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Confesionalización: reforma y contrarreforma

Quedó en el olvido la gran diferenciación de la Reforma frente al papado respecto al bien moral de la obediencia, inclusive, a la ley natural.

REFORMA2 AUTOR 7/Emilio_Monjo 24 DE SEPTIEMBRE DE 2023 10:00 h
Imagen de [link]Jan Gemerle[/link] en Unsplash.

He puesto dos ideas contrarias al lado de un mismo concepto, precisamente para remarcar la dificultad actual de comprensión del pasado protestante.



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El término confesionalización se usó por algún historiador del protestantismo para referirse al resultado de conducta civil por la colaboración entre los nuevos estados/nación y sus iglesias territoriales (preferentemente calvinistas). El espacio que se solía contar para medir esa disciplina civil normalmente terminaba en los tratados de Westfalia. En esta explicación se hacia uso del modelo sociológico donde se enfatiza que el calvinismo no pretendió nunca sólo una disciplina intraeclesial, sino cívica. En ese sentido creo que es muy útil mirar el asunto.



Pero el desarrollo de los estudios donde se tuvo como referente el concepto de confesionalización cada vez sirvió para meter más en la olla todo tipo de aspectos, seguramente por aquello de quedar bien al no dejar fuera ningún artículo que tengas en la cocina. Se cocinó con todo, y quedó una mezcla confusa, indigesta. Incluso alguno se encontró con un cuenco lleno de Inquisición española, y también lo echó a la sopa.



Para la nueva modalidad de estudio de la disciplina social, se han quitado todas las etiquetas históricas correspondientes a contrarreforma. Ahora son aspectos de la reforma católica. Por ejemplo, si haces un estudio del cuidado y atención a los pobres en la Reforma, algo básico desde sus inicios, de inmediato te sale un cocinero de los de “no dejes nada fuera de la olla, que te llaman radical”, y da unos datos sobre que en el catolicismo también había instrumentos de cuidado para los pobres. No vayas a incordiar con llamar la atención a que no es lo mismo el concepto de pobreza en uno y otro sitio, pues en uno de ellos el voto de la misma es medio de santidad superior en los consejos evangélicos.



En esta reflexión en nuestro ratito de conversación me quedo con un presente bastante perdido. Como ya sabemos entre nosotros, no tengo ni idea de cómo está la iglesia hoy. Por supuesto, hay gente que sí lo sabe, y qué hacer con ella. Tampoco puedo señalar a un grupo que hoy represente a esa modalidad calvinista que produjo esos frutos cívicos enormes. Las instituciones teológicas que podrían aparecer como herederas, han dilapidado la herencia, y son conventos de moralina.



Que hay pastores que trabajan lo mejor que pueden, muchas veces con medios escasos y sacrificios familiares, es evidente. Que hay un montonazo de pastores inútiles, también. Que el Redentor sigue salvando y llevando en su mano a los suyos, de todo lugar, lengua y nación, es evidente. Se ve en las Escrituras. Que aquí tenemos algunos profesores que han entendido y explicado ese modelo calvinista, también es evidente. Que centros de enseñanza “reformados” no lo han entendido ni enseñado, también es evidente. (Si alguien quiere, le doy nombres.)



A lo máximo que llego sobre el estado actual de la iglesia es a intuir que la propuesta de mi buen amigo Calvino, en su obra La necesidad de reformar la Iglesia, 1544, es de aplicación hoy, pero no sólo al papado. Por supuesto tengo el optimismo de los profetas, que veían el futuro lleno de la gloria de Dios, en toda la tierra, con sus reinos y gentes. Eso y, al mismo, tiempo, el reconocimiento de que sólo Dios sabe lo que está haciendo hoy, y lo que hará. Que para eso tenemos la Escritura y la historia. Cuando levantó a un Lutero. organizó el tiempo y las circunstancias. En esas circunstancias para nuestro presente, parece que los dos pilares que de la mano se levantaron: el papado y el islam, de un manotazo tendrán que caer de la mano, y eso parece que ya está aquí.



De todos modos, sobre la confesionalización, al menos conviene apuntar alguna cosa. Por supuesto, lo primero, no olvidar que el papado no tiene otro fin que la destrucción del calvinismo. Esto ocurre cuando el calvinismo asume que no tiene que ocuparse ya más de destruir al papado como estructura, sino construir una parcela de sociedad. Esa es su ruina. Lo uno debería haberse realizado sin que la otra meta se eliminara del horizonte. Los logros de esa construcción de una sección de la sociedad en algunos territorios fueron notables. Incluso en su influencia en las parcelas inmediatas católicas. Un ejemplo: Vas a un país del norte de Europa; te encuentras con una modalidad de cultura cívica. Eso proviene de unos tiempos donde las iglesias protestantes tenían influencia social. Puedes ver que en un aparcamiento de bicis existe una parte donde están expuestas algunas herramientas para que el usuario pueda arreglar algún fallo de su bici. Nadie roba las herramientas. Eso es cultura cívica, de raíz protestante. (Puede que la cultura esté, y que las iglesias ya no.) En una cultura católica, no sólo roban las herramientas, sino que tienes que amarrar muy bien la bici para que no se la lleven.



