El armazón humano

La diferencia fundamental entre el cuerpo de los seres vivos y las máquinas o robots creados por el hombre reside en que los primeros están constituidos por estructuras biológicas que crecen y se reparan a sí mismas, mientras que las máquinas son incapaces de hacer esto. De otro modo sería como si un automóvil se restaurara a sí mismo, después de sufrir un accidente, y quedara como nuevo. Sin embargo, nuestros huesos, músculos, cartílagos y tendones son realmente asombrosos. Después de padecer cualquier desgarro o fractura, son capaces de restaurarse por completo y volver a mantener el cuerpo en perfecto estado. Siguiendo con la analogía del auto, el chasis del mismo -formado por resistentes estructuras metálicas- sería el equivalente del esqueleto humano. Sin él, los vehículos no podrían soportar las fuerzas que actúan sobre ellos, tales como la gravedad, aceleración, frenado, la fuerza centrífuga, etc. De la misma manera, el sistema esquelético humano sustenta el peso de todos los órganos y tejidos del cuerpo, así como de las fuerzas generadas cuando nos movemos, corremos, levantamos pesos, subimos escaleras, etc.

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El hueso está constituido por células llamadas osteocitos que viven rodeadas por una sustancia fundamental o matriz ósea. Dicha matriz es segregada por los osteocitos y es la que aporta resistencia a los huesos. Está constituida por fibras proteicas de colágeno y minerales como el calcio y fósforo. El cuerpo humano adulto posee más de doscientos huesos que hacen posible el mantenimiento de toda la estructura corporal, protegen los órganos internos más delicados -cerebro, corazón, pulmones, médula espinal, etc.- de posibles lesiones, permiten el movimiento y realizan muchas funciones más. Además suponen una importante reserva de calcio para el cuerpo, que suministra las cantidades requeridas para mantener constante el perfecto funcionamiento de nervios, corazón y músculos esqueléticos. 

[photo_footer]Estructura microscópica del hueso donde se aprecia, en el centro, un conducto de Havers. Por el interior del mismo circulan pequeños vasos sanguíneos y nervios. También se observan numerosos huecos oscuros más pequeños donde residen las células óseas u osteocitos, rodeados por finos canalículos que permiten la comunicación entre células. La matriz amarillenta está formada sobre todo por colágeno, calcio y fósforo. / Antonio Cruz.[/photo_footer]

Cada uno de los 206 huesos de un humano adulto posee una forma precisa para poder realizar su función concreta. Desde los largos fémures a modo de columnas principales hasta los pequeños y específicos huesecillos del oído (martillo, yunque y estribo) que nos permiten oír, cada uno debe encajar a la perfección con los demás huesos. Dicha unión se realiza por medio de otros tipos de tejidos, como el cartilaginoso y el muscular que forman los ligamentos y las articulaciones. De esta manera se conforman y articulan hombros, codos, muñecas, dedos de las manos y pies, así como caderas, rodillas y tobillos. Cuando los músculos que están unidos a los huesos por tendones (esqueléticos) se contraen, las posiciones de los huesos cambian, gracias a la rotación que permiten las distintas articulaciones. Esto es lo que nos permite movernos e interactuar con el ambiente.

La columna vertebral del ser humano está formada por 33 vértebras durante la niñez y solamente por 26 en el estado adulto. Esto se debe a que en la madurez las cinco vértebras de la región sacro-axial y las cuatro del coxis se fusionan formando únicamente dos vértebras: sacro y coxis. Cada una de tales vértebras presenta una forma irregular pero simétrica que es idónea para que en ella se inserten músculos capaces de mover la columna y sobre todo poseen un gran orificio central que permite el paso de la médula espinal. Cada vértebra es distinta de sus inmediatas pero tiene la forma exacta para encajar e interactuar con ellas. Son bien conocidos los problemas que se generan cuando éstas no se acoplan bien o se rozan y pellizcan. 

Estamos tan habituados a saber todo esto que no solemos reparar en el misterio que implica su formación en cada ser humano. ¿Dónde y cómo se dan las indicaciones precisas para formar la estructura de cada hueso? Cada hueso está constituido por muchas células óseas individuales e independientes, son los osteocitos rodeados por la matriz de colágeno. ¿Cómo sabe cada una de tales células individuales dónde debe colocarse y cuánto calcio tiene que segregar para contribuir a la perfecta formación del hueso al que pertenece? ¿Cómo pueden estas células conocer exactamente su función en cada momento, especialmente durante el desarrollo embrionario, en el cual las formas y los tamaños de los huesos están continuamente cambiando? ¿Quién coordina todo esto a nivel tridimensional? ¿Acaso posee cada célula ósea la información necesaria en su ADN o quizás ésta reside en algún otro lugar? Si cada osteocito posee las instrucciones para su propio desarrollo y función, ¿dónde se encuentran los planos generales del hueso en conjunto? ¿Cómo sabe la célula las instrucciones del plan general? ¿Por qué no se confunden y se oponen entre sí de manera anárquica? De momento, no se conocen las respuestas a tales preguntas. 

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Todo esto suscita la siguiente cuestión. Si toda la inteligencia actual de los grandes especialistas en biología humana resulta incapaz de responder a estas cuestiones sobre los huesos, ¿por qué no se requeriría también una inteligencia similar o muy superior para haberlos diseñado originalmente? ¿Es sensato suponer que todo se debió al azar?

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[title]Por un año más[/title]

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