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Más de 30 razones por las que el cristiano debería involucrarse en la renovación de nuestra sociedad y en la vida política (1)

Tenemos que reconocer que una fe que solo se mantiene en el aislamiento social, es una fe débil y nada atractiva.

LA CLARABOYA AUTOR 604/Felix_Gonzalez_Moreno 25 DE JUNIO DE 2023 09:00 h
Imagen de [link]Kristijan Arsov[/link] en Unsplash.

Durante muchos años la política ha sido muy mal vista entre el pueblo evangélico español. Se nos decía que la política y los políticos eran sinónimos de corrupción, que no era posible ser cristiano y político, que la Biblia no ofrece buena imagen de la política y se sostenía que el compromiso social y político del cristiano alejaría a este de su verdadera misión en el mundo, consistente únicamente en promover el avance del evangelio.



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Personalmente, entiendo que la limitación de la vida del cristiano a su hogar, a la iglesia y al trabajo, nacía del temor de algunos a que los cristianos pudieran ser seducidos y apartados de la vida de la iglesia por causa de la actividad social y política, de modo que su espiritualidad pudiera sufrir merma. Pero, a fuer de sinceros, tenemos que reconocer que una fe que solo se mantiene en el aislamiento social, es una fe débil y nada atractiva. Es otra forma de volver a encerrar a los cristianos tras los muros de los conventos. Y es que, hay conventos que no tienen muros de piedras, sino de ideas extrañas.



El apóstol Juan dice: “Todo el que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4).



Por eso, en esta serie sobre EL CRISTIANO Y LA POLÍTICA vamos a ofrecer desde la palabra de Dios algo más de 30 razones que justifican y exigen el compromiso social y político del cristiano en el mundo. Tomo prestadas algunas ideas del teólogo alemán Thomas Schirrmacher, que en su tiempo expresó también sus inquietudes acerca de la muy escasa influencia social en su país de las iglesias libres, debido a la nula participación de estas en la vida social y política de su nación.



 



RAZONES BÍBLICAS PARA LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL CRISTIANO



1. Jesús deja claro que sin los mandamientos de Dios una sociedad se enfría y en ella se apaga el amor.



La enemistad contra los mandamientos divinos Dios es, a la vez, enemistad contra el amor, pues, Jesús dice: “Y por haberse multiplicado la maldad (la impiedad, entendida como rebelión contra la ley de Dios) el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). Posiblemente no haya ningún otro texto bíblico como este que constituya una explicación tan clara, directa y concisa sobre lo que está ocurriendo en estos tiempos en nuestra sociedad. Esta declaración de Jesús está enmarcada en el contexto de su discurso acerca de las señales del fin de los tiempos. Y es que, quien rechaza los mandamientos de Dios, rechaza también el amor.



Lamentablemente, la mayoría de las versiones bíblicas nos confunden al traducir el texto de Mateo 24:12. La equivocada traducción tiene que ver con la palabra “maldad”. Es verdad que se podría traducir así, pero solo en cuarta o quinta acepción y en otro contexto, no en el nuestro. La palabra que se traduce por maldad es en griego “anomía”. Una palabra compuesta por el prefijo “a”, que indica negación y el sustantivo “nomos” que significa ley. Anomía significa, pues, “sin ley, ilegal, injusto y, por extensión, maldad, malvado, criminal”. Pero en boca de Jesús en nuestro texto, significa “no sujeto a la ley de Moisés”, porque Jesús y los judíos no conocían otra ley que esa. Cuando Jesús habla aquí de la ley, lo hace, pues, en relación con la ley de Moisés, o sea, con la ley de Dios. Y la esencia y la procura de esta ley, esto es, su propósito, es el amor. En este sentido, dice Pablo en Romanos 13:8,10: “… el que ama al prójimo ha cumplido la ley… así que el cumplimiento de la ley es el amor”. De modo que donde la sociedad vive en la “anomía”, es decir, en la “ilegalidad”, o sea,  “sin ley”, “sin la ley de Dios”, más exactamente, allí se enfría el amor entre las personas y se multiplica la maldad en sus variadas formas: violencia, robos, crímenes, vicios, maltratos y demás.