Sobre esta transformación cultural se han hecho estudios de algunas ciudades y territorios. Holanda tiene varios. Pero nunca antes había leído de Prusia, que se pone como ejemplo en un estudio sobre la materia (P. S. Gorski, The Disciplinary Revolution. Calvinism and the Rise of the State in Early Modern Europe, 2003.). La casa reinante es calvinista (a su estilo), y los príncipes territoriales son luteranos, todo ello en un país relativamente pequeño. Se produce en la sociedad una disciplina aceptada como el bien social para la mayoría, donde se da la colaboración entre las leyes del estado y de las iglesias territoriales. Resultado: un estado sin deudas; una sociedad bastante igualitaria (los campesinos tenían que vivir en el nivel medio, nunca como extremo por debajo); un ejército superior en número a la media de otras naciones, pero que no suponía gastos ruinosos (se entendía la bondad de una buena fuerza pública para la defensa de la sociedad; hoy eso valdría para una buen policía con los mejores medios); una acción judicial efectiva; una burocracia garante de los derechos de todos (no resultaba, siendo extensa, en más gasto que beneficio social, por supuesto, los cargos ni se compraban ni vendían), etc. De manera que la llamada “disciplina militar prusiana”, ¡al final tiene que ver con eso de la confesionalización! (La cadencia de tiro en otros ejércitos era de dos por minuto, con la disciplina en el entrenamiento, el prusiano conseguía tres; así en otras áreas sociales.)



Hay que reconocer que, aunque todavía durase el poso cultural, con las guerras mundiales todo ese fruto social se fue al pozo. En la reconstrucción de esas sociedades se buscó, y encontró, suficiente tradición de conducta anterior.



La acción destructiva del papado, con la dirección jesuítica (no sola), se orientó a la aniquilación del modelo calvinista, entre otras cuestiones, por su germen de libertad política. La idea que cundió incluso en los medios protestantes es que esa actuación, a final de cuentas, tenía la misma finalidad que la santidad papal. Se trataba de una manera de alcanzar la salvación. Las obras eran de otra clase, pero el modelo servía para todos. Con el paso del tiempo, la disciplina civil se entendió en esos círculos protestantes como una forma de santidad. Y pasado un poco más, como la forma de esa santidad. Esto suponía conservar el estatuto mediador de los clérigos, que tenían en su mano la administración de los medios de gracia y la disciplina. Con ese formato, el calvinismo reformador se convirtió en una moralidad más. La gracia, una vez más, se convirtió en simple medio. Viaje éste para el que las alforjas del papado hubieran bastado.



Quedó en el olvido la gran diferenciación de la Reforma frente al papado respecto al bien moral de la obediencia, inclusive, a la ley natural. Para el calvinismo eso era un bien temporal, cívico, relativo, pero no obligaba moralmente, no entraba en la esfera de la santidad, que se encontraba total y de una vez por todas en la obra del Redentor. Para el papado, siguiendo en eso en parte a la iglesia antigua, sí contaba como medio de salvación.



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Sin esa diferencia, el bien cívico de la confesionalización, de la colaboración de la iglesia y el estado, se convierte en victoria de la contrarreforma. Eso es lo que hoy es la iglesia, la expresión doctrinal de la contrarreforma, especialmente contra el calvinismo. Por eso no tengo ni idea de cómo está la iglesia, ni qué hacer con ella. Un cadáver en descomposición. Con todo el incienso del mundo no se puede evitar su olor. Pero, como siempre, nuestro Redentor sigue sacando de esa muerte a los suyos, los que el Padre le dio, que tampoco sé muy cómo según los sitios y circunstancias, pero que lo hace con toda certeza, y cuando él se muestra, muestra con él a su iglesia, esa sí, gloriosa, sin mancha, sin nada de qué avergonzarse.


 

 


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COMENTARIOS

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Maximo
24/09/2023
21:22 h
2
 
Dices repetidamente que, no tienen ni idea de cómo está la iglesia. Buena parte de la iglesia del Señor en España está, bajo mínimos en eso que dices de "el bien cívico". No solo lo pienso sino que lo veo. Dentro de nuestras iglesias se da el hecho de que desaparecen cosas no por haber sido por robo o asalto a la capilla, sino por la sustracción de objetos de parte de creyentes. De otro lado está, la decadencia moral generalizada; la perspectiva cívica calvinista, ha desaparecido de las iglesias
 

Alfredo
24/09/2023
20:20 h
1
 
" En una cultura católica, no solo roban las herramientas..." ¿en el sur de Alemania roban más que en el norte? ¿enseña la Iglesia Católica que la no resistencia a su obra de salvación ( nuestra colaboración) es obra humana? Sr Monjo, imposible encontrar más apasionados sesgos en menos renglones.
 



 
 
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