Muertos

A veces, en ocasiones, veo muertos.

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No es la evocación de las palabras de una película conocida, no es la insolación de un paseo por el desierto a 40 grados, no es un desvarío febril, ni la consecuencia de una noche etílica.

Aunque, a decir verdad, no es que los vea a veces, los veo todos los días. Constantemente salen a mi encuentro, están en todas partes, en todo lugar, me rodean, los siento, los veo.

Caminan unos al lado de los otros, salen, se pasean, van a sus trabajos, hacen la compra semanal, visitan al médico, van al cine, hacen el amor. El mundo está lleno de ellos y vagan sin un rumbo fijo, sin destino, sin propósito, como sombras bajo el sol.

Por ahí vi sentado en la puerta del supermercado a un muerto de hambre, su necesidad extiende su manita mugrienta esperando la moneda de la compasión, también los hay de hambre de justicia, pero esos son más difíciles de ver, su apetito está escondido en un recóndito escondite de su interior, estos languidecen en un anonimato flemático.

He visto a lo muertos de pena, sus caritas no dejan lugar a dudas de que su corazón está roto, que sus tragedias se hicieron dueñas y señoras y nadie las supo desterrar.

También vi muertos de asco, así mismo he andado muchas veces yo, porque las injusticias, la barbarie sin freno, el descaro y la desfachatez impera y no hay quien le ponga fin.

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Y qué decir de los muertos de dolor, sin analgésico que les calme, sin anestesia que los duerma, sin un abrazo que consuela. Y, finamente, vi muertos de amor, con heridas sangrantes, con silencios obligados, con cuentas pendientes, con gritos callados, a la espera de una caricia, de una palabra, de un gesto que les salve la vida.

Sí, a veces, en demasiadas ocasiones, veo muertos. ¿Quién los despertará?

Despiértate, tú que duermes,

Y levántate de los muertos,

Y te alumbrará Cristo. Ef 5:14

Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Jn 15:12

Mati Sanchiz Rodríguez