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480 años del Nuevo Testamento de Francisco Enzinas: las razones del traductor

KAIRóS Y CRONOS AUTOR 84/Carlos_Martinez_Garcia 29 DE OCTUBRE DE 2023 13:00 h

En memoria de don Germán Cornish, un cristiano comprometido, hombre de profunda sencillez, sabiduría y generosidad.



 



Quizá el oficio de traductor es más sutil, más civilizado que el de escritor: es obvio que el traductor viene después del escritor. La traducción es una etapa más avanzada.



Jorge Luis Borges



 



Los autores hacen las literaturas locales; pero la literatura universal la hacen los traductores.



José Saramago



 



Francisco de Enzinas nació en Burgos el 1 de noviembre de 1518. Su familia formaba parte de la “pujante burguesía mercantil burgalesa”. Muy joven salió de España, a donde debió regresar en 1537 a causa del proceso inquisitorial contra su tío por vía materna, Pedro de Lerma. Posiblemente el juicio fue porque Lerma enseñaba doctrinas bíblicas muy cercanas al luteranismo, acerca del “muy delicado [tema] de la ley y las obras y la necesidad de justificación sin obras de la ley para salvación”. Hizo retractación, cumplió la condena que le impusieron, tras lo cual salió a París, “donde murió el 27 de octubre de 1541”, señala José C. Nieto, en El Renacimiento y la otra España.



En 1538 Enzinas salió de España, a donde ya no regresó más, y se asentó en Amberes. En junio de 1539 inicia estudios en el Colegio Trilingüe de la Universidad de Lovaina. En la institución halla un ambiente “evangélico, se lee y comenta libremente a Lutero, a Calvino, a Melanchthon, y hay un interés grande por leer los textos bíblicos en sus fuentes originales”, apunta Jorge Bergua Cavero, biógrafo de Enzinas.



Como muchos otros que tomaron partido por el movimiento de Reforma protestante, Enzinas busca conocer de primera mano lo que acontecía en la ciudad donde Lutero inició la confrontación con la Iglesia católica romana. Por ello ingresa a la Universidad de Wittenberg el 27 de octubre de 1541, se hospeda en casa de Felipe Melanchthon, a quien ya se le conocía como “praeceptor Germaniae, el educador de Alemania”, y en cuya casa inicia Enzinas la traducción al Nuevo Testamento al español. Melanchthon le animó a escribir sus memorias, las que redactó en latín entre la primavera y el verano de 1545.



En 1542 tradujo del latín al castellano la Breve y compendiosa institución de la religión cristiana, se trataba del Catechismus de Juan Calvino de 1538. En la obra incluyó, también traducido del latín, el Tratado de la libertad cristiana, de Martín Lutero, originalmente publicado en diciembre de 1520. Enzinas usó la edición de 1524. El volumen fue publicado en febrero de 1542, en Amberes e impreso en los talleres de Mathias Crom y bajo la supervisión de Diego de Enzinas, hermano de Francisco. El traductor se tomó libertades, ya que insertó material de otras fuentes y comentarios propios.



Casi seis años le llevaría a Enzinas traducir el Nuevo Testamento al castellano, tarea que completó mientras residía en Wittenberg. La base que usó fue el texto griego editado por Erasmo en 1516. Una vez completada la tarea la dificultad estaba en hallar dónde imprimir la obra. En sus Memorias narra pormenores del proceso para editar el volumen, dice que consultó a distintas “personas sabias” acerca de la pertinencia de dar a conocer el material bíblico y las respuestas fueron favorables. Entonces, cuenta Enzinas



Decidí entregarlo al impresor, a fin de que la nación española, que se gloría entre las demás con el nombre de cristiana, no fuera la única privada de este tesoro celestial que es poseer la Santa Escritura en su idioma. Porque como lo sabéis, Monseñor y maestro [se refiere a Melanchthon], el Nuevo Testamento no fue nunca leído en España por la gente común […] Envié el libro escrito por mi propia mano al Decano de Lovaina […] a fin de que lo hiciera examinar por personas doctas, y que tuvieran conocimiento de ambas lenguas, y que después de oír el informe de ellas él emitiera su juicio sobre la traducción […] La respuesta que dieron fue digna de su virtud y de su erudición, a saber, que ellos no entendían la lengua española y por lo tanto no podían juzgar mi libro; agregando también que dudaban de que fuera conveniente para los españoles tener el Nuevo Testamento en su idioma.



La edición no fue recomendada pero tampoco prohibida, por lo que Francisco de Enzinas prosiguió con el objetivo de publicar su traducción neotestamentaria. Consideró que la mejor opción para la impresión era Amberes, donde halló interés en el impresor Esteban Mierdmanno, de cuyo taller salió la obra el 25 de octubre de 1543. La primera carátula debió desecharse porque la misma decía: El Nuevo Testamento, o la Nueva Alianza de nuestro Redemptor y solo Salvador Jesucristo, debido a la advertencia de “un dominico español [quien] le hizo notar que estas palabras hacían sospechoso el libro, por ser la de alianza, aunque clara, fiel, propia y elegante, palabra muy usada por los luteranos, y lo de solo Salvador, frase que parecía envolver el menosprecio de las obras y la justificación por los solos méritos de Cristo”. Aceptó la recomendación y optó por quitar los vocablos mencionados.



