¿no le estaría pidiendo más bien que eliminara cualquier grado de idolatría que pudiera albergar hacia su hijo? 



Parece que Abraham sí intuyó esta otra dimensión de la voluntad divina, puesto que cuando Isaac pregunta por el cordero para el sacrificio Abraham le dice: “Dios proveerá...” (Gn 22:8). Esta respuesta, ¿es una evasiva de Abraham? o ¿es una declaración de confianza en la promesa previa de Dios, de que Él le levantaría descendencia en Isaac? Dios le había dado una promesa clara (cf. Gn 21:12), pero Isaac era muchacho y aún no tenía hijos. Por tanto, Dios no podía estar queriendo prescindir de él. Alguna otra solución tendría Él preparada (una provisión), una que descartara la muerte de Isaac3. Sea cual sea la respuesta a este dilema, según el relato ¡lo que Dios aparente- mente manda de forma explícita y textual, no es en definitiva lo que Él busca de forma implícita y específica! 



Cambiando de tema, pero en la misma línea... ¿Podría ser algo así a lo que se refería Jesús cuando dice: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mt 19:7-9)? Es decir, ¿alega él acaso que fue Moisés quien atribuyó esta disposición a Dios? ¿Fue Dios quien lo estipuló o fue Moisés, o fue Dios a través de Moisés? En el capítulo 24 de Deuteronomio, que es donde se aborda el tema del divorcio/repudio, no se especifica si es Moisés o Dios quien literalmente está dando estos mandamientos. Pero si rastreamos en los capítulos anteriores quién es el promulgador de estas leyes, el relato deja claro que según Moisés él está registrando las demandas expresas de Dios (cf. Dt 6:1). Según Deuteronomio 11, el que da los mandamientos (11:1) es el mismo que dará la lluvia (11:14). ¿Quién es el que dará la lluvia, Yahvé o Moisés? La respuesta es obvia. 



Sin embargo, aun cuando en Deuteronomio el divorcio se ve como regulación di- vina, Jesús parece decir que fue algo que concedió Moisés como paliativo, como mal menor. ¿Por qué? (1) Porque es algo que claramente no era el plan original de Dios: “al principio no era así”; y (2) “Moisés os permitió”, parece que tomando cierta iniciativa4, (3) debido a “la dureza de vuestro corazón...” Expresión que en el texto bíblico hace referencia a la resistencia del ser humano a cumplir con la voluntad de Dios, así como a la tendencia del llamado pueblo de Dios a malinterpretar Sus deseos. 



Entonces, si resultara que fue Moisés quien reguló el divorcio amparándose en la autoridad de Dios, ¿podemos extrapolar esto a las órdenes de exterminio, diciendo que fueron atribuidas a Dios de manera parecida? ¿Haría esto tambalear nuestra con- fianza en la fiabilidad del texto? El punto es que las palabras de Jesús abren la puerta a pensar en la posibilidad de que los pasajes que declaran la destrucción de ciertos pueblos pudieran responder a órdenes de Moisés. Es decir, que no fuera Dios quien lo ordenó de forma explícita, sino que fueron Moisés o los relatores quienes lo entendieron así. Y que la voluntad original de Dios fuera como mucho que los Israelitas cortaran toda relación con estos pueblos enfrentándolos en batalla y expulsándolos de la tierra. 



De hecho, todos los pueblos de entonces interpretaban sus logros o fracasos, sus victorias o sus derrotas, así como los desastres naturales o los beneficios de la tierra, como castigos o favores de sus divinidades. Los israelitas no eran diferentes. 



En esta misma línea, incluso algunas instigaciones de Satanás son vistas en última instancia como órdenes divinas. Porque según los autores bíblicos es Él quien en definitiva lo regula todo, hasta lo que puede hacer Satanás (cf. Job 1:6-12). Ellos consideraban que Dios era el poder que está por encima de todo, ordenando en unos casos los infortunios o permitiéndolos en otros, y por tanto controlándolo todo: el bien y el mal, el alivio o el dolor, la bonanza o las calamidades... 



