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El milagro de Navidad de Harper Lee

El que Harper llamó milagro de amor hizo posible que se dedicara con vehemencia y entusiasmo a escribir.

KAIRóS Y CRONOS AUTOR 84/Carlos_Martinez_Garcia 03 DE DICIEMBRE DE 2023 09:30 h
Imagen de [link]Josh Harris[/link] en Unsplash.

Uno nunca llega a entender realmente a otra persona hasta que considera las cosas desde su punto de vista, hasta que se mete en su piel y camina con ella.



Atticus a su hija Scout,



en Matar a un ruiseñor



 



Cien libras de sermones sobre la tolerancia, o una cantidad igual de invectivas que deploran la falta de ella, pesarán mucho menos en la balanza de la ilustración que apenas 18 onzas de la nueva novela que lleva el título de Matar a un ruiseñor.



The Washington Post,



3 de julio de 1960



 



El milagro hizo posible cumplir un sueño largamente pospuesto. Nelle Harper Lee desde niña quiso ser escritora. Tenía el mismo anhelo que su vecino, Truman Capote, futuro autor de la novela A sangre fría. Cuando se conocieron ella tenía cinco años y él seis, compartieron juegos, lecturas y tecleaban en una máquina de escribir líneas que imaginaban podrían ser publicadas en alguna revista.



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Nelle vio la luz en 1926, tres años antes su pueblo, Monroeville, Alabama, pudo tener acceso a la electricidad. Su madre (Frances Cunningham Finch), a causa de la bipolaridad que padecía y recluirse en su habitación, no fue una figura tan influyente como sí lo fue el padre: Amasa Coleman Lee, abogado muy estimado por los habitantes de Monroeville. Quien sería la autora de Matar a un ruiseñor, libro elogiado por los críticos literarios y venerado por millones de lectores, fue la menor de la familia, antes que ella nacieron Alice (1911), Francis (1916) y Edwin (1920).1



La novela que súbitamente puso el nombre de Harper Lee en lo más alto del reconocimiento público transcurre durante los años treinta del siglo XX, periodo en el que repercutieron los efectos de la Gran Depresión iniciada en octubre de 1929. La crisis económica causó quiebras de bancos y empresas, drástico descenso del consumo de bienes y servicios, desempleo, reducción de los salarios y aumento de la pobreza. Los estragos causados entre los pobres por la Gran Depresión quedaron magistralmente narrados por John Steinbeck en Las uvas de la ira.



La infancia de Harper Lee es evocada en el personaje llamado Jean Louise Finch (apodada Scout) en Matar a un Ruiseñor. Ella, de casi seis años, junto con su hermano Jeremy (10 años) y Dill (el infante Truman Capote, vecino de la casa colindante con la de los Finch, y un año mayor que Scout), viven durante tres años, sobre todo en verano, intensas aventuras en Maycomb, Alabama. El nombre del pueblo en la novela sustituye al real, Monroeville, donde el trío convivió intensamente y la cálida amistad entre ellos quedó capturada literariamente en la obra de Lee, lo mismo que en la primera novela de Capote, Otras voces, otros ámbitos (de 1948), en la que Lee es representada con el nombre de Idabel Thompkins. En la narración de Capote, El invitado del día de Acción de Gracias (de 1967), aparece Ann “Jumbo” Finchburg, que se enfrenta a golpes con Odd Henderson, a quien “todos los niños [de la escuela] le temían”. La peleonera “Jumbo” es Harper Lee, conocida en el centro escolar por su temeridad para enfrentarse sin miramientos a los varones.



Scout, Jem y Dill se movían por el pequeño poblado de Maycomb, en el que casi todos sus habitantes se conocían entre sí. Maycomb/Monroeville lo describe Scout como “una población antigua y fatigada”, en días lluviosos las calles se convertían en tramos de barro rojizo. En los días de calor, sobre todo en el verano, “un perro negro sufría” por las altas temperaturas y “unas mulas que estaban en los huesos, enganchadas a los carros Hoover, espantaban moscas a la sofocante sombra de las encinas de la plaza”. La vida transcurría con lentitud, “el día tenía veinticuatro horas, pero parecía más largo. Nadie tenía prisa porque no había adonde ir, nada que comprar, ni dinero con que comprarlo, ni nada que ver fuera de los límites del condado de Maycomb”.



Cuando Scout tenía ocho años, en 1935, la vida del pueblo se trastocó debido a que Tom Robinson, afroamericano, es acusado por la blanca Mayella Ewell de haberla violado. Robinson era integrante de la misma iglesia en la que se congregaba Calpurnia, empleada doméstica en casa de la familia Finch, la First Purchase African Methodist Episcopal Church. El templo debía su nombre (First Purchase, primera compra) a que fue adquirido con las primeras ganancias de esclavos libertos asentados en Maycomb.