Solo un retorno al orden divino devolverá el amor a nuestras relaciones familiares, a nuestras iglesias, a nuestras relaciones laborales, a nuestra sociedad y al Estado. Por el contrario, la falta de sujeción a le ley de Dios, conducirá cada vez más al endurecimiento y a la crueldad. Esta es nuestra realidad presente con cada vez más intensidad. A pesar de que desde la revolución del 68 se ha hablado del amor más que nunca antes, lo cierto es que los delitos, el odio y la crueldad, tanto en lo pequeño como en lo grande, no han parado de crecer. La sociedad ya no sabe en qué consiste el verdadero amor. Y la pregunta para nosotros es: ¿Y cómo va a saberlo si los cristianos no se lo dicen?



Creo que esta comunicación del amor a la sociedad no puede limitarse a la acción evangelizadora, al testimonio personal y a la vida interna de la Iglesia, sino que debe manifestarse también en una acción social y política comprometidas de la mayor amplitud y calado a nivel individual.



Ya en una época tan temprana para el protestantismo español como septiembre de 1868, en plena revolución llamada “La gloriosa”, según registra el historiador Klaus van der Grijp en su libro Historia del protestantismo español en el siglo XIX, los protestantes españoles habían comprendido la conveniencia de la participación en la vida política para conseguir una mayor incidencia en la sociedad española. Escribe van der Grijp: “El maestro Julián de Vargas [en Málaga], absuelto de sus acusaciones el 21 de septiembre gracias a la revolución, vio en la participación política una nueva misión de la iglesia, y Nicolás Alonso (que había regresado de Madrid después de la revolución) le aplaudió. “Tenemos que participar como sea en la política e intentar ejercer una influencia cristiana sobre los gobernantes. (…). Cuando las masas vean que nos hemos implicado en el movimiento, oirán con mayor interés la proclamación del evangelio” (pp.263).



Esta convicción no debe ser acallada ni silenciada por más tiempo. Gracias a Dios, aquí y allá tenemos algunos concejales o alcaldes en pueblos de España, pero esta participación es muy escasa y timorata. En ocasiones este temor no es hacia la sociedad, sino hacia las propias iglesias, que no acaban de entenderlo y que   no apoyan estas iniciativas de algunos de sus miembros. De modo que, a veces, envolverse en política equivale a verse solo e incluso apartado de la iglesia.



La sociedad española espera de muchos un compromiso real y práctico con los problemas del país. Aquellos partidos políticos que se niegan a participar en la gestión política directa desde los gobiernos, desaparecerán, como ha ocurrido recientemente con “Ciudadanos” tras su gran éxito en las elecciones de 2015. Igualmente, una Iglesia Evangélica que no tiene un mensaje claro para los problemas de la sociedad, nunca alcanzará relevancia con su mensaje evangelizador. Y es que, la sociedad no prestará oídos a nuestro mensaje si primero nosotros no hemos oído con atención sus problemas.



Nuestra respuesta política deberá ser personal, pero no individual…



 



2. El destino de la sociedad es también el destino de los cristianos.



Por esta causa, Dios exhorta a los israelitas que vivían deportados en la pagana Babilonia a hacer el bien a Babilonia, porque el destino de Babilonia es el destino del pueblo de Dios: “Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz”. Y en el Nuevo Testamento Pablo exhorta a la Iglesia a orar por los gobiernos, “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1-3). Es evidente que las políticas del Estado y las circunstancias de la sociedad determinan también la vida de la Iglesia. Las palabras de Jesús acerca de los impuestos a pagar al Cesar apuntan en esta misma dirección.