En la portada Enzinas hizo la dedicatoria al emperador Carlos V, a quien llamó Cesárea Majestad, acompañada de unas líneas de Josué 1: “No se aparte el libro de esta ley de tu boca. Antes con atento ánimo estudiarás en él de día y de noche: para que guardes y hagas conforme a todo aquello que está en él escrito. Porque entonces harás próspero tu camino y te gobernarás con prudencia”. 



En la presentación que hizo a Carlos V, Enzinas comienza por argumentar el beneficio que significa la existencia del Nuevo Testamento en lenguas vulgares (es decir del vulgo, del pueblo), aunque menciona estar al tanto de las razones dadas por quienes se oponen a ello. Afirma que es provechoso para la “República Cristiana” que se hagan por “hombres doctos y de maduro juicio, y en las lenguas bien ejercitados” traducciones bíblicas “para instrucción de los rudos, como para consolación de los avisados, que huelgan en su lengua natural oír hablar a Jesucristo, y a sus apóstoles aquellos misterios sagrados de nuestra redención, de los cuales cuelga la salud, bien, y consolación de nuestras ánimas”.



Enzinas enumera tres razones que le llevaron a realizar la traducción del Nuevo Testamento. En la primera cita la oposición del sumo sacerdote y sus aliados a que Juan y Pedro predicaran las enseñanzas de Jesucristo. Entonces Gamaliel (fariseo, doctor de la ley, quien era maestro de Pablo) exhortó a los integrantes del Concilio para que dejaran en libertad de enseñar a Pedro y Juan ya que si diseminaban meras doctrinas humanas las mismas no fructificarían, pero si procedían de Dios entonces no había forma de ponerles alto. 



Al igual que la oposición en tiempos del Nuevo Testamento mencionada por Enzinas, él consideraba que los esfuerzos prohibicionistas contra las traducciones bíblicas no tenían éxito, sino que, al contrario, más bien se multiplicaban y él quiso sumarse al esfuerzo: “me he movido yo también a hacer algo en este negocio, y aprovechar en lo que pudiera a los de mi nación; y si no cumplidamente, a lo menos algún tanto”. 



Esgrime como segunda razón que con la traducción buscaba honrar a la nación española, la cual carecía de las Escrituras en su propio idioma: “Es así que allende de todos los griegos y de todas las otras gentes del mundo que conocen la redención de Jesucristo, los cuales en su lengua leen la Sagrada Escritura, no hay ninguna nación, en cuanto yo sepa, a la cual no sea permitido leer en su lengua los libros sagrados, sino a sola la española”. Aduce que otras naciones europeas (entre ellas Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Escocia, Países Bajos e Irlanda) tenían traducida la Biblia a su respectivo idioma. En contraste a España “rincón y remate de Europa, no sé yo por qué esto le es negado”. Por lo tanto él deseaba remediar la omisión que vedaba a los españoles el acceso directo a las Escrituras. 



El tercer motivo que lo había “persuadido a tomar este trabajo” era que si fuese malo hacer traducciones bíblicas a distintos idiomas entonces existiría prohibición expresa por parte del Emperador y/o del Papa. Al no haber disposiciones que vedaran la traducción, entonces, concluía Enzinas, él no estaba contraviniendo ley alguna al respecto. 



En cuanto a la tercera razón argumentada por Enzinas es necesario recordar que el Concilio de Trento tuvo su primera sesión en diciembre de 1545. En la cuarta (8 de abril de 1546) se tomó la decisión de prohibir las traducciones e impresiones de la Biblia en lenguas de los pueblos y declaró como única autorizada la Vulgata Latina traducida por Jerónimo de Estridón en el siglo V. Por otra parte, la cuestión “empezó a quedar clara para el mundo católico a partir del Index de Fernando de Valdés (1551), que afirmaba explícitamente la prohibición de la Biblia en castellano o en cualquier otra lengua vulgar; una actitud represiva confirmada poco después por el Index romano de 1559”, apunta Bergua Cavero.



Francisco viaja de Amberes a Bruselas con el objetivo de presentarle su traducción del Nuevo Testamento al emperador Carlos V. Por intermediación del obispo de Jaén, Francisco de Mendoza, obtiene cita con el monarca, la que tiene lugar el domingo 23 de noviembre de 1543. Enzinas le solicitó a Carlos V que protegiera la libre circulación de la obra, petición a la que accede el personaje, siempre y cuando el volumen no contuviera enseñanzas sospechosas. En el encuentro, escribió Enzinas, vio a “un príncipe tan grande ignorar totalmente lo que es el evangelio de Dios, el Nuevo Testamento, las santas letras y la doctrina celestial, y no solamente ignorar eso, sino también poner en tela de juicio la Santa Escritura, la Palabra de Dios”.



