Quien llamó mi atención al caso fue Carlos Monsiváis, que citó el acontecimiento del escrito en el que Lizardi dio cuenta de la atrocidad.
Seamos cristianos católicos enhorabuena; pero seámoslo así, como quiso y mando Jesucristo, no como nos han querido hacer, desfigurando y haciendo odiosa su religión santísima, porque estos desfiguros serán útiles a sus hipócritas parásitos, pero no al común de los pueblos.
J. J. Fernández de Lizardi,
1823.
No [pueden] verse sin escándalo los asesinatos de extranjeros perpetrados a pretexto de la religión […] Que si ahora no se pone un freno bastante duro al fanatismo y a los resentimientos personales, los extranjeros que por mil títulos son útiles a la nación, se retrairán de vivir en un país en que no se castigan enérgicamente los asesinos de lo que tienen algunos ejemplos.
José María Luis Mora,
2 de septiembre de 1824.
El caso reportado en 1824 por José Joaquín Fernández de Lizardi, el cruel asesinato de un protestante en el corazón de la Ciudad de México, me hizo recordad a mi maestro, el gran historiador Gastón García Cantú. Él insistía que un escrito debía fecharse porque, implícitamente, al hacerlo el autor o autora dejaba una marca de lo que sabía sobre la temática hasta ese momento. Porque la historia cambia o, más precisamente, nuestro conocimiento histórico cambia conforme nos allegamos de más información.
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El primer capítulo de mi libro Persecuciones contra los protestantes en México en el siglo XIX lleva por título “José Joaquín Fernández de Lizardi y el asesinato de un zapatero norteamericano”.1 Quien llamó mi atención al caso fue Carlos Monsiváis, que citó el acontecimiento del escrito en el que Lizardi dio cuenta de la atrocidad.2 Cuando le pregunté sobre si recordaba dónde había leído acerca del caso, me respondió que había sido en alguna de las conversaciones de los personajes creados por Lizardi, el payo y el sacristán. Tras varios intentos de localizar la fuente vino en mi auxilio la mayor conocedora de la vida y abundante producción escrita de Fernández de Lizardi, la investigadora María Rosa Palazón, cabeza del proyecto para conjuntar las obras de Lizardi, cuyo primer tomo salió a la luz en 1963 y el final (tomo XIV) en 1997. Fue en una antología dirigida por ella donde, con gran alegría, leí el texto lizardiano sobre el protestante ultimado.
Con la mencionada fuente, y otras, sinteticé lo hallado, que aquí resumo: En un escrito de abril de 1825, parte de sus interesantes diálogos entre el payo y el sacristán (conversaciones en que se pasa revista a los acontecimientos públicos3), El Pensador Mexicano refiere el caso de un protestante ultimado y sus repercusiones: “Cuando un asesino intolerante mató al pobre inglés en las Escalerillas [hoy calle República de Guatemala], a pretexto de que no se quiso hincar en la puerta para adorar el Sacramento del Altar, todos los sensatos abominaron el hecho y al hechor”.4
El episodio tiene lugar en agosto de 1824, y se trata del homicidio de “un protestante estadounidense [no inglés, como afirmara Fernández de Lizardi] que se había instalado en calidad de zapatero: cuando… estaba sentado delante de la puerta de su tienda, durante una procesión católica, un mexicano fanático le exigió que se arrodillara; al negarse él a hacer tal cosa, aquél lo atravesó con su espada”.5 Por su parte Salvador Novo, basándose en información de un periódico de la época (Águila Mexicana) reprodujo lo siguiente:
Estaba muy tranquilamente en su accesoria (el zapatero) a tiempo que pasó delante de ella el Divinísimo que salía del Sagrario con dirección a la calle de Santo Domingo. Un hombre vestido con una esclavina se arrodilló delante de la puerta de la zapatería y el zapatero lo hizo, es dudoso si antes o después de haberlo requerido el de la esclavina, en una silla del interior de su casa; el de la esclavina exigía que viniese a arrodillar al umbral de la puerta, con lo que se hicieron de razones, siendo el resultado caer atravesado de una estocada el infeliz zapatero y ponerse a salvo con la fuga el bárbaro asesino.6