 



3. En el sermón del monte Jesús exhorta a los cristianos a no esconder su luz debajo del almud y a ser sal de la tierra.



Inmediatamente después de las bienaventuranzas, Jesús deja claro, valiéndose del ejemplo de la sal y de la luz, que los cristianos no deben vivir y trabajar para sí mismos (Mateo 5:13-16). Exhorta enfáticamente a obrar delante de todas las gentes, diciendo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). ¿Cómo verán nuestra luz y en qué consisten estas buenas obras? ¿Se limitan las palabras de Jesús a la vida privada del cristiano? Creo que no; creo que comprenden también la responsabilidad social y política del cristiano, comprende todas las áreas de la vida de una persona: la familiar, la espiritual, la laboral y artística y la política.



Dios ha encerrado toda la responsabilidad del hombre en cuatro instancias u órdenes: familia, trabajo, espiritualidad/culto y autoridad o política. Estas cuatro instituciones están ligadas y no podemos sustraernos a ninguna de ellas: vivimos en familia, tenemos que trabajar, damos culto a Dios e, igualmente, debemos sujetarnos a las autoridades (políticas y sociales), que proceden, por disposición divina, como siervos de Dios. Por tanto, creo que el texto de Mateo 5:13-16 tiene también esa dimensión social y política.



El cristiano, pues, debe ser luz en la arena de la vida pública, en la política también, debe obrar bien para que sus obras sean vistas y así los hombres puedan glorificar a Dios. El cristiano debe ser sal eficaz en la tierra, y para esto es imprescindible que llegue a todos los estamentos de la vida pública, esto es, de la política. Tanto la luz como la sal aspiran a penetrar todos los espacios para diluir las tinieblas y evitar la corrupción. Por eso, estas dos imágenes apuntan claramente a la responsabilidad política del cristiano.



 



4. La Biblia no es un libro que sirva exclusivamente a la edificación privada, sino que en ella encontramos muchísimas alusiones acerca de intereses públicos.



La Biblia trata innumerables asuntos de carácter familiar, económico, social, jurídico, civil y administrativo. Habla de herencia, educación, atención a los pobres, deudas, inflación, salarios, impuestos, prostitución, secuestro, terrenos y lindes, propiedades inmuebles, restitución, jueces, reyes, soborno, cohecho, corrupción, obligaciones militares, autodefensa, medioambiente, juramento, aborto, ganancias, atención a los ancianos, protección de sordos y ciegos y muchas más cosas. Evidentemente, ‘todo esto’ no tiene que ver solo con el individuo. Enfatizo el solo porque, naturalmente, el inicio de toda ética cristiana y de cualquier transformación, empieza por el individuo y en su vida. Por eso es que todos los intentos de comprender la Biblia exclusivamente como instrucciones para el individuo, están condenados al fracaso. La Biblia está llena por todos lados de mandamientos relacionados con instrucciones que tienen que ver con la Creación y la vida en sociedad de las personas. El intento de destilar de la Biblia exclusivamente mandamientos que tengan que ver con la vida privada no es otra cosa que la negación de los mandamientos de Dios.  Cualquiera que sepa en qué consiste el cristianismo, sabrá, automáticamente y por definición, que éste espera de todos sus seguidores que contribuyan a combatir activamente los males sociales y que acometan esfuerzos para aliviar las necesidades de las personas. Todo esto está encerrado en el mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. ¿O es que tú no pides ayuda en los momentos de especial dificultad en tu vida?



 



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5. Los diez mandamientos nunca fueron entendidos como un programa para configurar la vida privada del individuo, sino que siempre se les entendió como resumen de los mandamientos divinos para ordenar todas las esferas de la vida, tanto privada como pública.