El padre de Scout, el abogado Atticus Finch, toma la defensa de Robinson, y advierte a su hija, conociendo lo temperamental que es, acerca de mantener la calma cuando la agredan porque él es defensor de Tom. De suceder lo anterior, Atticus aconseja a Scout “mantener la cabeza alta y los puños bajos. No importa lo que nadie te diga, no permitas que te hagan enojar. Intenta pelear con tu cerebro para variar… eso es bueno, aun cuando se resista a aprender”.



Por un tiempo Scout sigue la indicación de su progenitor, pero transgrede el consejo cuando en Navidad el primo que le lleva un año, Francis Hancock, se burla de ella y canturrea que Atticus es un “nigger lover” (amante/amigo de negros). Entonces Scout se parte “el nudillo hasta el hueso sobre sus dientes. Inutilizada la izquierda, arremetí con la mano derecha, pero no por mucho rato”, porque la sujeta Jack Finch, hermano menor de Atticus.



Scout le pregunta a su padre porqué aceptó defender a Robinson, Atticus responde: “Todo lo que puedo decir es que cuando tú y Jem sean adultos, quizá vean todo esto con algo de compasión y cierto sentimiento de que yo no les decepcioné. Este caso, el caso de Tom Robinson, es algo que llega hasta la esencia misma de la conciencia de un hombre… Scout, yo no podría ir a la iglesia y adorar a Dios si no intentara ayudar a este hombre”. En Matar a un ruiseñor la familia Finch era integrante de la Iglesia metodista. Harper Lee desde niña asistió a la Primera Iglesia Metodista Unida de Monroeville, la misma en que tuvo lugar el servicio fúnebre cuando ella murió en febrero de 2016.



Scout, su hermano Jem y Dill logran entrar a la sala donde se desarrollaba el juicio contra Tim Robinson. Debido a que la planta baja estaba totalmente llena, debieron subir al siguiente piso, a la sección destinada a la “gente de color”, pudiendo acceder a ella por intermediación del reverendo Sykes, pastor en la iglesia a la que pertenecían Calpurnia y Tom Robinson. Scout y sus dos acompañantes son conducidos por el reverendo Sykes, “suavemente entre los negros de la galería. Cuatro hombres se levantaron y nos cedieron sus asientos de primera fila”.



En Matar a un ruiseñor Harper Lee narra, desde la óptica de Scout, los pormenores del juicio: testimonios de quienes acusan a Tom Robinson de violación, actuación del fiscal de distrito, reacciones del juez y el jurado (compuesto solamente de hombres blancos), y describe a los afroamericanos que se apiñaban “en la galería” esperando el veredicto, “los negros permanecían sentados o de pie a nuestro alrededor con una paciencia bíblica”.



Atticus elocuentemente presentó pruebas de la inocencia de Tom Robinson. La apretujada audiencia escuchó la sagacidad del abogado para evidenciar que los prejuicios raciales de los blancos encubrían la verdad de lo sucedido en el caso que sacudió a Maycomb. Se cumplió lo que le dijo el reverendo Sykes al hermano de Scout, cuando esperaban el veredicto y ante la tardanza en las deliberaciones de los juzgadores, Jem externó que ningún jurado podría condenar a nadie “sobre la base de lo que hemos oído”. A lo que el pastor, con desaliento, replicó: “No esté tan seguro, míster Jem, no he visto nunca a ningún jurado decidirse en favor de un negro pasando por encima de un blanco”. Robinson fue unánimemente declarado culpable.



Harper Lee era una niña muy lectora y las novelas de Jane Austen estimulaban su imaginación, tanto que anhelaba ser escritora y llegar a ser, como declaró en su adultez, “la Jane Austen del sur de Alabama”. A los quince años, en highschool, la profesora de inglés, Gladis Watson Burkett, fue para Harper una guía que le abrió nuevos horizontes literarios y le enseñó a expresarse bien por escrito. En 1944 ingresó a Huntington College, en Montgomery, y en el otoño del siguiente año inicia estudios de leyes en la Universidad de Alabama. Se une al grupo que editaba las publicaciones del campus, el periódico Crimson White y la revista humorística Rammer Jammer.