El Nuevo Testamento de Enzinas lo examinó el confesor del emperador, el dominico Pedro de Soto. En Bruselas de Soto hizo dos interrogatorios a Francisco, en el primero el trato fue amable y hasta elogioso, pero en la segunda ocasión el examinador levantó duras objeciones a lo producido por Enzinas, le advirtió que



La sola lectura del Nuevo Testamento ha sido considerada siempre entre los católicos como la causa que ha producido todas las herejías en la Iglesia. También el único medio por el que hemos conservado a España pura y sin mancha alguna de herejía, ha sido la prohibición de esa lectura del Nuevo Testamento en lengua vulgar. Ahora bien, Francisco, os tocaba a vos haber emprendido demasiado audazmente, contra las leyes del Emperador, contra la religión, contra el amor que debéis a vuestro país y especialmente a vuestra ciudad, la cual ha sido siempre floreciente y abundante en gentes sabias, la osada publicación del Nuevo Testamento en lengua vulgar. Ciertamente es un acto digno de castigo el haber menospreciado, especialmente en ese punto, las leyes del gran monarca del mundo; es un acto intolerable, el haber procedido contra el derecho que cada cual está obligado a guardar a su país, y haber manchado su hermosura y su pureza con un mal ejemplo de novedad; pero además de haber violado la religión, es un acto execrable, que sobrepasa todas las faltas que se pudieran cometer.



Además del “delito” cometido por Enzinas al traducir el Nuevo Testamento, Soto le reclamó su estancia en Alemania y haberse hospedado en casa de Felipe Melanchthon, así como ser el autor (en realidad traductor/adaptador) de Breve y compendiosa institución de la religión cristiana, que contenía un catecismo de Juan Calvino y Tratado de la libertad cristiana, de Martín Lutero, asunto visto anteriormente. Enzinas argumentó a favor de la lectura de la Biblia, “que podría servir para sacar a los españoles de las densas tinieblas en las que andan sumidos”. El interrogatorio fue interrumpido y acto seguido, ya en el exterior, Enzinas es aprehendido y llevado a la cárcel el 13 de diciembre de 1543. 



Permaneció encarcelado poco más de un año, hasta el 1 de febrero de 1545, cuando se evadió y regresó a Wittenberg. Enzinas tradujo y publicó en 1550, en Estrasburgo, cuatro libros del Antiguo Testamento: Job, Salmos, Proverbios y Eclesiástico. Su base textual no fue el hebreo para los primeros tres, ni el griego para el caso del cuarto, sino que usó antes de ser publicada (en 1551) la Biblia en latín traducida por Sebastián Castellio, a quien conoció y trató Enzinas hacia 1546 en Basilea, señala Carlos Gilly, “donde ambos frecuentaban la imprenta de su común amigo Oporino”. 



En sus Memorias, además de relatar la persecución y encarcelamiento que sufrió, Enzinas describe otros casos que las fuerzas inquisitoriales efectuaron contra quienes abandonaron la ortodoxia católica romana. Dedicó un volumen a narrar el asesinato de Juan Díaz, victimado por orden de su hermano Alonso. Juan se había convertido al protestantismo, viajó con el grupo que representaba a la ciudad de Estrasburgo en el Coloquio de Ratisbona, convocado por Carlos V y que inició el 27 de enero de 1546. Juan Díaz era secretario de Martín Bucero, quien encabezaba la delegación protestante para el debate con la contraparte católica romana. 



Durante las sesiones Alonso hizo esfuerzos por convencer a su hermano Juan de regresar al catolicismo, objetivo que no logró. El 27 de marzo un esbirro enviado por Alonso ultimó de un hachazo en la sien a Juan. Por otra parte la tragedia tocó directamente a Enzinas, y el dolor debió ser intenso, cuando Francisco recibió la noticia de la ejecución de su hermano Diego por la Inquisición en Roma en marzo de 1547. El traductor del primer Nuevo Testamento en castellano murió en Estrasburgo, víctima de la peste, el 30 de diciembre de 1552. 



Enzinas combinó la tarea de traductor bíblico y clásicos grecolatinos con la de exhibir por escrito la intolerancia y acciones persecutorias contra quienes rompieron con la pretendida unidad religiosa de España. En esto fue predecesor de Juan Pérez de Pineda y Casiodoro de Reina. El primero, exiliado en Ginebra, se valió de la traducción neotestamentaria de Enzinas para publicar una revisión en 1556, y de su autoría es Epístola consolatoria, libro en el que animaba a los núcleos clandestinos protestantes a resistir la persecución en España desatada por la Inquisición. El segundo, Reina, también desarraigado de territorio español, usó el trabajo de Enzinas y completó la traducción de la Biblia, publicándola en septiembre de 1569, en Basilea.


 

 


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