Las prohibiciones de los Diez Mandamientos (Éxodo 20; Deuteronomio 6) respecto del asesinato, del hablar mal de otros, de la envidia y la mentira, no son solo básicas para la vida privada en sociedad, sino también para toda la sociedad. Los Diez Mandamientos constituyen también la base jurídica para el castigo por causa de asesinato; de hecho, el mandamiento: “No dirás falso testimonio ni mentiras” pertenece inicialmente a la esfera del ámbito judicial y es de ahí que pasa a aplicarse a la vida privada.



También la obligación de dar descanso un día a la semana a los empleados en sábado, así como el mandamiento de honrar a los padres, nacen del interés divino por una sociedad justa y sana. De hecho, el mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre” lleva una apostilla que reza: “…para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Esto es justicia social y, en consecuencia, paz para la tierra. De modo que el mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre” tiene claras consecuencias para el individuo, la familia y la sociedad en general. Como vemos, la palabra de Dios afecta a todas las áreas de la vida: la personal, la social y la animal.



 



6. Muchos hombres temerosos de Dios desempeñaron altos cargos políticos y militares, tanto en el AT como en NT.



Esto no vale decirlo solamente de cara a la larga lista de jueces, reyes y empleados públicos en Israel, sino también de cara a los que sirvieron en estados que no eran judíos. José, bajo la dirección divina, llegó a ser el segundo político de mayor influencia en Egipto, después del mismo Faraón. También bajo la dirección divina, Daniel detentó el cargo político más alto en varios imperios mundiales que se sucedieron unos a otros. Ester fue una influyente reina en el imperio persa. Nehemías ejercía de gobernador de un rey pagano. El AT habla de la conversión de Nabucodonosor, rey de Babilonia, como también del rey de Nínive en los días de Jonás, o de la conversión de Naamán, el mano derecha del rey de Siria, a través de la intervención de una jovencita judía esclava y del profeta Eliseo. Todos ellos retuvieron sus cargos también después de sus conversiones.



En el NT se convirtieron oficiales y soldados romanos: el centurión de Capernaum (Mateo 8:5-13), Nicodemo y José de Arimatea, miembros del Sanedrín, es decir, eran políticos; el centurión junto a la cruz (Mateo 27:54), Cornelio de Cesárea (Hechos 10:1-48), el procónsul Sergio Paulo de Pafos, en Chipre (Hechos 13:12), Dionisio, uno de los siete jueces supremos que gobernaban Atenas (Hechos 17:34), y ninguno de ellos tuvo que abandonar sus cargos políticos o militares por causa de su conversión.



De modo que, según la Biblia, se puede ser un cristiano fiel y un buen siervo de Dios y ser, a la vez, un buen político. Los países de tradición protestante, todos ellos con una recia fe bíblica, han tenido en su haber numerosos hombres de estas categorías que contribuyeron decididamente al bienestar social de sus respectivos países. La pregunta es: ¿Dónde están los políticos evangélicos, protestantes, españoles? Urge comenzar por la instrucción política de los miembros de nuestras iglesias. Pastores y teólogo debemos forjar una teología política bíblica que sirva de instrucción para la generación de nuestros políticos en un futuro a corto plazo. España necesita con urgencia de estos hombres y mujeres. Y las iglesias deben prepararlos y sostenerlos con sus oraciones.



 



7. El NT facilita a los funcionarios y militares creyentes de su tiempo instrucciones concretas y justas para que continuaran ejerciendo sus cargos como recaudadores de impuestos y miembros del ejército y de la policía. Nada hay que nos permita deducir que estos creyentes abandonaron sus trabajos.



En este sentido, les dice Juan el Bautista a los empleados al servicio del gobierno romano: “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lucas 3:12-14, cf. Lucas 7:29). Así que en estas instrucciones de Juan el Bautista no encontramos ninguna indicación para que abandonen sus oficios al servicio del estado.