En 1948, mediante un intercambio estudiantil, es aceptada para un curso de verano en la Universidad de Oxford y acrecienta su deseo de convertirse en escritora. Después de la experiencia en Inglaterra, Harper Lee continuó estudiando derecho un semestre más, pero no concluye la carrera de leyes y regresa a Monroeville. Mientras tanto su amigo de infancia, Truman Capote, con tan solo veinticuatro años, publica la novela semi autobiográfica Otras voces, otros ámbitos, que recibe elogiosos comentarios en el mundo de la crítica literaria.



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En su pueblo natal Harper Lee trabaja de mesera en el club de golf y con lo ahorrado proyecta irse a Nueva York. Monroeville tenía poco más de dos mil habitantes, la llamada Urbe de Hierro ocho millones. Se muda a la gran ciudad en 1949 y renta un pequeño apartamento de la Avenida York número 1539. El edificio ya no existe porque fue demolido en 1967. Consigue empleo como agente de ventas de boletos de avión para Eastern Air Lines y British Overseas Airways, y lucha por darse tiempo para escribir, lo que no logra con la fluidez y avances resultantes que quisiera para proponer la obra en alguna editorial.



En diciembre de 1956 Harper Lee debió quedarse en Nueva York, ya que no tuvo vacaciones, lo que le impidió viajar a Monroeville. Sus amigos Joy y Michael Brown la invitaron a pasar con ellos el día de Navidad. En el tiempo de intercambiar obsequios Nelle entregó los suyos a la pareja y vio el regocijo de ambos hijos de los Brown al desempacar los regalos. Cinco años después del acontecimiento la escritora en ciernes evocaría el difícil momento en que pensó no recibiría presente alguno. Pero sucedió que Joy le dijo a Harper que no se habían olvidado de ella, que mirara bien el árbol navideño y encontraría su regalo. Nelle Harper lo hizo y halló un sobre con su nombre. Lo abrió y había una nota que decía “Tienes un año fuera de tu trabajo para escribir lo que quieras. Feliz Navidad”. Desconcertada preguntó de qué se trataba el asunto. Le dijeron que habían tenido un año con buenos ahorros y querían darle a Harper lo equivalente a doce meses de salario, para que sin preocupaciones monetarias se pusiera a escribir la novela varias veces postergada.2



Ante la reticencia y argumentaciones de Harper Lee sobre declinar aceptar el generoso regalo, sus amigos le confiaron que deseaban mostrarle la fe que tenían en ella para que cumpliera el sueño de publicar un libro. Nelle volvió a la carga y enfatizó a la pareja que solamente unos desquiciados serían capaces de ponerse en peligro financieramente, ya que el dinero que deseaban donarle podrían necesitarlo a causa de alguna emergencia. Al comprobar que su amiga continuaba renuente al regalo le comentaron que lo tomara como un préstamo, solamente así Harper aceptó lo contenido en el sobre. Rememorando lo acontecido al final de la inolvidable jornada, escribió:



Afuera estaba nevando, un evento extraño para una Navidad en Nueva York. Me acerqué a la ventana, atónita por el milagro del día. Los árboles de Navidad se difuminaron suavemente al otro lado de la calle, y la luz del fuego hizo que las sombras de los niños bailaran en la pared a mi lado. Una rebosante, completa oportunidad para una nueva vida. No me fue dada por un acto de generosidad, sino por un acto de amor. Nuestra fe en ti era realmente todo lo que les había oído decir. Haría todo lo posible para no fallarles. La nieve todavía caía sobre el pavimento de abajo. Los techos de piedra rojiza se blanquearon gradualmente. Las luces en rascacielos distantes brillaban con símbolos amarillos del final solitario de un camino, y mientras estaba de pie junto a la ventana, mirando las luces y la nieve, el dolor de un viejo recuerdo me abandonó para siempre.



 



El que Harper llamó milagro de amor hizo posible que se dedicara con vehemencia y entusiasmo a escribir. Unas semanas después de recibir el regalo de los Brown, destaca su biógrafo Charles J. Shields, Nelle comunica por carta a un amigo, “voy sujetarme a una especie de régimen de disciplina del siglo XIX: a ellos no les importa si algo de lo que escribo gana cinco centavos”, para los Brown lo sustancial era que Harper expresara su talento como escritora. Se dispuso a decirle adiós a las “alegrías del desorden”, así que “rara vez saldré del 1539 de York Avenue”.



El intenso trabajo comenzó a dar frutos y en el primer mes de 1957 Nelle Harper Lee entregó al agente literario Maurice Crain cincuenta páginas de la novela que tituló Go Set a Watchman (Ve y pon un centinela), un segmento de Isaías 21:6. El versículo completo dice, “Porque el Señor me dijo así: Ve, pon centinela que haga saber lo que vea”. En semanas sucesivas, hasta finales de febrero, llevó a la oficina de Crain un promedio de cincuenta páginas en cada visita. La novela estaba situada en Maycomb, a donde, tras vivir un lustro en Nueva York, regresa Scout a la edad de veintiséis años para visitar el pueblo y familia que la formaron.