Este es el caso por ejemplo cuando David decide hacer un censo. Según 2a de Samuel 24:1 es Dios quien mueve a David a hacer tal censo y el mismo Dios lo castiga por contravenir Su voluntad. ¿Cómo se digiere esto? Pues viendo que según 1a de Crónicas 21:1 en realidad es Satanás quien le instiga a hacer ese censo. La idea latente en estos pasajes es que Dios permite que Satanás tiente a David. Y aunque no es Dios quien lo está tentando (cf. Stg 1:13), en última instancia, como Él controla toda situación, al permitirlo es como si la indujera Él mismo. Y así es como lo recogen en el texto los relatores. 



Sabemos que Dios quería que los Israelitas acabaran con toda influencia dañina de la idolatría y de la perversión de los pueblos circundantes (como mencionamos, cosas tales como ofrecer sus hijos en holocausto: Dt 12:31)5. Y ellos o asumieron que debían aniquilar esos pueblos o bien se enardecían exagerando las arengas. 



Pero es la Escritura misma la que nos deja entrever un principio según el cual algunas demandas explícitas de Dios, según las expresa el texto, no forzosamente recogen la voluntad específica de Dios, de nuevo según el texto. Y por tanto, que las demandas de exterminio no forzosamente registran Su voluntad literal. Sino más bien son hipérboles, formas dramáticas de reclamar que se eliminen ciertas perversiones. 



 



Notas




1Ver aquí.





2 Amparándose en Jeremías 8:8, “¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y la ley de Jehová está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas”, algunos críticos defienden que los pasajes de genocidio son invención de los escribas que los redactaron siglos después. 





3 Según el autor de Hebreos Abraham “consideró que Dios era poderoso para levantar a Isaac aun de entre los muertos” (11:9). Pero esta es una reflexión 2000 años posterior. 





4 Estrictamente hablando la expresión podría estar diciendo que Moisés les trasladó instrucciones recibidas directamente de Dios. Pero ¿no podría ser al revés? ¿Que Dios sancionara la iniciativa de Moisés...? El mismo dilema es válido para: “...Moisés os ha dado la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres)” (Jn 7:22). La circuncisión aparece como mandato divino en el Antiguo Testamento. Pero Jesús se la adjudica, esta vez no ya a Moisés, sino a los patriarcas, sin hacer referencia a Dios. 





5 Es importante notar que el Dios del AT se opone drástica e insistentemente a los sacrificios humanos, mientras que los pueblos idólatras circundantes practicaban asiduamente tales sacrificios. El rey de Moab, por ejemplo, desesperado ante un asedio: “...tomó a su hijo primogénito que había de reinar en su lugar, y lo ofreció en holocausto sobre la muralla” (2a de Reyes 3:27). Los infantes se ofrecían al dios Moloc haciéndolos “pasar por fuego”. Y algunos reyes judíos como Acaz y Manasés sucumbieron a estas prácticas (cf. 2a de Reyes 16:3; 21:6; Ezequiel 16:20:21; 20:26). 



 



 



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COMENTARIOS

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Danara
25/03/2024
15:37 h
3
 
Creo que el autor simplemente no entiende que el SEÑOR defiende a los indefensos y todos esos pueblos sacrificaban a sus hijos a sus dioses y por eso el SEÑOR los extermino a ellos, asi de simple ... usted quiere hacer del SEÑOR un seguidor de su etica del dia de hoy ....cuando EL es nuestra etica y no algo externo a SU comportamiento.
 

Disidente
24/03/2024
23:27 h
2
 
Hebreos 11 no es una mera reflexión tardía de Génesis 22, sino la interpretación correcta e inspirada. ¿Para qué tomó Abraham el cuchillo? Mejor confesar que confiamos en Dios que torcer la Escritura. Este artículo mezcla textos, situaciones y conceptos diferentes: autoría, recursos lingüísticos, justificación moral...
 

Samuel
24/03/2024
14:21 h
1
 
Dios reguló en su soberanía crear seres con decisiones propias y la responsabilidad y consecuencias de sus actos cae sobre ellos, eso incluye ángeles y humanos caídos. Dios es perfectamente justo y por consiguiente (no demos vuelta al asunto) el castigo por el pecado, tanto en esta vida como en la venidera (infierno) es justo. Dios es juez y no asesina sino hace cumplir su ley con imparcialidad. Su amor se manifiesta en su gracia y su justicia en el castigo, solo así hay verdadera justicia.
 



 
 
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