En esta misma línea de pensamiento y proceder,  Zaqueo, el jefe oficial de los recaudadores de impuesto de Jericó, después de su conversión por Jesús, devolvió el dinero a todos los afectados por su injusta gestión (Lucas 19:1-10), además de resarcir a los que hubiera defraudado con una cantidad cuatro veces superior a la defraudada: “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8 cf. Éxodo 22:1). El texto de Éxodo nos muestra cómo Zaqueo sigue las instrucciones sociales del AT. Su proceder no es un arrebato espiritualista, sino una acción social que sigue la clara instrucción bíblica.



 



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8. Juan el Bautista y Jesús no tuvieron reparos en criticar públicamente al rey Herodes, tanto por causa de su gobierno como de su vida privada.



Juan el Bautista exhortaba al rey Herodes porque no debía haber tomado por esposa a su actual mujer Herodías. La razón de esta crítica descansaba sobre la ley de Dios, que el rey había transgredido con este matrimonio, pues Herodías era mujer de Felipe, hermano de Herodes el tetrarca (Mateo 14:3-5; Lucas 3:19-20; Marcos 6:17-20). La ley de Dios prohibía este tipo de matrimonios, no el divorcio. A este respecto leemos en Levítico 20:21 lo siguiente: “El que tomare la mujer de su hermano, comente inmundicia”.



Pero no era esto lo único que  criticaba Juan el Bautista en la gestión política y vida del monarca. En Lucas 3:19 se nos dice también que criticaba al rey por “todas las maldades que Herodes había hecho”.



El mismo Jesús dijo a alguien que le había informado de las intenciones de Herodes de matarle: “Id, y decid a aquella zorra…” (Lucas 13: 31-32). Estas críticas no constituyen casos aislados. En toda las Sagradas Escrituras se habla abiertamente y de manera crítica sobre los pecados, las  faltas y los abusos de los gobernantes.



 



9. El Estado procede por delegación divina. Siendo así, ¿puede ser equivocado o erróneo ponerse de parte del Estado y, a la vez, hacer que Estado y sociedad tomen conciencia de su tarea divinamente asignada y se sujeten a la misma?



En el famoso capítulo de Romanos 13:1-7, donde Pablo trata acerca del Estado, se nos dice: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer a la autoridad? Haz lo buenos, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra”.



Nuestro texto deja claro que el Estado romano de los días de Pablo, era un Estado no cristiano y, no obstante,  Pablo le llama “servidor de Dios” (v.4,6). Siendo esto así, ¿pueden los otros “siervos de Dios”, es decir, los cristianos, ignorarle y dejarle a su suerte? No, creemos que no. Esto sería ceguera e irresponsabilidad por nuestra parte.



 



10. Cuando los cristianos critican al Estado, no lo hacen para abolirlo, sino para recordarle su deber divinamente asignado y para mejorarlo.



La anarquía va claramente en contra de la voluntad de Dios. El Estado no es divino, pero es una instancia querida por Dios. Los cristianos no participan de los intentos de cuestionar o boicotear esas tareas no gratas del Estado. De entrada, observamos una actitud positiva hacia la policía, las fuerzas del estado o la Justicia, y las apoyamos en su lucha contra el mal y la corrupción. Dios quiere, efectivamente, que las “obras” malas sean castigadas por las autoridades competentes. Este apoyo del cristiano tiene sus límites cuando el Estado empieza a castigar el bien o a potenciar el mal.



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11. Todo el que esté de acuerdo con el ministerio de la diaconía, tiene que estar también dispuesto a hablar de las causas que contribuyen a que se produzcan determinadas miserias y dificultades sociales.