Por el desarrollo posterior y discusión que levantó el ataque, por ejemplo, en la sesión del 2 de septiembre en el Congreso Constituyente del Estado de México, se colige que el ciudadano norteamericano era protestante. El asesinato impacta a las autoridades gubernamentales y repercute en que Lucas Alamán (del ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores) se viera en la necesidad de hacer llegar una circular –2 de septiembre de 1824– a los gobernadores de todas las entidades y les hiciera saber del “atroz asesinato cometido en esta capital de un extranjero de los Estados Unidos”. Además les insta para que redoblen sus esfuerzos en garantizar la seguridad de los extranjeros bajo su jurisdicción, ya fuesen residentes o estuviesen de paso, porque “los intereses de la nación exigen que se conserve con las naciones extranjeras la mejor armonía y buena correspondencia”.7
[photo_footer]Calle del Empedradillo en 1875[/photo_footer]
Más datos permiten aportar detalles significativos acerca de lo escrito por Lizardi. Ahora conocemos que la víctima se llamaba Seth Hayden y que fue “alevosamente asesinado en la casa del estado sita en el Empedradillo, en la tarde del domingo 29 de agosto”.8 En el santoral católico el 29 de agosto es el día de San Juan Bautista. En cuanto al lugar donde a Hayden le arrebataron la vida, Fernández de Lizardi consignó a la calle de Escalerillas [actual República de Guatemala]. El asesinato se perpetró muy cerca de allí, a un costado de la Plazo Mayor (el Zócalo), en la calle del Empedradillo, “un espacio comprendido entre los jardines del lado occidental de la Catedral y la hilera de casas que se extiende desde la esquina de la calle de los Plateros [Francisco I. Madero] hasta la de la calle de Tacuba”.9El asesinó “se fugó, y cuyo nombre y paradero se ignoran” no solamente era buscado por las autoridades, sino que para lograr su detención los cónsules de Estados Unidos e Inglaterra ofrecieron una recompensa de dos mil pesos que se dividiría equitativamente “entre los descubridores y aprehensores luego que el reo sea convicto”.10 El crimen quedó impune, a menos que más adelante localice información sobre si el desenlace fue diferente.
[photo_footer]Nacional Monte de Piedad en la que fue Calle del Empedradillo[/photo_footer]
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Notas
1 Librería Papiro 52-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, México, 2022, pp. 19-25.
2 Carlos Monsiváis, “Tolerancia y persecución religiosa”, en Carlos Monsiváis y Carlos Martínez García, Protestantismo, diversidad y tolerancia, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2002, p. 19.
3 Fernández de Lizardi, “Todos los buenos cristianos toleran a sus hermanos. Decimotercia conversación del Payo y el Sacristán”, en María Rosa Palazón Mayoral (Selección y prólogo), José Joaquín Fernández de Lizardi, Ediciones Cal y Arena, México, 2001 (tercera edición) pp. 746-760.
4 Ibid., pp. 756-757.
5 Hans-Jürgen Prien, 1985:714. Lorenzo de Zavala, en una obra publicada en 1831, consigna una versión distinta sobre homicida y víctima: “criticó la intolerancia de un zapatero que mató a un extranjero en la Plaza Mayor de México porque no se arrodilló al paso de una procesión religiosa”. Ver Fernando S. Alanís Enciso, “Los extranjeros en México, la inmigración y el gobierno: ¿tolerancia o intolerancia religiosa?, 1821-1830”, Historia Mexicana, vol. XLV, núm. 3, 1996, p. 554.
6 Salvador Novo, La vida en la Ciudad de México en 1824, Departamento del Distrito Federal, México, 1987, p. 37.
7 Águila Mexicana, 6 de septiembre de 1824, p. 2.
8 Idem.
9 José María Marroqui, La Ciudad de México. El origen del nombre de muchas de sus calles y plazas, tomo II, Tip. y Lit. La Europea de J. Aguilar Vera, 1900, p. 326.
10 Águila Méxicana, 6 de septiembre de 1824, p. 2.
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