Una de las cosas que más cautivan del último libro de la Biblia son sus símbolos extravagantes: números, colores, animales, personajes y lugares cargados de un aura de misterio.
Esta es la cuarta entrega de un estudio en seis partes sobre Apocalipsis: el libro más incomprendido de la Biblia. Es una transcripción de este video. La semana pasada revisamos la autoría, la datación y las cuatro teorías principales que históricamente se han propuesto para interpretar Apocalipsis.
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Una de las cosas que más cautivan del último libro de la Biblia son sus símbolos extravagantes: números, colores, animales, personajes y lugares cargados de un aura de misterio. En un contexto de hostilidad y persecución, solo los creyentes entendían esos símbolos secretos, que casi siempre estaban tomados del Antiguo Testamento; eran una forma de denuncia contra la injusticia que no ponía en peligro al resto de la comunidad cristiana. Las personas ajenas a su grupo, al no conocer el código, no entendían los símbolos; y nosotros, a casi dos mil años de distancia, nos encontramos en una situación similar. Pero no te preocupes; a continuación te voy a dar una pequeña hoja de ruta que te va a ayudar a entender los símbolos del Apocalipsis.
Empecemos con los colores. El color blanco aparece por todos lados (ver Ap. 2:17; 3:4; 4:4; 6:2, 11; 7:9; 14:14; 19:11); es un símbolo de pureza y victoria, asociado con todo lo que sucede en el cielo. Los cabellos del Hijo del hombre son «tan blancos como la nieve» (Ap. 1:14); a los santos se les concede «vestirse del lino blanco y puro de la más alta calidad» (19:8); y en el juicio final, Dios estará sentado sobre «un gran trono blanco» (Ap. 20:11). El rojo tiene que ver con sangre, muerte y violencia: «Entonces apareció otro caballo, de color rojo. Al jinete se le dio una gran espada y la autoridad para quitar la paz de la tierra. Y hubo guerra y masacre por todas partes» (Ap. 6:4). Y los colores negro, verde y amarillo también están relacionados con desgracias, sea por hambre, enfermedad o plagas (Ap. 6:5, 8, 12; 9:17-19).
Hablemos ahora de los números. A lo largo del Apocalipsis encontramos números que se repiten, siempre con una intención simbólica. El más importante de todos es el siete, que es la cifra divina que representa la perfección. Es un número que remite a los siete días de la creación del Génesis; en Apocalipsis hay siete iglesias (1:4), siete candelabros (1:12), siete estrellas (1:16), siete antorchas (4:5), siete sellos (5:1), siete cuernos, ojos y aspectos (5:6), siete ángeles y trompetas (8:2), siete truenos (10:3), siete cabezas (12:3), siete plagas (15:1), siete copas (16:1), siete colinas y reyes (17:9), etc.
Si el siete representa la perfección, la mitad de siete (o sea, 3½) es un símbolo de imperfección (Ap. 11:9, 11); lo mismo pasa cuando se mencionan 42 meses (11:2) o 1260 días (12:6), que representan básicamente la mitad de siete años. También el 6 es un símbolo de imperfección, porque es siete menos uno; de hecho, una de las teorías sobre el 666 (13:18) tiene que ver justamente con esta triple imperfección.
El cuatro representa toda la creación, por los 4 puntos cardinales; es probable que la imagen de los cuatro jinetes sea una manera de hablar un juicio que se extiende por todos los confines de la tierra.
Doce es el número que representa a la totalidad del pueblo de Dios. En la Nueva Jerusalén hay doce puertas con «los nombres de las doce tribus de Israel» (21:12) y doce piedras con «los nombres de los doce apóstoles del Cordero» (21:14). Los 24 ancianos sentados sobre 24 tronos (4:4-11) son justamente 12 + 12.
El número 1000 representa una cantidad inmensa de algo; es el tiempo en el que los santos reinan y Satanás está encadenado (20:1-6).
Y el número 144 000, que representa a «los que fueron marcados con el sello de Dios» (7:4), es básicamente 12 x 12 x 1000; en otras palabras: el inmenso número que representa al pueblo de Dios.
Además de los colores y los números, hay un montón de símbolos más. Los cuernos (5:6; 13:19) usualmente representan poder. La Serpiente y el Dragón son un símbolo de Satanás (12:9; 20:2), mientras que el Cordero representa a Jesús (5:12; 21:14). El mar, al igual que en toda la Biblia, es un símbolo de caos, peligro y muerte; por eso, cuando al final de Apocalipsis leemos que «el mar ya no existe más» (21:1), lo que se está diciendo es que en la Nueva Creación ya no habrá caos, peligro ni muerte.
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Hay muchos símbolos más, pero hay uno que me parece precioso. Es la conexión entre Génesis, el libro que abre la historia sagrada, y Apocalipsis, el texto que cierra la Biblia cristiana. Al comienzo de la historia encontramos una serpiente que engaña al ser humano y aparentemente triunfa (Gn. 3); al final del relato, la maldad de la serpiente es tan grande que se ha convertido en un dragón inmenso (Ap. 12:9; 20:10), pero el Cordero lo derrota definitivamente. Si en Génesis la tierra había sido sujeta a maldición por causa del pecado (Gn. 3), en Apocalipsis encontramos una tierra nueva donde la maldición ya no existe (Ap. 22:3). En la creación de Génesis, la luz viene del sol (Gn. 1:14-16); pero en la nueva creación de Apocalipsis, ya no hay «necesidad de la luz de lámparas ni del sol porque el Señor Dios brillará sobre ellos» (Ap. 22:5). Y si Dios plantó en el Edén de Génesis un árbol de la vida (Gn. 2:9), en el nuevo Edén de Apocalipsis este árbol aparece de nuevo y sus «hojas se usan como medicina para sanar a las naciones» (Ap. 22:2). Todo lo que se rompió al comienzo de la historia se arregla al final. Todo lo inconcluso llega a su cierre. Se restaura el orden original y en la Nueva Creación se experimenta de nuevo la inocencia. Apocalipsis es el nuevo Génesis.
La semana que viene seguimos con la anteúltima parte de nuestro estudio: “Resumen del Apocalipsis”.
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