Naturalmente, lo primero es siempre dar de comer al hambriento. Pero seguidamente tenemos que preguntarnos ¿por qué tiene hambre esa persona? ¿Es que lo han rechazado sus padres o familiares? ¿Es víctima de una guerra? ¿Sufre las injusticias de un sistema religioso, como es el caso de los más pobres de entre los pobres del hinduismo, a los que ni siquiera se les permite aprender un oficio, gracias al cual podrían escalar para llegar a formar parte de otra casta que les permitiría una vida mejor? ¿Se trata de cristianos que sufren la persecución sistemática en países musulmanes o de regímenes comunistas o totalitarios? Y es que, no solo hay que dar de comer al hambriento, sino que tenemos que envolvernos también en la lucha y los esfuerzos que contribuyan a la remoción de esas circunstancias políticas y sociales que originan desgracias humanas de todo tipo. No basta con dar un pez cada día al hambriento, junto a esto hay que enseñarle a pescar para que se pueda autoabastecer. Y esto se hace de la manera más eficaz desde el gobierno.



 



12. Jesús dijo claramente que los hombres no podemos conocer con exactitud el día de su segunda venida. Por eso, la acción de los cristianos se desprende de los mandamientos divinos, no de cualquier tipo de especulaciones acerca del futuro.



En muchos grupos evangélicos la razón del rechazo a la participación de los creyentes en la vida política se debía a la convicción de que la segunda venida de Cristo estaba muy próxima, y a que, en estas circunstancias, lo propio del cristiano era salvar almas y apartarse del mundo, cuyo juicio final era inminente. De esta manera, generaciones enteras de cristianos fueron confundidos y apartados de sus obligaciones sociales y políticas.



Pero el mandato de Jesús a no especular sobre el día de su segunda venida está fuera de toda duda. Dice: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). Y también: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25:13).



Por otra parte, no hay ningún caso en la Biblia en el que se anule cualquier mandamiento por razones de sucesos venideros, ni siquiera en el caso de que este se sepa con exactitud y se pueda predecir su fecha con toda seguridad. Dios quiere que vivamos conforme a su voluntad claramente revelada y no que vivamos conforme a un futuro que nos es del todo imprevisible.



Esto se observa con toda claridad en el tercer capítulo de la segunda carta de Pablo a su colaborador Timoteo (2 Timoteo 3:1-17), en la que le advierte de que “en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios (2 Timoteo 3:2-4). ¿Cuáles son las reglas de conducta para Timoteo en tales circunstancias? Son la “doctrina” y el ejemplo de la “conducta” de Pablo, en suma, las Sagradas Escrituras: “Pero tú [Timoteo] has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor [y] paciencia (2 Timoteo 3:10).



Continua Pablo diciéndole a Timoteo: “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:13-17). La única regla bíblica para los malos tiempos consiste en sujetarse a los mandamientos bíblicos. No hay una ética especial para los tiempos del fin, lo que hay es que los cristianos deben obedecer los mandamientos de Dios “a tiempo y fuera de tiempo”. Se atribuye a Martín Lutero la frase: “Si supiera que Jesucristo volvería esta tarde, por la mañana plantaría un árbol”.


 

 


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COMENTARIOS

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Felipe
26/06/2023
22:55 h
2
 
Por poco me persuade para entrar en política. No, mentira. Ya me persuadí a mi mismo hace un tiempo. Pero, en un alarde de incongruencia, vengo a negar la mayor: no sólo considero q un riguroso examen d los argumentos en q las mismas se sustntan anularía muchas d ls conclusiones, sino q considero q no cabe concebir mayor ni más influyente compromiso con la renovación d la sociedad ni, por ende, un más integral y genuino activismo político, q el vivir en, por y para el amor de Cristo.
 

Eduardo
25/06/2023
06:46 h
1
 
Todo lo expuesto en este artículo muy razonable, pero luego surge la realidad, concretamente en España, donde vemos movimientos incluso en el campo del cristianismo evangélico, como por ejemplo el denominado como "Cristianos por el Socialismo", cuyos líderes como la miembro del PSOE, Rosa Aguilar pretenden que un cristiano evangélico, milite y participe en un partido político como el PSOE que lidera Pedro Sánchez, y cuyo programa social, es del todo contrario a los valores éticos cristianos.
 



 
 
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