Aunque varios personajes de Go Set a Watchman los recrea Harper Lee en Matar a un ruiseñor con muchos menos años, la trama no es la misma ya que Atticus, en lugar de actuar favorablemente en favor de los derechos de la población afroamericana, en Ve y pon un centinela se muestra contrario a los cambios que afectan el status quo y tiene opiniones racistas, lo que deja en shock a Scout al constatar la hipocresía no solamente de su padre sino de los blancos en Maycomb que justificaban el segregacionismo contra la población afroamericana.



Maurice Crain valora que Go Set a Watchman merece transitar hacia una posible edición y envía el material a la oficina de J. B. Lippincott, quien la cita para conversar acerca del escrito y hacerle saber observaciones para su posible publicación. La editora Theresa von Hohoff, vicepresidenta en Lippincott, se interesa en lo producido por Harper Lee, a la vez que la orienta con sugerencias para darle consistencia y entrelazar mejor las historias de los personajes para que no fueran “una serie de anécdotas”, sino una novela bien estructurada.



Los consejos editoriales de Hohoff significaron para Lee denodados esfuerzos de reescritura, y en la tercera versión del mecanoescrito le cambió el título por el de Matar a un ruiseñor. La nueva versión es aceptada en noviembre de 1959 e inicia el proceso de formación y diseño del libro. Casi al mismo tiempo es perpetrado el asesinato de cuatro integrantes de la familia Clutter, en Holcomb, Kansas. William Shawn, editor del New Yorker, comisiona a Truman Capote para que investigue y escriba sobre “el impacto del cuádruple asesinato en un pequeño pueblo”.



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Capote invita a Harper Lee para que lo acompañara como asistente de investigación. Por vicisitudes del caso y esperar al cumplimiento de la pena de muerte contra los dos criminales (Dick Hickock y Perry Smith), lo redactado por Capote tardó años en salir a la luz. Primero fue publicado en el semanario (en una serie de cuatro partes), a partir del 17 de septiembre de 1965 y en formato de libro, con el título de A sangre fría, en 1966. La obra recibió amplios elogios de críticos y lectores, pero no tantos como Matar a un ruiseñor.



Por fin el 11 de julio de 1960 la obra de Harper Lee llegó a librerías. La editora Theresa von Hohoff le advirtió: “Nelle, no te sorprendas si solamente vendes dos mil ejemplares, o menos. La mayoría de libros de los novelistas primerizos lo hacen”. En el mismo mes de su publicación Matar a un ruiseñor apareció entre los diez más comprados según las listas del New York Times y Chicago Tribune. En los siguientes seis meses rebasó el medio millón de copias vendidas. En la primavera de 1961 estaban en curso traducciones a francés, alemán, italiano, español, holandés, danés, noruego, sueco, finlandés y checo. En el primer año la obra de Lee rebasó los dos y medio millones de ejemplares vendidos, y un año después cerca de cuatro millones y medio.



En 1961 Harper Lee se hizo merecedora del Premio Pulitzer. En 1962, el 25 de diciembre, día de Navidad, tuvo lugar en Hollywood la premier de la película Matar a un ruiseñor, el papel de Atticus lo hizo Gregory Peck. En la ceremonia del Premio Óscar, el 8 de abril de 1963, correspondió a Sofía Loren leer el nombre del reconocimiento al mejor actor: Peck, quien subió al escenario con el reloj de bolsillo que como regalo le hizo llegar la autora de la novela y que había pertenecido a su padre. Harper Lee seguía la ceremonia desde Monroeville en casa de una amiga, debido a que ella no tenía televisión, porque, declaró, “interfiere con mi trabajo”.



Al correr de los años la novela se convirtió en la más popular de la literatura norteamericana en el siglo XX y lo que va del XXI, señala Charles J. Shields, y la que los lectores “clasifican en las encuestas como la más influyentes en sus vidas después de la Biblia”. Harper Lee tuvo las condiciones tan anheladas para escribirla gracias, en gran parte, a un milagro de Navidad. Sus millones de lectores y lectoras, muy probablemente sin saberlo, también han sido alcanzados por tal milagro.



 



Notas




1 Los datos citados y otros más adelante han sido tomados de Charles J. Shields, Mockingbird. A Portrait of Harper Lee, from Scout to Go Set a Watchman, edición revisada y puesta al día, New York, Henry Holt and Company, 2016.





 

 


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